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Cómo una explosión de 3.000 toneladas está robándole el futuro a todo un país
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Dos años de la explosión de Beirut

Cómo una explosión de 3.000 toneladas está robándole el futuro a todo un país

El trauma y la frustración llevan a toda una generación a abandonar la lucha por construir un país mejor y a centrarse en la batalla por emigrar al extranjero

Foto: Explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020. (EFE/Wael Hamzeh)
Explosión en el puerto de Beirut en agosto de 2020. (EFE/Wael Hamzeh)

A Mariana Fodoulian le mueve la sensación de rabia y de injusticia. Tiene el rostro sonriente de su hermana Gaia tatuado en el antebrazo y hace un año que dejó su trabajo como veterinaria para entregarse a la lucha por la rendición de cuentas. Denuncia que la clase política se esfuerza en dejar pasar el tiempo y agotar a quienes exigen depuración de responsabilidades. Ella advierte que la estrategia no les hará aflojar; pero en ocasiones parece que en Beirut hay cada vez menos personas como Fodoulian.

“En mi familia soy la única que está luchando”, reconoce la joven.“Mi madre dice que en este país nunca habrá justicia”. En Líbano, admite, siempre que ocurre algo malo se espera que no vuelva a ocurrir y se tira adelante. “Pero en este caso no puede ser así”, defiende.

La explosión que hizo volar por los aires el puerto de Beirut, el 4 de agosto de 2020, provocó en pocos segundos más destrozos que la guerra civil en 15 años. La onda expansiva mató a Gaia y al menos a 217 personas más. También hirió a otras 7000 y expulsó de sus casas —por lo menos, temporalmente— a 300.000 personas. El origen de todo fue la detonación de centenares de toneladas de nitrato de amonio, un material explosivo que llevaba almacenado desde 2013 en el corazón de la ciudad.

Foto: Escena de la explosión en Beirut este martes. (EFE)

Fodoulian recuerda con dolor que su hermana menor y las otras víctimas no habían hecho nada para encontrar la muerte. “Estaban en su casa, o en el trabajo. No estaban alzando armas ni luchando en ningún conflicto”. Pero la mayor explosión no nuclear de la historia las encontró a ellas.

Fue a las seis y siete minutos de la tarde. Algunos volvían de un día de playa y otros terminaban la jornada laboral. Fodoulian se preparaba para abandonar la clínica veterinaria cuando notó el terremoto y la explosión. “De repente, la pared del edificio se nos caía encima. Salí y llamé a mi madre. Ella solo gritaba ‘Gaia muerta’. Lo gritaba muy fuerte”. Fodoulian se fue corriendo hacia casa entre personas llorosas, ensangrentadas o polvorientas, aunque no recuerda nada del trayecto. “Solo pensaba en correr”, explica.

Las palabras del entonces gobernador de Beirut, Marwan Abboud, quedarán para siempre en el recuerdo de los beirutíes. Rodeado por el caos absoluto y mientras la cadena de televisión Sky News Arabia le ponía el micrófono enfrente, Abboud se desmoronó entre lágrimas: “nunca había visto tanta destrucción junta. Parece Hiroshima o Nagasaki”.

Un punto de inflexión en la historia del Líbano

Dos años después, no hay ni una sola persona condenada por la explosión. De hecho, la investigación judicial ni siquiera está en marcha. El juez que lidera el caso, Tarek Bitar, lleva siete meses sin poder trabajar después de que la clase política lograra bloquear la investigación. A pesar de que existen evidencias de que varios ministerios tenían conocimiento de la presencia del nitrato de amonio en el puerto, las familias de las víctimas y los supervivientes observan frustrados cómo los mismos ministros a quienes Bitar quiere interrogar consiguen frenar el proceso contra ellos.

Ghida Frangieh denuncia que la nula independencia de los tribunales hace que los poderosos se sientan capaces de amenazar a los jueces. Esta abogada e investigadora de Legal Agenda, la organización que aboga por el buen funcionamiento del sistema judicial en Líbano, describe el muro contra el que chocan los defensores de la rendición de cuentas. “Lo que hemos visto durante las últimas tres décadas es lo que conocemos como el régimen de la impunidad legal”, indica Frangieh en declaraciones a El Confidencial. “Ningún alto cargo ha sido procesado por algún crimen, sea durante la guerra, por crímenes financieros que desplomaron la economía del país o por la explosión en Beirut”.

placeholder Destrucción causada por la explosión en el puerto de Beirut. (EFE)
Destrucción causada por la explosión en el puerto de Beirut. (EFE)

Durante décadas, la desconfianza del Líbano hacia los tribunales libaneses y la asunción de que los jueces no tendrían la voluntad ni la capacidad de juzgar a sus propios criminales ha llevado los grandes casos del país a los tribunales internacionales. “El resultado es que no hemos construido un poder judicial capaz de juzgar crímenes importantes”, lamenta Frangieh. Ahora, a través de la investigación de la explosión, muchos pretenden abrir la primera grieta contra la impunidad de los líderes tradicionales. “Queremos construir un sistema que sea capaz de hacer justicia sin recurrir al ámbito internacional”, expresa la investigadora. El proceso judicial puede hacer que el Líbano avance varios pasos hacia el estado de derecho, o, por el contrario, mantener a una nueva generación sin sus derechos fundamentales.

