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Los corredores humanitarios alivian brevemente a una Ucrania que se prepara para lo peor
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"Lo peor está por llegar"

Los corredores humanitarios alivian brevemente a una Ucrania que se prepara para lo peor

Supondría un breve resquicio de oportunidad para la población de varias ciudades ucranianas que llevan días asediadas y sufriendo bombardeos constantes

Foto: Un miembro de las Fuerzas Territoriales de Defensa hace guardia en un control de carretera. (Reuters/Mykola Tymchenko)
Un miembro de las Fuerzas Territoriales de Defensa hace guardia en un control de carretera. (Reuters/Mykola Tymchenko)
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El octavo día de la guerra de Ucrania terminó con el primer soplo de pausa desde que los tanques, tropas y aviones del Ejército de Rusia iniciaron el 24 de febrero la invasión a gran escala de su vecino. Tras una nueva ronda de negociaciones en Bielorrusia el jueves, las representaciones ucraniana y rusa acordaron el establecimiento de corredores humanitarios para los civiles que huyen del conflicto, incluyendo la posibilidad de altos el fuego temporales para permitir las evacuaciones.

Aunque lejos del cese de las hostilidades que piden los ucranianos, de respetarse el acuerdo supondría un breve resquicio de oportunidad para la población de varias ciudades ucranianas que llevan días asediadas y sufriendo bombardeos constantes ordenados por el presidente ruso, Vladímir Putin.

Pero las —escasas— buenas noticias llegaban apenas horas después de un último jarro de agua fría a cualquier esperanza de una resolución rápida del conflicto. Tras una llamada telefónica de 90 minutos entre Putin y el presidente francés, Emmanuel Macron, una fuente del Elíseo indicaba ayer a los medios que el mandatario ruso no muestra ninguna intención de ceder en su operación militar. "Debemos suponer que lo peor está por llegar", dijo el alto cargo del Ejecutivo. “Nuestro análisis de las operaciones militares es que las ambiciones rusas son tomar el control de toda Ucrania”.

Foto: Civiles entrenan el lanzamiento de cócteles molotov en Zhytomyr, Ucrania. (Reuters/Viacheslav Ratynskyi)
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En un mensaje retransmitido por televisión tras una sesión del Consejo de Seguridad del Kremlin, Putin aseguró a los rusos que la guerra en Ucrania está yendo "según el plan" previsto, pese a la admisión el miércoles de cerca de 500 muertos entre las filas rusas. Una vez más, Putin rechazó negociaciones directas con su homólogo ucraniano, quien el jueves aseguró que es "el único modo de detener esta guerra".

Avances militares en el sur

Paralelamente a los esfuerzos diplomáticos, el Ejército ruso ha continuado sus avances por la zona sur del país tras haber logrado hacerse con el control de Jersón, la primera capital regional en caer ante la invasión de Putin. La operación en este frente, que amenaza con cortar por completo el acceso de Ucrania al mar Negro, incluyó ayer un asalto a gran escala a Energodar, una ciudad de 50.000 habitantes a orillas del río Dniéper que alberga la central nuclear de Zaporiya, la más grande de Europa y que produce un cuarto de toda la electricidad de Ucrania. Pasada la medianoche, todas las alarmas saltaron en Ucrania debido a que la ofensiva rusa se recrudecía en el entorno de las instalaciones, que terminó desatando un incendio que alertó al Gobierno local y que tuvo que sofocar varias dotaciones de bomberos durante toda la noche. Tras unas horas de tensión, las llamas quedaron controladas y desde la Agencia Internacional de la Energía Atómica aseguran que los niveles de radiación son normales.

También en el sur, Odesa, la tercera mayor ciudad del país y principal puerto, se enfrenta a la posibilidad de un inminente asalto anfibio, según han denunciado las autoridades ucranianas. Una flotilla rusa de al menos cuatro buques de asalto se desplaza desde su base en Crimea hacia la ciudad costera, en lo que sería el primer desembarco militar en Europa desde el ataque turco contra Chipre en 1974. "Quieren destruir nuestra Odesa, pero lo único que verán será el fondo del mar Negro", arengó este jueves Zelenski.

