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"Ya no tengo las fuerzas": el infierno de una española confinada en Shanghái
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El cierre más estricto del mundo

"Ya no tengo las fuerzas": el infierno de una española confinada en Shanghái

Las autoridades de la megalópolis china han indicado que esperan volver a la normalidad en junio, pero sus ciudadanos han perdido la confianza tras meses de un confinamiento extremo

Foto: Trabajadores sanitarios desinfectan un área residencial en Shanghái. (Reuters/Aly Song)
Trabajadores sanitarios desinfectan un área residencial en Shanghái. (Reuters/Aly Song)
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Tres días seguidos sin un solo contagio comunitario de covid-19. Es el requisito que las autoridades de Shanghái habían establecido para comenzar a relajar el que, probablemente, haya sido el confinamiento más estricto del planeta. El pasado martes, se cumplió por fin este plazo sin una transmisión del virus fuera de los centros de cuarentena, despertando cierta esperanza entre los ciudadanos de la megalópolis china. Sin embargo, en esta urbe de 23 millones de habitantes, la mitad de la población de toda España, nadie se atreve a cantar victoria. Todos saben que una sola prueba positiva de coronavirus basta para volver a la casilla de salida.

“Cuando parece que van a empezar a aflojar un poquito, de repente vuelven a apretar las tuercas”, lamenta Sonia (nombre falso, que utiliza para preservar el anonimato), una española residente en Shanghái que ya ha perdido la cuenta del tiempo que lleva encerrada en su casa, sin poder salir ni siquiera a la vuelta de la esquina. Ella, como el resto de sus vecinos, está sometida a un régimen diario de test de antígenos (a veces, dos en una misma jornada) y una PCR adicional día sí, día no. Durante su entrevista con El Confidencial, su pareja le recuerda que llevan dos meses de confinamiento. “Yo ya no tengo las fuerzas de seguir contando los días porque no tiene sentido. Solo vas sumando, pero nunca es una cuenta atrás”, añade la española.

Foto: Los desalojos forzosos se han convertido en costumbre en Shanghái (Reuters/Andrew Galbraith)

Shanghái se ha convertido en el ejemplo más radical de la implementación de la política china de 'cero covid' para combatir la pandemia. Aunque los contagios de ómicron se habían reducido a lo largo de las últimas semanas, la ciudad había endurecido todavía más sus estrictas medidas de confinamiento después de que el presidente del país, Xi Jinping, llamara a redoblar los esfuerzos para combatir la propagación del virus. Bajo las nuevas directivas, incluso los residentes que den negativo en los test pueden verse forzados a abandonar sus hogares. En varias partes de la ciudad, bloques enteros de apartamentos han sido declarados un riesgo para la salud pública debido a que un único vecino ha dado positivo, obligando a sus cientos de ocupantes a ser trasladados a centros de cuarentena.

Control total

Sonia y su pareja, por ahora, se han librado de este destino, pero han estado muy cerca. “Según la última política, si alguien vive en el 3º B, por ejemplo, y da positivo, todos los residentes de la tercera planta y los vecinos del 4º B y el 2º B son considerados contactos cercanos”, explica ella, que lleva viviendo cuatro años en China y que trabaja como profesora. En su bloque de apartamentos, varios vecinos han sido etiquetados de este modo por las autoridades y expulsados de sus hogares. “Se han llevado a varios a los ‘hospitales’, como los llaman aquí”, agrega, en referencia a los cientos de instalaciones públicas, incluyendo escuelas, estadios, edificios de oficinas y residencias de ancianos, que han sido reconvertidas en centros de cuarentena. La española conoce a través de las experiencias de varios amigos las malas condiciones que suele haber en estas instalaciones. “Son sitios masivos que compartes con miles de personas. Un amigo me contó que no tenía ducha. En otros casos, los retretes no funcionaban y se acumulaban la orina y las heces”, describe.

"Aunque cumplas todos los requisitos que piden las autoridades de Shanghái, tu comité vecinal te puede prohibir que salgas de casa"

La política de 'covid cero' de China —que ha sido recientemente calificada como “insostenible” por la Organización Mundial de la Salud— se está cobrando una enorme factura económica a nivel global, provocando masivas disrupciones en las cadenas de suministro y manufacturación, desde teléfonos móviles hasta el mismo mineral de hierro, y arrojando leña al fuego de la inflación en gran parte del mundo. Sin embargo, también está causando un impacto devastador en la salud mental de millones de ciudadanos que viven, desde hace más de 60 días, un proceso kafkiano en el que ni más de 10 test negativos del virus por semana garantizan la posibilidad de salir a la calle. “Es desesperante. Aunque cumplas todos los requisitos que piden las autoridades de Shanghái, tu comité vecinal te puede prohibir que salgas de casa”, asegura Sonia.

Los 'juweihui' (comités vecinales) de China son una organización muy diferente a la que en España aparecía retratada en 'Aquí no hay quien viva'. Legado de la época de Mao Zedong, estas organizaciones se encuentran integradas principalmente por miembros del Partido Comunista. Desde el inicio de la pandemia, han jugado un enorme papel a la hora de aplicar las políticas sanitarias del Gobierno chino. Al principio de la crisis, cuando Europa vivía miles de muertes diarias por el coronavirus y el gigante asiático parecía un ejemplo para el mundo de cómo luchar contra su propagación, estos comités fueron alabados como un mecanismo eficaz para detectar casos y rastrear contactos. Sin embargo, ahora que la estrategia de China es cada vez más cuestionada dentro y fuera del país, su papel ha adquirido un tono más siniestro.

