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Nueva York como síntoma: récord de contagios y rebelión contra la mascarilla
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Nueva York como síntoma: récord de contagios y rebelión contra la mascarilla

Los neoyorquinos se resisten a volver a las restricciones pese a los récords diarios de infecciones por la nueva variante del coronavirus

Foto: Cola para conseguir una PCR este lunes en Times Square. (Getty/Spencer Platt)
Cola para conseguir una PCR este lunes en Times Square. (Getty/Spencer Platt)
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Los casos de covid en Nueva York están batiendo récords, pero la normalidad, de momento, resiste. Quizá sea porque siete de cada 10 neoyorquinos están completamente vacunados y llenan las cafeterías y los vagones de metro sin miedo a sufrir, en caso de infectarse, grandes consecuencias. Y quizá sea, también, porque nadie está para confinamientos. Incluso el mandato de llevar mascarilla en interiores, recuperado por el Gobierno estatal, está siendo desafiado por dos tercios de los condados neoyorquinos. Un síntoma de la fatiga política y social del covid.

“Mi departamento de salud tiene cosas que hacer más importantes que imponer esto y creo que las pequeñas empresas ya han padecido bastante”, declaró el republicano Steve Neuhaus, ejecutivo del condado de Orange, quien describió las multas a quienes no cumpliesen el mandato de la mascarilla de “tácticas de la Gestapo”. El condado de Orange no es una excepción. Los de Putnam, Rockland y Dutches, e incluso los condados demócratas de Nassau y Long Island, son también parte de la rebelión, que ya abarca dos tercios de las circunscripciones del estado.

“No es tan grave llevar mascarilla”, replicó la gobernadora, Kathy Hochul, aclarando que dejaba a los condados el derecho de multar o no a quienes infringiesen la obligación. “Estamos pidiendo a la gente que simplemente cumpla esa regla sencilla y se mantengan seguros, a sí mismos y a sus familias”.

Foto: Anthony Fauci y Joe Biden durante una rueda de prensa sobre la variante omicrón en la Casa Blanca. (EFE/Oliver Contreras)

La gobernadora Hochul no lleva ni seis meses en el puesto que antes ocupaba Andrew Cuomo, caído en desgracia por varias acusaciones de acoso sexual. El contexto en el que opera ella es distinto al de su antecesor, artífice de una de las respuestas más tenaces contra las primeras olas de la pandemia, cuando no había vacunas. Cuomo llegó a tener una popularidad estelar, impropia de una democracia, mientras confinaba a la población y los hospitales y morgues no daban abasto.

Mientras tanto, Hochul ha ordenado pequeñas medidas incrementales, como repartir un millón de mascarillas N95 por los centros médicos y medio millón de test caseros gratuitos, y establecer más de 40 puestos de vacunación en las regiones con menos proporción de inmunizados. La gobernadora también baraja exigir la tercera dosis de la vacuna para considerar a una persona completamente vacunada. Estudios preliminares apuntan a que una tercera dosis de Pfizer o Moderna puede prevenir la infección de ómicron; las demás vacunas, incluidas las de Rusia y China, solo son relativamente efectivas, amortiguando los efectos de la enfermedad. Una tercera dosis elevaría las posibilidades de que el enfermo no termine ingresado.

Sin embargo, la propuesta, de momento, puede hacerse cuesta arriba, ya que solo el 30% de los americanos inmunizados ha recibido la dosis de refuerzo. Por no hablar de los no vacunados, que siguen rondando, también, en torno al 30% de la población estadounidense. Sobre todo, población republicana.

Foto: Protesta por escasez de personal sanitario en California. (EFE/Caroline Brehman)

La contagiosa variante ómicron, aunque fue identificada hace ya algunas semanas, parece haber cogido por sorpresa a la Gran Manzana. Un día 'The New York Post' cuestionaba la necesidad de mascarilla porque solo había 35 casos de ómicron en Nueva York, y menos de una semana después ya se había superado la marca de los 20.000 infectados en un día. Una realidad que resulta evidente en las calles, surcadas por colas de gente aguardando su test en una clínica o una furgoneta médica, y por todas esas cenas navideñas que se han celebrado en el peor momento, originando grupos de WhatsApp cuyos miembros se informan a menudo de su estado de salud.

Invierno de enfermedad y muerte

La normalidad se astilla por momentos. Algunas salas icónicas de Nueva York, como el Radio City Music Hall, han suspendido su programación de Navidad. La CNN ha mandado a casa a todos los empleados, salvo los esenciales, y otras tantas empresas han dado pasos parecidos. Cafeterías y restaurantes siguen abiertos al 100%, pero, según 'The Wall Street Journal', el tráfico de clientes ya empieza a dar muestras de debilidad. Indicios de que algunas personas están confinándose voluntariamente. Algunas incluso abusarían del confinamiento. Ayer, 'The New York Times' utilizó por primera vez la palabra 'overquarantining': pasarse con la cuarentena.

