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¿Es posible un acuerdo entre Rusia y Ucrania para detener la guerra? Estas son las claves
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¿Es posible un acuerdo entre Rusia y Ucrania para detener la guerra? Estas son las claves

¿Pueden servir las negociaciones entre Rusia y Ucrania para parar la guerra? Aunque hay cierto optimismo entre las partes, sobre la mesa hay cuestiones espinosas de muy difícil solución.

Foto: Único encuentro entre los ministros de Exteriores de Rusia y Ucrania desde el comienzo de la guerra en Turquía. (Reuters)
Único encuentro entre los ministros de Exteriores de Rusia y Ucrania desde el comienzo de la guerra en Turquía. (Reuters)
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¿Pueden servir las negociaciones entre Rusia y Ucrania para parar la guerra? Representantes de ambos países se han mostrado optimistas en las últimas horas, hablando de “progresos reales” y de “exigencias realistas”, en comparación con las posturas maximalistas del primer día. Esto refleja la dinámica normal de una negociación, donde las posiciones iniciales -si el intento de llegar a un acuerdo es genuino- dan paso a un toma y daca real. Pero también, el hecho de que ambos países están sufriendo la presión y el desgaste del conflicto.

Las estimaciones más conservadoras hablan de que Rusia está perdiendo una media de 300 soldados al día -otras fuentes elevan la cifra hasta los 700 -, lo que representa una de las mayores debacles bélicas desde la Segunda Guerra Mundial. En paralelo, su cofre de guerra se reduce a pasos agigantados por efecto de las sanciones y los sobrecostes que conllevan el esfuerzo bélico -especialmente el bombardeo indiscriminado del país-. Y todo esto, con el desempeño militar del Ejército ruso más que cuestionado, incapaz de tomar ninguna gran ciudad o lograr un control estable del sureste del país. De pedir lo imposible -básicamente la capitulación incondicional de Ucrania-, Rusia ha pasado a establecer una serie de demandas sobre las que construir un acuerdo.

Pero también Ucrania ve el efecto que la destrucción sembrada por Rusia está teniendo en su población y sus infraestructuras y, pese a que la moral sigue alta, entiende que el tiempo no juega necesariamente a su favor. La invasión ha generado la mayor oleada de refugiados en Europa desde la II Guerra Mundial, con más de tres millones de ucranianos fuera de sus fronteras, algunos de los cuales ya nunca volverán. Además, el costo de reconstrucción -estimó un asesor del presidente ucraniano, Volodímir Zelenski- superará los 100.000 millones de dólares.

En este contexto, y a punto de cumplirse tres semanas de la invasión, ambas partes parecen estar más dispuestas a conversar una salida a la agresión. Los equipos ruso y ucraniano estarían haciendo progresos en un plan de paz de 15 puntos, que incluye un alto el fuego y la retirada de sus tropas a cambio de la neutralidad del país y su "desmilitarización", según publicó el Financial Times, citando a fuentes involucradas en las conversaciones.

Pero, más allá de detener la agresión rusa, las negociaciones debarán hacer frente eventaulmente a otras cuestiones más espinosas que van a la raíz del conflicto. Estas son las claves:

Foto: Foto: Irene de Pablo.
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1. Neutralidad:

La primera de ellas, la neutralidad de Ucrania, es probablemente el punto de más fácil solución. Zelenski ha admitido en repetidas ocasiones -la última de ellas este mismo martes- que la entrada de su país en la OTAN está fuera de los planes de la Alianza Atlántica. Rusia ha exigido que Ucrania se convierta en un “estado neutral desmilitarizado”, basado en el formato de Austria o Suecia. La mención a la “desmilitarización” se refiere a la presencia de tropas extranjeras, pero admite la posibilidad de que Ucrania retenga su ejército y sus fuerzas navales. La propuesta, sin embargo, ha sido rechazada (por ahora) por la delegación ucraniana, pero caben esperar progresos en este sentido si Ucrania recibe algún tipo de garantía de seguridad compensatoria -donde un grupo internacional de países serían los garantes de estos acuerdos, incluyendo una variedad de actores externos como China, Turquía, Estados Unidos y Reino Unido-.

