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"Tras la caída de Putin, vendrá algo peor antes de que Rusia pueda ser libre"
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Habla Marina Litvinenko

"Tras la caída de Putin, vendrá algo peor antes de que Rusia pueda ser libre"

La viuda del exespía ruso envenenado con polonio radioactivo asegura que ya en 2006 su marido advirtió de que Putin podría comenzar una guerra nuclear

Foto: Marina Litvinenko, viuda de Alexander Litvinenko, durante una manifestación contra el encarcelamiento de Navalni, en Londres. (Reuters/Henry Nicholls)
Marina Litvinenko, viuda de Alexander Litvinenko, durante una manifestación contra el encarcelamiento de Navalni, en Londres. (Reuters/Henry Nicholls)

El hotel Millennium, localizado en el centro de la capital británica, es un escenario inusual para un asesinato. Tiene vistas a la emblemática Grosvenor Square y está prácticamente al lado de la embajada de los Estados Unidos, donde, según se rumorea, la CIA tiene su oficina en el cuarto piso. Pero es exactamente en este punto donde se lleva a cabo un meticuloso plan para acabar con un hombre que estaba a punto de declarar ante un fiscal español. Iba a dar todo tipo de detalles sobre cómo opera la mafia rusa en España.

Alexander Litvinenko firmó su sentencia de muerte el miércoles 1 de noviembre de 2006 al beber apenas unos sorbos de una taza de té. Falleció 22 días después en un hospital londinense, envenenado con polonio radioactivo, una sustancia que, de haber salido bien el plan, jamás habría sido identificada en la autopsia. Una década más tarde, el juez Sir Robert Owen, a cargo de una investigación pública, determina que fue asesinado por agentes de los servicios de Inteligencia rusos “en una operación probablemente aprobada (...) por el presidente Putin”.

Foto: Aleksander Litvinenko, antes de morir por envenenamiento.

Litvinenko era un exagente de la FSB (sucesora de la KGB) que había huido de Moscú en el año 2000. En el exilio en el Reino Unido, se convierte en uno de los críticos más mordaces del Kremlin, siendo el primero en describir la Rusia de Vladímir Putin como un Estado mafioso, en el que los roles del Gobierno, crimen organizado y agencias de espionaje se han vuelto indistinguibles. Desde 2003, colaboraba con el MI6 proporcionando, tanto a los espías británicos como españoles, información clave.

“Cuando Occidente luchaba contra el brutal Osama bin Laden, mi marido ya advirtió que había otra gran amenaza que iba a ser como Hitler, que sembraría todo de sangre y que, de no pararle a tiempo, comenzaría una guerra nuclear matando a millones de personas”, explica a El Confidencial Marina Litvinenko.

Rusia está borracha de Putin

Cuando su marido fue asesinado, se quedó viuda con un hijo de tan solo 12 años, en un país extranjero, sin amigos, familia y sin casa. El polonio radioactivo tan solo se detectó en el último momento, por lo que, en el mismo día en que le notificaron el fallecimiento de Sasha (como llamaba a su esposo), la policía le dio apenas 20 minutos para coger las pertenencias más básicas y abandonar la vivienda contaminada. Pese a la tragedia que ha marcado su vida, es una mujer tremendamente optimista y dulce. “Le prometí a Sasha que su voz se seguiría escuchando en el mundo. En algunos momentos, le llegaron a tratar incluso de loco. Ahora que al fin le dan crédito, siento una especie de satisfacción”, relata.

Antojos del destino, Marina estaba precisamente en Ucrania cuando comenzó la invasión rusa. Había ido de vacaciones a visitar a unos amigos. Tenía la premonición de que “algo malo iba a pasar”, pero jamás imaginó que se iba a desencadenar una “guerra tan horrible y sangrienta”. El primer bombardeo fue el 22 de febrero y ella y su hijo lograron cruzar la frontera con Eslovaquia el 28 de febrero. “Mi amiga, que es miembro del parlamento, decidió quedarse para luchar. Nunca antes había cogido un arma. Me pidió que contara al mundo las atrocidades que se están cometiendo y eso es lo que estoy haciendo ahora”, señala la activista.

Foto: Alexéi Navalni, durante el juicio. (EFE/Yuri Kochetkov)

Cuando se cumple un mes del conflicto, no sabe qué es lo que puede pasar. Aunque no cree que el presidente Zelenski vaya a aceptar los términos que le reclama Moscú para firmar la paz. Entre otros, pasan por el reconocimiento de la anexión a Rusia de la península de Crimea en el año 2014 y la independencia de dos estados separatistas en la región fronteriza oriental de Donbás. Pero, en caso de que Putin no consiga lo que quiere, Marina le ve capaz de cualquier cosa. “Que haya periodistas que están grabando todo y ellos sigan diciendo que no están haciendo nada es algo inconcebible. Así que creo que es capaz de todo. No sé si está dispuesto a pulsar el botón nuclear, porque sabe que eso le dejaría ya completamente aislado. Tampoco lo descarto. Pero tengo la esperanza de que, llegados a ese extremo, alguien de su propio círculo esté dispuesto a pararle los pies”, señala.