La mayor batalla del frente sureño continúa siendo el asedio de Mariúpol, urbe portuaria en la costa del mar de Azov y objetivo estratégico clave para Rusia, dado que su conquista permitiría conectar los flancos del sur y el este, donde se encuentran los rebeldes separatistas respaldados por Moscú. A falta de ver los efectos de los corredores humanitarios acordados, la población de la ciudad vivía este jueves una situación desesperada: más de dos días incomunicada, sin luz, agua ni calefacción y sin manera de traer suministros básicos del exterior. “Estamos siendo destruidos como nación. Este es el genocidio del pueblo ucraniano”, manifestó ayer el alcalde de la ciudad, Vadym Boychenko.

Foto: Mapa del avance ruso en el sur (Laura Martín)

Proveerse de armas

En el resto del país, la asfixia de Mariúpol se sigue con el corazón en un puño. Ruslam nació allí, vivía en Kiev hasta el inicio de la guerra y escapó hasta Lviv cuando empezaron a silbar los misiles rusos. Sus padres siguen atrapados en su ciudad natal. La noche del jueves, llevaba más de 24 horas sin poder comunicarse con ellos y vivía pegado a su teléfono móvil, intentando interpretar las pocas imágenes que llegaban desde la localidad costera. “Las fotografías que hemos visto de la parte de Mariúpol en la que vive mi familia no se ven nada bien”, lamenta a El Confidencial. “Les aconsejé que se fueran al refugio antibombas más cercano, pero no tengo indicios de que hayan llegado”.

"Las fotografías que hemos visto de la parte de Mariúpol en la que vive mi familia no se ven nada bien", lamenta Ruslam

Esperando lo peor en las próximas jornadas, los cálculos son demoledores. Según las proyecciones de Naciones Unidas, más de 10 millones de ucranianos podrían tener que acabar huyendo de sus hogares como consecuencia de la guerra, de los que al menos cuatro millones tendrán que ser absorbidos como refugiados en los países vecinos. Cifras de una dimensión similar a las de la guerra civil siria y camino de convertirse en la peor crisis migratoria europea en este siglo. Solo en la primera semana de invasión rusa, más de un millón de ucranianos ya han escapado del país.

Durante la tarde de ayer en Lviv, una de las ciudades más occidentales del país, a varios cientos de kilómetros del frente, las autoridades locales empezaron a cubrir con telas y otros materiales aislantes las famosas estatuas que decoran el casco histórico de la urbe y a tapiar con tableros de madera las vidrieras de las catedrales. A dos calles de distancia, decenas de personas se arremolinaban ante una tienda de rifles y escopetas, dispuestas a dejarse cientos de euros en un arma con la que defenderse. Si lo peor está por llegar, como dice Macron, a ningún ucraniano le pillará desprevenido.

En un emotivo discurso, el presidente Zelenski volvió a intentar subir la moral de sus tropas asediadas, recordando cómo el país vivió dos guerras mundiales, sobrevivió al Holodomor —la gran epidemia de hambruna inducida por Stalin en los 30—, al Holocausto, al terror soviético, al desastre nuclear de Chernóbil y a la agresión de Rusia de 2014, cuando se anexionó Crimea y apoyó a los rebeldes separatistas de Donetsk y Lugansk. “No tenemos el territorio más grande, no tenemos armas nucleares, no proveemos de petróleo y gas a los mercados internacionales”, dijo. “Pero tenemos a nuestro pueblo y nuestra tierra. Eso es por lo que estamos luchando”.

El octavo día de la guerra de Ucrania terminó con el primer soplo de pausa desde que los tanques, tropas y aviones del Ejército de Rusia iniciaron el 24 de febrero la invasión a gran escala de su vecino. Tras una nueva ronda de negociaciones en Bielorrusia el jueves, las representaciones ucraniana y rusa acordaron el establecimiento de corredores humanitarios para los civiles que huyen del conflicto, incluyendo la posibilidad de altos el fuego temporales para permitir las evacuaciones.

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