“Son ellos los que mandan ahora mismo en las comunidades, y en muchas de ellas, pese a que los vecinos cumplen con los requisitos para poder salir a la calle, que son no tener casos en los últimos 14 días, los comités vecinales se niegan a darles permiso”, explica Sonia. ¿Por qué se niegan? Para curarse de espanto ante unas autoridades cada vez más estrictas y crispadas en su empeño de reducir los casos a cero. “Prohíben salir a la calle, básicamente, por miedo a que si dan permiso a la gente sean ellos los responsables de que vuelva a haber un brote en esa comunidad”, agrega la española.

Sonia relata que el estricto e interminable confinamiento le ha provocado graves problemas de salud mental que la han llevado a evitar cualquier información sobre la desesperación del resto de los ciudadanos de Shanghái. “Las primeras semanas me llegaron vídeos de personas que se habían suicidado y de cómo metían los cadáveres en bolsas. También otro caso de cómo las autoridades mataban a un perrito. Me estaba afectando muchísimo. Decidí dejar de ver noticias y vídeos, intentar desconectar”, confiesa. Tras dos meses encerrada, a veces hasta los detalles más inesperados le provocan una fuerte reacción emocional. “Esto es muy tonto, pero la última caja de comida que nos enviaron tenía un nabo y me entraron ganas de llorar porque no quería comer más verduras que no nos gustan. Ha llegado un momento en que hasta las cosas más pequeñitas, las más tontas, hacen que te derrumbes. Y esto va a más y más y más”, lamenta.

Foto: Barrera para el confinamiento por un brote de covid-19 en Shanghái. (Reuters/Aly Song)

Las cajas de comida que mandan las autoridades a los domicilios son insuficientes para alimentar a una pareja y apenas una leve ayuda para familias enteras que viven en algunos apartamentos. Para conseguir alimentos en un contexto de supermercados cerrados a cal y canto, los vecinos han tenido que coordinarse para realizar compras conjuntas a suministradores mayoristas. A lo largo de estas semanas de confinamiento, miles de grupos de cientos de personas fueron creados en WeChat, la versión china de WhatsApp, para hacer grandes pedidos que evitaron que las neveras se vaciaran por completo.

Pocos creen en el fin

Tras cumplirse el plazo de tres días sin contagios comunitarios, el Gobierno de Shanghái se ha comprometido a aliviar gradualmente el confinamiento y regresar a un estado de relativa normalidad en junio tras más de siete semanas de parálisis casi total. “El brote está bajo control efectivo”, indicaron las autoridades, aunque cerca de un millón de sus 25 millones de residentes continúa bajo un régimen de encierro total. Pero este anuncio fue recibido con un enorme escepticismo por gran parte de la población de la megalópolis. Después de todo, los mismos que ahora les prometen el fin del confinamiento son los mismos que negaron repetidamente en marzo que fuera a suceder. La policía incluso arrestó a dos personas que alertaban de la inminencia de la medida, acusándolas de difundir rumores. “Ya nos hemos hecho ilusiones varias veces y al final nos hemos dado de bruces en la cara”, resume Sonia.

Foto: Guardias con traje protector vigilan las barricadas de una zona confinada en Shanghái. (Reuters/Aly Song)

Hay indicios de que el final podría estar cerca. Esta semana ya se permitió la reapertura de algunos centros comerciales, supermercados, restaurantes y peluquerías alrededor de complejos residenciales que habían estado libres de infecciones comunitarias durante los últimos 14 días. A partir del próximo domingo, se prevé que los servicios de autobuses y trenes de la ciudad comiencen a restaurar gradualmente sus operaciones, aunque quienes deseen utilizar el transporte público tendrán que mostrar una prueba de covid negativa con menos de 48 horas de antigüedad.

Mientras espera a saber con certeza si la ansiada normalidad regresa, Sonia tiene claro que la imagen que tiene de China ha cambiado para siempre. No sabe si lo abandonará en un futuro cercano, dada su situación laboral y la de su pareja, además de los complicados trámites que supone el llevarse a su mascota de vuelta a España. Lo que sí sabe a ciencia cierta es que, de haber sabido lo que le tocaría afrontar en Shanghái, nunca hubiera aceptado mudarse allí. “Si hubiera sabido lo que iba a pasar, no hay manera de que alguien pudiera venderme este país lo suficientemente bien como para que yo viniera”, sentencia.

Tres días seguidos sin un solo contagio comunitario de covid-19. Es el requisito que las autoridades de Shanghái habían establecido para comenzar a relajar el que, probablemente, haya sido el confinamiento más estricto del planeta. El pasado martes, se cumplió por fin este plazo sin una transmisión del virus fuera de los centros de cuarentena, despertando cierta esperanza entre los ciudadanos de la megalópolis china. Sin embargo, en esta urbe de 23 millones de habitantes, la mitad de la población de toda España, nadie se atreve a cantar victoria. Todos saben que una sola prueba positiva de coronavirus basta para volver a la casilla de salida.

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