Alemania acorrala a los no vacunados: "La situación es más grave que nunca"
Angela Merkel y su sucesor en la cancillería, Olaf Scholz, han acordado nuevas medidas para tratar de frenar la escalada de casos en Alemania. No llegan al 70% de vacunación
En una zapatería berlinesa del barrio de Kreuzberg, dicen tener que acostumbrarse a pedir el certificado de vacunación y el carné de identidad a todo el que entra por la puerta. “Menos mal que somos dos”, explican Heike y Sabine. “Aunque hasta el momento no hay nadie que se haya enfadado por ello y lo importante es que no tengamos que cerrar”, añaden. Esta es la situación ahora mismo en los comercios considerados “no esenciales” en el 'Land' de Berlín. Los no vacunados solo pueden acceder a supermercados, droguerías o librerías. Desde este jueves tampoco podrán entrar en cines, teatros o restaurantes en toda Alemania, ni reunirse con más de dos personas de otra burbuja familiar, según acordaron Gobierno central y poderes regionales en una reunión de urgencia. Además, ya hay un plan en marcha para que la vacuna sea obligatoria a partir de febrero.
Así quiere romper Alemania la cuarta ola que tiene al país atenazado desde hace semanas. La incidencia rompe récords diarios. Aunque los más de 400 fallecidos diarios no superan todavía los picos de más de 1.000 del pasado invierno, “la situación es más grave que nunca”, explicaba el ministro de Sanidad en funciones, Jens Spahn. El problema no es tanto el alto número de contagios (más de 70.000 diarios), como la presión hospitalaria. “El margen de maniobra es cada vez menor”, explicaba Gernot Marx, el presidente de la Asociación Alemana de Cuidados Intensivos en una entrevista con la cadena pública ZDF este miércoles. “Antes de Navidad contamos con el mayor pico” y añadía que tendrán que “atender a unos 6.000 pacientes, a lo que se suma la variante ómicron”.
Lo que no contaba Marx es que las UCI alemanas disponen de 4.000 camas menos que hace un año. Jens Holst, profesor de Salud Global de la Universidad de Ciencias Aplicadas de Fulda, explica en conversación con El Confidencial por qué ve también cierta “hipocresía” por parte de los hospitales en este grito de alarma, “cuando en parte son responsables de la falta de capacidades”. Es un hecho que muchos profesionales del sector sanitario han cambiado de profesión durante el último año porque las condiciones laborales no han dejado de empeorar. De poco servirá ahora la promesa del Gobierno entrante de desbloquear 1.000 millones de euros en bonos para el personal sanitario.
A esto se suma una campaña de vacunación muy lejos de cumplir con las expectativas, el talento organizador del que presumen los alemanes y la visión aún más idealizada que se tiene de Alemania en el extranjero. Un país con un sistema descentralizado, en el que cada estado montó y desmontó los centros de vacunación cuando le vino en gana y en el que conseguir una cita para vacunarse puede convertirse en una verdadera tortura para quien no maneje las herramientas digitales. María Mendoza confiesa no saber dónde conseguir la vacuna de refuerzo. “Mi médica de cabecera ya no la pone porque implica demasiada burocracia para su consulta”. A esta mujer de 67 años y con un cuadro asmático, no le queda otra que colocarse en las colas de lugares en donde se administra la vacuna sin cita. Colas que han aumentado de forma drástica al ritmo que llegaban las imágenes de pacientes con covid-19 en los hospitales.
Alemania tiene una de las tasas de vacunación más bajas de Europa Occidental (un 68,6% ha recibido la pauta completa, frente al 80% en España). “Debería haberse orquestado mejor la campaña”, apunta el experto en salud pública Jens Holst, que califica de “confusa” y “con mensajes contradictorios cuando se habla de la efectividad de la vacuna”. “El sistema de salud debe contar siempre con reservas, pero se subestimó la demanda”, continúa, sobre todo porque “la cuarta ola era previsible antes del verano”.
Este viernes, el Instituto Robert Koch (RKI) de virología actualizaba las cifras en el país e informaba que la incidencia volvía a subir en Alemania tras tres días a la baja. Las autoridades sanitarias verificaron 74.352 nuevas infecciones en 24 días y 390 muertos con o por covid-19, frente a los 76.414 y 357 hace una semana, mientras la cifra de casos activos ronda los 925.800.
¿Vacío de poder?
Muchos analistas políticos achacan al vacío de poder en Alemania la virulencia de esta cuarta ola, con un Gobierno en funciones liderado por Angela Merkel, que carece de mayoría parlamentaria y un Gobierno en ciernes, la coalición semáforo de socialdemócratas, verdes y liberales, que ha estado volcada en negociar un pacto de gobierno durante los últimos dos meses. No así el experto Holst, quien cree que la clave está en el cambio de Gobierno, y no tanto en un vacío de poder que considera una exageración de los medios. “Muchas decisiones había que haberlas tomado hace meses, pero antes de las elecciones (26 de septiembre), apenas se hizo nada porque nadie quería tomar medidas impopulares”. También el virólogo de referencia en Alemania, Christian Drosten, recordaba esta semana que el Instituto Robert Koch, supervisor de la pandemia, había advertido ya en julio de una cuarta ola si la tasa de vacunación no aumentaba drásticamente.
Para dejar claro que no hay tal vacío de poder se reunían este jueves el Gobierno en funciones, el tripartito entrante y los poderes regionales para pulir esas restricciones suplementarias que se traducen en hacerle la vida difícil a los no vacunados, a los que limitan los encuentros privados y el acceso al comercio minorista. Además de reducir el aforo a grandes eventos como el fútbol y obligar al cierre de clubes y bares a partir de una incidencia acumulada de 350 nuevos contagios. También se impondrá la mascarilla obligatoria en las escuelas, en todos los grados, y la vacunación obligatoria para el sector sanitario. Medidas que se implementarán a nivel nacional.
