“No teníamos expectativas, fuimos a Ucrania a ver qué nos encontrábamos”. Así empieza el retrato de dos semanas de viaje por las carreteras ucranianas de los primeros días de la guerra. Primero, de España a Ucrania, la ruta de la solidaridad, encontrándose con numerosos conductores ucranianos que llevaban suministros al país. “Nosotros también llevábamos suministros. Ya que vamos, ¿cómo ibas a ir de vacío?”.
Madrugada del 24 de febrero de 2022. Las tropas rusas entran en Ucrania, todo el país sufre una oleada de bombardeos. Aunque la inteligencia occidental lleva meses advirtiendo de la inminencia de la invasión rusa, los primeros días son un auténtico caos. Mientras miles de personas huyen del país y otros tantos toman las armas para defenderlo, en España, dos compañeros fotoperiodistas —Diego Cortijo y su compañero Miguel Gutiérrez— cogen un coche para llegar a Ucrania. ¿Qué hace que abandonen sus casas, en Madrid y Vitoria, para retratar una guerra? Esta es la crónica de detrás del objetivo, los ojos del que sujeta la cámara, el hilo conductor en imágenes que han contado muchas historias separadas. Pero también es la de una evaluación de la cercada Irpín (norte) en la misma furgoneta en la que salieron de España.
Carreteras alemanas
Viernes 4 de marzo 2022

La ayuda llegaba, pero la frontera hacia Ucrania era casi una barrera infranqueable para muchos. “Nadie entraba, la gente tenía mucho miedo. Con cada noticia que llegaba de un bombardeo, la gente de verdad pensaba que iba a morir”.

Frontera de Polonia con Ucrania
Sábado 5 de marzo 2022
Tras 30 horas de viaje desde Madrid y Vitoria, el paso fronterizo de Medika, entre Ucrania y Polonia. Todavía en los primeros días de la invasión, las escenas eran caóticas y de desesperación. Polonia recibió, de la noche a la mañana, casi un millón de refugiados. Hoy día son ya casi cuatro.




“Para mí, es una de las cosas más importantes del viaje. Es donde realmente ves el drama de la gente desesperada saliendo con una maleta y ya está, dejando atrás todo. Es el momento cuando la gente se venía abajo. Porque, una vez estás en el conflicto, estás en el lugar… Es distinto a la gente que ha tomado la decisión de quedarse"
Retratar la desesperación es difícil. "Tú no puedes pretender hacer fotos en frío a nadie. Para acercarte a la gente, contar su historia... Las fotos que vas haciendo de lejos a cerca; cómo te vas mostrando, tu interés y tu intención".
Se organizó todo alrededor de esa frontera, desde voluntarios con comida, alojamiento, transporte... Pero también un pianista, que tocaba ahí todos los días. Había voluntad humana de gente que quería ayudar.
“Medika es el punto donde estaba la información. Había gente de todos los países que habían acudido en masa: muchos periodistas por todos los lados, ‘youtubers’, gente haciendo blogs… Así son las guerras de ahora”.
Lado ucraniano
Domingo 6 de marzo 2022
Pero pocos se atrevían a cruzar en la dirección contraria a los ríos de personas que llegaban a Europa. Los primeros compañeros de viaje se quedaron al otro lado mientras los refugiados que salían se enfrentaban a días enteros de atascos. "Las carreteras eran un sindiós, imposible hacer una previsión de trayecto. Y, con los ‘check-points’ militares y de la defensa territorial (voluntarios civiles), vías de dos carriles se convertían en cuatro”.
Aeropuerto Vinitsya
Lunes 7 de marzo 2022
La primera parada desde la frontera polaca era Lviv, y después se enfiló el coche hacia el sur, Odesa, pasando por Ternopil y Vinnytsia, todo regiones en el oeste de Ucrania, presuntamente más a salvo de los ataques rusos que en el norte, este y sur del país. Y, sin embargo, la destrucción era patente incluso aquí. Especialmente en los aeropuertos, objetivos claves de los primeros días de la invasión rusa en su intento de hacerse con el control aéreo del país. “La gente no habló tanto de estos ataques, pero esta destrucción que ves era en el lado occidental, que se supone que estaba más a salvo”.
Estación de tren en Odessa
Martes 8 de marzo 2022
La incertidumbre era muy grande. No se sabía hasta dónde iban a llegar los rusos, que estaban escalando posiciones. “Te enfrentas ahora a una duda periodística. ¿A dónde ir? Parecía que iba a ser imposible entrar en Kiev y que Odesa, en el mar Negro en el sur, iba a ser el punto caliente informativo. Decidimos ir a Odesa. Lo primero que hicimos fue ir a ver cómo estaba la estación, punto neurálgico de las evacuaciones en todo el país".




