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40 años de las Malvinas: ¿Qué sentido tiene conmemorar una guerra justo ahora?
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Líderes que buscan la popularidad perdida

40 años de las Malvinas: ¿Qué sentido tiene conmemorar una guerra justo ahora?

649 argentinos y 255 británicos perdieron la vida. "No se trata de celebrar la guerra. Se trata de recordar y rendir homenaje a los caídos"

Foto: Soldado británico durante la Guerra de las Malvinas. (Getty/Fox Photos)
Soldado británico durante la Guerra de las Malvinas. (Getty/Fox Photos)
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“Las guerras son un negocio en torno a la muerte. Porque la gente muere en ellas… las propias guerras acaban muriendo. Nunca consiguen ser un medio para lograr un fin. Nunca. Porque hagas lo que hagas, crearás siempre más problemas”, asegura Tom Herring. Tenía 31 años cuando le mandaron a las Malvinas. Era sargento en el Tercer Batallón del Regimiento de Paracaidistas. Cuando recibieron órdenes, muchos creyeron que tenían que ir a Escocia porque hay una villa con el mismo nombre. Pero en realidad, la primera ministra Margaret Thatcher, en aquel momento hundida en las encuestas por las imparables cifras del paro, estaba mandando a los soldados a un archipiélago del Atlántico a más 13.000 kilómetros de Londres.

Los argentinos habían plantado una bandera reclamando su soberanía. Y la líder 'tory' sentía que, de no haber respuesta contundente, aquello sería el declive definitivo de la política británica de la posguerra, a medida que el Reino Unido perdía posiciones económicas y diplomáticas.

placeholder Margaret Thatcher visita las Malvinas en 1983. (Getty/Hulton Archive)
Margaret Thatcher visita las Malvinas en 1983. (Getty/Hulton Archive)

Herring era un soldado experimentado porque llevaba en el Ejército desde los 17 años. Había estado en el conflicto de Irlanda del Norte, en Libia, pero nunca vio tanta “carnicería” como en aquella misión. Tuvo suerte porque sobrevivió incluso a un accidente de helicóptero, pero recuerda que “fue horrible” porque todos los días recogían a compañeros muertos o que habían perdido sus extremidades.

649 argentinos y 255 británicos perdieron la vida en una guerra que este sábado conmemora su 40 aniversario. El conflicto aún resuena con fuerza en el Reino Unido, especialmente entre los conservadores. Cambió tanto la suerte de Thatcher como la narrativa el declive de Gran Bretaña, calando con fuerza en la actual generación de líderes políticos. El actual premier Boris Johnson -convertido hoy en uno de los grandes confidentes del presidente Zelenski- tenía 17 años. La misma edad que Nigel Farage, el fundador del Partido de Independencia del Reino Unido, protagonista indiscutible de la victoria del Brexit.

“No sé por qué las guerras están tan apegadas a la naturaleza del ser humano. Siempre hay algo. Religión, petróleo, tierras a las que la gente jamás se van a ir a vivir… Y a medida que el mundo parece que evoluciona, la cosa va a peor. Porque uno de los grandes inconvenientes es que hay una eterna lucha por ver quién tiene más”, asegura Herring a El Confidencial mientras recorre la exposición organizada para marcar la efeméride en el Museo Nacional del Ejército, en el barrio de Chelsea. Sus pasos son lentos. Mira cada detalle de cada fotografía.

Foto: Invasiones inglesas a Buenos Aires', pintado por Madrid Martínez en 1807.

La guerra de las Malvinas reformuló el modelo de liderazgo político. La victoria transformó a Thatcher en la 'Dama de Hierro', pero eso la llevó a escuchar menos, a creer que solo la aplicación de una férrea voluntad podría ser la fórmula del éxito. En definitiva, el conflicto afianzó la idea de la política como una contienda maniquea de resolución versus apaciguamiento, libertad versus opresión, un binomio reencarnado ahora en Ucrania.

“La sensación que tengo al ver las imágenes de todo lo que está ocurriendo es de impotencia porque los inicios de las guerras siempre suelen ser los mismos. Por lo general, es un líder desesperado que hace algo para intentar mejorar su popularidad. Eso es lo que ocurrió con los dirigentes argentinos y supongo que es lo que está ocurriendo con Putin. No soy una persona que hable de política. Pero si el paro es alto, sube la inflación… ya sabes, los mandatarios intentan desviar la atención a otro lado”, matiza mientras recorre la exposición.

placeholder Soldados británicos de camino a las Malvinas. (Getty/Martin Cleaver)
Soldados británicos de camino a las Malvinas. (Getty/Martin Cleaver)

En plena invasión rusa, uno tiene una extraña sensación al estar en el museo londinense. ¿Acaso tiene sentido alguna vez conmemorar el inicio de una guerra? ¿Tiene sentido hacerlo precisamente ahora? “No se trata de celebrar la guerra. Se trata de recordar y rendir homenaje a los caídos. De reencontrarnos con los compañeros y celebrar la camaradería que había entonces y aún conservamos. Dentro de diez años muchos de nosotros quizá ya no estaremos aquí. Tengo incluso relación con un veterano argentino, pero nunca hablamos del conflicto. Se trata de recordar lo que pasó a las nuevas generaciones, para que aprendan lecciones y no repitan los mismos errores”.

Aquí las cuatro claves de la guerra de las Malvinas.

