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'Forenses' de la invasión: recabando pruebas de los crímenes rusos en las calles de Borodyanka
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'Forenses' de la invasión: recabando pruebas de los crímenes rusos en las calles de Borodyanka

Ucrania recopila todas las pruebas posibles sobre la autoría de los crímenes cometidos por las tropas rusas en las ciudades ocupadas. El Confidencial acompaña a un equipo de investigadores

Foto: Vitaly, agente de policía militar, entra en una de las casas utilizadas por los rusos como cuartel en Borodyanka. (Alicia Alamillos)
Vitaly, agente de policía militar, entra en una de las casas utilizadas por los rusos como cuartel en Borodyanka. (Alicia Alamillos)

Pertrechado con su Kalashnikov y un cigarrillo encendido permanentemente entre los labios, Vitaly pisa con cuidado el suelo lleno de escombros. Hace un gesto para que me quede unos metros por detrás; tras su retirada, las tropas rusas pueden haber dejado minas antipersona u otras trampas explosivas. Estamos en Borodyanka, un nuevo hito del horror de la invasión rusa, a 52 kilómetros de Kiev y apenas a 25 de Bucha. Tras un mes de agresiva ocupación rusa, esta pequeña localidad ha quedado arrasada hasta los cimientos. Apenas cinco días después de su liberación, un contingente de agentes de policía ucranianos peinan la ciudad para documentar posibles crímenes de guerra perpetrados por el Ejército de Moscú. Las pruebas que logren recabar serán clave para identificar y —quién sabe si en el futuro— juzgar a los responsables, escalando hasta el mismísimo Vladímir Putin.

En Borodyanka, los cadáveres que jalonaban la calle principal ya han sido retirados, pero las vías siguen cuajadas con los esqueletos retorcidos y anaranjados de óxido de los coches, tanques y camiones abandonados entre bloques de apartamentos. La destrucción es total y el rastro del intenso fuego de artillería y metralla es visible por toda la ciudad. Según estiman las autoridades locales, bajo los escombros permanecen todavía los cuerpos de hasta 200 vecinos de una localidad que antes de la guerra de Ucrania apenas contaba 13.000 habitantes. Los vecinos relatan casos de desapariciones forzosas y asesinatos a sangre fría.

placeholder Escenas de destrucción en Borodyanka, Ucrania. (Alicia Alamillos)
Escenas de destrucción en Borodyanka, Ucrania. (Alicia Alamillos)

Bucha destapó el horror de la ocupación al mundo, pero la situación en Borodyanka es incluso más dramática, aseguró el presidente Volodímir Zelenski. En apenas tres días, se han contabilizado al menos 410 cadáveres de civiles en las zonas recuperadas de la región de Kiev, como Bucha, Makariv y Borodyanka. Y las víctimas solo están empezando a emerger. "El mundo ha visto muchos crímenes de guerra, ha llegado el momento de hacer que los delitos cometidos por las tropas rusas sean los últimos", defendió el presidente ucraniano al anunciar la creación un mecanismo de justicia especial para investigar estos hechos.

Probaremos cada crimen

Vitaly y Konstantin son apenas dos agentes de la miríada de unidades de Policía e Investigación militar que Ucrania ha enviado a los pueblos cercanos a la capital para reconstruir los eventos y sustentar una investigación judicial. "Los territorios liberados de la región de Kiev son una escena del crimen", ha asegurado la fiscal general de Ucrania, Irina Venediktova. "Este es un infierno que necesita ser documentado para castigar [a los responsables], estamos recolectando pruebas para los tribunales nacionales y la Corte Penal Internacional de La Haya. Probaremos cada crimen", prometió.

No es tarea fácil. El objetivo no es solo identificar a los fallecidos y las causas. Se busca establecer la presencia de unidades concretas, cadenas de mando y misiones operativas de las tropas rusas destacadas en Borodyanka, una de las primeras ciudades asaltadas en la fallida embestida relámpago contra Kiev. Se estudiarán vehículos y equipos. Municiones, posiciones y detalles. Identificaciones concretas. Cuando todos los agentes sobre el terreno entreguen sus informes, se podrá tener una idea —más o menos precisa— de cómo evolucionó la ocupación del enclave, cuándo entraron, qué hicieron y cómo se fueron. Esas conclusiones irán a engordar un sumario general con todas las investigaciones en el área para acusar a Rusia de crímenes de guerra.

"Estamos buscando documentos, órdenes, anotaciones o comunicaciones; cualquier cosa que ayude a identificar a quienes estuvieron aquí", explica Konstantin, exmilitar de la brigada 81 de paracaidistas y el más locuaz de los dos agentes. Cuenta que, cuando las tropas ucranianas lograron recuperar Hostomel, escenario de una de las más cruentas batallas por el control del aeropuerto, encontraron muchísima documentación e incluso fotografías que les permitieron identificar a los soldados rusos que participaron en la ofensiva. "Aquí está más limpio, han tenido tiempo de recoger". Cuando los rusos abandonaron la ciudad el 31 de marzo, dinamitaron el puente de acceso por carretera, para retrasar un posible ataque ucraniano contra su retaguardia.

placeholder Konstantin, investigando entre los restos dejados por los rusos en Borodyanka. (Alicia Alamillos)
Konstantin, investigando entre los restos dejados por los rusos en Borodyanka. (Alicia Alamillos)

Abres la puerta y ¡bam!, explota

Vitaly, también veterano del Ejército como ingeniero experto en explosivos, es el que toma la delantera y va entrando en cada uno de los edificios del cuadrante que les ha tocado investigar. Ahora nos internamos en lo que había sido una sede administrativa del Ministerio de Justicia en Borodyanka y que los rusos habrían empleado como puesto de mando. La ‘V’, uno de los símbolos rusos en la guerra, preside ominosa las paredes. Cada vez que el militar detecta una puerta sospechosa, utiliza un largo cable atado al pomo para abrirla a cierta distancia. En Bucha, explica, los rusos habían colocado más de un millar de artefactos explosivos en casas —"abres la puerta y ¡bam!, explota"—, calles o jardines.

