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Rusia utiliza el fantasma del hambre como arma (y no solo contra Ucrania)
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Crece la inseguridad alimentaria

Rusia utiliza el fantasma del hambre como arma (y no solo contra Ucrania)

El Kremlin está cortando el suministrio ucraniano de trigo y otros alimentos, robando incluso las reservas de grano y poniéndolas en el mercado como producto ruso

Foto: La invasión rusa busca debilitar el campo ucraniano. (EFE/Clemens Bilan)
La invasión rusa busca debilitar el campo ucraniano. (EFE/Clemens Bilan)
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Incluso desde antes de que Rusia iniciase de forma efectiva la invasión de Ucrania, expertos de todo el mundo venían hablando de las catastróficas consecuencias que esta guerra tendría para la alimentación a nivel global. Así ha sido: el número de personas en situación de inseguridad alimentaria ha pasado de 440 a 1.600 millones en apenas unos meses, y unos 250 millones están en riesgo de hambruna. Si el conflicto se alarga, cientos de millones de personas más podrían verse afectadas.

Pero hay un elemento que resulta cada vez más evidente: estos problemas no solo son el resultado inevitable de la guerra, sino que Rusia está haciendo un esfuerzo deliberado por agravarlos y, de esta forma, incrementar su capacidad de influencia. El Kremlin está usando el hambre como arma de guerra, y no solo contra Ucrania. Mientras destruye las capacidades de producir alimentos en el país vecino y se lleva sus 'stocks' a punta de pistola, lanza una campaña de desinformación para responsabilizar a sus enemigos y, de paso, crispar a sus ciudadanos.

Uno de los aspectos clave son los puertos: Rusia bloquea las salidas marítimas desde las 13 grandes localidades costeras de Ucrania, por donde partía el 98% del cereal que exportaba —una cifra pasmosa si tenemos en cuenta que el país produce el 12% del grano que se consume en todo el mundo— y para el que el transporte ferroviario no es una alternativa viable. La situación es tan crítica que algunas voces sugieren organizar convoys navales escoltados por fuerzas de la OTAN que se abran camino a la fuerza, aunque la mayoría de los expertos lo considera una idea inviable, a no ser que se esté dispuesto a entrar en combate directo con la Armada rusa.

Este viernes, Moscú afirmó que solo pondrá fin a este bloqueo si a su vez Occidente levanta todas las sanciones. "De otro modo, no hay lógica: por un lado, se nos imponen sanciones locas, por el otro se demandan suministros alimentarios. Las cosas no funcionan así, no somos idiotas", comentó el expresidente ruso Dimitry Medvédev. El anuncio es la prosecución lógica de la línea de pensamiento que el Kremlin está intentando imponer: que la escasez de alimentos es una consecuencia directa de las medidas económicas impuestas en contra de Rusia. Y aunque en algunas áreas hay parte de verdad —por ejemplo, las restricciones a las exportaciones de fertilizantes de Rusia y Bielorrusia han contribuido a agravar el problema de las cosechas en gran parte del mundo—, las autoridades rusas tratan de extrapolarlo a todas las sanciones, una afirmación que no resiste el más mínimo análisis.

La semana pasada, Rusia fue duramente criticada en la ONU por esta cuestión, especialmente por Estados Unidos. Incluso el secretario general, António Guterres, se permitió apuntar a Moscú: "La guerra en Ucrania está añadiendo una terrorífica nueva dimensión a esta imagen del hambre global. La invasión rusa de su vecino ha puesto fin de forma efectiva a sus exportaciones de alimentos", cuando "hasta marzo ese país estaba alimentando al mundo con abundantes suministros de alimentos". Rusia niega toda responsabilidad y acusa a su vez a sus enemigos: "Occidente mantiene literalmente al mundo en desarrollo como rehén, llevándolo hacia la hambruna. ¿Por qué países y regiones deben sufrir por los irresponsables juegos geopolíticos de Occidente?", declaró el representante ruso ante la ONU, Vassily Nebenzia.

