Cortar la cabeza de la serpiente: ¿Qué supone la muerte del yihadista Maher al-Agal?

El Mando Central de Estados Unidos (CENTCOM), organismo encargado de las operaciones militares del país en varias regiones, entre ellas Oriente Medio, ha informado a través de un comunicado que Maher al-Agal, una figura importante del Estado Islámico, ha sido neutralizado en una operación antiterrorista en la localidad de 'Jindayris' al noroeste de Siria.

La operación se materializó con un ataque con dron mientras al-Agal se encontraba conduciendo una motocicleta en las afueras de 'Jindayris'. Además, en el ataque uno de sus principales colaboradores habría resultado gravemente herido, explicó el CENTCOM en su comunicado. La información ha sido confirmada por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos y por la Defensa Civil Siria —también conocida como los ‘cascos blancos’—, qué detalló en su página de Twitter que una persona habría muerto y otra ha resultado herida en un ataque con un dron.

La persona neutralizada, Maher al-Agal, se trataría del líder del Estado Islámico en Siria y uno de los cinco emires del Estado Islámico de Irak y el Levante (ISIL). Además, el dirigente yihadista sería uno de los encargados de extender la actividad del ISIS fuera de las fronteras de Irak y Siria. Teniendo en cuenta esto, a priori la muerte del al-Agal podría suponer un golpe importante contra el Estado Islámico en un momento en el que estaba experimentado una cierta resurgencia en zonas de Oriente Medio, particularmente en Siria y en Irak. Sin embargo, el actual ‘modus operandi’ de la organización, que opera a través de una red global descentralizada, sugiere que la eliminación de este objetivo no significa necesariamente una derrota definitiva del EI.

ISIS resurge de sus cenizas

Fue en 2014 cuando el DAESH —nombre con el que se conoce coloquialmente a la organización yihadista— alcanzó su máximo esplendor, estableciendo un control territorial en importantes áreas de Siria e Irak y creando un Estado ‘de facto’ autodenominado como califato. Sin embargo, para 2018, el EI perdió gran parte del territorio ocupado ante las acciones de la Coalición Internacional contra el Estado Islámico, liderada por Estados Unidos. Un año después, el entonces presidente de EEUU, Donald Trump, anunció la derrota definitiva del grupo terrorista en Siria e Irak.

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No obstante, informes actuales revelan que el ISIS habría cambiado de estrategia, pasando de una centrada en el control territorial a otra basada en la insurgencia y ‘guerra de guerrillas’ que no persigue necesariamente la ocupación de territorio. Según el ‘think thank’ estadounidense Carnegie Endowment for International Peace, el grupo es capaz de actuar bajo un “liderazgo unificado” y ha sido capaz de “reestructurar su organización en el ámbito militar, administrativo y mediático”.

Bajo esta nueva estrategia de insurgencia, la organización ha pasado a tener una red global descentralizada de diferentes subgrupos yihadistas. Actualmente, el grupo ha extendido su campo de acción al continente africano, en especial en la región del África Occidental y en el cuerno del África. En este sentido, el Índice de Terrorismo Global de 2022 explica que el 48% de las muertes por terrorismo se concentran en el África Subsahariana. Además, la región del Sahel es el epicentro del terrorismo global y donde el terrorismo está creciendo a mayor velocidad. Dentro de este contexto, el Estado Islámico se ha convertido en el grupo terrorista que causa más muertes en el mundo.

¿Golpe definitivo contra el EI?

Teniendo en cuenta esta coyuntura, la muerte de al-Agal, responsable de extender el campo de acción del ISIS, puede ser una victoria importante contra el DAESH por el cargo que ostentaba el dirigente yihadista. Sin embargo, dada la red descentralizada bajo la cual opera el grupo terrorista, cabría preguntarse si esta operación antiterrorista tiene el potencial para infligir una derrota definitiva a la organización yihadista. Al fin y al cabo, en 2019 Estados Unidos consiguió neutralizar a uno de los líderes más importantes del Estado Islámico, Abu Bakr al-Baghdadi, pero ello no acabó con el EI ni con su capacidad para actuar. De hecho, en enero de 2022, el ISIS consiguió llevar a cabo con éxito un atentado contra la prisión de Al-Sina en Siria para liberar a prisioneros afiliados a la organización.

Similarmente, en febrero de 2022, otra operación de las fuerzas estadounidenses acabó con la vida de otro de los cabecillas del DAESH, Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurayshi. No obstante, aunque supuso un duro revés para la organización, no hay evidencias de que haya provocado el desmantelamiento del grupo yihadista. Además, actualmente Estados Unidos se encuentra en un proceso de retirada en Oriente Medio —como se evidenció con la salida de Afganistán de las tropas occidentales en agosto del año pasado—, para centrar más recursos en la región del Asia-Pacífico y contener el ascenso de China. Por ello, se entiende que, aunque Washington continúe llevando a cabo misiones especiales contra grupos yihadistas, no será su principal foco de atención a no ser que suponga una amenaza para su propia seguridad nacional. En este contexto, pueden florecer todavía más los grupos afiliados al DAESH.

Eliminar al líder: ¿Es eficaz?

La estrategia militar de llevar a cabo ataques con drones para eliminar a dirigentes yihadistas, una táctica conocida como ‘decapitation strikes’, es cada vez más común en el seno del Pentágono y de las fuerzas armadas de varios países occidentales. Ciertamente, supone no arriesgar vidas de militares ni requiere de una intervención directa, aunque sí que conlleva riesgos por los posibles efectos colaterales o errores de cálculo que causan la pérdida de vidas civiles. Sin embargo, su efectividad es debatida en el campo académico.

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EFE

En una publicación del International Center for Counter-Terrorism, el investigador Graig R. Klein expone que estos ataques tienen diversas consecuencias. Mientras que tienen la capacidad de disminuir las capacidades de los grupos terroristas para operar y conseguir sus objetivos, pueden provocar un aumento en la frecuencia de ataques en el corto plazo, aunque sean de menor impacto, como forma de venganza por la muerte de su líder y para demostrar que no han sido derrotados. Esto puede llevar incluso al ascenso de nuevos líderes todavía más radicales, como sugiere la literatura sobre los grupos yihadistas en el Sahel.

Adicionalmente, especialmente si el ataque causa muertes civiles, esta táctica puede llegar a provocar el aumento de la radicalización y, consecuentemente, que los grupos terroristas adquieran más efectivos en sus filas. Aunque, según las primeras informaciones, el ataque de hoy no habría causado ninguna pérdida humana más allá del líder yihadista Maher al-Agal.

En definitiva, la muerte de al-Agal tiene la capacidad de suponer un importante revés para el Estado Islámico, dado el rango que ostentaba el dirigente del EI y el hecho de ser el encargado de extender el campo de acción de la organización terrorista. Sin embargo, debemos de ser cautelosos a la hora de afirmar que esta operación supone un daño irreparable para el ISIS, pues la evidencia sugiere que, dada la descentralización y la táctica más propia de ‘guerra de guerrillas’ bajo la cual actualmente opera el grupo yihadista, este tiene la capacidad de recomponerse y seguir lanzando ataques en diversas regiones del mundo.