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Borrell avisa: "La batalla decisiva se libra en el Donbás y es urgente la llegada de ayuda militar"
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Entrevista al alto representante

Borrell avisa: "La batalla decisiva se libra en el Donbás y es urgente la llegada de ayuda militar"

Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, advierte de que en Ucrania se abre una nueva fase en una guerra con consecuencias que van mucho más allá de sus fronteras

Foto: Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. (Reuters)
Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad. (Reuters)
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Incluso en el lunes de Pascua, festivo en las instituciones europeas, el teléfono de Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, echa humo. Cuando se deja caer en un sillón del Hotel Palace, a pocos metros del Congreso de los Diputados de Madrid, el jefe de la diplomacia europea lleva ya bastantes llamadas que se centran en un mismo tema: cómo aumentar el apoyo militar a Ucrania.

El político catalán avisa de que se abre una nueva fase en una guerra con consecuencias que van mucho más allá de las fronteras ucranianas. En esta "segunda fase", como la ha denominado de hecho el Kremlin, Rusia pretende concentrarse en la región del Donbás, la protagonista desde 2014. Tras fracasar en su intento de una guerra relámpago para llegar en cuestión de pocos días a Kiev, Moscú apuesta ahora por una estrategia bélica mucho más enraizada con la tradición rusa: una guerra a gran escala, centrada en una región, abriéndose paso aunque tenga un gran coste.

PREGUNTA. ¿Cuál es la situación ahora mismo?

RESPUESTA. Estamos viendo una guerra de invasión clásica y en este momento hay un triple cambio: uno militar, con la concentración en el Donbás, uno político o ideológico, porque en Moscú ya se ve como un conflicto con Occidente, y uno de consecuencias geopolíticas. Cada vez más esto es una guerra que va más allá de una invasión de Rusia a Ucrania. A nivel geopolítico, Turquía aparece como un actor clave, incluso militarmente, porque el cierre de Bósforo ha sido vital. Si no llegan a cerrar el Bósforo al tercer día de guerra hubiera habido seguramente un desembarco por Odesa (al sur de Ucrania). Es un actor diplomático porque Erdogan [presidente turco] se lleva bien con Kiev y con Rusia y tiene capacidad de arbitrar una negociación, como ya se vio. Aunque en este momento no hay negociaciones serias ni las va a haber hasta que uno de los dos no consiga un éxito. Por lo tanto, Turquía emerge como actor que domina la situación en esta parte del mundo. China está claramente del lado de Rusia, en la cumbre que celebramos [Unión Europea-China] quedó claro que no va a haber ninguna condena de la invasión por su parte. Y el mundo después de esto se va a dividir en dos grandes bloques: los que están apoyando a Rusia y el resto.

Foto: El ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov. (Reuters/ Alexander Zemlianichenko)

En ese sentido, en Buenos Aires, antes de ayer, en la Asamblea Parlamentaria Europea-Latinoamericana, que presidía Javi López [eurodiputado socialista español], no se consiguió aprobar una resolución condenando a Rusia. Puesta a votación la misma resolución que se votó en Naciones Unidas, la misma, no pasó. Fue rechazada. En cambio, intelectuales del mundo emergente están llamando a apoyar a Ucrania, sin límites. Explican en un reciente artículo que allí se juega la libertad del mundo, que es una guerra que quiere privar a un pueblo de su libertad, de su derecho a escoger sus gobernantes y sus alianzas.

O sea, que el mundo se está configurando en torno a este conflicto, unos a favor y otros en contra. Rusia está apoyándose en China, que no quiere condenar la invasión, pero que no va a tomar ninguna posición política en su contra tampoco.

P. También los europeos estamos cambiando.

R. Cada vez estamos aportando más y más armas, también con el fondo de 1.500 millones de euros para el envío de armamento. Al principio fueron 500 y ya vamos por 1.500, pero eso es muy poco comparado con lo que están dando los Estados por su cuenta y riesgo. Recuerdo que al principio Alemania mandó 5.000 cascos. Ahora acaba de decir que ella sola va a dar 1.000 millones en armamento. A la gente los 1.500 millones del fondo europeo, que es intergubernamental, le parece poco, pero es que hay mucho más por parte de los Estados miembros. Ya no es una guerra de infantería ligera, es una guerra pesada, de desgaste, con medios mucho más potentes. Entramos ahora en un momento en que nadie va a contar lo que hace, nadie va a decir lo que da, ni siquiera nosotros. Entramos en una fase de silencio de radio.

