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¿Otra vez con la cantaleta de la Europa de la Defensa? Cinco razones para el optimismo
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¿Otra vez con la cantaleta de la Europa de la Defensa? Cinco razones para el optimismo

El 'shock' de la guerra de Ucrania, los crecientes presupuestos militares y una Comisión Europea al volante podrían finalmente dar a luz una consolidación e integración de la Defensa europea

Foto: Soldados europeos de maniobras en Letonia. (Reuters/Toms Kalnins)
Soldados europeos de maniobras en Letonia. (Reuters/Toms Kalnins)

El 18 de mayo, la Comisión Europea publicó un nuevo bloque de propuestas que apuntan a dar un impulso a la idea de la 'Europa de la defensa'. Nada nuevo hasta ahora, podrían pensar: los últimos 25 años están alfombrados con los naufragios de los esfuerzos previos para lograr que los estados miembro pongan en acción sus discursos. Hasta ahora, la fuerza irresistible de los argumentos a favor de una mayor integración en la defensa europea —el mantra "gastar más, gastar mejor, gastar más juntos"— ha logrado pocos avances concretos frente al objeto inamovible de las inercias nacionales y los intereses cruzados. ¿Podría ser esta vez diferente?

Las propuestas —un comunicado conjunto de la Comisión y la Agencia Europea de la Defensa— responden a la petición de los líderes de la UE en su cumbre de emergencia del pasado 11 de marzo en Versalles, durante los primeros compases de la invasión rusa de Ucrania. La instrucción fue "presentar un análisis de los agujeros en la inversión de defensa para mediados de mayo y proponer cualquier iniciativa necesaria para fortalecer la base industrial y tecnológica europea".

Analizar los flancos débiles en las capacidades europeas será relativamente fácil —después de todo, la Agencia ha estado trabajando en identificar estas carencias durante años—. Como el jefe de la Agencia y el alto representante diplomático de la Unión Europea, Josep Borrell, destacaron en el lanzamiento de las propuestas, "la Agencia de la Defensa Europea ha estado trabajando durante los últimos años para explicar estos agujeros, para explicar cómo podemos cubrir estos huecos. Pero, para ser honestos, no hemos tenido demasiado éxito y nadie nos ha escuchado".

Las lecciones que emergen de la guerra en Ucrania han confirmado prácticamente todos sus análisis y hacen hincapié en la urgencia particular de restaurar un aire de superioridad (la defensa aérea está bajo mínimos y los drones, infrautilizados), contrarrestar la artillería de largo alcance rusa y desarrollar nuevos sistemas de comando y control, vigilancia y datos compartidos de los que dependen las armas efectivas en combate.

Razones para el optimismo

Pero no es solo el shock de Ucrania y la atención de los líderes europeos (a este respecto, la historia enseña que esta atención puede ser fugaz) lo que da esperanza, es el hecho de que, esta vez, la gente pueda escuchar. Otras razones para el optimismo incluyen:

1: Muchos de los viejos motivos para disputas estériles se han derrumbado. Europeístas y atlantistas no necesitan discutir más sobre dónde debe estar el foco en materia de equipamiento de guerra o defensa territorial, o si el punto debe ser una OTAN fortalecida o una "autonomía estratégica" europea. La perspectiva del acceso a la OTAN de Finlandia y Suecia minimizará aún más las diferencias entre los miembros de la OTAN y de la UE; y ahora todo el mundo está de acuerdo en que los ejércitos europeos deben fortalecerse para competir con Rusia. (Sería de poca ayuda, y puede que prematuro, sugerir que, después de Ucrania, los rusos podrían necesitar un período largo de tiempo para lamer sus heridas antes de convertirse en una amenaza para alguien de nuevo).

2: Ya sea por buena suerte o buen juicio, los encargos de Versalles se centran en la trastienda de la defensa europea. Las capacidades bélica e industrial son menos susceptible de caer en disputas teológicas que los asuntos del 'frente' sobre operaciones y despliegues, que dan lugar a la indignación por la dependencia europea de los estadounidenses. (La silenciosa pero ampliamente aceptada verdad es que, eventualmente, los estadounidenses se enfocarán en el Pacífico, con la expectativa de que Europa asuma, cada vez más, el peso de su propia defensa –aunque probablemente se puede confiar en que los norteamericanos dictaminarán los tiempos y la metodología de esta transición, lo que ayudará a evitar disputas internas europeas).