"Los niños representan la parte más indefensa de todo esto: es un contraste brutal del gris de la situación con la niña vestida de rosa".
"La mayoría eran hombres despidiéndose de sus familias, mandándolos para la frontera. Niños que no siempre entienden por qué se tienen que ir. Nos llegaban historias de algún padre soltero desesperado que, como no podía salir, enviaba a los niños solos a la frontera con Polonia”.
"Pero otros muchos querían quedarse hasta el final. Y yo haría lo mismo: tendría que verme en la situación, pero yo no sé si abandonaría mi casa, mi vida e irme a otro país... Hay que verse. Había gente que decía: 'Me quedaré hasta que lleguen los rusos".
"Esta es la familia que nos acogió en Odesa, cenando en un restaurante que era una casa familiar. Aquí hay una historia: a la dueña del restaurante le quemaron el local en 2014, cuando las revueltas, porque daba comida a los voluntarios [proucranianos]".
Mikolaiv
Miércoles 9 de marzo 2022
Para hacerse con Odesa, Rusia necesitaba no solo atacar por mar, sino también por tierra en una suerte de ‘pinza’. Pero en el camino estaba Nikolaev (Mykolaiv), a unos 130 kilómetros al este de Odesa. Tras la caída relámpago de Jersón, Mykolaiv era el muro de contención del avance ruso. “En aquel momento, Mykolaiv estaba siendo disputada. El frente estaba ahí, y la lucha entre el Ejército ruso y ucraniano era por tomar el control del aeropuerto”. A día de hoy, más de tres meses desde el inicio de la invasión, Mykolaiv sigue resistiendo.
"En esos bombardeos de zonas civiles habían matado dos personas. Estos son los vecinos a los que les habían bombardeado la casa, estaban intentando arreglar lo que podían".



Odessa
Jueves 10 de marzo 2022
“El ataque a Odesa había sido inminente desde el día 1, la gente veía la flota desde las playas, las alarmas antiaéreas sonaban cada hora. Lo que pasa es que llega un punto en que la gente lo normalizaba… Excepto por las noches. En una ciudad de mayoría rusófona, por las noches en los primeros días se podían escuchar disturbios de salteadores prorrusos”.

Las playas estaban vacías. Más tarde, voluntarios recogerían sacos de arena para fortificar la ciudad, considerada uno de los objetivos primordiales de Putin. “La presencia militar en Odesa era enorme, pero estaban más escondidos”. Las fotos, limitadas.
Kviv
Viernes 11 de marzo 2022
“No hubo desembarco en Odesa. Tanteamos la información, mapas de los frentes. Decidimos ir a Kiev. Allí, esta es la fotografía del primer misil que había caído en la ciudad”.


Kiev permaneció casi completamente cercada por el enorme convoy militar ruso durante semanas, hasta la retirada, a principios de abril, de las tropas rusas en la región.
Kviv
Sábado 12 de marzo 2022 (I)
"Durante el viaje nos escribían muchísimas personas diciéndonos que si podíamos sacar a familiares, amigos o conocidos ucranianos del país. Nuestra intención era, una vez acabáramos nuestra labor informativa, sacar a gente en nuestro coche".
“Mi compañero Miguel, a través de su sociedad geográfica La exploradora, creó Eutsi Ukrania. Íbamos elaborando listas de personas, con familias en España, para poder evacuarlas de Ucrania. Llegaron tantos casos que tuvimos que elegir a dos personas, por lo difícil de su situación personal. Esos son también momentos de un conflicto personal brutal. ¿A quién dejas y a quién te llevas?”.

Al final, los elegidos para la evacuación fueron dos personas mayores. Esta es la señora mayor, que vivía cerca de Irpín. Nos enseñaba la foto de su hija. Ella no quería irse, porque era su casa, pero su hija insistió muchísimo hasta que la convenció; estaba sola y tenía varias patologías”.


