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Antivacunas en África: "A Occidente solo le interesan las enfermedades peligrosas para ellos"
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"Vinieron a imponernos rigidez alemana"

Antivacunas en África: "A Occidente solo le interesan las enfermedades peligrosas para ellos"

En Burundi y otros países africanos se ha adoptado la lucha contra el covid como impuesta desde Occidente. Pero localmente han adaptado todas las medidas para beneficiarse con la corrupción

Foto: Una mujer con su hijo en las elecciones presidenciales de Burundi de 2020 (Reuters/Evrard Ngendakumana)
Una mujer con su hijo en las elecciones presidenciales de Burundi de 2020 (Reuters/Evrard Ngendakumana)

“Es más fácil tener represalias por informar sobre la existencia de casos de covid-19 en Burundi que por pegarle un machetazo a un tipo en medio del camino”, asegura el Louis N, doctor en un hospital público de Buyumbura. "No exagero; en 2021 empezamos a comunicar oficialmente los casos positivos que recibíamos. De inmediato fuimos acusados de manipular los resultados para apoyar a la oposición del gobierno y amenazaron con despedirnos".

Cuando la pandemia del covid-19 comenzó a traspasar fronteras, Burundi ya llevaba cinco años en un estado de cuasi aislamiento. Los medios internacionales habían castigado duramente al Gobierno en 2015 por la represión de las protestas contra la candidatura del presidente Pierre Nkurunziza, y proyectaban una imagen apocalíptica de un país al borde de un nuevo genocidio y víctima de un gobierno dictatorial. “Es probablemente el castigo por ser un país ‘antidemocrático’ dentro de los estándares de occidente. ¿Pero cómo podría existir democracia cuando la mayoría de la población está sumida en la pobreza?”, dice Nicolas H, analista político.

En este escenario es en el que irrumpió el coronavirus.

Foto: Jóvenes bailan en Buyumbura, Burundi. (María Ferreira) Opinión

Burundi es uno de los países más pobres del mundo; un 70% de la población cuenta con menos de dos dólares al día para sobrevivir.

La mortalidad infantil se sitúa en 58,9 por 1.000 niños menores de cinco años. En España es de 3,2 por cada 1.000.

Un 31% de los niños es víctima del trabajo infantil.

En 2020, la primera medida adoptada por el gobierno para luchar contra el covid-19 fue la de encomendarse a Dios. La prevención se basó en una suerte de letanías con las que iban construyendo su verdad: “Nuestro sistema inmune, acostumbrado a la malaria, es resistente al nuevo virus”, aseguraban en la radio. “Es difícil que el covid entre en nuestro país gracias a la falta de turismo”, señalaban desde las instituciones oficiales. El gobierno ha contado desde el principio con la relativa facilidad con la que se pueden controlar a los viajeros que llegan a Burundi: solo aterrizan dos vuelos internacionales a diario en el aeropuerto de Buyumbura, uno desde Etiopía y otro desde Ruanda. En el aeropuerto es obligatorio hacerse una PCR que cuesta 100 dólares para los extranjeros y 35 dólares para los burundeses.

Foto: El presidente tanzano, John Magufuli. (Reuters)

No obstante, la comunidad internacional mostró preocupación por el país del este de África; su deteriorado sistema de salud y sus recursos limitados no auguraban un desenlace optimista a la hora de manejar la crisis sanitaria. Burundi cuenta con aproximadamente 0,1 médicos y menos de una cama de hospital por cada 1000 personas. La OMS decidió intervenir para hacerse cargo de la coordinación de la respuesta ante la pandemia, decisión que no fue bien recibida por el gobierno; el 12 de mayo del 2020, el Ministro de Exteriores del país ordenó en una carta la expulsión inmediata del representante de la OMS y de los tres expertos que le acompañaban, declarándoles “persona non grata”. El Ministro de Salud acusó a la Organización Mundial de la Salud de intervenir de forma inaceptable en la gestión de la pandemia.

"Las normas que trataron de imponernos eran imposibles. Era como si de la noche a la mañana fuéramos a tener acceso a agua limpia"

“Nos llegaron panfletos para repartir en las zonas rurales en los que recordaban la importancia de lavarse las manos con agua y con jabón”, explica Monique B, enfermera de una clínica rural. “Las normas que trataron de imponernos eran imposibles. Era como si de la noche a la mañana fuéramos a tener acceso a agua limpia, como si tuviéramos que centrar toda nuestra energía en hacernos test y no en sobrevivir a malarias, diarreas, malnutrición, o cánceres imposibles de tratar por falta de medios”.

Durante la mayor parte del 2021 Burundi se negó a recibir vacunas, priorizando el esfuerzo nacional en las medidas de prevención. “Fue entonces cuando nuestro país aparecía en la prensa internacional como ‘el país negacionista’”, explica André N, médico en una clínica privada de Buyumbura. “Realmente no negábamos la existencia de la pandemia, nos negábamos a aceptar las medidas que nos querían imponer porque eran un disparate y un resultado de la ignorancia de las organizaciones sobre la situación real de nuestro país".

