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"Ya ningún lugar es seguro en EEUU": la triste lección de los tiroteos del 4 de julio
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Un problema de seguridad pública

"Ya ningún lugar es seguro en EEUU": la triste lección de los tiroteos del 4 de julio

Con tantos tiroteos sucediendo en el país, incluso durante la celebración de la fiesta nacional, EEUU se enfrenta a un dilema contra su propia seguridad pública

Foto: El suburbio de Highland Park (Chicago) tras el tiroteo del 4 de julio (REUTERS/Cheney Orr)
El suburbio de Highland Park (Chicago) tras el tiroteo del 4 de julio (REUTERS/Cheney Orr)

Llegó el 4 de julio a Illinois y, como en todos los puntos del país, la ciudad de Highland Park se preparaba para conmemorar la fiesta nacional de Estados Unidos. Los primeros en llegar colocaron sus asientos y se acomodaron para disfrutar del desfile tradicional que cada año recorre las calles de la localidad norteamericana. Para los estadounidenses, esta fecha señalada —que conmemora la firma de la declaración de independencia en 1776— está cargada de alegría, patriotismo y reuniones familiares. Es un momento litúrgico para mostrar los colores y ondear al unísono la bandera. O era.

Ese sentimiento compartido de alegría e ilusión pronto se convirtió en uno de angustia y desesperación en Highland Park, un suburbio de clase alta 40 kilómetros al norte de Chicago. En torno a las 10:00 horas —apenas 15 minutos después de que comenzara la celebración— se empezaron a oír disparos provenientes de uno de los tejados. En un instante, el pánico se apoderó de los asistentes y las calles se vaciaron, dejando atrás sillas tiradas por el suelo, prendas de ropa extraviadas en la apresurada huida y los cuerpos sin vida de sus vecinos alcanzados por las balas.

Ocho horas después se arrestaría a Robert E. Crimo, de 22 años, quien más tarde confesaría ser el autor del ataque que se cobró la vida de siete personas e hirió a otras 29. Lo hizo con un arma semiautomática que habría obtenido de manera legal —a pesar de tener antecedentes psicológicos y de conductas violentas— y disparó aproximadamente 70 balas contra la multitud. Según relata la policía, el autor tenía intenciones de cometer un segundo atentado en otra celebración del 4 de julio en Wisconsin.

300 tiroteos en medio año

Pese a que el suceso dejó una terrible huella en la sociedad norteamericana por suceder en un día tan icónico para el imaginario colectivo norteamericano, han pasado más de diez días desde entonces y los muertos de ese día han pasado a engrosar las estadísticas de muertos por arma de fuego sin que el enconado debate entre los defensores de las pistolas y sus detractores hayan movido sus posiciones un ápice. Tan solo en lo que llevamos de 2022, ha habido más de 300 tiroteos masivos en Estados Unidos. Tan solo este 4 de julio de 2022, hubo 10 tiroteos en distintos puntos del país. Uno sucedió en el show de fuegos artificiales de Filadelfia, donde dos policías resultaron heridos y miles de personas huyeron en estampida.

Apenas semanas antes, el 24 de mayo, el último día de clases en la escuela de educación primaria de Uvalde, en Texas, se convirtió en tragedia cuando un hombre de 18 años entró con un arma y mató a 19 alumnos y dos profesores. Diez días antes, un supremacista blanco mató a 10 personas en un supermercado de Buffalo, en Nueva York, en un atentado considerado como un crimen de odio. Los datos hacen innegable el problema de seguridad pública que vive Estados Unidos por los tiroteos masivos, como muestra el hecho de que se han recrudecido en la última década, con más tiroteos entre 2017 y 2021 que en cualquier otro periodo quinquenal desde 1966.

En Estados Unidos, estos sucesos son tan frecuentes que apenas llaman la atención los más dramáticos. Cuando un hombre abrió fuego en un centro comercial en Copenhague a principios de este mes, los medios y la opinión pública quedaron impactados por un suceso poco común en Dinamarca. Algo similar sucedió en Japón, cuando el reciente asesinato del exprimer ministro japonés Shinzo Abbe con un arma de fuego casera durante un mitin estremeció a un país conocido por su idiosincrasia pacifista.

“Ya ningún lugar es seguro”

Cada vez más, este tipo de atentados —más frecuentes en escuelas, centros comerciales o calles poco transitadas— se producen en lugares muy transitados, en fiestas o congregaciones multitudinarias. “Es devastador que un día dedicado a la celebración de Estados Unidos haya sido arruinando por nuestra particular ‘plaga’ de tiroteos”, recalcó el gobernador de Illinois, J.B. Pritzker, a la cadena estadounidense CNN.

Pero, más allá del perenne debate sobre la facilidad para hacerse con armas de alto calibre en EEUU, este tiroteo en una fecha de profundo simbolismo ha dejado otra reflexión más preocupante sobre la seguridad pública. ¿Hay que tener a partir de ahora miedo a los actos públicos? ¿Se convertirán en objetivos prioritarios de los atacantes que buscan la exposición a los focos? La consecuencia de todo esto es un país sumido en un constante miedo y preocupación, una huella psicológica que se une a la frustración ya presente por el covid-19, una inflación en aumento y una cada vez mayor polarización política.

“Si puede pasar durante un 4 de julio, en una comunidad pacífica sin muchos altercados como es Highland Park, puede pasar en cualquier sitio”, relató Miles Zaremski, testigo del atentado, a la CNN.

El tiroteo de Highland Park es el primero que capta la atención de la opinión pública desde la aprobación de una ley que aumenta el control de las armas en Estados Unidos, proporcionando más recursos para la salud mental y poniendo más restricciones a la adquisición de armas por parte de los menores de 21 años. Aunque todavía es pronto para ver el impacto que tendrá esta ley, los expertos ven poco probable que vaya a tener una gran influencia y dudan que se puedan impulsar medidas más ambiciosas ante la férrea oposición de senadores y congresistas republicanos, que enarbolan la Segunda Enmienda de la constitución para justificar la laxa política respecto a las pistolas.

placeholder Manifestantes protestan contra las armas de fuego en EEUU. (EFE/ Erik S. Lesser)
Manifestantes protestan contra las armas de fuego en EEUU. (EFE/ Erik S. Lesser)

El tiroteo de Highland Park ha dejado un impactante mensaje en la sociedad norteamericana. Si en medio de un desfile o unos fuegos artificiales de un 4 de julio puede suceder un tiroteo, eso significa que ya puede suceder en cualquier lugar o fecha. Como lamentó Pritzker, “Un día dedicado a la libertad ha puesto en relieve una que nosotros, como nación, nos negamos a preservar: la libertad de nuestros conciudadanos a vivir sin el miedo diario a la violencia de las armas de fuego”.

Llegó el 4 de julio a Illinois y, como en todos los puntos del país, la ciudad de Highland Park se preparaba para conmemorar la fiesta nacional de Estados Unidos. Los primeros en llegar colocaron sus asientos y se acomodaron para disfrutar del desfile tradicional que cada año recorre las calles de la localidad norteamericana. Para los estadounidenses, esta fecha señalada —que conmemora la firma de la declaración de independencia en 1776— está cargada de alegría, patriotismo y reuniones familiares. Es un momento litúrgico para mostrar los colores y ondear al unísono la bandera. O era.

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