Con la mirada en la UE y el corazón en Rusia: la incómoda neutralidad de Serbia
La relación entre Belgrado y Moscú ha creado inquietud durante décadas en los Balcanes. Al ponerse de perfil en la guerra contra Ucrania, Serbia ha demostrado una vez más que es un lastre para la UE y la OTAN
Serbia no quiere, o no puede, tomar una posición firme contra la invasión rusa de Ucrania. Como candidata a Estado miembro de la UE, Belgrado afirma que respeta la soberanía ucraniana, pero no va más allá. En la nueva realidad geopolítica que ha creado la guerra, no está claro si el Gobierno serbio completará su giro hacia Europa y Occidente o si seguirá poniéndose del lado de Rusia, convirtiendo al país balcánico en un lastre para el proyecto europeo y para la OTAN.
El Consejo de Seguridad Nacional de Serbia se reunió el 25 de febrero para discutir la seguridad interna tras la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia. El consejo lamentó la situación, reconoció que ambas partes han sido amistosas con Serbia y enfatizó la importancia del derecho internacional. Sin embargo, también se esforzó por evitar nombrar a Moscú como agresor. Las conclusiones, que fueron firmadas por el presidente Aleksandar Vucic, enfatizan que Serbia no se unirá a la Unión Europea a la hora de imponer sanciones al Kremlin. Junto a Bielorrusia, es hasta ahora el único país europeo que se ha negado a hacerlo. No obstante, Belgrado votó a favor de una resolución reciente de la ONU que pide a Rusia que detenga su guerra contra Ucrania.
Cuando Rusia se anexó Crimea en 2014, Serbia, que ya era candidata a la UE en ese momento, actuó de la misma manera. Se negó a reconocer la agresión de Rusia o a imponer sanciones al país, al tiempo que explicó que respetaba la soberanía y la integridad territorial de Ucrania como país amigo que no había reconocido la independencia de Kosovo.
En los últimos años, Serbia ha mantenido una fachada de neutralidad en medio de la creciente rivalidad entre Occidente y Rusia. El país a veces intenta enfrentar a los bandos entre sí para mejorar su poder de negociación en temas como la arquitectura de seguridad europea, la seguridad energética y la disputa sobre el estatus de Kosovo. Al firmar un Acuerdo de Estabilización y Asociación con la UE, Serbia acordó alinear su política exterior y de seguridad con la de la Unión, pero el país sigue vinculado políticamente a Rusia, ya que necesita el apoyo diplomático del Kremlin en Kosovo (sobre todo para bloquear las resoluciones al respecto por parte de Naciones Unidas) y depende de los suministros baratos de gas y equipo militar rusos.
Como mostró una encuesta reciente de ECFR, el 54% de los ciudadanos serbios ven a Rusia como un aliado y el 95% la ven como un socio necesario. Si bien la UE sigue siendo el mayor proveedor de asistencia financiera a Serbia, solo el 11% de los ciudadanos serbios consideran a la UE como un aliado.
Por su parte, Rusia ve a los Balcanes como un teatro en el que es fácil crear inestabilidad que reduzca la influencia de la OTAN y de Occidente en general. Moscú considera a Kosovo como una moneda de cambio en su relación con Occidente. De hecho, el presidente Vladímir Putin incluso ha tratado de justificar su guerra contra Ucrania con referencia a la intervención de la OTAN en Yugoslavia en 1999.
La estrecha relación de Serbia con Rusia ha ayudado a la expansión de la influencia rusa en los Balcanes. Desde 2016, el país alberga una base militar rusa disfrazada de centro humanitario, una instalación que, según advierten los expertos militares, se utiliza como centro de operaciones para los espías del Kremlin. En 2020, el Ministerio de Defensa ruso abrió una oficina de enlace en Serbia en un intento por fortalecer los lazos militares con su aliado. El Gobierno serbio permitió que esto sucediera a pesar de que ya forma parte del programa Asociación para la Paz de la OTAN. La relación cada vez más profunda entre Belgrado y Moscú crea un malestar considerable entre sus vecinos, en particular Bosnia y Herzegovina, Kosovo y Montenegro.
La supuesta neutralidad de Serbia también ha tenido otras implicaciones negativas en la región. Luego de las protestas en la frontera entre Serbia y Kosovo en septiembre de 2021, Vucic visitó el área con el embajador ruso mientras movilizaba unidades del ejército cercanas y ordenaba que aviones de combate ingresaran al espacio aéreo kosovar. Kosovo ve las protestas, que se relacionan con el reconocimiento recíproco de las matrículas de los vehículos, como una cuestión de soberanía. Mientras tanto, Vucic considera que el norte de Kosovo es una zona prohibida para las instituciones del país, hasta el punto de que ha amenazado con usar la fuerza para “proteger” a los serbios en la zona.
Igualmente, el crecimiento de la influencia serbia y rusa en Montenegro a través de la alianza política prorrusa del Frente Democrático ha obstaculizado los esfuerzos de ese país por tal integración. Los líderes de este bloque político supuestamente participaron en un intento de golpe de Estado orquestado por el Kremlin en Montenegro en 2016, con la esperanza de evitar que el país se convirtiera en miembro de la OTAN. Montenegro se unió a la Alianza en 2017, pero el Frente Democrático sigue siendo la amenaza más importante para las ambiciones del país de ingresar a la UE. Por ejemplo, la coalición política bloqueó recientemente una votación parlamentaria sobre el establecimiento de un nuevo Gobierno prooccidental.
Grupos de extrema derecha en Serbia han organizado protestas para pedir a Vucic que no sucumba a la presión internacional imponiendo sanciones a Rusia. El presidente debería resistirse a esta llamada. A la luz de su pasado reciente, Serbia necesita mostrar su apoyo a los derechos y libertades fundamentales en virtud del derecho internacional. Dado que la guerra de Putin contra Ucrania es un asunto que va más allá de las opciones habituales de política exterior, este podría ser el 'Zeitenwende' (punto sin retorno) de Vucic.
El mandatario podría comenzar por romper filas con su socio de coalición prorruso, el Partido Socialista, y permitir que florezcan en Serbia medios de comunicación libres e independientes y fuerzas democráticas. Los votantes serbios podrían ayudar a empujar a su país hacia la UE de la misma manera que lo han hecho recientemente los ucranianos: a través de protestas y apoyo a las organizaciones de la sociedad civil.
Al negarse a condenar la guerra de Rusia contra Ucrania, Serbia ha demostrado una vez más que es un lastre para la UE y la OTAN. Rusia podría usar esta apertura para crear más inestabilidad en los Balcanes y reducir la influencia occidental allí. Ya es hora de que la UE y Estados Unidos adopten una línea más dura en la trayectoria geopolítica de Serbia, dado que este podría convertirse en un modelo peligroso para otros países de la región.
* Análisis publicado originalmente en inglés por el European Council of Foreign Relations bajo el título "Bound to Russia: Serbia’s disruptive neutrality".
Serbia no quiere, o no puede, tomar una posición firme contra la invasión rusa de Ucrania. Como candidata a Estado miembro de la UE, Belgrado afirma que respeta la soberanía ucraniana, pero no va más allá. En la nueva realidad geopolítica que ha creado la guerra, no está claro si el Gobierno serbio completará su giro hacia Europa y Occidente o si seguirá poniéndose del lado de Rusia, convirtiendo al país balcánico en un lastre para el proyecto europeo y para la OTAN.