Es noticia
Nada queda de la 'entente cordiale': los 10.000 agujeros de la relación Johnson y Macron
  1. Mundo
Desde la pesca al choque personal

Nada queda de la 'entente cordiale': los 10.000 agujeros de la relación Johnson y Macron

Los enfrentamientos entre Johnson y Macron han ido 'in crescendo', creando unas tensiones con consecuencias para toda Europa. Pero como vecinos, están condenados a entenderse

Foto: Macron y Boris Johnson en un encuentro del G7 (Reuters)
Macron y Boris Johnson en un encuentro del G7 (Reuters)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Cuando Emmanuel Macron realizó su primera visita presidencial a Londres en enero de 2018, se ofreció a prestar al Reino Unido el Tapiz de Bayeux, la obra más grande y mejor conservada de este tipo de la Edad Media. El hecho de entregar la representación épica de la derrota de Guillermo el Conquistador en 1066 se consideró como un símbolo del nuevo espíritu de cooperación entre ambos países tras el Brexit. Pero, a día de hoy, el tapiz sigue en Francia. Y en lugar de agilizarse los trámites del traslado, lo último que se sabe al respecto es que necesita una reparación urgente porque se estima que hay más de 10.000 agujeros.

La imagen de la pieza descolorida y hecha jirones es la mejor encarnación de la relación bilateral entre Londres y París, que atraviesa una de las peores crisis desde los acuerdos de la “entente cordiale” de 1904. En verano de 2019 fue cuando Boris Johnson se mudó al Número 10 y desde entonces, los enfrentamientos con el presidente francés han ido “in crescendo”, creando unas tensiones con consecuencias para toda Europa. Todo es motivo de conflicto: desde la guerra de las vacunas, pasando por enfrentamientos por la pesca, o más recientemente los intentos frustrados por detener a Putin en su invasión a Ucrania. Ahora que Macron ha sido reelegido de nuevo en las urnas, ¿podría ser un nuevo comienzo o las cosas tan solo pueden ir a peor?

Foto: La multitud en los Campos de Marte recibe al presidente Emmanuel Macron. (Reuters/Gonzalo Fuentes)

En el Brexit de Johnson hay un conflicto entre ideología y geografía. El propósito de la nueva 'Global Britain' es la divergencia, un salto competitivo lejos de Europa hacia otros mercados. Pero ese impulso se ve frustrado por la ineludible ubicación del Reino Unido. Por mucha soberanía que reivindiquen los euroescépticos sobre la regulación nacional, gobernar una potencia que está a 33 kilómetros de la costa francesa siempre va a requerir cierta acomodación con los intereses del vecino al otro lado del Canal de la Mancha.

La pertenencia a la UE no era la única forma posible de gestionar las relaciones, pero funcionó mejor que todo lo que se había intentado en los siglos anteriores. Y el problema es que ahora no se ha dispuesto nada para sustituirlo porque el acuerdo de retirada del Brexit ofrece solo un marco técnico para la asociación económica y es clave recordar que, a día de hoy, su pieza central, el Protocolo de Irlanda, aún se sigue renegociando.

Foto: Manifestantes contra el Protocolo de Irlanda marchan en Belfast, Irlanda del Norte. (Reuters)

Fue Johnson quien firmó un pacto que deja a Irlanda del Norte con un estatus distinto al resto del Reino Unido. Pero eso obliga ahora a que los productos que viajan de Gran Bretaña (Escocia, Inglaterra y Gales) a la provincia británica pasen por una serie de controles que el primer ministro no está dispuesto a cumplir porque están creando problemas de abastecimiento y tensiones políticas con los unionistas. Eran exactamente las dificultades que todo el mundo había advertido y el propio líder 'tory' había negado una y otra vez. Sin embargo ahora resulta que, según la versión del Número 10, la responsable de todos los males es la UE, y en particular Macron, porque está realizando una interpretación de lo acordado “demasiado estricta”.

Las próximas elecciones 'autonómicas' en Irlanda del Norte tendrán lugar en mayo, pocas semanas después de las presidenciales francesas, y el esperado triunfo de los católicos del Sinn Fein tan solo empeorará las cosas. Por lo tanto, Downing Street amenaza con activar el artículo 16 y suspender unilateralmente partes del Protocolo. Esto podría llevar a Bruselas a imponer aranceles a las importaciones británicas en la UE o una suspensión parcial del acuerdo de libre comercio más amplia entre la UE y el Reino Unido.

Foto: Protestas en Belfast, Irlanda del Norte. (Reuters) Opinión

A Macron, desde luego, no le va a temblar el pulso si la situación se vuelve tensa. El francés siempre ha sido el mandatario más intransigente del bloque con los británicos. La que fuera canciller alemana, Angela Merkel, servía en su momento de equilibrio. Temía que una mayor confrontación hundiera al Reino Unido aún más en el populismo. Sin embargo, su sucesor, Olaf Scholz, está más alineado con la posición de Macron.

Hay una tendencia en Downing Street a ver la postura del galo como punitiva hasta el punto del despecho. La opinión euroescéptica 'tory' es que Francia, ofendida por la temeridad de la Global Britain 'al elegir la libertad', está decidida a impedir que disfrute de sus beneficios. Ese análisis contiene una parte de verdad, pero está distorsionado por la lente euroescéptica. Macron, al igual que otros líderes de la UE, entiende que el Brexit es un desafío estratégico deliberado para el proyecto europeo, basado en la premisa falsa de que Reino Unido podría conservar los beneficios de la proximidad a los mercados continentales mientras usa la desregulación para superar a las empresas de la UE.