Irpin
Sábado 12 de marzo 2022 (II)
A menos de 25 kilómetros de Kiev está Irpín. En aquel momento, la ciudad era el frente de batalla. Y allí se veían dos caras del conflicto a través de la cámara. A un lado, el ‘castigo’ sin juicio previo para los salteadores, en este caso gitanos. “Estaban en hipotermia, estuvieron allí entre una hora y dos. Me impactó muchísimo. Luego supimos que era una práctica habitual con el pillaje. ¿Pero qué haces? Como periodista tienes que saber muy bien cuál es tu papel. Como decía mi amigo David Beriain [que falleció en abril de 2021, asesinado en Burkina Faso junto al cámara Roberto Fraile], por nuestro trabajo te asomas a abismos morales en los que no tienes certezas de nada. Los ucranianos han tenido también en general mucho cuidado con la propaganda, creo que no eran conscientes de que esas imágenes iban también a marcar narrativas”.


Pero también se encontraban héroes como Antón. “Conocimos a Antón en Irpín. Se dedicaba a recoger familias de dentro de la ciudad para evacuarlos, en una zona donde los bombardeos eran constantes. Decidimos montarnos con él en el coche”.
"Ese primer día mataron a un periodista estadounidense [Brent Renaud]. No estaba muy claro si los periodistas eran un objetivo o no. Decidimos ir con un perfil muy bajo, mezclados entre los civiles. En ese momento, no se veía un frente claro, no sabías qué calle estaba tomada por los rusos y cuál no".

Para entrar en Irpín había que cruzar el puente que unía la carretera hacia Kiev, que había sido destruido por los ucranianos. Era el punto dramático de evacuación donde todo el mundo dejaba sus cosas y tenían que cruzar andando.


Irpin
Domingo 13 de marzo 2022
Antón se dedicaban a ir al centro del pueblo, a hablar con las familias que intentaban irse, y sacar uno a uno a todos los vecinos que se encontraban en la zona más comprometida. Se jugaban la vida cada día entrando al interior de la ciudad. Una situación peligrosa que los fotoperiodistas vivieron en sus propias carnes.





“Los evacuadores tenían una lista de nombres. Iban llamándoles y les decían: ‘Espéranos en este punto y te recogemos”.
“Había muy poca gente en Irpín, muy poca. La mayoría ya habían salido y los que quedaban permanecían en sus casas. Una de las escenas más dramáticas de las evacuaciones fue ver una despedida de una hija pidiendo a sus padres, ya más ancianos, que por favor se fueran con ella; ellos insistieron en quedarse hasta que ella se fue porque las bombas estaban ya cayéndole en la casa”.
“Durante la evacuación de ese día, empezaron a caer muchas bombas, así que, en un momento dado, los voluntarios, que tenían que dejarnos un momento, nos dijeron que nos escondiéramos en un coche abandonado y destruido. Los cristales todavía tenían los agujeros de bala”.
“La gente tiene que dejarlo todo atrás. En este caso, teníamos que decidir si nos llevábamos o no la silla de ruedas”.
“Para salir, todo el mundo tenía que usar un listón para caminar bajo el puente destruido. Era el paso que estaba controlado por los ucranianos, y tenía que hacerse uno a uno. Esta mujer, una de las evacuadas, no podía caminar. Hubo que llevarla en camilla, dejando la silla de ruedas”.
“En el momento más dramático, el último día en Irpín, nos apareció un tanque ruso. Nos quedamos congelados; estábamos a un botón de morir. Estábamos sacando a una pareja de ancianos y qué haces, te echas a correr o no... No sabes qué hacer. Nos quedamos quietos y, en ese momento, detrás del tanque salió un francotirador y empezó a dispararnos.

En un momento en el que el ruso paró de disparar, salió uno de los voluntarios, Alexander, que hizo de escudo humano y me dijo que saliera, con el chaleco de 'prensa'. Salió él con unos pañuelos blancos, salimos todos, con una de las mujeres en silla ruedas... Había una imprevisibilidad, una incertidumbre... Te la estabas jugando mucho”.
España
Jueves 17 de marzo 2022
Llegó el momento de volver. Un viaje de tres días, con dos ancianos enfermos a bordo. Salieron por Rumanía, la frontera en Polonia estaba saturada.

Pero las lágrimas de felicidad de las familias cuando recibieron a Olena, en Vitoria, son hasta contagiosas.

"Yo me tuve que volver porque mi vida seguía, pero dejas gente, es imposible no empatizar con eso. ¿Por qué vamos a las guerras? Al final, somos un perfil de culos inquietos. Algunos dirán que se podrá contar la naturaleza humana también sin necesidad de ir a un conflicto, pero, aun así, vamos”.