El formidable 'Mister Nyet': Sergei Lavrov, el 'rey troll' de la diplomacia rusa
Quizá el ministro de Exteriores ruso no sea el diplomático más hábil del planeta, pero probablemente es el más temido. Un canciller de hierro para la diplomacia 'heavy metal'
Pocos incidentes definen tan bien el papel que el ministro de Exteriores ruso Sergei Lavrov juega en la estrategia actual del Kremlin como el encuentro que mantuvo con su homóloga británica Liz Truss el pasado 10 de febrero. Tras plantearle algunas preguntas trampa (por ejemplo, si reconocía “la soberanía de Rusia” sobre las regiones rusas de Voronezh y Rostov, como si se tratasen de áreas del Donbás en Ucrania, a lo que Truss respondió airadamente y de forma negativa), el Ministerio de Exteriores ruso filtró el incidente al diario 'Kommersant', de donde no tardó en saltar a los rotativos del propio Reino Unido, minando seriamente las perspectivas de la política de cara a la carrera electoral que viene. En resumen, el verdadero interés del Ministerio de Exteriores de la Federación Rusa estaba en el troleo, no en la diplomacia.
Quizá Sergei Lavrov no sea el diplomático más hábil del planeta, pero probablemente es el más temido. El ministro ruso no duda en ignorar todas las reglas de la diplomacia internacional (una esfera en la que ante todo se necesita sutileza y capacidad de llegar a acuerdos sin ofender a un interlocutor que, además, viene de otra esfera cultural), ridiculizando a aquellos enviados de países que Rusia considera hostiles y dejándolos fuera de juego. Un canciller de hierro para lo que algunos expertos llaman la ‘diplomacia heavy metal’ de Rusia.
Su defensa férrea de lo que el Kremlin considera los intereses de Rusia, incluyendo la oposición a cualquier iniciativa estadounidense de largo alcance, le han ganado el apelativo de "Mister Nyet" ("Mister No", en ruso), por lo que no es de extrañar que la opinión de los diplomáticos estadounidenses sobre él sea pésima. Según un perfil que le hizo el 'Washington Post' en 2014, durante su dilatada carrera Lavrov ha conseguido sacar de sus casillas a toda una serie de altos funcionarios estadounidenses, como Colin Powell, Condoleezza Rice, John Kerry o Hillary Clinton. Otro anónimo miembro del equipo diplomático de George Bush hijo le calificó de “gilipollas integral”. En otro perfil publicado en 'Politico' en 2017, miembros de la Administración Obama le definieron como un “antidiplomático”, así como “nada carismático, ofensivo, sin disposición a llegar a acuerdos, cruel, desagradable, brusco, abusador”.
Cínico y experimentado
Un experto español en política exterior que lleva años siguiendo al personaje, lo caracteriza como "cínico, muy astuto, y con más experiencia que cualquiera de sus interlocutores occidentales" (no en vano lleva casi dos décadas en su cargo actual, a lo que se suma otra década anterior como embajador de Rusia ante la ONU). Otro coincide en que este cinismo extremo es uno de sus rasgos principales, como demuestran “todas las mentiras alrededor del derribo del vuelo MH17”.
El episodio con Truss está lejos de ser un incidente aislado, como bien pudo experimentar el jefe de la diplomacia europea Josep Borrell durante su viaje a Moscú hace un año: Lavrov ignoró deliberadamente su condición de representante europeo y prefirió atacarle como español, alegando que aquel no podía criticar la persecución contra Alexéi Navalni, puesto que, según él, en España también había presos políticos catalanes. Para añadir más sal a la herida, Rusia decretó la expulsión de varios diplomáticos europeos de forma que coincidiese con la visita.
"Su comportamiento no es un accidente. Lavrov, como el presidente ruso Vladímir Putin, usa la agresión y el sarcasmo como herramientas para demostrar su desprecio por su interlocutor, para designar toda negociación como inútil incluso antes de que empiece, para crear temor y apatía. El objetivo es poner a los otros diplomáticos a la defensiva, o si no llevarles a abandonar con desagrado”, escribió la historiadora y comentarista Anne Appelbaum tras el incidente con Truss. "A Lavrov no le importa ser odiado, porque eso le da un aura de poder”, señala. "Su objetivo es mantener su posición en el turbio mundo de la elite rusa y, por supuesto, mantener su dinero", añade.
Pese a ello, no le han faltado admiradores, y no solo dentro de Rusia. El columnista del 'Daily Telegraph' Peter Oborne dijo en una ocasión que era "el ministro de exteriores más formidable del mundo", mientras que su antigua homóloga austriaca Ursula Plassnik le describió como "uno de los actores de política exterior más informados y respetados en la aldea global". Incluso la ex secretaria de Estado de EEUU Madeleine Albright, que le conoce bien y está lejos de ser fan de Lavrov, afirmó: "Es muy inteligente. Puede ser muy agradable y práctico. Y puede ser lo contrario".
Políglota y amante del buen vivir
Sergei Lavrov nació en Moscú en 1950, de madre rusa y padre armenio criado en Georgia. Aunque su primer interés fueron las ciencias, acabó estudiando en el Instituto Estatal de Relaciones Internacional de Moscú. Aunque él ha explicado en entrevistas que su propósito era aprender árabe, se vio obligado por las autoridades académicas a estudiar cingalés y, posteriormente, divehi, el idioma oficial de Maldivas, además de inglés y francés. En aquella época, las reglas de esta institución académica dictaban que todos sus graduados debían trabajar durante un tiempo para el Ministerio de Asuntos Exteriores, de modo que Lavrov, dado su conocimiento del idioma, fue enviado a la embajada soviética en Sri Lanka en 1972, donde permaneció cuatro años.
