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Por qué la retransmisión de atentados en Israel se ha convertido en una 'snuff movie' permanente
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OLEADA DE ATAQUES EN TEL AVIV

Por qué la retransmisión de atentados en Israel se ha convertido en una 'snuff movie' permanente

Desde 2015, informativos de televisión, medios y redes difunden imágenes en bruto captadas casi en directo cuando se producen atentados. En la última oleada en Tel Aviv, este fenómeno está alcanzando nuevas cotas. ¿Por qué?

Foto: Fuerzas de seguridad de Israel patrullan Tel Aviv tras un atentado en el centro de la ciudad. (Reuters/Abir Sultan)
Fuerzas de seguridad de Israel patrullan Tel Aviv tras un atentado en el centro de la ciudad. (Reuters/Abir Sultan)

Un atacante palestino mató a tres personas en Tel Aviv el pasado miércoles 6 de abril. El horror de la acción logró mantener a cientos de miles de habitantes de la ciudad pegados a las pantallas, aterrorizados, durante una noche entera. Este dramático monopolio de la atención no lo logró solo.

El atentado, el primero de una oleada que se abate sobre el corazón de Israel, tuvo lugar en una gasolinera y frente a un centro comercial de la ciudad de Beersheva el 22 de marzo. La ubicación hizo que fuera captado por las cámaras de seguridad del lugar y complementado con las grabaciones móviles de los viandantes, todo retransmitido tal cual por los informativos de televisión, replicado al extremo en redes sociales y difundido de nuevo por periódicos y otros medios digitales.

Foto: Evacuación del herido en la mezquita de Al-Aqsa. (EFE/Abir Sultan)

En las imágenes, se veía a un hombre caminando apresuradamente hacia una mujer a la que clavaba un puñal repetidamente. De los estertores de la moribunda y el nerviosismo del atacante, los que miraban pasaban a ver cómo el agresor, un palestino ciudadano israelí, se acercaba a otra persona y le clavaba el cuchillo. Luego, apuñaló a otro más. Poco antes, había atropellado a una cuarta víctima, un ciclista. Finalmente, fue abatido a tiros por dos civiles armados.

Una semana después, otro atacante palestino tiroteó a civiles en Bnei Brak, ciudad colindante a Tel Aviv, matando a cinco. Filmado por vecinos de la zona, todo el país vio en bucle cómo disparaba un fusil de asalto M16 contra personas fuera de un supermercado, al conductor de un coche y contra un paramédico, con el que no logró acabar porque se le atoró el arma. Los familiares del conductor del vehículo se quejaron amargamente de que se tuvieron que enterar de su muerte viendo el estremecedor vídeo. En esta suerte de retransmisión coral en vivo, las cámaras GoPro de la policía tomaron el relevo a las cámaras de los móviles. Así se pudo ver cómo un agente acabó con la vida del terrorista, mientras que su compañero era fatalmente herido en la acción.

Foto: Expertos forenses de la policía israelí trabajan en el lugar de un atentado en el que un hombre armado mató a varias personas en una calle principal de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv, Israel. (Reuters/Nir Elias)

El cuarto atentado sucedió el 27 de marzo, en un restaurante en una intersección en la ciudad norteña de Hadera. La trama se repite. Dos jóvenes policías de fronteras son acribillados a balazos por parte de dos atacantes palestinos. Capturados por las cámaras de seguridad instantes antes del crimen, se ve cómo se preparan, sacando los rifles de bolsas, cargándolos, quitándose las chaquetas. Se les ven las barbas, las camisas largas, los saltitos de nerviosismo, la carrera hacia las futuras víctimas. La cámara de seguridad alcanza a mostrar un cuerpo que cae al suelo.

Y la pregunta que algunos analistas de medios, psicólogos y sociólogos se hacen ahora es, ¿realmente es necesaria esta retransmisión al detalle?

El fenómeno del teleterror

La era 'snuff movie' (películas de terror supuestamente reales) de la televisión israelí comenzó con la llamada 'Intifada de los cuchillos', en 2015, cuando 'lobos solitarios' palestinos —otro eufemismo— atacaban con objetos punzantes a israelíes o personas que creían que eran israelíes —hubo varios casos de palestinos apuñalando a palestinos—.

En estos años, se han visto atacantes de todas las edades utilizando toda clase de objetos afilados, desde tijeras hasta cuchillos de cocina, pasando por destornilladores, agrediendo a viandantes; pero también embistiendo con vehículos contra personas. Y tanto la suerte de los atacados como la de los atacantes, que la mayoría de las veces son abatidos a tiros por fuerzas de seguridad israelíes o civiles armados, se han ido emitiendo tal y como se han registrado, con el ocasional difuminado de rostros.

