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Máximo daño, mínimo coste: el tira y afloja del gas con el que Putin exprime a la UE
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El zar de la incertidumbre

Máximo daño, mínimo coste: el tira y afloja del gas con el que Putin exprime a la UE

El comportamiento aparentemente errático del Kremlin en materia energética apunta a la intención de infligir el máximo daño a las economías europeas mientras paga por ello el menor precio posible

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, durante una visita a una planta para licuar el gas natural en Sabetta, Rusia. (EFE/Alexei Druzhinin)
El presidente ruso, Vladímir Putin, durante una visita a una planta para licuar el gas natural en Sabetta, Rusia. (EFE/Alexei Druzhinin)
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Con temperaturas asfixiantes que baten récords históricos en gran parte del continente, muchos europeos ansían estas semanas la llegada de un clima más frío. Sin embargo, para la mayoría de los dirigentes de los Estados miembros de la Unión Europea, la inevitable llegada del invierno se ha convertido en su principal fuente de ansiedad en un contexto de posible escasez de gas ante las maniobras del presidente ruso, Vladímir Putin.

A ninguno se le escapa que Rusia ha comenzado a reducir drásticamente la cantidad de hidrocarburos que fluyen hacia el resto de Europa. Pero, tras cortar el suministro a algunos países por negarse a pagar los contratos en rublos (Francia, Polonia, Bulgaria, Finlandia, Dinamarca y Holanda) y limitar el volumen de envíos a otros (Alemania e Italia), Moscú inició el pasado 11 de julio su maniobra más preocupante. Tras una serie de acusaciones rusas de que las sanciones occidentales impedían realizar unas reparaciones en el gasoducto Nord Stream 1, que une Rusia con Alemania, esta infraestructura gasística, la más importante para la UE, fue clausurada por labores de mantenimiento.

En circunstancias normales, este cierre de 10 días de duración y que sucede cada año, no supondría un problema a tener en cuenta. Sin embargo, con la guerra de Ucrania como telón de fondo, este invierno se abre la mayor ventana de oportunidad que Putin va a tener para utilizar la dependencia europea del gas ruso como arma geopolítica. Por eso, muchos en Europa creían que el próximo jueves 21, cuando el Nord Stream 1 debería volver a entrar en funcionamiento, el gasoducto no volvería a estar operativo. “Este jueves puede determinar el panorama que viviremos no solo durante las próximas semanas, sino durante todo el invierno”, explicaba Tomas Marzec-Manser, director de análisis del gas para la consultora británica ICIS, en entrevista con El Confidencial.

A menos de 48 horas de conocerse oficialmente la decisión rusa, la incertidumbre reina. El comisario europeo de Presupuestos, el austriaco Johannes Hahn, afirmó este martes que Bruselas está trabajando “con la asunción de que las operaciones [del Nord Stream 1] no se retomarán”. Sin embargo, horas después de las palabras del comisario, la agencia Reuters publicaba una exclusiva en la que dos fuentes con conocimiento de los planes de Gazprom afirmaban que el gasoducto volvería a funcionar el jueves, aunque a un nivel reducido similar al anterior al cierre. "Ellos [Gazprom] volverán a los niveles vistos antes del 11 de julio", afirmó una de las fuentes sobre los volúmenes de gas esperados.

Foto: Ilustración con el logo de Gazprom y la bandera rusa. (Reuters/Dado Ruvic)
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Pero la confusión en torno al Nord Stream 1 y al plan ruso de exportación de gas no es ningún accidente. El comportamiento aparentemente errático del Kremlin hasta la fecha en materia energética apunta a la intención de infligir a las economías europeas el máximo daño que está en su mano pagando por ello el menor precio posible. “La incertidumbre y falta de claridad, probablemente, son parte del objetivo de Rusia”, asevera Marzec-Manser.

