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Entre la 'germanofobia' y la frustración: ¿debe Berlín hacer más caso a las elecciones de Francia?
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Entre la 'germanofobia' y la frustración: ¿debe Berlín hacer más caso a las elecciones de Francia?

En Alemania reina una peligrosa apatía por el resultado electoral en Francia, donde una victoria de Le Pen haría saltar por los aires el vital eje Berlín-París. Pero si vuelve Macron, Alemania tiene que también estar a la altura

Foto: El presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz, en un encuentro de la OTAN (EFE/Olivier Hoslet)
El presidente francés Emmanuel Macron y el canciller alemán Olaf Scholz, en un encuentro de la OTAN (EFE/Olivier Hoslet)
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Entre Francia y Alemania, parece que hay una obsesión no correspondida. A los coqueteos durante los últimos cinco años del presidente francés Emmanuel Macron intentando revivir el empuje del eje franco-alemán en Europa, como los intentos de una pareja desatendida por recibir de nuevo la atención del cónyuge apático, se unen los ataques de la ultraderechista Marine Le Pen durante la campaña electoral. La cuestión alemana, y el papel de la relación bilateral crucial para Europa, está presente en la vida política francesa en los días previos a la segunda vuelta de las elecciones francesas.

Desde Berlín, los periódicos comparan a Francia y Alemania con una vieja pareja que ya no se quiere igual que antes, pero que no se anima a separarse. Uno de los cónyuges se enfada y el otro, en respuesta, lo ignora. París se enfada y grita, mientras Berlín observa con aparente desinterés. Ahondando en la herida, el columnismo alemán señala también al 'complejo del más pequeño' para entender la fijación de París con su vecino, que choca con la indiferencia de la opinión pública germana, centrada de momento en la guerra en Ucrania y en ajustar cuentas con su clase política por las problemáticas relaciones con Rusia en el pasado.

Foto: Emmanuel Macron, durante una videoconferencia por la crisis en Ucrania. (Reuters/Pool/Ludovic Marin)

Tampoco el Ejecutivo liderado por el socialdemócrata Olaf Scholz muestra un nerviosismo excesivo por una posible victoria electoral de Le Pen, un escenario imposible de descartar todavía, según las encuestas. La apatía en Berlín sorprende porque una presidencia de Le Pen podría echar por la borda no sólo la preciada amistad franco-alemana e incluso el proyecto europeo, sino que dinamitaría probablemente de paso el frente común de Occidente frente a Vladímir Putin.

La obsesión política francesa con Alemania que muestra Macron también se le ha contagiado a Le Pen, quien en su tercer y hasta ahora más prometedor intento por llegar al Elíseo ha disparado contra Berlín algunos de sus dardos más venenosos. "Alemania tiene intereses divergentes de los nuestros", dijo la candidata recientemente al presentar los pilares de su política exterior. El enemigo, como era previsible en su caso, está para ella en Berlín. "Alemania se reafirma como la negación absoluta de la identidad estratégica francesa", aseguró Le Pen aludiendo al apoyo político germano a la OTAN.

La 'germanofobia', instalada en la política francesa

Pero no se trata sólo de Le Pen. La mitad del electorado francés apoya a políticos con una actitud hostil hacia Alemania, según las conclusiones de los resultados la primera vuelta (23,1% para Le Pen y 22% para el izquierdista Jean Luc Melenchon, a los que se añade el 7,1% de los apoyos obtenidos por el otro 'ultra' de derechas, Éric Zemour) que extraía el diario berlinés "Der Tagesspiegel". "Grosso modo se podría pronosticar que la mitad de los llamados a votar el próximo domingo no tendrían nada en contra de una ruptura radical con Alemania", señaló el periódico en un balance sombrío de cara a la segunda vuelta.

En realidad, es evidente que la motivación de muchos franceses para votar por esos candidatos tiene poco o nada que ver con Alemania, y mucho con problemas domésticos. El panorama, no obstante, deja claro que la relación franco-alemana, tan fundamental para la construcción del imaginario europeo, es otro daño colateral de los movimientos tectónicos en la política francesa. Si la política proeuropea de Macron pierde adeptos, también se descuidan los mimos para el eje Berlín-París. Y se alimenta la 'germanofobia'.

Si la política proeuropea de Macron pierde adeptos, también se descuidan los mimos para el eje Berlín-París. Y se alimenta la 'germanofobia'.

Paradójicamente, Macron arrancó su mandato en 2017 con un encendido llamado a la refundación europea, preñado de idealismo y dirigido sobre todo a Berlín, el principal socio de París desde los años de la posguerra, una vez superada la mortal enemistad de las décadas anteriores. "Le propongo a Alemania, en primer lugar, una nueva asociación. No vamos a estar siempre de acuerdo en todo o no lo vamos a estar de inmediato, pero hablaremos sobre todo", dijo entonces Macron durante un discurso en la Sorbona en París, pocos meses después de asumir la presidencia.

