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¿Cómo ha acabado EEUU teniendo el clásico problema que tienen Cuba y Venezuela?
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¿Cómo ha acabado EEUU teniendo el clásico problema que tienen Cuba y Venezuela?

La escasez de leche de fórmula pone EEUU ante el peor espejo posible. Los motivos son un viaje a todo lo que está fallando en el país... pero también una enmienda a las recetas de moda para enderezarlo

Foto: Fórmula de leche en polvo para bebé hecha en Alemania. (EFE/Jan-Philipp Strobel)
Fórmula de leche en polvo para bebé hecha en Alemania. (EFE/Jan-Philipp Strobel)

Las fotos de estanterías vacías en tiendas y supermercados han sido durante décadas el espantajo preferido para advertir contra las economías intervenidas. Una de esas cosas terribles que pasan en Cuba y Venezuela. Da igual el dinero que tengas o las promesas que hagan tus políticos. Sencillamente, no vas a poder comprar lo que no existe. En la lección hay también categorías y una de las más extremas es la de leche infantil. ¿Qué podemos esperar de un sistema que no es capaz de suministrar a sus ciudadanos algo tan vital como la fórmula para lactantes? Versiones de esta frase se han repetido durante años en informes de ONG y en las argumentaciones del Departamento de Estado contra sus rivales políticos. En enero de este mismo año, tres organizaciones estadounidenses enviaron de urgencia 8,5 toneladas de leche infantil a Cuba para paliar lo que se consideró una “catástrofe humanitaria que afecta a miles de niños” provocada por el régimen. Algo que, por otra parte, es totalmente cierto.

Foto: Un manifestante antichavista se cubre tras un escudo decorado durante una protesta el jueves en Caracas (Reuters).
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El problema es que ahora esas mismas imágenes se propagan por las redes sociales estadounidenses. Y no provienen de Caracas, ni de La Habana. Son fotos realizadas a lo largo y ancho de Estados Unidos y tuiteadas con furia por los políticos del Partido Republicano. El presidente Joe Biden tuvo que lanzar un mensaje a la nación este 19 de mayo para tranquilizar a los padres, desesperados porque son incapaces de alimentar a sus bebés. Ni en los supermercados, ni en Internet, ni en ningún sitio encuentran lo que necesitan sin sobresaltos. El desabastecimiento es tan grave que afecta al 40% del total. Estos días hay madres pidiendo por sus grupos de WhatsApp que cualquiera que vea botes disponibles en una tienda los acapare y los envíe a su casa. "Te hago un bizum ahora mismo".

En eBay se han llegado a vender muestras gratuitas de las que se reparten en los hospitales por más de 800 dólares la unidad. Abuelas nacidas en la Segunda Guerra Mundial salen en televisión diciendo que nunca habían visto algo así, que nunca habrían imaginado que esto pudiese ocurrir en los Estados Unidos de América. Y cientos de miles de jóvenes madres dicen sentirse abandonadas y desesperadas. Hay grupos organizándose para hacer compras masivas porque han dejado de confiar en que las autoridades sean capaces de hacer algo para solucionar la crisis a medio plazo. El asunto es incluso más grave que en otras latitudes, ya que el estilo de vida americano hace que solo una de cada cuatro madres alimente a sus bebés exclusivamente con leche materna.

La pregunta nos la hacemos nosotros aquí, pero se la han hecho antes ellos. ¿Cómo se ha podido llegar a este extremo? ¿Qué está pasando para que un país volcado en el consumo sea incapaz de proporcionar leche infantil a sus bebés? Como suele ocurrir, hay varios factores combinados. Una tormenta perfecta que es también un caso de estudio sobre todo lo que no funciona en la primera potencia mundial y sobre cómo las recetas intervencionistas de moda pueden contribuir a agravarlo.

1. Pandemia y desabastecimiento

Las tensiones de mercado provocadas por la pandemia son el primero de los motivos. Los grandes productores de leche de fórmula han tenido muchas dificultades para anticipar una demanda que subía y bajaba en picado con cada ola de covid. Como ocurrió con el papel higiénico, los hogares almacenaban grandes cantidades durante los confinamientos y luego dejaban de comprar durante meses. Además, el miedo al virus primero tumbó las tasas de natalidad, pero después se produjo un repunte repentino. En estas circunstancias, con un mercado enloquecido, les ha resultado imposible mantener cálculos de producción y han optado por no acumular un stock que, además, es perecedero.

