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¿Destrucción mutua (ya no) asegurada? La nueva guerra fría ante el botón nuclear
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¿Destrucción mutua (ya no) asegurada? La nueva guerra fría ante el botón nuclear

Estados Unidos y Rusia han reducido drásticamente sus arsenales nucleares en los últimos 30 años, pero la tendencia corre el riesgo de revertirse ante el aumento de las tensiones geopolíticas

Foto: Foto de archivo durante un desfile militar chino (Reuters/David Gray)
Foto de archivo durante un desfile militar chino (Reuters/David Gray)

La reducción en los últimos 30 años de los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia es una de esas historias geopolíticas que invitan a un cauteloso optimismo. Las reservas nucleares globales son hoy un 80% menores que hace medio siglo, cuando Washington y Moscú firmaron el Tratado de No Proliferación. Aunque nueve países forman parte del club nuclear, no se ha llegado a las dos docenas que la Casa Blanca estimaba, en los años 60, que habría a finales del siglo XX. Es una tendencia, dicen los expertos, razonablemente positiva, pero que corre el riesgo de revertirse.

A finales de octubre, un informe del Departamento de Defensa de EEUU, encargado por el Congreso, alertó de que China está aumentando su colección de armas nucleares. Según las estimaciones del Pentágono, la intención de Pekín sería cuadruplicar sus ojivas nucleares hasta llegar a las 1.000 para el año 2030.

“Si el informe es verdadero, es bastante asombroso, porque, a principios de este año, la estimación era que China tenía entre 200 y 300 armas nucleares, y Defensa calculaba que el número se duplicaría en 10 años”, asegura Steven Pifer, director de la Iniciativa de No-Proliferación y Control de Armas, del 'think tank' Brookings Institute, y exembajador de EEUU en Ucrania, a El Confidencial. “Ahora están hablando de llegar a cerca de 1.000. Es un número grande y resulta desafortunado porque, si China está de hecho expandiendo su arsenal a ese ritmo, este sería un factor que podría reducir la disposición de Washington y Moscú de reducir sus arsenales”.

Pifer, sin embargo, alberga algunas dudas al respecto. La primera, citando a otro experto en arsenales nucleares, James Acton, del Carnegie Endowment, es que China podría carecer del suficiente plutonio y uranio altamente enriquecido para multiplicar su arsenal. “Si China está fabricando esos misiles, ¿acaso tiene una producción secreta en algún lugar? ¿De dónde está sacando el plutonio y el uranio altamente enriquecido para producir las ojivas nucleares para los misiles?”.

Su segunda duda tiene que ver con los cálculos que se hacen en Washington. “Por mi propia experiencia en el Gobierno, la Agencia de Inteligencia de Defensa suele aportar una serie de números, y la CIA otra serie de números. En mi experiencia, los números de la CIA, que normalmente tienden a ser menos alarmistas, tienden también a ser más certeros”. En el caso del arsenal nuclear chino, de momento, la Agencia Central de Inteligencia no ha presentado ninguna estimación.

Foto: Lanzadera de misil balístico DF-41. (Gobierno chino)

Además hay algún que otro roce entre las principales potencias nucleares: Estados Unidos y Rusia. Según Steven Pifer, son los problemas previsibles de mantener dos enormes arsenales. “Ha habido preocupación en EEUU por el hecho de que Rusia está haciendo muchas modernizaciones. Yo pienso que está reemplazando viejas armas por nuevas versiones. A mí no me preocupa tanto”, dice el experto, que fue director senior de Rusia, Ucrania y Eurasia del Consejo de Seguridad Nacional, durante la Administración Clinton, y después embajador en Ucrania. “Si miras a los próximos 10 años, verás que EEUU hará muchas cosas porque sus sistemas armamentísticos tienen que ser reemplazados. Y los rusos se quejarán al respecto. Los ciclos de modernización de Rusia y EEUU nunca están en sincronía”.

