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¿Qué está pasando en Transnistria? El nuevo objetivo de Rusia es desestabilizar Moldavia
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El flanco oeste de Ucrania

¿Qué está pasando en Transnistria? El nuevo objetivo de Rusia es desestabilizar Moldavia

Si bien la idea de una invasión rusa de este país genera escepticismo, parece claro que Moscú podría estar aplicando una clásica operación de desestabilización

Foto: Vista del busto de Lenin en frente de la Casa de los Sóviet en Tiráspol, capital de la autoproclamada República de Transnistria, Moldavia. (EFE/Ignacio Ortega)
Vista del busto de Lenin en frente de la Casa de los Sóviet en Tiráspol, capital de la autoproclamada República de Transnistria, Moldavia. (EFE/Ignacio Ortega)
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Dos días de una guerra dan para mucho, incluso en sus aledaños. El lunes y el martes, una serie de atentados sacudieron Transnistria, la región separatista de Moldavia emparedada entre este país y Ucrania, y controlada por Rusia. La sede de su servicio de seguridad fue atacada con lanzagranadas y varias explosiones sacudieron dos antenas soviéticas que retransmiten propaganda rusa. Los gobiernos regionales cruzaron acusaciones y nadie se olvida de que el Ejército ruso, la semana pasada, dijo explícitamente que su objetivo era avanzar por el sur de Ucrania, poniendo su mirada en Transnistria. Como los buitres que vuelan en círculos sobre un moribundo, los propagandistas rusos ya están allí. Lo cual suele ser una mala señal.

Pero ¿puede Rusia, que lleva toda la guerra aparentemente lastrada por un sinfín de problemas logísticos, de moral y de cálculo, extender sus líneas ofensivas hacia el oeste? Y, en caso de que pudiera, ¿le convendría enlazar sus fuerzas con las que tiene estacionadas en Transnistria, en torno a unos 1.500 soldados, de los que solo una minoría tendría capacidad de combate? Una pregunta más: si esta es realmente su intención, ¿por qué nos lo ha anunciado?

Foto: Un espectador de un partido de la Champions League entre el Sheriff Tiraspol y el Shakhtar de Donetsk. (Reuters)

Una posible explicación está directamente ligada a la campaña en Ucrania. Si estos atentados son operaciones rusas de falsa bandera, tal y como han inferido el Gobierno de Kiev y el exministro de defensa moldavo, Vitalie Marinuta, el objetivo podría ser enervar a los ucranianos y obligarlos a destinar más tropas al flanco occidental, de manera que se debiliten en el frente del este y del sur. En las últimas horas, además, los rusos han destruido un puente que unía la frontera rumana con Odesa. Una acción sospechosa que ha desatado los rumores sobre un posible desembarco anfibio en la región; rumores que, sin embargo, parecen poco plausibles a la vista de las dificultades rusas en sus numerosos frentes.

Foto: Calles del centro de Odesa, ahora tras barricadas. (EFE/Sedat Suna)
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La otra explicación tiene que ver exclusivamente con Moldavia. Si bien la idea de una invasión rusa de este país genera escepticismo, parece claro que Moscú podría estar aplicando una clásica operación de desestabilización. La tradicionalmente amigable Moldavia tiene desde 2020 un Gobierno abiertamente prooccidental, dirigido por Maia Sandu, y, como Ucrania, se postuló el pasado marzo para entrar en la Unión Europea. En la política moscovita del palo y la zanahoria, a Moldavia le toca recibir el palo. Y el Kremlin, centrado hasta el pasado 24 de febrero en librar una guerra híbrida, brumosa, psicológica, tiene métodos de sobra para presionar a Moldavia.

Según un informe de Royal United Services Institute, un 'think tank' especializado en pormenores militares y de inteligencia, la principal agencia rusa de espionaje, el FSB, lleva más de una década midiendo la temperatura política de Moldavia. A finales de 2020, la agencia llegó a la conclusión de que este país, dependiente del gas ruso y notablemente influido por la cultura rusa, estaba escapándose del radio de influencia moscovita, así que el FSB declaró un nuevo objetivo: “La completa restauración de la asociación estratégica entre Moldavia y la Federación Rusa”.

Foto: Vista del busto de Lenin en frente de la Casa de los Sóviet en Tiráspol, capital de la autoproclamada República de Transnistria. (EFE)

Las intenciones rusas de golpear a los moldavos, aunque sea mediante el 'agitprop', acrónimo soviético de “agitación y propaganda”, se habrían exacerbado tras la reciente prohibición por parte del Gobierno moldavo de mostrar en público los símbolos de la propaganda rusa, como la 'Z' o la cinta de San Jorge, unas bandas naranjas y negras que simbolizan la gloria militar de Rusia y cuyos soldados llevan en el uniforme.