Hay pruebas que demuestran que dentro de la cúpula rusa hay ahora fisuras. Oleksiy Danilov, secretario del Consejo de Seguridad y Defensa Nacional de Ucrania, ha revelado que están siendo los propios espías rusos quienes dan los chivatazos para evitar los intentos de asesinato del presidente Zelenski. Es un dato sumamente relevante. “Quiero creer que hay gente dentro de su propio círculo que no está dispuesto a seguir ya cualquier orden. No sé cuántos habrá. Pero aunque sea solo uno, dos o tres, nos dan esperanza”, afirma la activista.

Foto: Un hombre observa un cuadro de Andrei Litvinenko en una galería de arte de Moscú, en mayo de 2007 (Reuters).

Por otra parte, está la reacción de la calle. La semana pasada, cerca de 80.000 se dieron cita en el estadio de fútbol Luzhnikí para arropar a Putin en un evento que conmemoraba el octavo aniversario de la anexión a Crimea. Bajo el lema “Por Rusia, por un mundo sin nazismo”, se organizó luego un concierto seguido por 200.000 personas más en el exterior del recinto. En medio de la barbarie de Ucrania, las imágenes dieron la vuelta al mundo. ¿Cómo es posible que Putin siga contando con el apoyo de los ciudadanos? Según Marina, los rusos se encuentran en una especie de estado de “embriaguez”. Durante años, sin que Occidente hiciera nada al respecto, además de silenciar y encarcelar a los opositores, el presidente ruso se fue apropiando de los medios de comunicación. Consciente del papel que tuvieron las masas en la caída de la Unión Soviética, quiso controlarlas desde el principio, asegurándose de que solo tendrían acceso a una única fuente de información completamente manipulada.

“Cuando sales de fiesta y comienzas a beber, te emborrachas, te sientes contento y sigues bebiendo más. Pero luego tienes la peor resaca de tu vida. Y es lo que está pasando ahora en Rusia. La gente está bebiendo toda esta información envenenada. Cree que todo está bien, que no se ha vivido nunca mejor que con Putin. Pero en el momento en el que todas las sanciones económicas les empiecen a afectar, despertarán. Llegará un momento en que entenderán lo que realmente está haciendo este régimen”, asegura Marina.

Foto: Foto: Irene de Pablo.
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Está convencida de que la guerra de Ucrania cambiará para siempre a Rusia y será una “combinación entre presión en la calle y sublevación del propio gobierno” lo que acabe finalmente con el responsable del Kremlin. Aunque eso no aseguraría tiempos felices. “Los militares podrían rebelarse y tomar el poder. O Putin puede ser reemplazado por otro dictador. El sistema ruso es corrupto, funciona como una mafia y hay muchos clanes ansiosos de poder y obsesionados con imponer de nuevo las reglas de la URSS. Esta guerra terminará con Putin, pero empeorarán aún más las cosas en Rusia antes de convertirse en un país libre”, señala.

Llegados a ese escenario, lo que Marina pide a Occidente es que no mire hacia otro lado, como ocurrió en 2006 cuando asesinaron a su marido. En aquel momento, gobernaba el primer ministro laborista Tony Blair, uno de los mandatarios que más cercanos se había mostrado al Kremlin. La visita de Estado de Putin al Reino Unido en 2003 fue todo un acontecimiento, la primera de un gobernante ruso en 129 años.

El regreso del veneno

Nadie puede asumir que tras setenta años de comunismo, el cambio va a llegar de la noche a la mañana. Pero, tras la caída de la Unión Soviética, Occidente se creyó sus propias mentiras. Quería creer que la Guerra Fría había terminado, que la nueva Rusia podía ser un nuevo aliado. Y lo quería creer porque, para entonces, los oligarcas habían comenzado a integrarse en el Establishment a través de opulentas fortunas de dudosa procedencia —que nadie se molestaba en investigar— y los países de la UE dependían del gas y el petróleo de Moscú.

En 2007, la revista 'Time' llegó a nombrar a Putin “persona del año”. Aunque eso, según Marina, “no quiere decir que sea algo bueno”. “Si te fijas, el retrato es extraño. Le muestran como una figura misteriosa. Ya había más gente que veía su lado oscuro”, añade. Para entonces, la investigación de Scotland Yard había determinado que los sospechosos del envenenamiento de su marido eran Andrei Lugovoi y Dmitry Kovtun, los dos exespías rusos con los que se reunió en el hotel Millennium. Pero Moscú se negó a autorizar su extradición para ser juzgados en el Reino Unido. Y ese habría sido el fin del caso, si Marina no hubiera luchado para que se abriera una investigación pública en 2014. Dos años más tarde, se determinó que todo fue una operación “probablemente aprobada por el presidente Putin”. Los hallazgos de la investigación británica también fueron respaldados en 2021 por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que dictaminó que Rusia estaba detrás del crimen.