Disputa de la soberanía desde el imperio español

Las autoridades argentinas proclaman su soberanía sobre las Malvinas porque lo consideran pertenencia histórica a la corona española desde el Tratado de Tordesillas en 1497. Tras la independencia de España en 1816, la bandera de la nueva nación Argentina ondeó por primera vez en las islas en 1820. Buenos Aires denuncia que en 1833 se produjo la que consideran usurpación británica de las islas y la expulsión por la fuerza de la población local, reemplazada por los llamados 'kelpers' de origen británico. Por su parte, el Reino Unido basa su aspiración en su relación con las islas desde el siglo XVII y en el principio de autodeterminación de los isleños. En 2013, se celebró un referéndum donde el 99,8% de la población (apenas 3.400 habitantes) votó a favor de permanecer como territorio británico de ultramar.

En 1965, la Asamblea General de Naciones Unidas adoptó la resolución 2065, a través de la cual reconoció la existencia de una disputa de soberanía entre Argentina y el Reino Unido e invitó a ambos países a entablar “sin demora” negociaciones para encontrar una solución pacífica a la controversia. Entre 1966 y 1982, hubo negociaciones bilaterales en las que hasta se exploraron alternativas como una administración conjunta de las islas y una transferencia progresiva a Argentina, pero el proceso quedó truncado a partir de la guerra.

placeholder Cementerio argentino en las Malvinas. (Getty/Peter Macdiarmid)
Cementerio argentino en las Malvinas. (Getty/Peter Macdiarmid)

En enero de 2022, los cuatro expresidentes del Gobierno español (González, Aznar, Zapatero, Rajoy) crearon un grupo de apoyo al diálogo a fin de que ambas partes retomen negociaciones.

Origen del conflicto

Como muchas de las guerras que han tenido lugar a lo largo de la historia, la de las Malvinas comenzó con una anécdota. En medio de las tensiones entre Londres y Buenos Aires, en marzo de 1982, un grupo de 41 obreros y técnicos argentinos llegó a las islas Georgias del Sur, a 1.500 kilómetros de las Malvinas, para desmontar viejas instalaciones balleneras que serían vendidas como chatarra. El viaje al frío y casi deshabitado archipiélago fue ideado por el empresario chatarrero Constantino Davidoff, quien negoció la compra de esas estaciones con los propietarios escoceses y gestionó la autorización del Reino Unido para entrar en las islas. El izado de una bandera argentina por parte de varios de los operarios – dicen que “ni siquiera fue un acto agresivo porque no había población”- sumado a que no pasaron por Grytviken, el principal núcleo de la isla, para formalizar los trámites migratorios, encendió la mecha.

Adiós dictadura argentina, hola Dama de Hierro

La Junta militar que gobernaba Argentina desde 1976 atravesaba sus horas más bajas. Además de la violación de los derechos humanos – con torturas y asesinatos a miles de ciudadanos que cada vez preocupaba más a la comunidad internacional- los problemas económicos asfixiaban a la población. Con la guerra pensaron que podían arreglar los problemas internos. Se equivocaron por completo. Las fuerzas armadas estaban formadas por jóvenes entrenados para frenar la represión interna, no para luchar contra un ejército como el británico apoyado por la OTAN. La derrota puso fin a la dictadura. Por su parte, en el Reino Unido, la continuidad de Margaret Thatcher en Downing Street estaba cuestionada incluso dentro del Partido Conservador. El desempleo imparable hacía difícil repetir la victoria electoral de 1979. El índice de aprobación de los 'tories' apenas llegaba al 23%. La guerra, sin embargo, la convirtió en la gran heroína de la nación. A nivel nacional, había que recuperar el apoyo del electorado. Y a nivel internacional, no podía mostrar debilidad ante la URSS y la batalla era un escaparate idóneo para lucirse ante el bloque del Este. Nació el mito de la 'Dama de Hierro'. Aunque eso acabó luego volviéndose en su contra porque comenzó a escuchar menos a sus asesores, creyendo que solo la aplicación de una voluntad firme podría ser clave del éxito.

placeholder Ataque argentino sobre la fragata 'Antelope' de la marina británica. (Getty/Martin Cleaver)
Ataque argentino sobre la fragata 'Antelope' de la marina británica. (Getty/Martin Cleaver)

El bautizo de los misiles Stinger

Estados Unidos y Alemania han mandado ahora al menos 700 misiles Stinger a los soldados ucranianos, un arma letal capaz de derribar helicópteros y aviones a baja cota. Barato, eficiente y fácil de utilizar, se ha transformado en una pesadilla para Rusia. La primera vez que se utilizaron fue precisamente en las Malvinas, cuando Estados Unidos se los suministró a los británicos. La gran ventaja es que es ligero y portátil. Los soldados pueden portarlos sobre un hombro. Y es un arma de “disparar y olvidar”, lo que significa que no requiere ninguna intervención del artillero una vez que se ha disparado. Tras apretar el gatillo, puede ponerse a cubierto, desplazarse a otra posición o atacar un nuevo objetivo. Su producción comenzó en 1978 en Estados Unidos y, desde entonces, sus cadenas de montaje no han tenido un respiro. Tras las Malvinas, Estados Unidos también los suministró a Afganistán en la guerra contra la URSS.

“Las guerras son un negocio en torno a la muerte. Porque la gente muere en ellas… las propias guerras acaban muriendo. Nunca consiguen ser un medio para lograr un fin. Nunca. Porque hagas lo que hagas, crearás siempre más problemas”, asegura Tom Herring. Tenía 31 años cuando le mandaron a las Malvinas. Era sargento en el Tercer Batallón del Regimiento de Paracaidistas. Cuando recibieron órdenes, muchos creyeron que tenían que ir a Escocia porque hay una villa con el mismo nombre. Pero en realidad, la primera ministra Margaret Thatcher, en aquel momento hundida en las encuestas por las imparables cifras del paro, estaba mandando a los soldados a un archipiélago del Atlántico a más 13.000 kilómetros de Londres.

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