Los restos que evidencian un Ejército mal financiado y con problemas de suministro se ven por todas partes. Latas de comida expoliadas de los supermercados locales y tarros de conservas caseras y encurtidos robadas a los vecinos. No hay rastro ni de una triste comida caliente. Ropa de abrigo civil usada y abandonada. Teléfonos rotos. Colchones en el suelo junto a unas maderas que quemaban para calentarse. Inmundicia generalizada entre detalles de toque ‘militar’ —como colocar cinta adhesiva roja sobre las luces para facilitar la visión sin ser detectados—.

En una esquina del edificio, los policías encuentran una bolsa con una máscara antigás todavía sin utilizar. Konstantin señala una pequeña marca en la bolsa. "A veces marcan el equipo con el nombre del batallón al que pertenece. Esto nos lo quedamos. Con este tipo de evidencia, incluso pequeña, podemos saber qué tipo de unidades estuvieron y dónde".

Un mes en el sótano de casa

Las autoridades ucranianas han pedido la colaboración de los vecinos en la investigación, recabando testimonios de testigos, fotografías o vídeos que permitan identificar, con nombres y apellidos, a los soldados responsables de los asesinatos, torturas, violaciones, robo, extorsión u otros crímenes. Mientras acompaño a Vitaly y Konstantin, varios vecinos se acercan para denunciar "el salvajismo" de las tropas de ocupación.

Tanya, de 63 años, narra la desaparición de una vecina a la que unos rusos arrastraron fuera de su casa y desde entonces no la ha vuelto a ver. Otro vecino, Vova (diminutivo de Vladímir), cuenta que ha pasado el último mes encerrado en el sótano de su casa, sin atreverse a salir por miedo a que los rusos lo mataran de un tiro. Su casa estaba justo detrás de uno de los edificios utilizados por las tropas de ocupación. Todos hablan de la destrucción sistemática de viviendas, del frío, la desconexión y el hambre. Las infraestructuras básicas —electricidad, agua, teléfono— fueron las primeras en caer bajo los bombardeos de la avanzadilla rusa que, tras ocupar la ciudad, se entregó al pillaje de tiendas y supermercados, acaparando comida, alcohol, combustible y todo tipo de suministros.

Muchos vecinos lograron huir, pero las marcas de disparos en las lunas y manchas de sangre en la tapicería de los coches abandonados en las carreteras de salida de la ciudad confirman las historias de disparos indiscriminados a los que intentaban escapar. El Kremlin ha defendido que “ningún civil ha sufrido ninguna acción violenta por parte del Ejército ruso”, y que las imágenes de cadáveres en las calles de Bucha y otros enclaves son "un montaje" contra Rusia.

placeholder El cadáver de un vecino de las afueras de Bucha, todavía sin retirar. (Alicia Alamillos)
El cadáver de un vecino de las afueras de Bucha, todavía sin retirar. (Alicia Alamillos)

"El que aprieta el botón de esta bomba, de ese Kalashnikov, no es Putin, es un soldado. Y él es tan culpable como Putin y tiene que ser juzgado por genocidio", asevera Konstantin. Las autoridades ucranianas han denunciado que los crímenes contra los civiles han sido generalizados y ponen como ejemplo artículos como el publicado la semana pasada por el medio estatal ‘Ría Novosti’, donde se abogaba por el asesinato de todos “los nazis” —terminología que utiliza el Kremlin para justificar su invasión de Ucrania—. "Deben ser eliminados en la mayor cantidad posible [...]. La mayoría de la gente es culpable, son nazis pasivos, colaboracionistas de los nazis", dice el artículo.

Ucrania va tomando nota. "No es solo texto, es una de las pruebas para el futuro tribunal contra los criminales de guerra rusos. Describe un procedimiento claro y calculado para la destrucción de todo lo que hace a los ucranianos ucranianos", sostuvo Zelenski esta semana.

Entre cadáveres y escombros, la "desucranización" del país también se ha cobrado sus símbolos, incluso en esta pequeña localidad del norte de Kiev. En la plaza principal de Borodyanka, el enorme busto de Taras Shevchenko —el gran poeta de la identidad ucraniana— ha sufrido una ‘ejecución sumaria’ con dos tiros en la cabeza. Dos agujeros de bala en el bronce para silenciar los versos que le dedicaba a la Ucrania de entonces y la de hoy: "Sigue luchando, ganarás seguro".

Pertrechado con su Kalashnikov y un cigarrillo encendido permanentemente entre los labios, Vitaly pisa con cuidado el suelo lleno de escombros. Hace un gesto para que me quede unos metros por detrás; tras su retirada, las tropas rusas pueden haber dejado minas antipersona u otras trampas explosivas. Estamos en Borodyanka, un nuevo hito del horror de la invasión rusa, a 52 kilómetros de Kiev y apenas a 25 de Bucha. Tras un mes de agresiva ocupación rusa, esta pequeña localidad ha quedado arrasada hasta los cimientos. Apenas cinco días después de su liberación, un contingente de agentes de policía ucranianos peinan la ciudad para documentar posibles crímenes de guerra perpetrados por el Ejército de Moscú. Las pruebas que logren recabar serán clave para identificar y —quién sabe si en el futuro— juzgar a los responsables, escalando hasta el mismísimo Vladímir Putin.

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