Nosotros tenemos un difícil equilibrio. No queremos ser beligerantes, no queremos que la guerra se extienda y no queremos ser parte de ella, pero queremos ayudar a Ucrania militarmente para que defienda su libertad y su soberanía. Existe un equilibrio complicado, incluso desde el punto de vista moral, porque los muertos los pone Ucrania por mucho que ayudemos. Pero vamos a seguir ayudando. ¿Cuánto? Mucho, y cada vez más.

No queremos ser beligerantes, no queremos que la guerra se extienda, pero queremos ayudar a Ucrania militarmente

P. Hablaba antes de un cambio geopolítico. Está claro que las implicaciones a largo plazo de esa tendencia de unión entre Moscú y Pekín de la que hablaba antes son de muy largo alcance.

R. Está cambiando la geopolítica mundial. La guerra está entrando en una fase que va a conformar la geopolítica del mundo durante mucho tiempo. ¿Dónde se van a situar los países emergentes? ¿Dónde va a situarse África? En Europa, tenemos que hacer la diplomacia mucho más activa. Mi puesto, si no existiera, deberían inventarlo. Hay que hablar con países que dábamos por hecho que estarían con nosotros y a la hora de la verdad no han estado.

Foto: Ian Morris. (Cedida)

P. Hay fuertes críticas a Alemania y otros Estados miembros por su negativa a sanciones más duras. Usted ha explicado sin embargo hace poco que, sin dejar de prestar atención a las sanciones, la prioridad ahora es dar apoyo armamentístico.

R. A corto plazo, sí. La guerra se va a decidir en las próximas semanas y se va a decidir en un campo de batalla. Y alguno ha dicho ante eso que yo no creo en las negociaciones. Sí que creo, ojalá haya negociaciones. Pero el canciller austriaco ha ido a Moscú y ha vuelto como ha vuelto. Ha decidido ir al Kremlin una persona de un país que no es miembro de la OTAN, que tiene relaciones tradicionales con Rusia, que depende mucho de Rusia por el gas, y ha vuelto diciendo que Putin no quiere parar la guerra y no quiere negociar en este momento. Pues si eso es así, la guerra se va a decidir en la guerra, en el campo de batalla. Eso no quiere decir que nosotros no queramos la negociación. Ojalá mañana empezaran a negociar otra vez, pero no es la intención de Rusia.

Hay una crítica orientada a los países que todavía son reticentes a dejar de comprar petróleo y gas. Pero, por otra parte, hay algunas opiniones públicas europeas, y en particular la italiana o la española, pero también otras como la francesa, con una actitud de crítica al apoyo que estamos dando a la guerra. Hay mucha gente que te dice que no hay que fomentar la guerra, que no hay que echar leña al fuego y que no hay que armar a Ucrania. Bueno: no hay que armar a Ucrania dependiendo de lo que se quiera. Si Ucrania no dispusiera del armamento que le hemos suministrado, no hubiera sido capaz de resistir. Hay que saber dónde estamos. Queremos negociaciones de paz, pero te enfrentas con un señor que no las quiere. ¿Qué hacemos con Ucrania? ¿La dejamos de armar para que la guerra se acabe pronto? Como siempre digo: pronto, ¿pero cómo? A mí me gustaría saber cuáles son las razones morales de los que siguen insistiendo en que hay que dejar a Ucrania abandonada a su suerte, porque no armarla es pura y simplemente abandonarla a su suerte. Al final, hay que tomar partido.

placeholder Borrell, durante un discurso ante la Eurocámara. (EFE)
Borrell, durante un discurso ante la Eurocámara. (EFE)

P. Estuvo hace poco en Kiev. Hace algunas semanas, una fuente de la OTAN explicaba que los ucranianos tienen lo más importante en esta guerra: la voluntad de ganar. En su visita, ¿ha notado que siguen teniéndola?

R. Me he encontrado con un Gobierno ucraniano valiente, absolutamente dispuesto a luchar. Explican que se juegan la existencia, la supervivencia como país. Porque no es verdad que Rusia se conformará con quedarse con Crimea e imponer un estatus de neutralidad. En Rusia, en este momento, no lo ocultan. Coge toda la literatura que emana de los medios rusos y la literatura es absolutamente beligerante, negando el derecho de Ucrania a existir como país. Ellos [los ucranianos] son muy conscientes de que están luchando por su supervivencia. Tanto a Zelenski como a su ministro de Defensa y a su primer ministro les vi realmente muy dispuestos a defenderse con todos los medios a su alcance, porque para ellos es existencial. Pero el Gobierno está en control del país y funciona. Ese no es un país que vaya a caer de rodillas mañana.