3: Los presupuestos de Defensa están creciendo, con cada vez más aliados cumpliendo o apuntando a la meta de la OTAN del 2% del PIB gastado en defensa. Eso significa margen de maniobra presupuestario –¿cómo van a gastar los alemanes su nuevo fondo de 100.000 millones de euros en defensa?– lo que a su vez significa más capacidad para nuestro proyectos, muy probablemente compartidos con otros aliados europeos. (El efecto inverso fue evidente en los años de recortes en los presupuestos de defensa tras la crisis financiera de 2008: lejos de buscar más proyectos para compartir recursos y esfuerzos para sacar el máximo de sus exiguos euros, el gasto en defensa fue nacionalizado y la cooperación se cayó por un barranco).

4: Las nuevas propuestas enmarcan lo que se necesita de una forma sensible, manejable y en tres fases. Primero, la restauración de la preparación para el combate —tomarse el entrenamiento en serio y 'rellenar las estanterías'—. Esto está relacionado no solo con reabastecer la munición, el equipo y las partes enviadas a Ucrania, sino también los huecos que siempre afectan a los equipos militares sin uso —la práctica de concentrar recursos para mantener el escaparate lleno de activos aparentes, incluso si eso significa ir bajos de munición y partes (es de poca utilidad, digamos, tener un escuadrón de doce cazas si la mayoría están fuera de servicio en un momento dado)—. La segunda fase es aumentar las fuerzas y capacidades existentes, haciendo caso a los huecos más urgentes identificados por la Agencia Europea de la Defensa y aumentar las cifras allí donde sea necesario. Tercer es la necesidad de encarar el futuro poniendo en marcha una agenda de modernización a largo plazo, lo que requiere la integración de nuevas tecnologías.

5: Finalmente, la Comisión propone desplegar un poder de fuego financiero extraordinario. Se está ofreciendo a hacerse cargo del ejercicio coordinado de reabastecimiento militar de la misma forma que hizo con las vacunas del covid-19 —con 500 millones de euros como subsidio para incentivar la participación de los socios europeos—. Además, sugiere que los estados miembro interesados en colaborar con el nuevo equipamiento debería formarse en un consorcio de capacidades de defensa europeas —que, bajo una nueva regulación de la Comisión, estaría exento de IVA—. Y esta exención fiscal aplicaría no solo a la procura inicial, pero también todos los costes asociados (operación, mantenimiento, decomiso). La Comisión ha llegado a poner sobre la mesa que el Banco de Inversión Europeo pueda incrementar su apoyo a la industria europea de la Defensa y abastecimiento conjunto (se han mencionado hasta 6.000 millones de euros).

¿Dinero gratis a mano?

Esta cascada de incentivos corona, por supuesto, los más de 1.000 millones de euros anuales ya ofrecidos para proyectos conjuntos de I+D a través del Fondo de Defensa Europeo —el cual, ha dejado claro la Comisión— también aspira a incrementarse. Con tanto 'dinero gratis' a mano, incluso los ministros de Defensa más obcecados deben estar ahora haciendo cola, por mucho que la condición de tener que colaborar unos con otros vaya contra su propia cultura. (Con suerte, los ministros nacionales de Finanzas tampoco lograrán identificar que esos generosos recursos en el presupuesto europeo significa que los estados miembro se están sobornando con su propio dinero).

Así que, ¿puede ser este un verdadero momento de cambio en la larga y difícil senda hacia un esfuerzo de defensa europeo más coherente? La Comisión así lo cree claramente y que estará dirigiendo los programas de abastecimiento conjunto que se financien con el Fondo de Defensa Europeo.

El tiempo dirá si esta confianza está justificada o si los estados miembros lograron quedarse con los subsidios y volver a sus viejas costumbres ombliguistas. Pero está claro que no es una locura esperar que, una vez que experimenten los beneficios de "gastar mejor y más juntos", las instituciones nacionales de defensa en la UE podría finalmente dejarse seducir por la opción correcta.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Nick Witney y titulado 'Five reasons driving European defence integration after the Ukraine invasion'

El 18 de mayo, la Comisión Europea publicó un nuevo bloque de propuestas que apuntan a dar un impulso a la idea de la 'Europa de la defensa'. Nada nuevo hasta ahora, podrían pensar: los últimos 25 años están alfombrados con los naufragios de los esfuerzos previos para lograr que los estados miembro pongan en acción sus discursos. Hasta ahora, la fuerza irresistible de los argumentos a favor de una mayor integración en la defensa europea —el mantra "gastar más, gastar mejor, gastar más juntos"— ha logrado pocos avances concretos frente al objeto inamovible de las inercias nacionales y los intereses cruzados. ¿Podría ser esta vez diferente?

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