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El 'héroe atómico' de Pakistán: el hombre que creó una insospechada potencia nuclear
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muere Qadeer Khan a los 85 años

El 'héroe atómico' de Pakistán: el hombre que creó una insospechada potencia nuclear

Khan es considerado el padre de la bomba atómica pakistaní. Fue él quien lideró su desarrollo y, en buena parte, gracias a quien Pakistán consiguió ser potencia nuclear

Foto: Estudiantes pakistaníes rezan a Khan en su funeral. (EFE/Akber)
Estudiantes pakistaníes rezan a Khan en su funeral. (EFE/Akber)

El pasado 10 de octubre murió con 85 años el pakistaní Abdul Qadeer Khan en Islamabad. Tuvo un funeral de estado al que acudieron miles de personas a pesar de la lluvia, y el primer ministro del país lo describió como un "icono amado por la nación". No es para menos: Khan es considerado el padre de la bomba atómica pakistaní. Fue él quien lidero su desarrollo y, en buena parte, gracias a quién Pakistán consiguió auparse como potencia nuclear y situarse a la misma altura que India, su adversario más directo.

La historia de cómo Khan consiguió que Pakistán se hiciera con la bomba es de lo más heterodoxa. Mezcla espionaje industrial, la creación de una red ilícita de empresas en unos treinta países para comprar y transportar materiales estratégicos sin llamar la atención, y un contexto geopolítico que le permitió actuar con impunidad durante décadas a pesar de que varias comunidades de inteligencia le seguían la pista de cerca. Pero más heterodoxo es el hecho de que, una vez Pakistán se hizo con la bomba, Khan comenzó a exportar su tecnología a países como Irán o Corea del Norte para que hicieran lo propio.

Hay que remontarse al Países Bajos de los años 70, donde Khan trabajaba en un laboratorio de investigación asociado a una compañía, URENCO, que operaba varias plantas de enriquecimiento de uranio en Europa y Estados Unidos. Allí, entre otras cosas, realizaba traducciones de los diseños de las centrifugadoras donde se enriquece el uranio, lo que le daba acceso directo a los planos de las máquinas. Cuando India se unió al club nuclear al detonar su primera bomba en 1974, Khan se ofreció a enviar copias de estos planos al Gobierno de su país para evitar que Pakistán se quedara atrás en la carrera armamentística entre las dos potencias.

No solo robó los diseños de las centrifugadoras, sino que elaboró listas con los proveedores que vendían a URENCO las piezas necesarias para fabricarlos, y comenzó a pasar esta información a las autoridades pakistaníes. En 1975, cuando empezó a levantar sospechas tanto en el laboratorio como entre la inteligencia neerlandesa, regresó a Pakistán. Al año siguiente, el gobierno le puso a cargo de los Laboratorios de Investigación de Ingeniería —que más tarde pasarían a llamarse Laboratorios de Investigación Khan en su honor—, cuya misión era enriquecer uranio para poder fabricar la bomba atómica, y le dio casi total autonomía para desarrollar su trabajo.

Foto: Explosión de la bomba termonuclear Ivy Mike el 1 de noviembre de 1952. (Wikipedia)

La prueba nuclear india había espoleado el endurecimiento de los controles internacionales a las exportaciones de materiales estratégicos. Por ejemplo, en 1975 se fundó el Grupo de Suministradores Nucleares (GSN), un foro de países que acordaron restringir el acceso a tecnologías nucleares para que ningún nuevo estado consiguiese desarrollar el arma. Eso hizo que Khan tuviera que ingeniárselas para no levantar sospechas sobre el programa nuclear pakistaní. Su solución fue levantar una red de empresas pantalla que actuaban como intermediarias, y que compraban los materiales directamente a las compañías que los producían. Esas empresas, que se encontraban en países como Turquía, Alemania o Suiza, fingían ser las destinatarias finales de los materiales, pero, una vez se hacían con ellos, volvían a enviarlos a través de otras empresas de la misma red hasta que al final llegaban a manos de Khan y su equipo en Pakistán.