Pero, ¿cómo impulsar la vacunación para evitar un confinamiento a gran escala? Este sigue siendo el gran quebradero de cabeza del Gobierno alemán. En Alemania, con 83 millones de habitantes, apenas 12 han recibido la tercera dosis. “Si queremos romper la cuarta ola, deberían ser cerca de 40 millones. En Israel no bajó el pico hasta que la mitad de la población recibió la de refuerzo”, explicaba Drosten, en una entrevista con la televisión pública ZDF. El futuro canciller que debería ser investido la semana próxima, el socialdemócrata Olaf Scholz, prometía administrar 30 millones de dosis, lo que supondría duplicar el ritmo diario de inoculación hasta Navidad. Para ello se sumarán a la campaña dentistas, farmacias y los centros de vacunación todavía existentes seguirán ampliando sus capacidades. El Gobierno prometía además 50 millones de vacunas hasta fin de año. No deja de tener todo un cierto aire de improvisación.
Todos los partidos, sin excepción, prometieron en campaña electoral que no habría nuevos confinamientos en Alemania y la mayoría se distanció de la vacunación obligatoria, sobre la que ahora reflexiona la Unión Europea. Pero como suele ocurrir cuando se llega al poder, el discurso cambia. Scholz aludía a las bajas tasas de vacunación en Alemania para pronunciarse a favor de la obligatoriedad: “Si estuviéramos en un 80%, no haría falta hablar de ello”. El proyecto de ley debería pasar el trámite parlamentario en febrero o marzo del año próximo. Él mismo votará a favor, dijo, pero dejará libertad de voto a los diputados para que la correspondiente ley tenga máximo respaldo parlamentario. Scholz responde a la emergencia sanitaria de cara a futuras olas, pero sobre todo al sentir de dos tercios de los alemanes que están a favor de la vacunación obligatoria.
Cacofonía de la confusión
Desde Baviera, uno de las regiones más castigadas por esta cuarta ola, el primer ministro Markus Söder apremiaba desde hace semanas a dictar restricciones nacionales y pasó a defender la vacunación obligatoria cuando en su 'Land' se confirmaron varios casos de la variante ómicron. Söder, que lleva la voz cantante en exigir restricciones, pero también siempre en número de contagios, advirtió que no podía esperarse a que se formalizara el nuevo Gobierno.
No obstante, sería injusto decir que no se ha hecho nada en las últimas semanas. Aunque el estado de emergencia nacional, que permitía al ejecutivo implementar medidas de alcance nacional, expiró a finales de noviembre, el nuevo tripartito sacó adelante en noviembre la ley de infecciones con restricciones en el puesto de trabajo (solo accesible a recuperados, vacunados o con test de antígenos del día), en el transporte público y en el comercio. Desde entonces, gobiernos regionales y ejecutivo central se han tirado balones mutuamente. Esta nueva norma daba margen de maniobra a los gobiernos regionales para implementar restricciones, que no habrían impuesto, decía el ministro de Sanidad en funciones Spahn. Nadie entendía —dada la incidencia— que siguieran juntándose 50.000 personas en un estadio de Renania del Norte-Westfalia o que el ocio nocturno siguiera abierto.
El internista y profesor de Salud Global de la Universidad de Fulda Jens Holst cree que esta “cacofonía de las últimas semanas ha generado mucha confusión y ha socavado la credibilidad de las medidas” que tiene sentido que se implementen a nivel regional. Por otro lado, sí cree que habría que haber cancelado antes eventos de masas como partidos de fútbol para limitar la propagación del virus. En el liderazgo de regiones como Baviera, siempre a la vanguardia de las restricciones, ve un “corte populista”. “Se aprovechan de la pandemia cuando las cifras en su estado se contradicen con la credibilidad de su mensaje”. Söder es un experto que sabe nadar con la corriente: Más del 50% de los alemanes pedía restricciones más duras, según una encuesta de la televisión pública ZDF. Y llegaron este jueves.
También hay espacio para las buenas noticias, que anunciaba el ministro de Sanidad Jens Spahn a través de Twitter: el hecho de que la vacuna para menores de entre cinco y 11 años pueda distribuirse ya a mediados de diciembre. Además, la incidencia descendió levemente durante los pasados tres días. “La alerta de las últimas semanas, sumada a las restricciones, ha llevado a la gente a tener más cuidado y viajar menos”, asegura el internista Jens Holst. “Podría ser el inicio de una bajada continuada”.
En una zapatería berlinesa del barrio de Kreuzberg, dicen tener que acostumbrarse a pedir el certificado de vacunación y el carné de identidad a todo el que entra por la puerta. “Menos mal que somos dos”, explican Heike y Sabine. “Aunque hasta el momento no hay nadie que se haya enfadado por ello y lo importante es que no tengamos que cerrar”, añaden. Esta es la situación ahora mismo en los comercios considerados “no esenciales” en el 'Land' de Berlín. Los no vacunados solo pueden acceder a supermercados, droguerías o librerías. Desde este jueves tampoco podrán entrar en cines, teatros o restaurantes en toda Alemania, ni reunirse con más de dos personas de otra burbuja familiar, según acordaron Gobierno central y poderes regionales en una reunión de urgencia. Además, ya hay un plan en marcha para que la vacuna sea obligatoria a partir de febrero.
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