"No negábamos la existencia de la pandemia, nos negábamos a aceptar las medidas que nos querían imponer porque eran un disparate"

Fue en octubre de ese mismo año cuando el gobierno anunció la llegada de 500.000 dosis de la vacuna china Sinopharm y procedió a implementar un programa de vacunación. “Fue una muestra de docilidad”, explica André N, quien añade que "la recompensa llegó dos meses después en forma de donación millonaria”. En diciembre de 2021, el Banco Mundial firmó el envío de 60 millones de dólares para reforzar la respuesta a la pandemia y crear los recursos necesarios para garantizar el éxito de la campaña de vacunación y tratamiento del covid-19.

Sacando beneficios

Burundi pasó de ocupar un lugar de oposición frente a la soberanía universal del covid-19 a unirse al enemigo en pos de su propio beneficio. “Cuando comenzaron la campaña de los test de antígenos y PCR llegamos a ganar en el hospital 300 euros al día, unos 685.319 francos burundeses”, reconoce el Pierre, director de una clínica privada en Buyumbura. “Teniendo en cuenta que el salario promedio en Burundi es de 456.879 francos burundeses [unos 200 euros] hablamos de una ganancia mayúscula". En realidad lo que tenía lugar en los centros de salud era una venta de resultados negativos, en la mayoría de los casos los test no se llegaban a realizar.

"En Burundi no nos llegamos a morir de covid-19 porque nos morimos de enfermedades que sí tienen tratamiento"

Dar positivo en covid-19 en Burundi no supone nada. “No puedes esperar que un hombre pase dos semanas en cuarentena cuando tiene que mantener a toda su familia”, explica Nicolas H. “Pretenden que enfrentemos la pandemia con rigidez alemana, pero no tenemos las condiciones de vida de los países occidentales. La mayoría de la gente no tiene acceso a agua potable o a jabón, la mayoría vive en casas en las que comparten habitación, los autobuses están abarrotados, la gente fabrica sus propias mascarillas con cualquier tela disponible".

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Mientras la comunidad internacional celebraba la llegada de las vacunas a Burundi, la población y la mayoría del personal médico mostraban sus reservas. “Hemos tirado más vacunas de las que hemos utilizado”, asegura Lucas W, enfermero en Buyumbura. “Lo único que quieren los pacientes es esa pegatina que ponemos en la cartilla de vacunación”. Sin embargo la narrativa oficial se ha suavizado, desde el gobierno recomiendan la vacuna aunque al mismo tiempo siguen subrayando la baja incidencia de la enfermedad en el país y hacen la vista gorda ante los casos de corrupción relacionados con la pandemia.

"Hemos tirado más vacunas de las que hemos utilizado"

Desde su aparición, el covid-19 ha resultado ser una cuestión política e identitaria. Ha servido también como origen de reflexiones críticas que han sido sistemáticamente silenciadas tanto por el gobierno nacional encomendado a Dios como por las narrativas internacionales.

“En 2020, hubo más de 1.500 casos nuevos y 1.120 muertes relacionadas con el cáncer de cuello uterino”, cuenta el doctor Pierre. “La OMS centra todos sus esfuerzos en las enfermedades infecciosas, especialmente ahora en el covid-19, pero ¿qué hay de las enfermedades como el cáncer para las que no tenemos tratamiento en este país? ¿Por qué nuestros muertos por cáncer, que son más que los muertos por la pandemia, no llegan a ser titulares de prensa internacional? ¿Por qué es negligencia la incapacidad nacional para gestionar la pandemia y no lo es el desamparo al que estamos sometidos?”.

"A Occidente sólo le interesan las enfermedades potencialmente peligrosas para ellos"

Algunos analistas políticos burundeses critican el interés de Occidente por controlar la pandemia en África de manera egoísta, por padecer de pánico selectivo. “A Occidente sólo le interesan las enfermedades potencialmente peligrosas para ellos”, afirma Nicolas H. “Si el covid-19 se hubiera originado y permanecido en algún país africano aún estaríamos esperando a que alguien hablara de ello”.

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(M.F.)

En Burundi no existen datos sólidos; los últimos informes oficiales señalan que hay menos de 20 casos positivos al día en todo el país, y el número total de muertos desde el principio de la pandemia asciende a 38 casos. “¿A Occidente le parece una cifra demasiada baja para ser real?” pregunta Nicolas H. “Que vengan a ver con sus propios ojos que en Burundi no nos llegamos a morir de covid-19 porque nos morimos de enfermedades que sí tienen tratamiento”.

El covid-19 no es una prioridad en Burundi a pesar de los esfuerzos de las instituciones de cooperación internacional y sus declaraciones benevolentes. ‘Lavarse las manos con agua limpia salva vidas’, se lee a la entrada de una escuela en la que no hay agua corriente. “Que nos traigan agua limpia para beber si realmente quieren salvar nuestras vidas, que inviertan en infraestructura”, añade Nicolas H. “Uno no puede preocuparse por el covid-19 habitando una realidad en la que morir de hambre forma parte de lo cotidiano".

“Es más fácil tener represalias por informar sobre la existencia de casos de covid-19 en Burundi que por pegarle un machetazo a un tipo en medio del camino”, asegura el Louis N, doctor en un hospital público de Buyumbura. "No exagero; en 2021 empezamos a comunicar oficialmente los casos positivos que recibíamos. De inmediato fuimos acusados de manipular los resultados para apoyar a la oposición del gobierno y amenazaron con despedirnos".

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