A su regreso a Moscú, pasó por varios puestos burocráticos hasta recalar en la sede de la ONU en Nueva York en 1994, como Representante Permanente de la Federación Rusa. Allí vivió crisis como el bombardeo de Yugoslavia por parte de la OTAN y la invasión de Irak, donde se fraguó su relación hostil con los estadounidenses, pero también su gusto por el estilo de vida occidental. Su hija estudió allí, en la Universidad de Columbia.
Quienes le conocen afirman que le gusta el whisky escocés, los trajes italianos y los puros, y hasta fecha reciente combinaba la escritura de poesía con los deportes de acción como el rafting o el esquí. En la ONU también tuvo la oportunidad de demostrar su personalidad fuerte, al permitirse ignorar la prohibición establecida por el Secretario General Ban Ki-Moon de fumar dentro del edificio. Preguntado en una ocasión qué cualidades debe tener un diplomático, respondió que debe ser "erudito" y tener un buen conocimiento de la historia, así como comprender la psicología del negociador al otro lado de la mesa y, sobre todo, tener "devoción por la patria".
Vida lujosa e indicios de corrupción
La imagen de Lavrov se ha visto empañada recientemente tras la publicación, a finales del verano pasado, de una investigación del medio independiente ruso 'iStories' y el equipo de Navalni sobre el lujoso estilo de vida de la que, según ellos, es la amante del ministro de Exteriores, la actriz y restauradora Svetlana Polyakova. De acuerdo con dicha investigación, Polyakova y su familia poseen propiedades inmobiliarias y una flota de coches de lujo en Rusia y el Reino Unido, imposibles de justificar con sus propios ingresos.
Además, Polyakova viajó a otros países de Europa Occidental y Asia en el avión oficial del ministerio en al menos 60 ocasiones en los siete años anteriores, acompañada de su madre, su hija e incluso su sobrina. Estos viajes habrían sido documentados por la hija, Polina, de 26 años, en numerosas fotografías colgadas en su cuenta de Instagram, desactivada tras la publicación de estos hallazgos. Preguntada al respecto durante una rueda de prensa, la portavoz del Ministerio de Exteriores ruso Maria Zajárova, se limitó a afirmar que se trataba de una seudoinvestigación con fines maliciosos alimentada desde el extranjero, y que en cualquier caso “la autoridad de Lavrov es indisputable”.
Limpiar el rastro del elefante
Lavrov, en todo caso, no es parte del círculo cercano de Putin. Por ejemplo, fue excluido de las reuniones en las que se tomó la decisión de anexionar la península de Crimea, de la que solo fue informado a posteriori. Esta distancia quedó de manifiesto a principios de esta semana durante el encuentro televisado que mantuvo con Putin, donde ambos se sentaron en extremos opuestos de una larguísima mesa, debido a las precauciones que el presidente ruso toma para evitar un contagio por covid-19.
Может, Путин не ковида боится, а что Лавров в него стулом кинет?
— Грани.Ру (@GraniTweet) February 14, 2022
Нам ведь говорят, что для профилактики ковида достаточно дистанции в полтора метра pic.twitter.com/Wic2fOKKqP
Sea como fuere, Lavrov cumplió perfectamente con el papel que tiene asignado. En un intercambio verbal plenamente orquestado, Putin le preguntó: “Sergei Viktorovich, ¿crees que todavía hay oportunidad de llegar a un acuerdo con nuestros interlocutores sobre los asuntos clave que nos preocupan, o es solamente un intento de arrastrarnos a un proceso de negociación interminable y sin conclusión lógica?”. Lavrov respondió: “Hemos advertido en contra de discusiones sin fin sobre asuntos que deben ser resueltos hoy. Pero aun así, probablemente, como jefe del Ministerio de Exteriores, debo decir que siempre hay una oportunidad, me parece que estamos lejos de haber agotado todas nuestras posibilidades. Por supuesto, no deben seguir indefinidamente, pero en este punto yo sugeriría que continúen y aumenten”. Putin se limitó a añadir: “Bien”.
Uno de los expertos españoles consultados por El Confidencial dice que Lavrov es "un mimo, una mera correa de mensajes" que "limpia la mierda del elefante al que sigue". Esa sumisión total a Putin es lo que explica su longevidad en el cargo, junto con su capacidad de desarmar a sus oponentes, privándoles de la oportunidad de expresar cualquier crítica de peso. Una habilidad que, en el contexto actual, es lo que el gobierno de Vladímir Putin necesita por encima de todo.
Pocos incidentes definen tan bien el papel que el ministro de Exteriores ruso Sergei Lavrov juega en la estrategia actual del Kremlin como el encuentro que mantuvo con su homóloga británica Liz Truss el pasado 10 de febrero. Tras plantearle algunas preguntas trampa (por ejemplo, si reconocía “la soberanía de Rusia” sobre las regiones rusas de Voronezh y Rostov, como si se tratasen de áreas del Donbás en Ucrania, a lo que Truss respondió airadamente y de forma negativa), el Ministerio de Exteriores ruso filtró el incidente al diario 'Kommersant', de donde no tardó en saltar a los rotativos del propio Reino Unido, minando seriamente las perspectivas de la política de cara a la carrera electoral que viene. En resumen, el verdadero interés del Ministerio de Exteriores de la Federación Rusa estaba en el troleo, no en la diplomacia.
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