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¿Cuáles son los próximos movimientos de Putin? Puntos clave del nuevo mapa de la invasión rusa
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¿Cuáles son los próximos movimientos de Putin? Puntos clave del nuevo mapa de la invasión rusa

El consenso entre los analistas militares es que Rusia planea una guerra de desgaste en el este y el sur

Foto: Un tanque prorruso en las calles de Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)
Un tanque prorruso en las calles de Mariúpol. (Reuters/Alexander Ermochenko)
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La invasión rusa de Ucrania parece haber alcanzado un paréntesis, una “pausa operacional”. Los combates y los bombardeos continúan en varias regiones, pero los objetivos rusos, dada la resistencia ucraniana y su fallida estrategia original, han cambiado. El Kremlin se dispone a completar la conquista del Donbás, iniciada en 2014 bajo el disfraz de una insurrección espontánea. Las teorías y los mapas se suceden intentando despejar los interrogantes. ¿Cuánto tardarán los rusos en reposicionar sus tropas? ¿Intentarán ocupar toda la ribera del mar Negro? ¿Dónde veremos la siguiente batalla?

Tras el frustrado intento de decapitar el Gobierno ucraniano y de consolidar las avances en el norte, el consenso de los análisis militares, empezando por el de Kiev, es que Rusia planea una guerra de desgaste en el este y el sur. Quizá con la esperanza de drenar los recursos del Ejército ucraniano, necesitado, aparentemente, de armamento pesado y munición.

Los puntos sensibles a tener en cuenta en las próximas semanas son Izyum, situado entre Járkov y el Donbás, que en estos momentos sufre duros combates y que los rusos pueden usar de trampolín; Rubizhne, Popasna y Sievierodonetsk, todos en la región de Lugansk, y, por supuesto, el enclave portuario de Mariúpol, casi totalmente destruido por las bombas rusas y escenario de una aguda crisis humanitaria. Desde hace días, ambos bandos reivindican estar en posesión de la mayor parte de la ciudad, de unos 400.000 habitantes antes de la guerra.

Pero la guerra es dura, es sucia y es complicada. Una obviedad que, sin embargo, solemos pasar por alto, absorbidos por las teorías y los mapas: atrapados en el limpio, coherente y muchas veces ingenuo plano de la abstracción. Como si la guerra fuera un juego de 'Risk' o de 'Command & Conquer'. El mismo error que podrían haber cometido los generales rusos con sus expectativas de operación quirúrgica.

El aspecto funcional de la guerra

“La guerra está mal, pero también es muy dura. Y a veces nos olvidamos del aspecto funcional porque nos centramos mucho en el aspecto ético”, dice a El Confidencial Phillips O’Brien, historiador de la guerra y profesor de Estudios Estratégicos de la Universidad de St. Andrew. “Desde el principio, he tratado de destacar lo dura que realmente es la guerra, y lo imparable y destructiva”.

O’Brien es uno de los más agudos observadores de la invasión rusa, plagada, sobre todo del lado de los agresores, de múltiples fallos logísticos, errores de cálculo y todo tipo de imponderables, como el barro o el frío o la dificultad de cambiar los neumáticos, castigados por las turbulentas carreteras ucranianas. Una de sus especialidades, como refleja en su libro 'How the War Was Won: Air-Sea Power and Allied Victory in World War II', es el desgaste de material bélico.

Foto: Soldados ucranianos se calientan en una hoguera en las inmediaciones de Kiev. (EFE/Alisa Yakubovych)

Así que sus análisis de las capacidades rusas sobre el terreno suelen ser un poco más comedidos. “Sería muy difícil que las tropas que se han retirado del norte sean instantáneamente mandadas al Donbás y se pongan a luchar”, explica. “Están agotadas, han sufrido enormes bajas, y han perdido muchos de sus equipos. Esas tropas tendrán enormes dificultades en reposicionarse. Y no estoy seguro de que puedan reposicionar las que están en el este y el sur porque sus líneas ya están demasiado estiradas. Si hay alguna fuerza significativa para el Donbás, seguramente vendrá de fuera. Tendrán que reclutarla o transferirla desde partes de Rusia”.

Algunos analistas y militares retirados, como el excomandante de la OTAN, Wesley Clark, piensan que los rusos tratarán de hacerle una pinza a Dnipro, la ciudad industrial emplazada en el río Dniéper que se ha convertido en un centro de acogida de desplazados internos. Sobre el mapa, tendría todo el sentido. Pero Phillip O’Brien tiene algunas dudas. “No creo que los rusos lleguen cerca de Dnipro. Si lo consiguen, entonces el Ejército ruso está en mejor forma de lo que creíamos. Ni siquiera ha tomado Zaporiyia, por donde tienes que pasar en la carretera hacia Dnipro”. Odesa, pese a los amagos y por las mismas razones, también podría estar fuera del alcance ruso.