Foto: Vladímir Putin. (Getty Images/Sean Gallup)

2. El Donbás:

La segunda clave es la cuestión del Donbás, un aspecto sobre el que también podría llegarse a un acuerdo. Incluso en épocas previas a la invasión, las autoridades ucranianas se han mostrado dispuestas a aceptar un posible estatus especial para estas regiones. Aunque no se materializarían en los términos que quiere el Kremlin, sí podría aceptarse un nuevo diseño territorial para la zona, una de las demandas tradicionales de Rusia. Moscú reconoció pocos días antes de la guerra la independencia de las llamadas 'repúblicas populares' de Donetsk y Lugansk y, por lo tanto, su punto de partida ya ha variado. Pero para los expertos no sería inconcebible que Putin pudiera dar marcha atrás en este punto. Además, se podría aceptar convertir el ruso en lengua cooficial del país, o al menos en las regiones del este donde se habla de forma mayoritaria.

Foto: Soldados ucranianos manejan un dron en Lugansk, Ucrania, en una imagen de archivo

3. Crimea:

El tercer punto es de muy difícil solución y se refiere al estatus de Crimea. Rusia exige que se reconozca la soberanía rusa sobre la península que se anexionó por la fuerza en 2014, pero aceptar esta exigencia es una concesión muy difícil de tragar para la ciudadanía ucraniana. En la práctica, supondría premiar a Moscú por su agresión, legitimando sus acciones, hoy por hoy consideradas ilícitas de forma casi unánime por la comunidad internacional. El propio Zelenski, de hecho, lanzó a finales de 2020 la llamada “Plataforma de Crimea”, un intento de revitalizar la cuestión de la soberanía ucraniana sobre la península a través de la coordinación diplomática. En el contexto nacional ucraniano, donde el nacionalismo tiene un peso importantísimo, es difícil ver cómo este mismo presidente podría aceptar la pérdida total e irrevocable del territorio, al tiempo que Moscú alardea de haberse salido con la suya.

No obstante, es posible imaginar algunas soluciones creativas. Es un hecho que la amplia mayoría de habitantes de Crimea están a favor de su pertenencia a Rusia, por lo que quizá cabría diseñar una salida legítima a la crisis mediante la celebración de un verdadero referéndum que cumpla todos los estándares legales (a diferencia de la consulta orquestada a toda prisa por Moscú en 2014, no reconocida por la ONU ni por ninguna entidad internacional de peso), al tiempo que se garantizan los derechos de la minoría tártara, la más hostil a la dominación rusa.

Foto: El encuentro sobre Crimea, organizado por Ucrania (EFE)

4. Las sanciones:

La última cuestión decisiva, y que Rusia ha traído a la mesa en cada una de las sesiones de negociación, son las sanciones internacionales. Obviamente, Moscú exigirá el levantamiento de todas las penalizaciones en caso de que se llegue a un acuerdo con Kiev, pero no está claro que lo vaya a conseguir. Las cancillerías occidentales consideran que Rusia debe pagar un precio por su agresión, e incluso si Ucrania se muestra de acuerdo en retirar las restricciones con tal de poner fin a la guerra, es extremadamente improbable que Washington, Bruselas y Londres estén por la labor.

Sin embargo, también aquí es posible plantear una estrategia de desescalada progresiva, igual que se hizo a la hora de imponerlas, de modo que sea posible recompensar los gestos de buena voluntad por parte del Kremlin sin que parezca una cesión a su chantaje.

Foto: Tasas de cambio en San Petersburgo. (EFE/Anatoly Maltsev)

Está por ver cuánto de todo esto está dispuesto a aceptar cada uno de los bandos. Quizá Crimea, o el Donbás, se conviertan en un escollo insalvable y la guerra se estanque, prolongándose durante mucho tiempo. O quizá los negociadores encuentren una serie de fórmulas, con mayor o menor variación respecto a lo apuntado aquí, y puedan lograr un entendimiento que ponga fin a la invasión. Una cosa es segura: la posición de Kiev es mucho más fuerte que en 2015, cuando se vio obligada a aceptar los llamados Acuerdos de Minsk en los términos impuestos por Moscú. Y cada día que pasa, la baza negociadora de Rusia se debilita más y más.

La gran duda es: ¿hasta qué punto puede el gobierno ruso vender estas concesiones como una victoria en casa, algo que pueda servir para justificar los costes de la guerra a ojos de la ciudadanía rusa? Pero dado que la censura y la propaganda acerca de la invasión han alcanzado límites orwellianos, no debemos subestimar la capacidad del aparato mediático del Kremlin para fabricar una verdad a su medida. No todos los rusos se lo creerán, pero basta con que lo haga el número suficiente de ellos para que funcione. El problema de Putin es que, cuanto más dure la guerra, más difícil será imponer esta versión. Otro elemento más para acelerar el buen curso de las negociaciones.

Además, se podría aceptar convertir el ruso en lengua cooficial del país, o al menos en las regiones del este donde se habla de forma mayoritaria.

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