Tan solo en la Ciudad Vieja de Jerusalén, de un kilómetro cuadrado, hay 400 cámaras de circuito cerrado instaladas por la municipalidad. En toda la ciudad, hay unas 1.000, según un informe de la ONG Who Profits. Y esos registros digitales, cuyo objetivo es mantener la seguridad, se empezaron a compartir y consumir masivamente como información habitual.

"Querer ver este tipo de imágenes de muerte sirve para enfrentar partes de nosotros mismos que no podemos enfrentar directamente"

"Querer ver este tipo de imágenes de muerte sirve para enfrentar partes de nosotros mismos que no podemos enfrentar directamente", explica la psicóloga Tal Matalón en una entrevista con El Confidencial. "Son un objeto con el que se establece un diálogo catártico hasta cierto punto. Por ejemplo: eso que pasa allí es malo, pero yo no lo soy", agrega la experta.

Tal vez su uso desmesurado por parte de los medios responda a esa misma necesidad psicológica colectiva, junto al viejo adagio de que 'la tragedia vende'. “La necesidad de consumir este tipo de producto 'snuff' es la misma que la de comprar otro par de zapatos que realmente no se necesitan. Ninguna”, argumenta el sociólogo Jérôme Bourdon. “Pero si hay un constante flujo empujando bajo el logo ‘necesitas saber’, se sale de control. Como ahora”.

Muchos periodistas y profesionales de la información se han defendido de las acusaciones de los cuerpos de seguridad de haber puesto en peligro la operación de seguridad con su cobertura del atentado de Tel Aviv alegando que su trabajo, lejos de superfluo, es necesario. El público está en su derecho de saber. Tal vez la pregunta sea, ¿saber qué?

Los detalles, quieras o no

“Mientras mi hijo jugaba 'online' con amigos del barrio, uno de ellos dijo que oía tiros, y no los del juego. Mi hijo se asomó muy tenso al salón y me pidió que escuchara lo que él escuchaba. El amigo vive en la calle Dizzengof, donde sucedió el ataque. Así nos enteramos de que algo pasaba muy cerca. En pocos minutos comenzó la avalancha informativa, porque el ataque sucedió justo durante los informativos”, relató una madre sobre el día del atentado. “La televisión contaba [el ataque], los WhatsApp grupales se llenaban de pseudo información y estos niños siguieron jugando con una oreja puesta en los informativos y en las reacciones de sus familiares”.

Los padres que quisieron mantener a sus hijos ajenos al drama esa noche la tuvieron muy complicada. Las ambulancias y coches patrulla ululaban por toda la ciudad, los helicópteros sobrevolaban los edificios y los presentadores y corresponsales de los informativos ocuparon todo el espacio mediático.

Se reproducían imágenes del destrozo en el bar en el que el atacante disparó, las entrevistas con los testigos y la actividad de las fuerzas de seguridad —se desplegaron más de un millar de efectivos por el centro de la ciudad—, ya que el agresor se había dado a la fuga. Varios periodistas se mantuvieron pegados a los soldados de las unidades antiterroristas que recibían informaciones y corrían de un edificio al otro buscando en los rellanos y dentro de los pisos. Y así una hora tras otra. Porque en estos casos, los informativos son eternos. Algún locutor recomendó al público no abandonar sus casas ni asomarse a las ventanas, porque no se sabía dónde estaba el atacante. Y cientos de miles de telavivienses lo acataron.

Foto: El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski. (Getty)

La mayor parte de israelíes sabe que parte del protocolo de seguridad es no dar información (ni dónde caen misiles, cuando caen, ni qué tipo de actividad militar hay) porque si uno lo está viendo en su casa es de suponer que también lo hacen los del otro bando, sea el que fuere. Y así, en un despliegue de dejadez, durante horas se vieron armas desenvainadas, equipos de protección y rostros de militares y policías y su modo de operar.

Al día siguiente el Ejército, la policía y el servicio de seguridad interior, Shin Bet, criticaron en un comunicado conjunto a los medios por haber dado información “al enemigo” al haber mostrado a unidades especiales en todo su esplendor y haber convertido la persecución en un “reality show' sin autocensura ni autocrítica”.
Quien aguantó nueve horas de esto supo que al final el atacante fue abatido durante el arresto al que se resistió en el exterior de una mezquita en el sur de la ciudad, en Yafo.