La inteligencia ucraniana habría sido informada de presuntos planes rusos para financiar manifestaciones prorrusas en Moldavia, algunas de las cuales se habrían registrado en los últimos días. Un intento de generar una escalada de acción-reacción entre las protestas y las autoridades, y, por tanto, una posible crisis política. Todo ello con ayuda de los populares grupos mediáticos rusos y prorrusos.

placeholder Transnistria en un mapa de Moldavia. (iStock)
Transnistria en un mapa de Moldavia. (iStock)

Pero una herramienta más inmediata, y más dolorosa para los hogares moldavos, es el precio del gas. El pasado enero, Moldavia aprobó el estado de emergencia para que el Gobierno pudiera lidiar con los pagos a la rusa Gazprom. El precio del metro cúbico se negocia mes a mes, y a veces se duplica de un mes para otro, como sucedió entre marzo y abril. Cuando El Confidencial estuvo en ciudades como Chisináu y Comrat el mes pasado, una de las quejas más habituales era esa: los moldavos se veían dedicando su sueldo entero únicamente a abonar la factura energética.

Una lectura común es que el Kremlin castiga al país por haber elegido a una líder proeuropea y usa el gas como método de presión y negociación. Todas estas tensiones se están acelerando en los últimos días.

A raíz de los aparentes atentados, el líder 'de facto' de Transnistria, Vadim Krasnoselsky, declaró la “alerta roja” por terrorismo y dijo que las pistas apuntaban a la culpabilidad de Ucrania. La presidenta de Moldavia, Maia Sandu, fue menos precisa y dijo que estos incidentes se debían a cuestiones internas de Transnistria. Sandu reforzó los controles policiales y la seguridad de los edificios públicos, pero hizo un enésimo llamado a la calma.

Foto: Una manifestación en contra de la invasión de Ucrania. (Reuters/Bernadett Szabo)

La reacción del liderazgo transnistrio, que ha llegado a cancelar las importantes festividades del 9 de mayo debido a la situación, llama la atención al contrastar con su talante normalmente práctico, indiferente a las pasiones políticas. Como decían varios expertos a este diario, Transnistria está cada vez más cerca de Moldavia y de la Unión Europea. Muchos de sus ciudadanos cruzan diariamente al resto del territorio moldavo, ambas demarcaciones comercian y comparten el servicio postal, el sistema ferroviario y la liga de fútbol. La oligarquía que gobierna Transnistria, el clan Sheriff, no estaría interesada en aventuras militares, sino en mantener el 'statu quo'. Pero, en última instancia, su viabilidad económica depende de Rusia.

¿Y de qué podría servir Transnistria a la guerra lanzada por Vladímir Putin? Su depósito de Cobasna, en la frontera con Ucrania, tiene unas 22.000 toneladas de munición. Este miércoles, Transnistria ha denunciado un tiroteo cerca del gran almacén y ha afirmado que el ataque provenía del lado ucraniano. Sin embargo, según las estimaciones del Chisináu, la mitad de estas viejas municiones soviéticas ya sería inservible. Respecto a sus 1.500 soldados, la mayoría son ciudadanos locales o “fuerzas de mantenimiento de la paz”, un eco de la guerra de 1992. Solo en torno a un centenar serían soldados venidos de Rusia.

La salvaje invasión a gran escala de Ucrania no ha reemplazado totalmente la tradicional especialidad del Kremlin: una guerra híbrida de muchos mimbres, de muchos tentáculos, la mayoría de ellos invisibles, que en este momento podrían estar operando en las tripas de la pequeña y agrícola Moldavia.

Dos días de una guerra dan para mucho, incluso en sus aledaños. El lunes y el martes, una serie de atentados sacudieron Transnistria, la región separatista de Moldavia emparedada entre este país y Ucrania, y controlada por Rusia. La sede de su servicio de seguridad fue atacada con lanzagranadas y varias explosiones sacudieron dos antenas soviéticas que retransmiten propaganda rusa. Los gobiernos regionales cruzaron acusaciones y nadie se olvida de que el Ejército ruso, la semana pasada, dijo explícitamente que su objetivo era avanzar por el sur de Ucrania, poniendo su mirada en Transnistria. Como los buitres que vuelan en círculos sobre un moribundo, los propagandistas rusos ya están allí. Lo cual suele ser una mala señal.

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