Según el experto, “detener por completo el suministro de gas no parece ser algo ventajoso para Rusia, no solo porque supondría una pérdida absoluta de sus ingresos, sino porque perdería influencia desde un punto de vista geopolítico”. Cortar el grifo por completo supone infligir el máximo daño posible, pero también pagar un considerable precio al respecto. Por el contrario, una limitación progresiva del suministro —sumada a una estrategia de máxima incertidumbre— está logrando que los precios del gas se mantengan por las nubes, beneficiando a los bolsillos rusos pese a la reducción de exportaciones mientras las arcas europeas continúan sufriendo.

Desventaja europea en el corto plazo

La guerra energética que Rusia ha declarado a la UE resultaba prácticamente inevitable desde que, poco después del inicio de la invasión de Ucrania, Bruselas anunció su propósito manifiesto de desconectarse por completo del gas ruso en los próximos años. En ese momento, a Moscú le quedó claro que su capacidad de infligir presión económica sobre la Unión Europea contaba con fecha de caducidad.

“Rusia sabe que es poco probable que en el futuro pueda contar con los europeos como clientes. Lo que estamos viviendo es una carrera a la baja”, explica Filip Medunic, coordinador del Programa de Poder Europeo del European Council on Foreign Relations (ECFR), a este periódico. Y en esta carrera, los Veintisiete cuentan con una seria desventaja a corto plazo frente a Moscú. “Los europeos se encuentran ante la difícil situación de que Rusia es capaz de reducir su suministro de gas a un ritmo mayor de lo que ellos pueden reemplazarlo”, agrega el experto.

Según los análisis de la AIE, los Estados miembros de la UE deben llenar sus reservas de gas al 90% en los próximos meses para poder superar este invierno sin problemas de escasez. Actualmente, la media de almacenamiento del combustible ronda el 65%, una cifra 13 puntos superior a la del año pasado por estas fechas. Sin embargo, 2021 fue uno de los peores años en lo que a reservas de combustible se refiere. Este fue uno de los factores agravantes de una crisis que el último invierno provocó récords históricos en los precios del gas y la electricidad en varios países, entre ellos España.

Sin embargo, llenar los depósitos a tiempo podría resultar un desafío titánico si Gazprom continúa reduciendo el flujo de hidrocarburos hacia la UE. “Es un problema doble”, indica Marzec-Manser. “Por un lado, no está llegando el gas suficiente como para llenar las reservas de cara al invierno. Y, una vez llegue el frío, también nos enfrentamos a un suministro reducido que hará que ese almacenamiento se agote más rápido”, agrega. Se trata de un dilema propio de la absurda situación que décadas de dependencia gasística de Moscú han provocado: la UE necesita a Rusia en verano para protegerse de Rusia en invierno.

Los esfuerzos de Bruselas por diversificar sus fuentes de suministro de combustible no han cesado desde el inicio de la guerra. Este mismo lunes, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el jefe de energía de Europa, Kadri Simson, viajaron a Azerbaiyán para firmar un acuerdo que aspira a incrementar el volumen que el país importa a los Veintisiete de los 8.000 millones de metros cúbicos anuales actuales a 20.000 millones para 2027. El memorándum de entendimiento (que indica la intención de emprender una acción conjunta, pero no tiene compromiso vinculante) también prevé un aumento de 4.000 millones de metros cúbicos de cara al próximo año.

Sin embargo, en el corto plazo, ninguna ampliación de los flujos ya existentes hacia el continente resulta suficiente para paliar un posible corte del grifo por parte del Kremlin. “Estos suministros, simplemente, no están disponibles en los volúmenes necesarios para sustituir las entregas faltantes de Rusia”, escribió el director ejecutivo de la AIE, Faith Birol, en un artículo publicado horas después del encuentro europeo con el Gobierno azerí.