Con la popularidad de Joe Biden bajo presión en varios frentes, la Casa Blanca ha optado por mandar mensajes duros, incluso exasperados, a la opinión pública para impulsar su plan de invierno y evitar el peor escenario. “Estamos decididos a no dejar que ómicron desbarate el trabajo y la escuela para los vacunados. Habéis hecho lo correcto, y saldremos de esta”, decía un comunicado oficial. “A los no vacunados, estáis ante un invierno de grave enfermedad y muerte para vosotros, vuestras familias y los hospitales que puede que pronto desbordéis”.

Sin embargo, el martes Biden se dirigió al país para lanzar un mensaje de tranquilidad, asegurando que “debemos estar preocupados por ómicron, pero no entrar en pánico”. El presidente anunció varias medidas para reforzar la respuesta sanitaria de su Gobierno y frenar el auge de casos que amenaza con desbordar el sistema hospitalario, incluyendo la distribución 500 millones de tests rápidos gratuitos, más puestos de vacunación y pruebas y un grupo de 1.000 militares sanitarios para ayudar en los brotes más severos.

Esto no es marzo de 2020”, dijo Biden desde la Casa Blanca, en el que insistió en que no serán necesarios nuevos confinamientos. “Doscientos millones de personas están vacunas. Estamos preparados. Sabemos más”, aseguró.

Foto: Joe Biden. (Reuters/ Evelyn Hockstein)

El epidemiólogo jefe del Gobierno, el doctor Anthony Fauci, pintó días antes un escenario menos optimista. "Si las cosas siguen el camino que se está marcando ahora, en una o dos semanas tendremos nuestros hospitales muy llenos de gente porque hay muchas personas en este país que pueden recibir la vacuna y no lo han hecho", dijo Fauci al canal NBC. El médico añadió que las mascarillas pueden estar ahí para quedarse. Además del covid, la gripe y otras infecciones están al alza este año.

Fauci se ha convertido en el principal demonio de los antivacunas o anti mandato de vacunación, que han llegado a comparar a este afable científico de Brooklyn con el nazi Dr. Mengele, en el canal Fox News. Por eso, su mensaje, por muy estructurado e insistente que sea, solo cala en un número limitado de oídos.

“Salvamos decenas de millones de vidas en todo el mundo al crear la vacuna. Hubiera sido como la gripe española sin ella”, dijo Trump

El que sí puede mover la aguja de la opinión pública respecto a las vacunas es Donald Trump. El expresidente de EEUU, que intentó subvertir la transición democrática de poder y conserva buena parte de la lealtad tribal de millones de republicanos, hizo una defensa de las vacunas durante un encuentro con el periodista conservador Bill O’Reilly. “Salvamos decenas de millones de vidas en todo el mundo al crear la vacuna. Hubiera sido como la gripe española sin ella”, dijo Trump. “Debemos de llevarnos el crédito, y vosotros les dais ventaja a ellos”, añadió, en referencia a los demócratas.

El exmandatario, preguntado por el presentador, admitió que se había puesto la dosis de refuerzo, lo cual inspiró un abucheo por parte de la audiencia. Un abucheo que Trump mandó terminar y alegó que provenía de un pequeño grupo de gente en el auditorio. Bill O’Reilly, antiguo icono de Fox, también se ha puesto el refuerzo.

Esta nueva remesa de contagios, que se multiplican a toda velocidad, sobre todo en la región noreste del país, también hace mella en las alturas políticas. Los senadores Corey Booker y Elizabeth Warren han dado positivo, así como el gobernador de Maryland, Paul Hogan. Un senador estatal de Washington, el republicano Doug Erikssen, crítico de los mandatos de vacunación, contrajo el virus y murió a los 52 años. Erikssen nunca quiso revelar si se había o no vacunado.

Los casos de covid en Nueva York están batiendo récords, pero la normalidad, de momento, resiste. Quizá sea porque siete de cada 10 neoyorquinos están completamente vacunados y llenan las cafeterías y los vagones de metro sin miedo a sufrir, en caso de infectarse, grandes consecuencias. Y quizá sea, también, porque nadie está para confinamientos. Incluso el mandato de llevar mascarilla en interiores, recuperado por el Gobierno estatal, está siendo desafiado por dos tercios de los condados neoyorquinos. Un síntoma de la fatiga política y social del covid.

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