Cuando la tele compite con las redes sociales…

Tal vez la persecución de las generalmente eficaces fuerzas israelíes duró tanto porque el atacante seguía también las noticias y no-noticias en su móvil; “son dos atacantes”, “hay tres puntos de tiroteos”, “hay informes de que va por la calle Ibn Gavirol”, “es posible que esté en este edificio, no se descarta que tenga rehenes”, etcétera. Quién sabe.

La crítica de televisión del diario 'Haaretz', Yasmin Levy, sugirió que algunos medios competían con “los 'wasaperos'más sedientos de sangre” y a lo que apunta esta cobertura es a un problema agregado (y tan viejo como la comunicación humana, por cierto), cuando las fuentes de información no están claras, provienen de rumores, de datos no confirmados, de comentarios, generados y dispersados en las redes sociales y que, en más ocasiones de las que se admiten, los periodistas, encargados de filtrar y contrastar, no lo hacen. A decir del sociólogo Bourdon, es el exceso de exposición el que hace que las cosas escalen.

Foto: Ataque en la ciudad de Beersheba, en el sur de Israel. (Reuters/Dudu Grunshpan)

“El ratito ese que vivimos de ‘se pide al público que no salga de casa, es peligroso’ me trasladó totalmente a la situación de hace dos años con el primer confinamiento por el coronavirus”, recordó la vecina Ruth Gutter. “Cuando vivíamos con miedo a respirar, limpiábamos todo con alcohol, sin salir de casa durante meses, y cuando salíamos al súper o a fumar un cigarrillo o a bajar la basura había drones encima de nuestras cabezas, no sé con qué objetivo, pero yo tenía miedo de que me fulminaran con un láser por no llevar mascarilla… Pues con el atentado sentí un 'flashback' de aquello”.

Desde el punto de vista psicológico, la necesidad de información es básica para calmar la incertidumbre, explica la psicóloga Matalón. “Y a falta de conocimiento e información real, como en este tipo de casos, los medios asumen el papel de unir frente al miedo. Ahora, el problema está cuando no saben cribar y logran exactamente lo contrario, exponiendo contenido que no solo no reduce la ansiedad y el miedo, sino que los aumentan”.

'Déjà vu'

La relación problemática del terrorismo con los medios de comunicación comenzó en las Olimpíadas de Múnich de 1972, cuando los palestinos de Septiembre Negro secuestraron y mataron a 11 israelíes del equipo olímpico. “La operación de rescate de la policía alemana retransmitida por las televisiones en vivo interfirió de tal modo que los atacantes supieron que estaban a punto de arrestarlos porque lo vieron en la tele”, recuerda el sociólogo Bourdon. Minutos antes, aún actuaban confiados en que las autoridades alemanas habían accedido a sus demandas gracias a las que volarían a Egipto con los secuestrados.

En la controvertida, por fallida, operación de la policía alemana de rescatar a nueve de los rehenes israelíes —otros dos ya habían sido asesinados— convergían varios factores, según los historiadores, y entre ellos el papel de los medios. Dieron información falsa, reportaron intensamente y, si no contribuyeron de algún modo al fracaso de la operación, sí inauguraron una era plagada de dilemas que dura hasta el día de hoy: sobreinformar sobre terrorismo.

Foto: Un ucraniano judío apunta con un arma de juguete durante la fiesta del Purim tras llegar a Israel huyendo de la guerra. (Reuters/Amir Cohen)

Algo tan útil desde el punto de vista mercantil para las cadenas de televisión como ideológico para los terroristas que alcanzan su objetivo principal: popularizar sus causas, pero también problemático para los medios. Informar menos puede dañar su credibilidad o hacer aumentar los rumores, pero sobreinformar produce un efecto de imitación en potenciales atacantes.

Mientras se siguen dirimiendo los códigos de conducta periodísticos desde hace por lo menos 50 años (cuando se inventaron las cámaras ENG que transmitían directamente a los estudios), en la noche del 6 de abril las redes sociales propagaron (des)información sin filtro, las teles trataron de ponerse a su par y quien se sentó frente a los informativos sin contexto podría haber creído estar viendo un episodio del 'thriller' 'Fauda', la serie que lleva el conflicto entre israelíes y palestinos al servicio de Netflix de millones de personas en todo el mundo.

Un atacante palestino mató a tres personas en Tel Aviv el pasado miércoles 6 de abril. El horror de la acción logró mantener a cientos de miles de habitantes de la ciudad pegados a las pantallas, aterrorizados, durante una noche entera. Este dramático monopolio de la atención no lo logró solo.

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