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La doctrina del 'zhōng yōng': China y su inamovible extremo centro en Ucrania
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La doctrina del 'zhōng yōng': China y su inamovible extremo centro en Ucrania

A lo largo de la invasión, China ha mantenido una aparente neutralidad, resistiendo tanto las presiones por parte de Occidente, como los llamados de Moscú para un mayor respaldo

Foto: Representación de los presidentes Joe Biden, China, Xi Jinping, y Rusia, Vladímir Putin, en las fallas de Valencia. (EFE/Carlos Cárdenas)
Representación de los presidentes Joe Biden, China, Xi Jinping, y Rusia, Vladímir Putin, en las fallas de Valencia. (EFE/Carlos Cárdenas)
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Tras más de dos meses de guerra, Rusia continúa en busca de aliados para suavizar el impacto de las sanciones económicas impuestas por Occidente en respuesta a la invasión de Ucrania. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha dicho que Moscú "redireccionará" sus exportaciones de energía a "mercados de rápido crecimiento en el Sur y el Este". Pese a que el mandatario no dio más pistas, es fácil deducir que una de sus prioridades será seducir al mercado energético en mayor crecimiento de los últimos años: China.

En la antesala de la invasión rusa de Ucrania, Moscú y Pekín firmaron nuevos acuerdos para la compra de carbón, gas y petróleo ruso con un valor total de más de 130.000 millones de dólares. Además, ambos países tienen como objetivo la construcción un nuevo gasoducto, el Power of Siberia 2. El existente, Power of Siberia, comenzó a operar en 2019 bajo un contrato de 30 años y por un valor de más de 400.000 millones de dólares.

Foto: Representante de Taiwán, José María Liu. (Cedida)

La creciente conexión energética entre Rusia y China es un reflejo de la buena sintonía entre Putin y su par chino, Xi Jinping. Sin embargo, desde el inicio de la guerra, Pekín ha tratado de mantenerse relativamente neutral en el conflicto, pidiendo una solución pacífica y dando pocas claves sobre su posicionamiento. "La posición de China es, como siempre, pragmática y ambigua. No puede verse unida a Estados Unidos, con quien está en clara rivalidad, pero tampoco apoyar a Rusia, lo que la dejaría en una mala posición internacional" opina Michael Rigal, quien ejerció como profesor de Relaciones Internacionales de la universidad de Tsinghua, en Pekín.

A lo largo de la invasión, China ha sabido mantener esta postura enigmática, resistiendo tanto las presiones por parte de Estados Unidos y Europa como los llamados rusos a mostrar un mayor respaldo. Un acto de equilibrismo en el que el Gobierno chino se siente muy cómodo. Después de todo, el principal filósofo político de China, Confucio, es el inspirador de la teoría del justo medio (中庸, 'zhōng yōng'): "El hombre de virtud auténtica persevera naturalmente en la práctica del medio, igualmente alejado de los extremos", dice una de sus frases más conocidas. El país lleva esa visión céntrica grabada a fuego en el propio nombre con el que se autodenomina, 中国, 'Zhōngguó': País del centro.

Foto: Foto: Reuters/Florence Lo.

Para los intereses chinos, cualquier posicionamiento claro traería problemas de fondo. Xi podría decantarse por su aliado Putin y su amistad "inquebrantable" —según sus propias palabras— y crear así un eje que haga frente a Estados Unidos y Europa, pero eso significaría poner en peligro la extremadamente lucrativa relación comercial que mantiene con las potencias occidentales, arriesgándose incluso a posibles sanciones económicas que perjudicarían a su país mucho más que a Rusia, dado el alto grado de integración económica.

Por el contrario, podría intentar ganarse el favor de Estados Unidos y la UE al mostrar su respaldo a Ucrania, pero esto significaría perder a uno de sus principales aliados en la confrontación sistémica que Pekín mantiene con Washington y Bruselas, además de sus propias ambiciones territoriales en Taiwán y el Mar de China Meridional. "Para Xi Jinping, la pregunta clave es: ¿Qué es más valioso para mi futuro? ¿La ayuda de Putin para sacar a Estados Unidos del pedestal de 'número uno del mundo' o el compromiso con Occidente para seguir haciendo crecer la economía de China?", plantea Perry Link, profesor de la Universidad de California especialista en China.

"La guerra es horrible y no es algo que China quiera, pero si Estados Unidos está en Ucrania, más tarde puede estar en Taiwán"

En las calles de Pekín, donde el gozo de los primeros días de la primavera se ha visto truncado por el temor a los nuevos casos de covid que se han propagado recientemente, las preguntas sobre la guerra en Ucrania desatan cierta sensación de incomodidad. "China tiene que hacer lo que sea mejor para China", sentencia Xiao Ling, una profesora de escuela primaria. Pocos más contestan. Para los periodistas extranjeros, es cada vez más difícil conseguir fuentes chinas.

Locales tienen miedo de hablar con una prensa extranjera constantemente demonizada en los medios estatales. Xiao sí ofrece su opinión, que refleja el sentir de un gran sector de la población china: "La guerra es horrible y no es algo que China quiera, pero si Estados Unidos está en Ucrania, más tarde puede estar en Taiwán, y eso no se puede permitir". Igual que la línea oficial: ni con uno ni con otro.

Una relación históricamente compleja

La intrincada relación entre Rusia y China tiene siglos de encuentros y desencuentros. A mediados del siglo XVI, los rusos comenzaron su expansión por las frías estepas de Siberia, exigiendo a las diferentes tribus que iban sometiendo un tributo en pieles en nombre del zar. Tardaron casi un siglo hasta llegar a las fronteras nortes de Manchuria y Mongolia, que se encontraban bajo protectorado chino. La situación llevó entonces a un conflicto bélico que finalizó en 1689, cuando se firmó el Tratado de Nerchinsk que delimita la frontera entre los dos contendientes.