Evidentemente, redunda en interés económico de los estados miembros que eso no suceda. A los políticos comprometidos con la lógica de la solidaridad supranacional también les interesa que el euroescepticismo sea visto como un callejón sin salida estratégico.

placeholder Johnson y Macron en un encuentro de la OTAN en Bruselas (EFE)
Johnson y Macron en un encuentro de la OTAN en Bruselas (EFE)

Durante las arduas negociaciones del Brexit, Macron fue el que siempre se mostró más duro. Es más, la disputa por el sector pesquero entre Londres y París estuvo a punto de hacer que todo descarrilara en un divorcio sin pacto. Finalmente se firmó el acuerdo, pero las cosas llegaron a mayores en mayo del año pasado, cuando lo que comenzó como una disputa a pequeña escala por los derechos de los pescadores frente a la costa de Jersey evolucionó hasta convertirse en un incidente internacional después de que un ministro francés sugiriera que Francia podría cortar el suministro eléctrico de la isla. Esto llevó a Johnson a mandar hasta la zona el buque patrullero de la Royal Navy, una acción seguida rápidamente por la contraparte gala.

Foto: La bandera de Jersey ondea en un puerto de la isla. (Reuters)

Macron hizo de la pesca una gran parte de su campaña presidencial en 2017, y la zona costera de Bretaña le dio en la primera ronda más apoyo que cualquier otra región. Sin embargo, el hecho de que ahora apenas haya figurado en campaña sugiere que ambas partes habrían llegado a una tregua.

En materia de inmigración, sin embargo, las tensiones continúan. El gran eslogan del Brexit siempre fue el de “recuperar el control” de las fronteras. Pero el engaño surge al plantearlo como afirmación unilateral cuando, en realidad, las fronteras siempre tienen dos partes. El error de ignorar esa geometría estratégica se demuestra constantemente con el intercambio de recriminaciones que Londres y París mantienen por el flujo creciente de inmigrantes ilegales en el Canal de la Mancha. Las autoridades británicas culpan a las francesas por no detener las embarcaciones. Francia responde que el factor de atracción son las laxas regulaciones laborales británicas que actúan como un imán para los que buscan una nueva vida.

El conflicto viene de lejos, es incluso anterior al Brexit. El Reino Unido nunca ha formado parte del espacio Schengen y la vigilancia de la frontera anglo-francesa se rige por el acuerdo bilateral 'Le Touquet'. En cualquier caso, las desavenencias son ahora mayores, ya que Londres no tiene un asiento en la mesa de la UE.

Las redes de tráfico de personas que operan en el Canal de la Mancha siempre habían tenido especial protagonismo en las cumbres anglo-francesas que se celebran cada dos años. Pero el hecho de que la última haya tenido lugar en 2018 demuestra hasta qué punto la relación bilateral es sumamente fría.

Foto: El camión donde se han encontrado 39 cadáveres esta semana en Essex, Reino Unido. (Reuters)

La animadversión personal que sienten los líderes políticos no ayuda. Macron ve a Johnson como “un payaso”, un socio engañoso y poco confiable. Y digamos que a Boris le divierte en cierto grado provocarle.“Donnez-moi un break”, recalcó el primer ministro tras la disputa creada el año pasado con la firma de Aukus. El pacto de defensa entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia supuso un gran varapalo para París porque dio al traste el acuerdo que había firmado con Canberra para construir una flota de 12 submarinos con motor diésel valorado en más de 50.000 millones de euros.

Con todo, en materia de Defensa, la colaboración entre Londres y París es estrecha. Los helicópteros Chinook británicos transportaron tropas francesas en las guerras yihadistas del Sahel. Los dos países defienden los intereses del otro en el Pacífico y trabajan conjuntamente en ojivas nucleares. La fuerza de reacción rápida franco-británica (CJEF) alcanzó su máxima capacidad a fines del 2020, capaz de desplegar 10.000 hombres en tierra, mar y aire, a lo largo y ancho de las operaciones de combate. Francia no tiene un acuerdo tan estrecho con ningún otro país. Esta entente militar fue creada en Lancaster House en 2010 por David Cameron y Nicholas Sarkozy, tras la gran colaboración en Bosnia.

En muchos sentidos, las visiones del mundo tanto del Reino Unido como de Francia fueron moldeadas por la forma en que los dos países emergieron de la Segunda Guerra Mundial: uno confiaba cada vez más en la “relación especial” anglo estadounidense, el otro buscaba proteger su independencia nacional.

Sin embargo, lejos de ser diametralmente opuestos, Reino Unido y Francia son más similares que quizás cualquier otro país. No solo en términos de población, riqueza, pasado imperial, alcance global y tradición democrática, sino también en lo más profundo: la sensación de excepcionalismo, el miedo al declive, el deseo de respeto y la angustia por el creciente poder de otros, ya sea Alemania o China. Precisamente porque son más iguales es por lo que surgen más choques. Pero la geografía no va a cambiar. Y como vecinos, están condenados a entenderse.

Cuando Emmanuel Macron realizó su primera visita presidencial a Londres en enero de 2018, se ofreció a prestar al Reino Unido el Tapiz de Bayeux, la obra más grande y mejor conservada de este tipo de la Edad Media. El hecho de entregar la representación épica de la derrota de Guillermo el Conquistador en 1066 se consideró como un símbolo del nuevo espíritu de cooperación entre ambos países tras el Brexit. Pero, a día de hoy, el tapiz sigue en Francia. Y en lugar de agilizarse los trámites del traslado, lo último que se sabe al respecto es que necesita una reparación urgente porque se estima que hay más de 10.000 agujeros.

Brexit Boris Johnson Unión Europea Reino Unido Noticias de Francia Elecciones Francia