Foto: El presidente ruso, Vladímir Putin, entrega flores a la entonces canciller alemana, Angela Merkel, durante su última reunión en Moscú. (EFE/EPA/Pool/Kremlin)

El comité de Emergencia Cobra se llegó a reunir cuatro veces en una semana cuando tuvo lugar el ataque. Les preocupaba causar una alarma generalizada si cerraban los hoteles contaminados. La huella de polonio se extendió incluso en el metro de Londres, donde encontraron rastros en trenes y estaciones. En ese momento esta información se mantuvo en secreto para evitar un pánico masivo.

La Unión Soviética tenía una larga tradición de liquidar a sus enemigos. León Trotsky (asesinado con un picahielos en la cabeza), nacionalistas ucranianos (venenos, pasteles explosivos) y el disidente búlgaro Georgi Markov (aniquilado con un perdigón de ricino disparado desde un paraguas en el puente Waterloo de Londres). Las huellas de la KGB no se encontraban nunca por ninguna parte, por mucho que se buscara. Bajo Boris Yeltsin, estos asesinatos de película terminaron en su gran mayoría. El laboratorio secreto de venenos de Moscú, establecido por Lenin en 1917, fue suspendido. Sin embargo, con Putin (exagente de la KGB) en el Kremlin, tales operaciones al estilo soviético se reanudaron silenciosamente. Los críticos del nuevo presidente de Rusia tienen la extraña costumbre de terminar muertos. Y durante mucho tiempo, Occidente se limitó a mirar para otro lado.

Foto: Un agente de policía, frente a la mansión okupada del 5 de Belgrave Square. (EFE/Joshua Bratt)

Para Marina, conseguir que en 2013 se abriera una investigación pública no fue nada fácil. Por aquel entonces, gobernaba ya el Partido Conservador y, según la activista, Theresa May (entonces ministra de Interior) puso todo tipo de impedimentos, por lo que acabó enfrentándose con el Gobierno en los tribunales. “A medida que los conservadores iban teniendo más relación con donantes rusos se comenzó a dejar de hablar de la muerte de Sasha”, señala.

El oligarca Evelyn Lebedev —convertido hoy en dueño de varios medios de comunicación británicos, entre ellos 'Evening Standard'— llegó a plantear que podían ser los propios servicios secretos los que estuvieran detrás del asesinato. Lebedev mantiene una estrecha amistad con el primer ministro Boris Johnson que se remonta a los tiempos en los que éste era alcalde de Londres. Los servicios secretos nunca han visto con buenos ojos esta relación porque el ruso es hijo de un ex agente de la KGB. Pero Johnson hace caso omiso a las advertencias. En 2018, apenas unos días después de que el ex espía ruso Sergei Skripal y su hija Yulia fueran atacados con el agente nervioso novichok en la localidad inglesa de Salisbury en un intento de asesinato, el excéntrico político —por aquel entonces ministro de Exteriores— tomó un avión destino Italia para acudir a una de las grandes fiestas que organizaba el oligarca.

Foto: Imagen: L. M.
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“Cuando una persona se convierte en primer ministro tiene que tomarse las cosas en serio y tener mucho cuidado con quién se relaciona. Y en este sentido, Johnson no es el mejor ejemplo de profesionalismo”, asegura Marina. La activista asegura que el caso de su marido no estará cerrado hasta que los dos responsables directos de su muerte, Andréi Lugovov y Dimitri Kovtun, comparezcan finalmente ante un tribunal.

La pregunta que se plantea es por qué Putin quería muerto a Alexander Litvinenko. Más allá de la información de que tenía sobre la mafia rusa, el MI6 llegó a la conclusión de que cruzó dos líneas rojas al acusar directa y mediáticamente al presidente ruso. La primera tiene que ver con el libro que coescribió junto a su amigo Yuri Felshtinsky, ' Rusia dinamitada', donde se analiza el ataque terrorista que mató a cientos de personas en Moscú, en septiembre de 1999. El Kremlin culpó a los chechenos. Sin embargo, el libro defiende que fueron los servicios secretos rusos los que pusieron la bomba para iniciar una nueva guerra. “Este ataque ayudó a Putin (…) la reacción de la población fue: necesitamos un líder fuerte”, señalan los autores. El Kremlin niega tajantemente toda relación con el atentado. Sin embargo, según Marina, todas las personas que han intentado investigar lo ocurrido han terminado muertas.

La segunda línea roja que Litvinenko habría cruzado estaría relacionada con un artículo que publicó en internet en julio de 2006 donde acusaba a Putin de pedofilia. Salió a la luz después de un video donde el presidente ruso besa el estómago de un niño. Putin se defendió diciendo que “no había nada detrás”. “Era muy tierno. Solo quise abrazarlo como a un gatito”, aseguró entonces a la BBC.

El hotel Millennium, localizado en el centro de la capital británica, es un escenario inusual para un asesinato. Tiene vistas a la emblemática Grosvenor Square y está prácticamente al lado de la embajada de los Estados Unidos, donde, según se rumorea, la CIA tiene su oficina en el cuarto piso. Pero es exactamente en este punto donde se lleva a cabo un meticuloso plan para acabar con un hombre que estaba a punto de declarar ante un fiscal español. Iba a dar todo tipo de detalles sobre cómo opera la mafia rusa en España.

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