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Por qué Kazajistán explica el declive de EEUU como superpotencia hegemónica
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Por qué Kazajistán explica el declive de EEUU como superpotencia hegemónica

Estados Unidos detuvo una guerra entre China y Rusia en Kazajistán a comienzos de los 2000, pero solo en la ficción de 'El ala oeste'. El mundo de hoy es muy distinto

Foto: Tropas rusas en la ceremonia de retirada de la OTSC. (EFE)
Tropas rusas en la ceremonia de retirada de la OTSC. (EFE)

La popular serie de televisión política estadounidense de la década de los 2000, 'El ala oeste', es famosa, entre otras cosas, por su descripción —en su mayor parte exacta, aunque idealizada— del funcionamiento interno de la política exterior estadounidense. En la última temporada, el presidente saliente Jed Bartlet despliega fuerzas de paz estadounidenses para detener una guerra entre Rusia y China por disturbios en... Kazajistán.

Ahora, el país centroasiático se ha tambaleado por la peor agitación política desde que se separó de la Unión Soviética en 1991. Pero la crisis actual se ha desarrollado de forma muy diferente al guion de guerra de la televisión, en un mundo que es mucho más G-0, un concepto que explica la incapacidad de Estados Unidos y las grandes potencias del G-7 o el G-20 para imponer su agenda, que en 2006.

Foto: Protestas en Jartúm (Sudán) contra el golpe de Estado militar. (EFE)

En primer lugar, las fuerzas de paz internacionales son (en su mayoría) rusas. Días después de las violentas protestas que comenzaron por una rápida subida del precio del combustible y que ahora parecen un intento fallido de golpe de Estado, el asediado presidente Kassym-Jomart Tokayev temía por su supervivencia y por la lealtad de las fuerzas de seguridad. Con la espalda contra la pared, Tokayev hizo exactamente lo que Putin espera que haga el líder de cualquier antigua república soviética cuando esté en problemas: llamar al Kremlin y pedir ayuda. El líder ruso accedió al instante, enviando 2.500 soldados para restablecer el orden en Kazajistán.

Putin también consiguió recordar a todo el mundo que Rusia tiene su propia OTAN, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, de seis miembros, que por primera vez aceptó enviar tropas de la OTSC a un país miembro a petición suya. Solo hizo falta la luz verde de Moscú, que rechazó las peticiones de intervención de Armenia el año pasado y de Kirguistán en 2010.

Esta vez, sin embargo, Putin dio su consentimiento. Tokayev está ahora en deuda con Putin, y el mundo ha captado el mensaje de que Rusia intervendrá para apuntalar a los líderes afines a Moscú en los países vecinos que se enfrentan a disturbios masivos. De hecho, al líder ruso le encanta proteger a otros hombres fuertes que han de cuidar sus espaldas; apoyó a Alexander Lukashenko en agosto de 2020, cuando el dictador bielorruso estaba en apuros por las protestas populares contra su falsa reelección.

Mientras tanto, todo esto sucede justo cuando Rusia está luchando con Estados Unidos, exigiendo a Washington que garantice que la OTAN no se expandirá más en el territorio de la antigua Unión Soviética, al mismo tiempo que se plantea una invasión de Ucrania, el otro manual de Putin para conseguir lo que quiere cuando intervenir directamente le cuesta demasiado.

Foto: Fuerzas de seguridad rusas en Almaty, Kazajistán, como parte del contingente enviado por la CSTO. (EFE vía Ministerio de Defensa ruso)

En segundo lugar, Rusia y China están bastante próximas en la actualidad. Al contrario de la guerra que casi se libra en la televisión estadounidense de los 2000, ahora tienen un interés común en enfrentarse a Occidente. Xi Jinping, por su parte, está encantado de dejar que Putin haga el trabajo sucio y se lleve todo el mérito en Kazajistán, siempre y cuando el petróleo, el gas y los minerales kazajos sigan fluyendo hacia una China ávida de recursos (y los rusos sigan dispuestos a cooperar si surgen tensiones en Asia Central). El enfoque no intervencionista de China en la crisis también es propio de Pekín, que se enorgullece de no intervenir en los asuntos internos de ningún país (como Rusia, a menos que se le invite). Además, Xi tiene otros asuntos más importantes que tratar en su país: el covid cero, una economía en declive y su propio liderazgo futuro.

Las relaciones entre Rusia y China siempre han sido delicadas, y la confianza tiene un límite. En el pasado se han enfrentado por las fronteras, y Moscú está constantemente preocupado por verse eclipsado económicamente por su vecino más poblado. Pero justo cuando Estados Unidos quiere hacer frente a los estados autoritarios, los dos más influyentes están cerrando filas, en este caso respaldando a Tokayev.

Foto: Soldados rusos embarcan rumbo a Kazajistán (Ministerio de Defensa ruso)

En tercer lugar, Estados Unidos se mantiene al margen. En 2006, cuando terminó 'El ala oeste', el entonces presidente George W. Bush habría aprovechado la oportunidad para empujar a Kazajistán hacia la democracia. Al fin y al cabo, Bush consideró las anteriores revueltas populares en Georgia, Ucrania y Kirguistán como ocasiones para llevar a cabo una reforma democrática —acontecimientos que ahora Rusia ridiculiza como "revoluciones de colores"—.

Pero esos días han quedado atrás. Estados Unidos está demasiado preocupado por su propia erosión democrática, e incluso si tuviera alguna influencia en Kazajistán, no hay voluntad popular para más aventuras en el extranjero, sobre todo después de la debacle de la retirada de Afganistán. La declaración más contundente de Washington hasta la fecha sobre la crisis kazaja ha sido una burla poco disimulada y melosa a Moscú, que ha respondido con una buena dosis 'y tú más'.

'El ala oeste' terminó en 2006 con el ejército estadounidense manteniendo la paz entre Rusia y China en Asia Central. El año 2022 comienza con Rusia y, en menor medida, con China, llevando la voz cantante en una región que se ha convertido en algo secundario para Estados Unidos. Bienvenidos al mundo G-0.

*Este artículo fue publicado originalmente en inglés en GZERO Media. Si te interesa la política internacional, pero quieres que alguien te la explique, suscríbete a la 'newsletter' Signal aquí.

La popular serie de televisión política estadounidense de la década de los 2000, 'El ala oeste', es famosa, entre otras cosas, por su descripción —en su mayor parte exacta, aunque idealizada— del funcionamiento interno de la política exterior estadounidense. En la última temporada, el presidente saliente Jed Bartlet despliega fuerzas de paz estadounidenses para detener una guerra entre Rusia y China por disturbios en... Kazajistán.

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