Destruir el campo de Ucrania

Todo esto no pasaría de una simple guerra de narrativas si no fuese porque, a la vez, Rusia está trabajando activamente para que esos alimentos no lleguen al mercado. Según múltiples testimonios, el Ejército ruso está atacando la infraestructura agrícola y los silos de almacenamiento, destruyendo cosechas e incluso minando las áreas de cultivos en las zonas de las que se retira para que no puedan ser trabajadas durante mucho tiempo. También está robando todo el grano disponible —alrededor de medio millón de toneladas— y la maquinaria agrícola que cae en sus manos, especialmente en las regiones de Jersón y Zaporiya. En un sonoro episodio, las tropas rusas saquearon todos los equipos de un concesionario en Melitópol por valor de cinco millones de dólares y los enviaron a Chechenia, solo para descubrir que habían sido desactivados de forma remota por el fabricante, la firma John Deere. Eso no impidió, sin embargo, que Ucrania se quedara sin ellos.

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"Solo hay una interpretación, que es que quieren crear hambre y usar esto como método de agresión", declaró el comisario de Agricultura de la UE, Janusz Wojciechowski, ya a finales de marzo. "Se están utilizando los suelos contra su propia gente, se está usando como forma de hambre contra la gente más vulnerable del mundo", añadió.

Esto, además, genera problemas adicionales, puesto que los agricultores de las zonas ocupadas se niegan a trabajar la tierra solo para que posteriormente sus productos sean expropiados a punta de pistola por los soldados rusos. Todo ello podría crear obstáculos fabulosos para la producción futura. "Incluso si estas regiones son liberadas mañana, llevará tiempo restablecer el ciclo de producción, quizá dos o tres años", señala Oleg Nivievskyi, de la Escuela de Economía de Kiev. "Comprar fertilizante y equipos y contratar a trabajadores será duro para los agricultores que han sido desplumados por los rusos, porque sus granos son su capital de trabajo para la próxima temporada", indica en declaraciones a CNN.

Foto: Agricultor esparce fertilizantes en un campo de arroz al norte de la India (Reuters)

Parte de este alimento robado está siendo enviada a algunos mercados, pero de forma selectiva. El proyecto de investigación SeaKrime, de la publicación ucraniana 'Myrotvorets', ha detectado un súbito incremento de la exportación de grano desde el puerto ruso de Sebastopol, desde donde ha sido enviado a algunos puertos de Oriente Medio. Las autoridades ucranianas han denunciado que esos cargamentos contienen el grano robado en su país, por lo que Egipto y Líbano se han negado a aceptarlos. Según imágenes de satélites, al menos uno de los cargueros rusos señalados como parte de este tráfico, el Matros Pozynich, ha acabado en el puerto sirio de Latakia, donde servirá para ayudar al régimen de Bashar al Asad, un estrecho aliado de Moscú.

"Es muy simple. Roban grano en las áreas que han invadido [Mariúpol, Jersón, Melitópol y demás] y se lo llevan a Crimea, lo cargan en barcos como si fuese grano ruso y entonces lo venden", explicaba hace unos días Andrey Stavnitser, cofundador y director de la compañía portuaria ucraniana TransInvestService, a la publicación 'UnHerd'. "Con el grano, si no lo etiquetas, es imposible saber de dónde viene, especialmente si se mezcla con grano crimeo y ruso". De este modo, Rusia sale doblemente beneficiada: no solo puede usar los alimentos como herramienta de presión, sino que, al crecer la demanda, los precios suben, por lo que con esa venta controlada obtiene ganancias importantes.

Desinformación para tensionar

La cuestión de la incautación de alimentos resulta especialmente sensible en una Ucrania donde aún planea la sombra del Holodomor, la hambruna orquestada artificialmente por Stalin, en la que murieron cinco millones de personas en la URSS entre 1931 y 1934, incluyendo a 3,9 millones de ucranianos. Desde 2006, el Holodomor es reconocido por Ucrania y otros 15 países como un genocidio contra el pueblo ucraniano. Pero estos días, en el primer canal de la televisión rusa, se hace un ejercicio de negacionismo en el que se alega que nunca sucedió, al tiempo que se acusa a Occidente de organizar el hambre en Ucrania y en África para poder mostrar imágenes de niños famélicos y culpar a Putin.