P. ¿Y qué podemos esperar en las próximas semanas, con esa concentración de la ofensiva en el este?

R. La guerra ha cambiado militarmente porque en vez de una invasión relámpago ahora va a haber una ofensiva concentrada en el Donbás, donde todas las imágenes satelitales muestran una enorme concentración de tropas y medios mecanizados. Seguramente el objetivo ruso es rodear estas tropas y librar allí una batalla decisiva. Por eso es tan urgente que la ayuda militar llegue a Ucrania cuanto antes, y de hecho está llegando.

Foto: Bombardeos en la acería de Azovstal. (Reuters/Ayuntamiento de Mariúpol)

P. Ha hablado mucho sobre la necesidad de que Europa aprenda a hablar la lengua del poder, sobre que la Unión empiece a ser una potencia geopolítica. En Bruselas, siempre nos gusta llevar estas discusiones a las herramientas: qué deben aprobar los líderes, qué nuevos instrumentos debe tener la UE para hacer más. Pero para ser un actor geopolítico lo fundamental, más que nuevas herramientas, es un cambio de actitud. ¿La mentalidad está cambiando y ese cambio parece consistente?, ¿permanecerá más allá de la crisis actual?

R. Las mentalidades no cambian por arte de magia, cambian frente a una realidad distinta. La mentalidad de la Unión Europea está forjada por la voluntad de hacer la paz. La Unión Europea es un instrumento al servicio de construir la paz, primero entre nosotros, los europeos. Eso ha sido conseguido y es un gran éxito. Pero desde luego no fue concebida para ejercer un poder militar y para intervenir en conflictos. Está claro que no es una alianza militar. Pero están cambiando las mentalidades, aunque no cambian igual en todos los países. Y eso es porque la realidad ha cambiado. ¿Por qué? Porque tenemos una guerra convencional, de gran escala e intensidad, a las puertas de casa. Ahora seguimos siendo un conjunto heterogéneo en que las relaciones con Rusia no son todas las mismas. Polonia y Hungría, que antes de ayer formaban parte del grupo Visegrado y estaban a partir un piñón, ahora resulta que están en posiciones muy divergentes con respecto a este conflicto. Pero sí, yo creo que esto va a ayudar a los europeos a tomar conciencia de que la pacificación del mundo a través del comercio y la predicación del Estado de derecho se enfrenta con poderes que no están dispuestos a jugar este juego. Eso debería provocar en la mayor parte de los países europeos una mejor percepción del mundo, cómo es.

Foto: Dos personas lloran ante un nuevo bombardeo en Járkov. (Reuters/Alkis Konstantinidis)

P. Y eso se traduce en estar más preparados en términos de seguridad y defensa.

R. En este mundo, no puedes hacer frente solo utilizando los instrumentos de una Unión con instrumentos de tipo civil, también tienes que tener una capacidad defensiva a la altura de los desafíos. Esa será una de las grandes cosas que vamos a ver si somos capaces de hacer. Desde 2008 hasta ahora, los europeos en su conjunto dividimos prácticamente por dos nuestro gasto militar. Y desde 2014 hasta ahora lo hemos vuelto a doblar. Pero lo hemos hecho de una forma, tanto la reducción como la ampliación, descoordinada. Tenemos muchas duplicidades y muchas carencias. Entre todos, hoy gastamos en armamento convencional tres o cuatro veces más que Rusia. Pero, claro, no somos un ejército con la capacidad militar que tiene el ejército de un único Estado y no lo seremos durante mucho tiempo. Es un tópico hablar del Ejército europeo. Pero deberíamos intentar evitar duplicidades y evitar brechas y carencias. Y esa es la tarea que nos toca hacer a los que construimos una política de seguridad común. Vamos a intentar gastar mejor, gastar más, sí, pero también mejor. Claro, eso implica entrar a decirle a cada Estado miembro de qué manera tiene que organizar su gasto militar, y eso es algo que toca la soberanía de cada país. Por eso es tan difícil, pero hay que hacerlo.

P. Y ese es un objetivo prioritario en el corto plazo, entiendo.

R. Lo tiene que ser. Los europeos, frente al mundo que se nos viene encima, tenemos que tener más capacidad de autodefensa.

P. Y las implicaciones de ese nuevo mundo que se parte en dos, ¿cómo afectan en la cuestión de la rivalidad entre China y EEUU?