Mientras tanto, Rusia ha mostrado una resistencia ante la oleada de sanciones internacionales que ha sorprendido a muchos de sus rivales. Aunque se prevé que el PIB del país se reduzca en torno a un 10% este año y que Moscú tenga que realizar cambios drásticos y dolorosos para absorber su desconexión casi total de los mercados occidentales, la economía rusa parece lejos del colapso que se vaticinaba con los primeros compases de la guerra y el rublo se ha convertido en la moneda con mejor desempeño del mundo frente al dólar en lo que va de año. A largo plazo, el Kremlin se enfrenta a problemas serios para recuperarse del castigo occidental, pero de cara a este invierno, puede permitirse vender menos gas para cumplir sus objetivos geopolíticos. “Es probable que la economía rusa resista durante un tiempo. Y el tiempo funciona, de momento, en contra de los europeos”, resume Medunic.

Dividir y conquistar

Más allá del incentivo económico y de dañar los bolsillos europeos, la estrategia del tira y afloja de Putin también cuenta con dos objetivos secundarios: dividir a sus rivales y conquistar la opinión pública de sus ciudadanos.

Foto: Tuberías de las instalaciones del Nord Stream en Lubmin, Alemania. (Reuters/Hannibal Hanschke)

Cuando a principios de junio Rusia redujo un 60% el suministro de gas a través del Nord Stream 1, Gazprom alegó que no podía entregar más volumen de combustible porque una de las turbinas necesarias para bombearlo a través del corredor submarino estaba siendo reparada en Canadá y no podía regresar debido a las sanciones occidentales. Múltiples expertos señalaron rápidamente que se trataba de una excusa y que el gasoducto podría operar sin ella.

Ucrania pidió a Ottawa que no devolviera la pieza y señaló que Moscú podía cumplir sus obligaciones exportando gas a través de la red que atraviesa su país. Sin embargo, el Gobierno canadiense acabó cediendo y decretando una excepción en sus sanciones económicas que permitiera el retorno de las seis turbinas de Siemens Energy que estaban siendo reparadas en Montreal. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ofreció un discurso la semana pasada en el que calificó esta medida de "absolutamente inaceptable".

Foto: EC.

Devolver la turbina de la discordia no parece haber supuesto beneficio alguno para los socios occidentales. Un portavoz del Ministerio de Economía alemán indicó esta semana que la pieza estaba estaba destinada a usarse solo a partir de septiembre, lo que significa que su ausencia no estaba relacionada en absoluto con la reducción de los flujos rusos de gas. “La maniobra apunta claramente a una falta de voluntad de suministrar gas, en lugar de a una incapacidad técnica para hacerlo”, señala Marzec-Manser.

Este mismo miércoles, Gazprom reiteró que no puede garantizar el bombeo seguro de combustible por el Nord Stream 1 sin la pieza, de cuya devolución asegura no tener constancia. Paralelamente, Putin propuso como solución a la falta de flujo de gas la puesta en marcha del Nord Stream 2, un polémico gasoducto que corre en paralelo al anterior y cuya inauguración fue paralizada por Alemania nada más comenzar la invasión de Ucrania. Como ya ocurrió con su exigencia a finales de marzo de pagar los contratos de gas en rublos (que unos Estados miembros de la UE cumplieron y otros no), sembrar la división le sale barato a Rusia.

Pero, en última instancia, la mayor esperanza del Kremlin es que los previsibles precios disparados de la luz y el gas durante este invierno, sumados al desgaste tras más de 10 meses de guerra, provoquen un cambio en la opinión pública europea que se traduzca en presión política por resolver el conflicto a cualquier precio.

“En los meses venideros, especialmente cuando llegue el frío y los posibles problemas de suministro se vuelvan evidentes, es posible que las sociedades europeas reconsideren sus prioridades y crezcan los llamados a hacer concesiones a Moscú”, advierte Filip Medunic. “Eso es lo que Rusia espera”.

Con temperaturas asfixiantes que baten récords históricos en gran parte del continente, muchos europeos ansían estas semanas la llegada de un clima más frío. Sin embargo, para la mayoría de los dirigentes de los Estados miembros de la Unión Europea, la inevitable llegada del invierno se ha convertido en su principal fuente de ansiedad en un contexto de posible escasez de gas ante las maniobras del presidente ruso, Vladímir Putin.

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