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EEUU debate si incluir a Rusia en el grupo de países terroristas con Corea del Norte, Siria, Irán y Cuba
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La otra "opción nuclear"

EEUU debate si incluir a Rusia en el grupo de países terroristas con Corea del Norte, Siria, Irán y Cuba

La Administración Biden, por ahora, se ha resistido a adoptar dicha medida de forma ejecutiva, si bien la cuestión sigue abierta y recibe cada vez más apoyos

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, ofrece un discurso en la sede del Ministerio de Emergencias. (Reuters)
El presidente ruso, Vladímir Putin, ofrece un discurso en la sede del Ministerio de Emergencias. (Reuters)
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Desde que a mediados de abril el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, le pidiese a Joe Biden que designase a Rusia como país patrocinador del terrorismo, la idea no ha dejado de ganar tracción en EEUU. El pasado 9 de mayo, los senadores Richard Blumenthal (demócrata) y Lindsey Graham (republicano) presentaron una resolución pidiendo lo mismo, que incluye una lista de múltiples atrocidades cometidas por el régimen de Vladímir Putin en sus más de dos décadas de existencia, desde los ataques deliberados contra civiles y la destrucción de Grozni durante la segunda guerra de Chechenia hasta las acciones del Grupo Wagner. Días después, el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, se mostró favorable a la idea, y la semana pasada otros dos congresistas, el republicano Joe Wilson y el demócrata Ted Lieu, introdujeron una solicitud en ese sentido en la Cámara de Representantes. Otros líderes políticos estadounidenses también se han pronunciado a favor.

La lista de países patrocinadores del terrorismo del Departamento de Estado de EEUU es, en estos momentos, muy corta. Solo Siria, Irán, Corea del Norte y Cuba están en ella. Si Rusia fuese incluida, se enfrentaría a cuatro tipos de sanciones extra: múltiples constreñimientos en el tipo de ayuda que puede recibir de EEUU, prohibición de venta y exportación de material de defensa estadounidense al país, controles sobre exportaciones de productos de doble uso y una serie de restricciones financieras adicionales.

Foto: El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, durante un discurso en Ohio. (Reuters/Elizabeth Frantz)

La Administración Biden, por ahora, se ha resistido a adoptar dicha medida de forma ejecutiva, si bien la cuestión sigue abierta. “Para mí, no hay duda de que los rusos están aterrorizando al pueblo ucraniano”, dijo el secretario de Estado, Antony Blinken, durante su comparecencia en el Senado el mes pasado. “La cuestión es —y de nuevo, es algo que los abogados están estudiando— estar seguros de que realmente se cumplen los requisitos estatutarios de dicha designación”, explicó Blinken.

Y ese es, de hecho, el quid del asunto. Dado que no existe una definición aceptada internacionalmente de qué constituye 'terrorismo', a nadie se le escapa que la inclusión en este listado obedece a razones puramente políticas. Corea del Norte, por ejemplo, un país con un notorio historial terrorista durante el siglo pasado, salió de la lista en 2008 por estar facilitando las inspecciones nucleares acordadas en años previos y volvió a ser incluida en 2017, no por un caso que sí podría ser considerado terrorismo (el asesinato de Kim Jong-nam, medio hermano del presidente norcoreano, Kim Jong-un, en el aeropuerto de Malasia), sino por la muerte del estudiante estadounidense Otto Warmbier y como medida de presión ante la escalada nuclear del país. Cuba fue reinstaurada en 2021 no por estar implicada en ningún acto de violencia, sino como parte de la campaña de máxima presión de la Administración Trump contra la isla. Mientras tanto, países que apoyan más o menos abiertamente a grupos considerados “organizaciones terroristas extranjeras” por el propio Departamento de Estado de EEUU, como es el caso de Pakistán y Lashkar-e-Toiba, permanecen fuera de la lista.

Los motivos argumentados por los partidarios de la medida van también en ese sentido. “Putin es un gánster y un matón, y seguirá siendo una amenaza creciente hacia Europa y el mundo a menos que sea detenido. Si hay alguien que encarne el terrorismo, el totalitarismo y la tiranía, es Putin”, declaró Blumenthal en la conferencia de prensa en la que anunció la resolución. “¿Qué intentamos hacer aquí? Intentamos impulsar la capacidad de los ucranianos de luchar por su libertad. Intentamos deslegitimar a Putin”, añadió Graham. Otros observadores han escrito sesudos ensayos apoyando la designación y justificándola mediante todas las atrocidades y grandes violaciones de derechos humanos cometidas por el Ejército ruso durante la invasión, que sin duda pueden ser considerados crímenes de guerra e incluso, en algunos casos, tal vez prácticas genocidas. Pero ¿terrorismo?