"El que tenga visiones que vaya al médico"

En Berlín se tomó nota de inmediato la grandilocuencia del francés, aunque la reacción fue diferente a la esperada en París. Porque si Macron soñaba en voz alta con su visión de dar un impulso a la Unión Europea de la mano de Alemania, la respuesta del entonces gobierno de Angela Merkel fue, figuradamente, un bostezo. Fiel a su estilo parco y su política de avanzar solo con pies de plomo, Merkel no hizo nada por corresponder a la invitación, más allá de disfrutar de su buena química personal con Macron. No en vano la falta de ambición en política exterior ha sido un rasgo de identidad infalible de la Alemania de la posguerra. "El que tenga visiones que vaya al médico", es una frase célebre del excanciller Helmut Schmidt, premisa comodín para describir cualquier falta de audacia en la política teutona.

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Para Macron, la relación con Berlín dejó de ser la misma después de esa experiencia, apunta Jacob Ross, experto en las relaciones franco-germanas de la Sociedad Alemana para Política Exterior (DGAP). "Creo que la decepción surgida de que el Gobierno de Angela Merkel no apoyase entonces de verdad esa iniciativa ha conducido a ciertas tensiones estructurales", asegura Ross a El Confidencial. Macron, por eso, optó en su primer mandato por dejar de apostar tanto por el eje germano-francés. "Creo que en los últimos cinco años entendió que Alemania sigue siendo el principal socio de Francia en la Unión Europea, pero que, por otro lado, no es el único", añade el analista.

París busca nuevos ejes

Una muestra de ello es por ejemplo la iniciativa conjunta de diciembre de 2021 de Macron y el primer ministro italiano, Mario Draghi, para forjar un eje europeo alternativo entre Italia y Francia, en este caso para impulsar nuevas reglas fiscales en la UE. Pese a todo, sería injusto dar por desahuciado al tándem París-Berlín, que no ha dejado de funcionar, cree Ross, como demuestra el acuerdo para crear el fondo de reconstrucción europeo anunciado en 2020 en respuesta a la pandemia. Alemania renunció a su hasta entonces inflexible postura a favor de una austeridad fiscal estricta para poner en marcha el programa como una iniciativa conjunta del eje franco-germano.

Foto: El presidente francés, Emmanuel Macron, junto al primer ministro italiano, Mario Draghi. (Reuters/Gonzalo Fuentes)

Entre los éxitos está también la firma del Tratado de Aquisgrán en 2019, de enorme importancia simbólica porque renueva el acuerdo que selló la reconciliación de Alemania y Francia después de que ambas se enfrentaran brutalmente en dos guerras mundiales y en el conflicto franco-prusiano del siglo XIX. El Tratado del Elíseo, firmado en 1963, es visto como el pilar de la amistad germano-gala, y también como uno de los fundamentos de la UE.

Scholz, forzado a responder a Francia

La eventual reelección de Macron, en todo caso, podría representar para la cancillería alemana la oportunidad de revitalizar el matrimonio entre Berlín y París. O, si se ve desde las históricas reticencias germanas ("las visiones hay que hacérselas ver por el médico", recordemos), plantear el desafío de estar a la altura de las expectativas francesas.

Le Pen sería sin duda la verdadera amenaza para la amistad franco-alemana y para el futuro de la UE, pero Scholz también necesita recetas para recuperar protagonismo en Europa en caso de la reelección de Macron, justo en un momento en que el canciller empieza a remar con el viento en contra en Berlín, pocos meses tras asumir el poder. El socialdemócrata afronta crecientes críticas en casa debido a su actitud vacilante para dar un mayor apoyo con armas a Ucrania.

Y en la agenda europea abanderada por Francia esperan temas como la necesidad de impulsar una política exterior conjunta mejor coordinada y una mayor autonomía comunitaria, por ejemplo en temas de defensa. "Espero que después de estas elecciones (francesas) Berlín diga que está dispuesto a discutir de forma fundamental sobre estos asuntos, a acercarse a Francia y a buscar compromisos", concluye Ross.

Entre Francia y Alemania, parece que hay una obsesión no correspondida. A los coqueteos durante los últimos cinco años del presidente francés Emmanuel Macron intentando revivir el empuje del eje franco-alemán en Europa, como los intentos de una pareja desatendida por recibir de nuevo la atención del cónyuge apático, se unen los ataques de la ultraderechista Marine Le Pen durante la campaña electoral. La cuestión alemana, y el papel de la relación bilateral crucial para Europa, está presente en la vida política francesa en los días previos a la segunda vuelta de las elecciones francesas.

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