Una de las grandes dificultades para Rusia es que, al no dominar el centro de Ucrania, tiene que mover estas tropas por fuera de sus fronteras: por Rusia y Bielorrusia. Lo que se antoja un gran problema logístico. Especialmente si no dominan Járkov, la segunda ciudad más poblada de Ucrania y el nudo que une el norte con el Donbás. Las casi seis semanas de asedio, pese a la destrucción, no han dado su fruto.

Foto: Cuerpos de civiles ucranianos yacen en las calles de Bucha, cerca de Kiev. (Reuters/Zohra Bensemra)

Mark Hertling, excomandante de las tropas norteamericanas en Europa, destacaba lo mismo esta semana: mientras los ucranianos pueden mover a sus tropas por el interior, cubriendo distancias relativamente cortas, Rusia tiene que hacerlo por fuera de Ucrania. Sus líneas de reposicionamiento, desde Kiev hasta Odesa, teniendo que salir por Bielorrusia y entrar por el sur del Donbás, miden en total 2.200 kilómetros. Más distancia de la que existe entre Madrid y Praga.

Incógnitas de la nueva fase

Hay otros elementos de esta guerra que están incompletos, o que nos faltan, lo cual añade una sombra de incertidumbre. De Rusia conocemos información aproximada de sus bajas. Sabemos que Moscú podría haber perdido, entre muertos, heridos y prisioneros de guerra, hasta un 25% de los 140.000 soldados desplegados en Ucrania. Solo los muertos rondarían, según la OTAN, entre 7.000 y 18.000. Por comparación, la Unión Soviética perdió 14.400 soldados en Afganistán. Una cifra muy parecida a la de los muertos causados entre 2014 y 2022 en la guerra del Donbás. Respecto a los equipos, los rusos podrían haberse quedado sin 700 tanques. El uso masivo de tanques ha extrañado a los especialistas: no estamos en 1941. Y los ucranianos se han estado despachando a gusto con sus drones Bayraktar y sus misiles Javelin.

El problema, desde el punto de vista de la observación, es que no sabemos casi nada del lado ucraniano. Quizá, para mantener la moral de la población y de las propias tropas, el Gobierno de Volodímir Zelenski apenas informa de los reveses. No sabemos cuántos soldados ucranianos han muerto o han sido hechos prisioneros.

Foto: Cuerpos sin identificar encontrados y fotografiados en un crematorio cerca de Kyiv. (Thomas Peter/Reuters)

“Es muy difícil saber cuáles son las pérdidas de personal, y eso es lo que realmente importa para Ucrania”, dice O’Brien. “El tipo de equipos con los que luchan fueron capturados de los rusos. Y es un equipo, por lo general, ligero, y la cuestión es qué se les manda. Tienen muchas cosas portátiles que son muy efectivas, pero que se están gastando a buen ritmo”.

El presidente Zelenski lleva desde el comienzo de la guerra pidiendo cazas de combate y sistemas de lanzamisiles S-300. Armamento pesado que les serviría para contrarrestar la superioridad aérea de los rusos: una ventaja que Moscú puede usar para continuar allanando ciudades y neutralizar las operaciones ucranianas.

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Polonia y Eslovaquia han dicho estar dispuestos a dar a Ucrania estas armas, pero Washington, quizá por miedo a provocar un conflicto militar directo entre Rusia y la OTAN, ha vetado las iniciativas. Tras conocerse la masacre perpetrada en Bucha contra civiles indefensos, Zelenski ha renovado sus peticiones, pero Washington, por el momento, parece seguir dudando. La Administración Biden ha dado hasta la fecha 2.300 millones de dólares en “asistencia de seguridad” a Ucrania. La mayoría de los misiles Javelin y Stinger que llegan al país proceden de los excedentes americanos.

Cuando le pregunto a O’Brien cuál cree que es el objetivo final de Vladímir Putin, este se envuelve en la niebla de la guerra. “No lo sé. Yo era uno de los que no se podían creer que lanzas esta guerra porque sería un gran desastre, pero él la lanzó, así que, ¿me preguntas qué hará después? Si fuera él, me gustaría encontrarle una salida a esta guerra. Pero no soy él y claramente ni me escucha. Parece creer que su objetivo final está basado en conseguir una serie de ganancias limitadas en el este y el sur, y consolidarse y luchar desde ahí. El problema es que eso no es fácil”.

La invasión rusa de Ucrania parece haber alcanzado un paréntesis, una “pausa operacional”. Los combates y los bombardeos continúan en varias regiones, pero los objetivos rusos, dada la resistencia ucraniana y su fallida estrategia original, han cambiado. El Kremlin se dispone a completar la conquista del Donbás, iniciada en 2014 bajo el disfraz de una insurrección espontánea. Las teorías y los mapas se suceden intentando despejar los interrogantes. ¿Cuánto tardarán los rusos en reposicionar sus tropas? ¿Intentarán ocupar toda la ribera del mar Negro? ¿Dónde veremos la siguiente batalla?

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