No obstante, algunos expertos afinan un poco más. Jason M. Blazakis, director de la Sección de Finanzas y Designaciones de la Oficina Antiterrorista del Departamento de Estado entre 2008 y 2018 y actualmente profesor y analista del Grupo Soufan, explica que un país puede ser incluido en la lista si se establecen al menos dos ejemplos de apoyo estatal al terrorismo, y afirma que “Rusia cumple los criterios legales”. Uno de ellos, el más evidente, sería el programa de asesinatos de desertores, como los envenenamientos con armamento químico de Alexander Litvinenko y Sergei Skripal en Reino Unido. Además, Rusia da cobijo al llamado Movimiento Imperial Ruso, una organización ultraderechista que, entre otras cosas, entrenó a militantes que pretendían cometer un atentado masivo en Suecia, y que además, según sus propias redes sociales, ha enviado combatientes a luchar a Ucrania. El Kremlin también permite que el líder del grupo supremacista blanco The Base, que ha planeado atentados en EEUU, opere desde San Petersburgo.

Foto: El presidente de Rusia, Vladímir Putin, y el de Estados Unidos, Joe Biden, en la cumbre entre EEUU y Rusia de junio de 2021 en Ginebra, Suiza. (Getty/Peter Klaunzer)

Existen otros ejemplos que, como mínimo, merecen una consideración: se puede debatir qué tipo de acciones son el intento de envenenamiento del traficante de armas Emilian Gebrev en Bulgaria o los múltiples asesinatos de militantes chechenos en medio mundo, pero es difícil calificar la voladura a manos de agentes del GRU del arsenal de Vrbetice en la República Checa en 2014, en el que murieron dos ciudadanos checos inocentes, de otra cosa que no sea terrorismo. Sin embargo, el propio Blazakis, cuando aboga por esta medida, añade numerosos argumentos que no tienen relación directa con ningún tipo de actividad terrorista.

Sea como fuere, Lituania ha sido el primer país en dar este paso, hace dos semanas. “Si más Estados reconocen las acciones de Rusia como genocidio y a Rusia como un Estado terrorista, emergerá una mayor voluntad política para expulsar a Rusia de todos los formatos internacionales, políticos, culturales, deportivos, etc.”, explicó entonces el viceportavoz del Parlamento lituano, Paulius Saudargas. Si las diversas iniciativas en el Congreso prosperan, EEUU podría seguir el mismo ejemplo muy pronto.

Y lo cierto es que más allá de lo simbólico del gesto, la designación tendría enormes implicaciones, sobre todo económicas. La medida no solo facilitaría la congelación de activos de Rusia en los EEUU, sino que levantaría la inmunidad soberana que en circunstancias normales impide que ciudadanos de a pie abran procesos legales por daños civiles sin el consentimiento de otro Estado (por ejemplo, es concebible que ciudadanos estadounidenses de origen sirio podrían llevar a juicio a, pongamos, la fuerza aérea rusa por las consecuencias de sus bombardeos en Alepo).

Foto: Tropas prorrusas, en Donetsk. (Reuters/Alexander Ermochenko)

Pero, sobre todo, permitiría imponer sanciones secundarias a aquellos países que siguen haciendo negocios con Rusia. Y esta puede ser la herramienta clave que Washington busca para asestar el golpe decisivo a las finanzas rusas. Al reservarse el derecho de castigar unilateralmente a quien ose realizar transacciones comerciales con Moscú, podría asustar a aquellos Estados que, hoy por hoy, son el salvavidas económico de Rusia y el gran agujero en la arquitectura de las sanciones. “Incluir a Rusia en la lista de Estados patrocinadores del terrorismo sería la ‘opción nuclear’ económica y un ataque de precisión contra el ego de Putin”, afirma Blazakis.

La portavoz del Ministerio de Exteriores ruso, Maria Zajárova, por su parte, ha calificado estos pasos de “medidas idiotas”, y ha advertido: “Como saben, no dejamos nada sin respuesta, y deben comprender esto”. Pero no parece que ni las veladas amenazas rusas ni las dudas sobre la pertinencia legal de esta iniciativa vayan a interponerse en el camino del Gobierno estadounidense si finalmente decide dar el paso, con todas las consecuencias.

Desde que a mediados de abril el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, le pidiese a Joe Biden que designase a Rusia como país patrocinador del terrorismo, la idea no ha dejado de ganar tracción en EEUU. El pasado 9 de mayo, los senadores Richard Blumenthal (demócrata) y Lindsey Graham (republicano) presentaron una resolución pidiendo lo mismo, que incluye una lista de múltiples atrocidades cometidas por el régimen de Vladímir Putin en sus más de dos décadas de existencia, desde los ataques deliberados contra civiles y la destrucción de Grozni durante la segunda guerra de Chechenia hasta las acciones del Grupo Wagner. Días después, el líder de la minoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, se mostró favorable a la idea, y la semana pasada otros dos congresistas, el republicano Joe Wilson y el demócrata Ted Lieu, introdujeron una solicitud en ese sentido en la Cámara de Representantes. Otros líderes políticos estadounidenses también se han pronunciado a favor.

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