Las medidas rusas para destruir la agricultura ucraniana, de hecho, vienen acompañadas de una gran campaña de desinformación, en la que se culpa a los países occidentales de la situación y se lanzan mensajes a sus sociedades donde se insiste en que "son los ciudadanos quienes están pagando la factura del intento de aislar a Rusia", con el objetivo de agitar los ánimos. Diplomáticos rusos afirman que "la OTAN se lleva los alimentos de Ucrania y deja solo armas a la población", al tiempo que los medios estatales rusos amplifican todas las noticias sobre desabastecimiento e inflación en Europa y EEUU.

Foto: Un agricultor muestra semillas de trigo. (EFE/Mauricio Dueñas)

La Unión Europea afirma ser autosuficiente en términos agrícolas como para no tener problemas de suministro de alimentos, pero le preocupa el impacto de la inevitable subida de los precios en los hogares más vulnerables. Pero las propuestas de la Unión Europea de abrir un corredor para permitir la salida del grano almacenado en Ucrania son presentadas por los medios rusos como un cínico plan de la UE para "ganar dinero con los problemas de Ucrania", como dijo el presidente de la Unión Rusa de Cereales, Arkadi Zlochevski, a la publicación estatal rusa Sputnik. "Todo es una astuta preocupación de todo el Occidente colectivo, incluidos EEUU y la UE, [como preparación antes] de que se produzcan cataclismos alimentarios en el mundo", añadió el director de la empresa alimentaria rusa ProZerno, Vladímir Petrichenko, en declaraciones a 'Gazeta.ru' citadas en el mismo artículo. Rusia asegura que la iniciativa europea "dejaría a los ucranianos sin reservas".

El esquema, en realidad, es el mismo que el empleado por Moscú en los meses previos a la invasión de Ucrania respecto a los hidrocarburos: en un momento de máxima demanda energética, Gazprom no solo optó por no proveer suministros adicionales, limitándose a cumplir con sus obligaciones contractuales previas, sino que rechazó rellenar los depósitos de combustible en Europa. Al mismo tiempo, cuando llegó el invierno, los medios estatales rusos empezaron a clamar histéricos que las reservas energéticas europeas estaban en mínimos históricos y a amplificar todas las informaciones sobre los altos precios de la energía y la consiguiente inflación.

placeholder Imagen promocional de uno de los dos vídeos que la subdirectora de RT en Español Inna Afinogenova dedicó a los altos precios de la energía en la UE
Imagen promocional de uno de los dos vídeos que la subdirectora de RT en Español Inna Afinogenova dedicó a los altos precios de la energía en la UE

Diplomáticos y servicios de Inteligencia europeos concluyeron que, entre otras cosas, había en marcha una campaña para incrementar el malestar entre la ciudadanía europea (la subdirectora de RT en Español, Inna Afinogenova, por ejemplo, llegó a realizar dos vídeos culpando a la Comisión Europea de la situación). La estrategia, entonces, fue percibida como un intento de subrayar la dependencia energética europea de Rusia para forzar la aprobación expeditiva del gasoducto Nord Stream 2. A la luz de lo sucedido después, es posible que el plan fuese incluso de mayor alcance.

"Ya estamos viendo cómo disturbios y protestas [por cuestiones alimentarias] tienen lugar mientras hablamos: Sri Lanka, Indonesia, Pakistán, Perú. Ya hemos viso dinámicas desestabilizadoras en el Sahel, en Burkina Faso, Malí, Chad. Eso son solo señales de lo que viene", declaró el pasado jueves el director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos, David Beasley. De este modo, Moscú vuelve a explotar un problema global, acrecentándolo para maximizar su capacidad de presión, al tiempo que obtiene importantes beneficios económicos. El Kremlin vuelve a demostrar que a la hora de promover el caos en su propio interés, Rusia es un actor de primera fila. Pierden los ucranianos y el resto del mundo.

Incluso desde antes de que Rusia iniciase de forma efectiva la invasión de Ucrania, expertos de todo el mundo venían hablando de las catastróficas consecuencias que esta guerra tendría para la alimentación a nivel global. Así ha sido: el número de personas en situación de inseguridad alimentaria ha pasado de 440 a 1.600 millones en apenas unos meses, y unos 250 millones están en riesgo de hambruna. Si el conflicto se alarga, cientos de millones de personas más podrían verse afectadas.

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