De las cerca de 10.000 cabezas nucleares que hay en el mundo, EEUU y Rusia poseen el 90%: unas 3.700 los estadounidenses y unas 4.400 los rusos (casi 10 veces menos, en ambos casos, que durante sus respectivos apogeos durante la Guerra Fría). Reino Unido, Francia, China, India y Pakistán tienen entre 150 y 300 cada una. Israel cerca de 100. Corea del Norte, quizás, más de 20.

Foto: Soldados indios patrullan la frontera entre India y Pakistán en Jammu, Cachemira, el 2 de octubre de 2016 (Efe).

Otra de las dimensiones del debate es la capacidad de destrucción de estos arsenales. Si ahora mismo estallase una guerra nuclear global, ¿sería tan apocalíptica como en los años 60, o en los 80, cuando solo la URSS tenía más de 40.000 ojivas? Ian Morris, en su libro 'Guerra, ¿para qué sirve?', publicado en 2014, decía que “ya no hay suficientes cabezas nucleares en el mundo para matarnos a todos. Estos tétricos cálculos, sin embargo, no son del todo fiables. Hay demasiados factores en juego.

“Esta es la gran pregunta: si hubiese una guerra nuclear, ¿podrías limitarla a solo unas cuantas armas nucleares?”, dice Steven Pifer. “Mi punto de vista es que, cuantas más armas nucleares se usen, más difícil sería limitar la guerra. Digamos que EEUU y Rusia utilizan solo 500 armas nucleares una contra otra. Sería una catástrofe más allá de lo imaginable. No apuntarían necesariamente a las ciudades. La política de EEUU es no atacar a la población civil por sí misma. Sin embargo, la política de EEUU es atacar a objetivos de liderazgo e industrias que sostienen la guerra. Bueno, pues los líderes y las industrias que sostienen la guerra tienden a estar en ciudades”.

Un 'invierno nuclear' y una hambruna planetaria

Incluso una guerra nuclear limitada entre la India y Pakistán, que han librado cuatro guerras convencionales entre 1947 y 1999, podría desencadenar una hambruna planetaria. Según un estudio publicado en la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciences, con que cada una lanzase 50 bombas, una discreta fracción de las que hay en el mundo, se podría generar un “invierno nuclear”. Los impactos y los incendios, más allá de la propia destrucción, lanzarían a la estratosfera cinco millones de toneladas de polvo y hollín, que taparían el sol y afectarían la agricultura mundial. La consecuencia del enfrentamiento, según el estudio, “excedería la mayor hambruna de la historia documentada”.

Foto: Estudiantes pakistaníes rezan a Khan en su funeral. (EFE/Akber)

El 30 de octubre se cumplió el 60 aniversario de la detonación de la bomba de hidrógeno más devastadora de todos los tiempos, la soviética “Bomba del Zar”. Fue lanzada desde un Tupolev a 10 kilómetros de altura, sobre el archipiélago de Nueva Zembla. 50 megatones. Unas 3.800 veces más potente que la bomba de Hiroshima. Su explosión, que generó un hongo de 60 kilómetros de altura y una temperatura de millones de grados a su alrededor, se pudo ver, con cielo nublado, a 1.000 kilómetros de distancia. A una lejanía parecida se reventaron los cristales de ventanas.

La época en que los colegios estadounidenses efectuaban simulacros de ataque nuclear, o en ciudades como Nueva York se construían refugios en la parte baja de los bloques de apartamentos, cuyos símbolos radiactivos aún se ven en las fachadas, ha pasado. Pero la creciente rivalidad con China, que los faltos de imaginación han llamado Segunda Guerra Fría, ha vuelto tocar el nervio de los viejos temores.

La reducción en los últimos 30 años de los arsenales nucleares de Estados Unidos y Rusia es una de esas historias geopolíticas que invitan a un cauteloso optimismo. Las reservas nucleares globales son hoy un 80% menores que hace medio siglo, cuando Washington y Moscú firmaron el Tratado de No Proliferación. Aunque nueve países forman parte del club nuclear, no se ha llegado a las dos docenas que la Casa Blanca estimaba, en los años 60, que habría a finales del siglo XX. Es una tendencia, dicen los expertos, razonablemente positiva, pero que corre el riesgo de revertirse.

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