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Crece el temor a que las armas enviadas a Ucrania provoquen otros conflictos en la región
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¿Bielorrusia?, ¿los Balcanes?

Crece el temor a que las armas enviadas a Ucrania provoquen otros conflictos en la región

La experiencia demuestra que, una vez que un teatro bélico se inunda de armamento, a menudo este material sirve después para alimentar otros estallidos armados a su alrededor

Foto: Un soldado ucraniano con un Javelin, misil antitanque. (Reuters/Gleb Garanich)
Un soldado ucraniano con un Javelin, misil antitanque. (Reuters/Gleb Garanich)
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Estos días estamos viendo un incremento en la transferencia de armamento occidental hacia Ucrania, muy difícil de cuantificar, puesto que gran parte se está haciendo en secreto, tanto por motivos de seguridad como para no hacer enfadar (aún más) a Rusia. Y quizás ha llegado el momento, como ya han empezado a hacer algunos expertos, de preguntarse: ¿qué va a pasar con esas armas cuando el conflicto se acabe, o incluso antes?

La experiencia demuestra que, una vez que un teatro bélico se inunda de armamento, a menudo este material sirve después para alimentar otros estallidos armados a su alrededor, incluso después de que el foco principal se haya apagado. “Dado el flujo de armamento y luchadores hacia el campo de batalla, el conflicto actual en Ucrania podría estimular años de inestabilidad en la región, tal y como hemos visto en otros conflictos, incluyendo los Balcanes”, señalaba hace unos días el Soufan Center, un 'think tank' estadounidense dedicado a temas de seguridad internacional y una referencia global sobre la cuestión de combatientes extranjeros, en un informe recién publicado. “El conflicto tiene lugar además en el marco de la competición entre grandes potencias. Si se expande, existe riesgo de que la violencia y las ondas de choque se expandan a lo largo de partes del Cáucaso y Asia Central. Los poderes regionales podrían verse implicados rápidamente, embarcándose en saldar cuentas y respaldar a grupos 'proxy”, advierte el documento.

Foto: Ian Morris. (Cedida)

Ejemplos, de hecho, no faltan: el saqueo de los arsenales de las fuerzas de seguridad de Albania a mediados de los años noventa es lo que permitió la insurgencia del Ejército de Liberación de Kosovo poco después; los conflictos del Cáucaso —Ingusetia, Chechenia, Georgia, Nagorno Karabaj...— se retroalimentaron unos a otros durante más de una década, igual que ocurrió con las guerras en la región de los Grandes Lagos de África; las armas puestas en circulación en la guerra de Libia sirvieron posteriormente —por cortesía de la CIA— para pertrechar a los rebeldes en Siria, vía Turquía, y también —en este caso contra la voluntad de un Occidente horrorizado— para inflamar la insurgencia yihadista en el Sahel.

A primera vista, podría parecer que en el vecindario de Ucrania no hay ningún área susceptible de convertirse en el escenario de un nuevo conflicto armado, pero es una impresión errónea. La aparición súbita de armas en abundancia podría servir de tentación para movimientos radicalizados que hoy por hoy no consideran que se den los factores para una insurgencia exitosa, pero que están a la espera de que la situación cambie. Un ejemplo podría ser Bielorrusia, en lo que por ahora es un escenario muy remoto, pero donde se dan ya algunos signos incipientes de lo que podría venir después: soldados bielorrusos combaten ya en el lado ucraniano contra los rusos, y existe un importante movimiento de desertores entre las fuerzas de seguridad, un personal cada vez más abundante que ya tiene experiencia en el manejo de armamento. Si en un momento dado consideran que un levantamiento armado es la única manera de tumbar al presidente Lukashenko —o a un posible sucesor escogido por Moscú—, no es inconcebible que decidan dar este paso final.

Foto: Emblema de la bandera de Bielorrusia en la manga de un voluntario. (A.A.)

Aún más probable es que, si se produjese un rebrote de las insurgencias separatistas en la periferia de Rusia, las armas acaben cruzando el mar Negro y sirvan de acicate. De hecho, numerosos expertos especulan estos días con la posibilidad de que puedan producirse nuevas fuerzas centrífugas entre las minorías rusas, envalentonadas por el debilitamiento que está sufriendo el Ejército ruso y la escasa pericia que ha mostrado en el campo de batalla.

Pero el riesgo más acuciante es la posibilidad de que estas armas acaben en manos de actores no estatales que decidan utilizarlas para sus propios fines, ya sean grupos criminales o milicias u organizaciones extremistas con su propia agenda. “La alta disponibilidad de armamento, incluyendo armas pequeñas y ligeras, a menudo conduce a la creación de mercados negros y otras redes de tráficos ilícitos y de contrabando, alimentando la criminalidad y yendo en contra de los planes de aquellos que tratan de implementar agendas humanitarias o perseguir esfuerzos de estabilización posconflicto”, indica el informe del Soufan Center.

Foto: Soldados del ejército ruso, a bordo de un vehículo blindado de transporte de personal BTR-80. (EFE)

En ocasiones, los servicios de Inteligencia occidentales han llevado a cabo iniciativas para tratar de recuperar este armamento, como se hizo con los misiles Stinger en manos de los 'muyahidines' tras la guerra de Afganistán contra los soviéticos, o en la propia Libia. Pero no hay nada que garantice su éxito, y menos si existen jugadores interesados en mantener dichas armas para su propio beneficio. Sin duda, Ucrania necesita estos suministros de material militar para derrotar la agresión rusa, pero los países occidentales ya han tenido algunas malas experiencias previas como aprendices de brujo. Estaría bien que en esta ocasión se pongan en marcha todos los mecanismos posibles para evitar que estas se repitan.

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