Foto: EC.
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Durante la Segunda Guerra del Opio (1856 - 1860) fue a Rusia a quien le tocó jugar el papel de la ambigüedad: aliándose al mismo tiempo con los europeos y con los chinos, consiguió que al final de la disputa se anexaran a su país un millón de kilómetros cuadrados de tierras. Seis años más tarde, cuando estalló la rebelión de Yakub Beg en Kashgar, los rusos la apoyaron y tomaron la prefectura de Lli, en el norte de Xinjiang, bajo la excusa de proteger a sus súbditos y construyeron un ferrocarril que atravesaba Manchuria. Unos años después, tras recibir una fuerte indemnización por parte de China, Moscú devolvió estas tierras. En el 1900, las fuerzas rusas invadieron Manchuria con la excusa de proteger ese mismo ferrocarril construido durante la época de ocupación.

Casi dos décadas más tarde, la entonces joven Unión Soviética se ganaría el corazón de los chinos. El país había sido humillado con el Tratado de Versalles y los soviéticos renunciaron unilateralmente a todos los privilegios conseguidos en esos pactos desiguales. Este acto de generosidad llevó a muchos en China a interesarse por ese nuevo régimen que, supuestamente, pretendía anular las diferencias entre pobres y ricos.

Foto: Ilustración del misil hipersónico de Lockheed Martin en un caza de combate F-35 (Lockheed Martin)

En esa época, se tradujeron gran cantidad de libros de literatura rusa y en la principal universidad del país, la de Pekín, se fundó una "Sociedad de Estudios Marxistas". Sun Yat-sen, primer presidente de la República de China tras la caída de la dinastía Ming, consideraba que solo una revolución como la soviética podría devolverle el poder. Así estableció una alianza entre los nacionalistas, que él representaba, y los comunistas.

Ya con Mao en el poder, la Guerra Fría en acción y los soviéticos y los estadounidenses compitiendo por ejercer su influencia a nivel global, se produjo la ruptura entre los dos gigantes comunistas. Las potencias contaban con intereses diferentes y sus gobernantes, que buscaba ser líderes internacionales del comunismo, interpretaban de diversa manera la letra del marxismo-leninismo.

Esta ruptura aproximó a China hacia Estados Unidos, un acercamiento sellado con el histórico viaje de Richard Nixon a Pekín en 1972. Washington, con las ideas de Henry Kissinger como referente, pensaba que al incluir a China en el mercado internacional que él dominaba, el país terminaría por liberarse políticamente. Bajo este modelo, Pekín experimentó un crecimiento sin precedentes hasta llegar a competir con quien la había ayudado a despegar. Pero nunca tuvo, ni tiene en la actualidad, intención alguna de adoptar un gobierno a la manera occidental.

Foto: Mao y Nixon

Ahora que el tercer protagonista de este complejo 'ménage à trois' internacional entra en guerra, China vuelve a buscar la manera de sacar ventaja. Por ello, un apoyo abierto a Rusia parece descartado. Si Putin perdiera su apuesta, Xi quedaría avergonzado por haber confiado en un líder que se embarcó en una guerra ruinosa. Esto, justo en el momento en el que busca un tercer mandato como líder del Partido Comunista.

China debe sopesar seriamente su apoyo a Rusia. Su mercado es pequeño y las empresas chinas pueden perder negocios mucho más jugosos en otras partes del mundo. Además, un Moscú debilitado le conviene a Pekín, dado que lo obligaría a ser un socio dócil. Xi busca conseguir de su aliado ruso el acceso a sus puertos del norte, para asegurar sus intereses en Asia Central; tecnología militar de avanzada, incluyendo la relacionada con el armamento nuclear y, principalmente, enormes cantidades de gas y petróleo que un Putin debilitado podría suministrar a precios más bajos.

Foto: Vladímir Putin, junto a Xi Jinping. (Getty/Kenzaburo Fukuhara)

El comercio bilateral con Rusia aumentó drásticamente en el primer trimestre del año. Fue un 28% más que en el mismo plazo del año anterior, según datos de la aduana china publicados en el diario oficialista Xinhua. Mientras la relación comercial entre Moscú y las potencias occidentales se desplomaba a raíz de la guerra, la que mantiene con China se reforzaba. El país representó alrededor del 18% del comercio total de Rusia en 2021 y durante la muy publicitada visita del presidente Putin a Pekín en febrero para los Juegos Olímpicos de Invierno, los dos líderes anunciaron que impulsarían sus lazos económicos considerablemente de aquí a 2024.

Xi Jinping, no se acuesta con nadie, pero hace negocios con todos. En el fondo, el líder ve esta contienda como un episodio más de la gran batalla del siglo XXI entre China y Estados Unidos por la supremacía global. Una batalla que China hace un tiempo da por ganada y que, mientras no resulte inevitable, librará desde su posición favorita: el extremo centro.

Tras más de dos meses de guerra, Rusia continúa en busca de aliados para suavizar el impacto de las sanciones económicas impuestas por Occidente en respuesta a la invasión de Ucrania. El presidente ruso, Vladímir Putin, ha dicho que Moscú "redireccionará" sus exportaciones de energía a "mercados de rápido crecimiento en el Sur y el Este". Pese a que el mandatario no dio más pistas, es fácil deducir que una de sus prioridades será seducir al mercado energético en mayor crecimiento de los últimos años: China.

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