R. Esto podría provocar un cambio radical de la globalización, tal como la hemos entendido hasta hoy. La hemos construido sobre la idea de la complementariedad entre Estados Unidos, Europa y China. Básicamente, la globalización ha sido eso, ha sido la entrada en los mercados mundiales de países que hace 40 años no existían como potencia económica y que se han puesto a producir en estricta complementariedad con las economías occidentales. Si el mundo se divide ahora, va a producir una distorsión grande en la estructura económica internacional. El efecto de las sanciones puede dividir el mundo en dos áreas comerciales diferentes. Si de verdad las sanciones se mantienen y son seguidas por todos, van a condicionar los flujos comerciales y financieros. Y la situación actual provocará también una crisis alimentaria muy grave, por el bloqueo de la exportación de trigo. Ya avisó el secretario general de Naciones Unidas el otro día: habrá una crisis alimentaria que va a provocar crisis políticas seguro en muchos países africanos muy frágiles.

placeholder Borrell, durante su visita a Kiev, junto al presidente ucraniano y la presidenta de la Comisión Europea. (EFE)
Borrell, durante su visita a Kiev, junto al presidente ucraniano y la presidenta de la Comisión Europea. (EFE)

P. Habla de un cambio fundamental, de un mundo nuevo, más conflictivo, más complicado y enfrentado. El Apocalipsis siempre te queda a la espalda y no suele coincidir con las fechas que se le atribuyen. ¿Cuándo se rompió el mundo anterior? ¿Con la invasión rusa de Ucrania?

R. Si hablamos de complementariedad entre China y Estados Unidos, insisto, la globalización se ha basado en esta complementariedad, seguramente la llegada de Trump provocó ya una ruptura del sistema o una puesta en cuestión. Con Trump deciden [los EEUU] que este sistema no les conviene. China está ganando demasiado y a nosotros, los americanos, nos perjudica y empieza a minar nuestra fábrica social. Pero en ese momento nadie pensaba que iba a haber una guerra en Europa. Estados Unidos ya se había ido más y más del escenario europeo. El chasquido de la estructura económica fundamental de la globalización se había producido y el frente militar estaba ya en el Pacífico. El gran favor que le ha hecho Rusia a China es que ha abierto un segundo frente, usando la terminología de la Segunda Guerra Mundial. Ha abierto un segundo frente y ha provocado el 'crack' de todo el sistema. Ha llevado Rusia hacia China y ha provocado el cuestionamiento de la dependencia respecto a Moscú.

P. La famosa dependencia energética.

R. Hemos construido esa dependencia de Rusia también durante este tiempo. Era muy arriesgada y ahora tenemos que a toda prisa tratar de recuperar nuestra autonomía energética. Eso va a reforzar la dependencia o la inclinación de Moscú hacia China, porque creemos que querrá venderle su gas y su petróleo. Pero para eso tendría que construir infraestructuras muy costosas, al menos para el gas. Nosotros nos libraremos mucho antes de la dependencia del petróleo que del gas, porque el petróleo tiene alternativa. Su transporte es más sencillo. Los siguientes pasos hay que darlos eliminando la dependencia energética respecto a Rusia. La verdad es que desde que Putin en 2007, en Múnich 2007, hizo ese discurso [en la Conferencia de Seguridad de Múnich], ya teníamos que haberle visto las orejas. En 2014 ya estaba claro que tenía unas orejas así de grandes [ríe], pero seguimos aumentando nuestra dependencia. Seguimos argumentando que Nord Stream 2 era un proyecto estrictamente económico.

P. Pero ahí Alemania ha tenido mucho que ver, ha contribuido a llevar a Europa a una posición delicada.

R. Y Francia, que también ha querido mantener un diálogo con Rusia de potencia a potencia. Por una parte, era evidente que había que intentar mantener a Rusia dentro de un ámbito de influencia. Pero probablemente esa voluntad de mantener con Rusia la relación que formaba parte del ADN europeo, de relaciones comerciales, pues no se ha visto correspondida por la evolución interna del régimen ruso de Putin de hoy, que no era el de hace unos años. Pero vamos, después de Crimea [la anexión ilegal de 2014], ya no había duda de quién era Putin.

Incluso en el lunes de Pascua, festivo en las instituciones europeas, el teléfono de Josep Borrell, alto representante de la Unión para Política Exterior y de Seguridad, echa humo. Cuando se deja caer en un sillón del Hotel Palace, a pocos metros del Congreso de los Diputados de Madrid, el jefe de la diplomacia europea lleva ya bastantes llamadas que se centran en un mismo tema: cómo aumentar el apoyo militar a Ucrania.

Conflicto de Ucrania OTAN Josep Borrell
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