Por ahora, el camino hacia el desbloqueo de la investigación podría encontrarse fuera del Líbano. Legal Agenda, HRW o Amnistía Internacional, entre muchas otras organizaciones; exigen conjuntamente al Consejo de Derechos Humanos de la ONU el lanzamiento de una investigación internacional e imparcial que ayude a dirimir responsabilidades. Pero la falta de apoyo del presidente francés Emmanuel Macron —el mismo que viajó a Beirut dos días después de la explosión prometiendo una investigación internacional— impide el inicio del proceso.

placeholder Manifestantes protestan en las calles de Beirut tras la explosión. (EFE/Wael Hamzeh)
Manifestantes protestan en las calles de Beirut tras la explosión. (EFE/Wael Hamzeh)

En paralelo, la fundación suiza Accountability Now ha puesto una demanda en Texas contra la empresa que transportó el nitrato de amonio hasta Beirut en 2013. La denuncia, puesta en representación de las familias de las víctimas, persigue el levantamiento del secreto tanto del contrato como de las comunicaciones que unieron a Spectrum, la empresa transportadora, con las autoridades libanesas. Tras la denuncia se esconde una duda por resolver, expresada a este diario por Zena Wakim, abogada de Accountability Now: “¿por qué Spectrum, una empresa de ingeniería sísmica, transportó 2.750 toneladas de nitrato de amonio al puerto de Beirut cuando a pocos kilómetros se desataba la guerra en Siria? No tiene sentido”.

Un país en el que nadie quiere estar

Sin saberlo, centenares de miles de personas habían estado construyendo sus vidas encima de una bomba de relojería. La explosión mató y causó daños materiales, pero también derribó las esperanzas de construir un país mejor. Muchas personas que luchaban por dejar un Líbano digno para la siguiente generación pasaron a querer abandonar el país.

En 2019 teníamos una revolución y la gente tenía esperanza”, dice Myriam Zarzour, psiquiatra de la organización Embrace. “Pero la explosión fue una experiencia traumática fuera de lo común que mostró que el país es inestable a todos los niveles”. Según Zarzour, pretender vivir con normalidad en un lugar donde se ha visto la muerte es difícil. “Vemos mucha gente que ha dejado su casa o su trabajo, o que se ha ido del país, para evitar recordar lo que pasó”, añade.

Foto: Los alrededores del puerto de Beirut quedaron completamente destrozados (EFE EPA/Ibrahim Dirani Dar Al Mussawir)

La desilusión se hace evidente en las plazas vacías. Poco antes, ahí era donde el Líbano se había enamorado de sí mismo con el mayor ciclo de protestas de su historia. “El régimen es hoy más fuerte y feroz que el día antes de la explosión, y eso aumenta nuestra determinación”, afirma combativa Nour al-Khawand, miembro del grupo de oposición Ciudadanos de un Estado. Pero admite que la actividad política se ha vuelto aún más difícil en el país. Los partidos políticos “del régimen”, argumenta, han logrado convertir la rabia de la ciudadanía en frustración estéril. "Muchos individuos que se oponían al sistema han perdido la esperanza y se han puesto a trabajar en otras cosas, o en buscar un futuro fuera del Líbano”, lamenta al-Khawand.

La explosión y la tremenda crisis económica, que hunde por debajo del umbral de la pobreza al 80% de la población, convierten Líbano en un país por el que nadie apuesta. Según datos recogidos por el Barómetro Árabe a finales de 2021, el 77% de los jóvenes libaneses querían irse del país. En 2018, solo el 26% quería hacerlo. En Siria, donde la guerra se alarga desde 2011, la cifra es del 54%. Y en los Territorios Palestinos, que viven bajo ocupación israelí, se registra el 58%.

"No se puede hablar de curar las heridas sin antes hablar de justicia"

Sin embargo, la debilidad del pasaporte libanés trunca esta emigración, que choca contra el temor de Occidente a una nueva oleada de refugiados. La consultoría Information International, con sede en Beirut, registró 79.134 partidas desde el aeropuerto de Beirut durante 2021, un incremento de alrededor del 450% con respecto las 17.721 de 2020. Esas cifras no incluyen las barcazas que zarpan casi a diario desde Trípoli, donde ahora ciudadanos libaneses acompañan a los refugiados sirios en el peligroso trayecto hasta la República de Chipre.

Entre los libaneses existe el consenso de que el país atraviesa la tercera gran emigración de su historia. Mientras, miles de personas que querrían partir pero no tienen los medios para hacerlo seguirán en Líbano, donde Zarzour vaticina que la falta de rendición de cuentas contra los crímenes de los líderes tradicionales continuará provocando dolor. “No se puede hablar de curar las heridas sin antes hablar de justicia”, concluye.

A Mariana Fodoulian le mueve la sensación de rabia y de injusticia. Tiene el rostro sonriente de su hermana Gaia tatuado en el antebrazo y hace un año que dejó su trabajo como veterinaria para entregarse a la lucha por la rendición de cuentas. Denuncia que la clase política se esfuerza en dejar pasar el tiempo y agotar a quienes exigen depuración de responsabilidades. Ella advierte que la estrategia no les hará aflojar; pero en ocasiones parece que en Beirut hay cada vez menos personas como Fodoulian.

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