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2. Accidente en el oligopolio

Las tensiones complicaban el suministro, pero no habían generado un problema serio hasta que la CDC detectó varios casos de Cronobacter sakazakii, una bacteria que acabó con la vida de al menos dos niños y que se relacionó con la ingesta de leche infantil. Abbott, la principal productora del país —copa un 42% del total— y una de las ‘cuatro hermanas’ que dominan el mercado (las otras son Johnson, Nestlé y Perrigo), decidió retirar varias marcas de fórmula por precaución y cerró sus fábricas de Michigan hasta completar una investigación. En algunos mercados de EEUU, Abbott juega un papel casi monopolístico y muchas de las marcas competidoras utilizan sus ingredientes en la cadena de producción. Cuando empezó a faltar en los estantes, el pánico aceleró el desabastecimiento (algunas familias arrasaron las existencias) y empeoró la situación. Un sector de la prensa insiste en que la empresa ha estado desplazando durante años al resto de marcas gracias su potente labor de lobby y con técnicas de marketing agresivas, por ejemplo regalando muestras en los hospitales para acostumbrar a los bebés a sus productos en sus primeros días de vida.

3. Regulación y proteccionismo

La regulación estadounidense sobre lácteos es una de las más duras de la OCDE. Y lo es todavía más en el caso de las fórmulas para lactantes. Los exorbitantes aranceles (hasta del 18%) y los requisitos de la FDA —en constante cambio y estricta supervisión— hacen económicamente inviable la importación y la han desincentivado hasta el punto de que los productores nacionales copan el 98% del mercado. El 2% restante procede casi exclusivamente de México, donde las firmas americanas tienen también varias plantas y un papel protagonista. Paradójicamente, las leches infantiles de la Unión Europea, Nueva Zelanda y Australia presentan unos estándares de calidad tan altos o más que los estadounidenses, pero se les ha dificultado la libre competencia amparándose en una maraña regulatoria para proteger a la industria local. Las zancadillas a los distribuidores extranjeros se incrementaron durante la Administración Trump, que bloqueó la entrada de productos lácteos canadienses —otro país con altos estándares y potencial de crecimiento— después de que el país vecino recibiese inversiones millonarias por parte de empresas chinas del sector alimentario.

Foto: Joe Ben Johnson protesta para conseguir un aumento de sueldo ante un McDonald's en Los Angeles. (Reuters)

4. La cara B de los subsidios

El cuarto de los motivos que airea estos días la industria es el más polémico de todos porque pone en cuestión un programa de ayuda a los niños en riesgo de pobreza, el llamado Special Supplementan Nutrition Program for Women, Infants and Children (WIC), una regulación federal que nació en los años setenta y que se ha ido fortaleciendo por las sucesivas administraciones. Se trata de una ayuda para las familias más necesitadas. Según cálculos del Departamento de Agricultura, en los últimos años ha subvencionado entre el 57 y el 68% de la leche infantil vendida en el país.

En virtud a dicho programa, las autoridades de los diferentes estados influyen en el precio hasta llegar a determinarlo, expulsan a los nuevos competidores y arrinconan a los más pequeños. Es decir, fomentan el oligopolio. No lo hacen comprando sus productos directamente, sino premiando con licencias a las marcas que ofrecen los mejores descuentos (un estudio de 2011 citado por el 'Wall Street Journal' cuantificaba dichos descuentos en un 85% del coste total). Eso significa que las familias que quieren acogerse al subsidio solo pueden hacerlo comprando determinadas marcas. Los productores llevan años quejándose de estar vendiendo por debajo del precio de mercado porque su existencia depende de dichas licencias y de contratos cada año más leoninos. Lo que no dicen es que, a cambio de reducir sus márgenes, desplazan a la competencia y en muchos estados actúan como un monopolio.

Foto: Leche de fórmula en un supermercado de Auckland. (Reuters) Opinión
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En resumen, una regulación sanitaria estricta y tortuosa, un creciente proteccionismo para beneficiar a los productores locales ante los mercados extranjeros y una política de subsidios que ya afecta a más de la mitad de lo que se vende, y todo batido por un virus (covid) y una bacteria (sakazakii), han dejado a los bebés norteamericanos sin leche de fórmula. Hay quien ve una enmienda a la totalidad de las recetas de moda para arreglar los problemas del país.

Las fotos de estanterías vacías en tiendas y supermercados han sido durante décadas el espantajo preferido para advertir contra las economías intervenidas. Una de esas cosas terribles que pasan en Cuba y Venezuela. Da igual el dinero que tengas o las promesas que hagan tus políticos. Sencillamente, no vas a poder comprar lo que no existe. En la lección hay también categorías y una de las más extremas es la de leche infantil. ¿Qué podemos esperar de un sistema que no es capaz de suministrar a sus ciudadanos algo tan vital como la fórmula para lactantes? Versiones de esta frase se han repetido durante años en informes de ONG y en las argumentaciones del Departamento de Estado contra sus rivales políticos. En enero de este mismo año, tres organizaciones estadounidenses enviaron de urgencia 8,5 toneladas de leche infantil a Cuba para paliar lo que se consideró una “catástrofe humanitaria que afecta a miles de niños” provocada por el régimen. Algo que, por otra parte, es totalmente cierto.

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