Armando al 'eje del mal'

Se cree que Pakistán obtuvo la bomba en 1987, aunque no llevo a cabo los primeros ensayos hasta 1998. Lejos de cantar misión cumplida y retirarse, a Khan le pudo su espíritu emprendedor. Conocía a la perfección los proveedores de los materiales necesarios para producir las centrifugadoras y enriquecer uranio, y había levantado una extensa red empresarial que le permitía moverlos por el mundo sin llamar demasiado la atención. Lo único que tenía que hacer era ponerles precio y venderlos a otros países para empezar a hacer negocio. Además, había comenzado a trabajar en un nuevo modelo de centrifugadoras, con que tenía en 'stock' una importante cantidad de componentes que le habían sobrado de la versión anterior. Así que se lanzó de lleno al negocio de la proliferación nuclear.

A finales del siglo XX eran varios los estados que ansiaban operar sus propios programas de armas nucleares, pero que temían hacerlo por temor a las represalias. El laboratorio de Khan comenzó a imprimir panfletos ofertando sus servicios, que prometían sortear estas dificultades, y sus empleados los distribuyeron en ferias internacionales de tecnología y armas. Al poco, comenzaron a llegar los pedidos.

Foto: Emmanuel Macron, durante la presentación del programa Francia 2030. (Reuters/Ludovic Marin)

En 1986, Irán firmo un acuerdo de cooperación en materia nuclear con Pakistán. Al año siguiente Khan ya estaba vendiendo a los iraníes diseños y partes de centrifugadoras que terminarían permitiendo al país enriquecer uranio y emerger como un candidato a convertirse en potencia nuclear. Hoy, el enriquecimiento de uranio en Irán es uno de los principales quebraderos de cabeza para las partes que tratan a toda costa de salvar el acuerdo nuclear de 2015, ya que desde que EEUU se retirase del mismo en 2018 el país está cada vez más cerca de enriquecerlo lo suficiente como para producir una bomba.

Corea del Norte también se interesó por los servicios de Khan. El país llevaba ya tiempo cooperando con Pakistán, a quien había vendido diseños y materiales para fabricar misiles balísticos que le permitirían lanzar la bomba en caso de ser necesario. Alrededor de 1996, Khan comenzó a dar a los norcoreanos los componentes y la asistencia técnica que les permitirían construir las centrifugadoras que ahora son parte esencial del programa de enriquecimiento de uranio de Corea del Norte.

También Sadam Husein, entonces al mando de Irak, quería desarrollar un programa de armamento nuclear en los noventa para disputarle la hegemonía regional a Irán, y representantes de la red de Khan se reunieron con operativos de la inteligencia iraquí para negociar un acuerdo. Sin embargo, entre la intervención militar estadounidense de 1991 tras la invasión iraquí de Kuwait y el escrutinio internacional al que se sometió al país tras el suceso, Saddam desechó la idea.

La caída de la red de proliferación

El negocio funcionaba como un tiro. La red empresarial que habían levantado Khan y sus acólitos cubría prácticamente todos los espectros de la cadena de valor, desde la producción de los elementos que vendían hasta su distribución, pasando por varias capas de intermediarios que ayudaban a ocultar tanto su origen como su destino final de las autoridades. Todo esto, se sospecha, con el conocimiento de las autoridades pakistaníes. Fue la primera vez que se empleó un modelo semejante de proliferación nuclear, y desde entonces otros estados, como Corea del Norte, se han inspirado en él para seguir adquiriendo materiales estratégicos de diversas partes del mundo burlando todo tipo de controles.

El centro neurálgico de la red de proliferación de Khan estaba en Emiratos Árabes Unidos, que actuaba como lugar de transbordo de las mercancías. Hasta allí llegaban los materiales que habían sido previamente ensamblados en lugares como Malasia o Turquía, donde empresas de la red habían importado previamente los componentes necesarios desde otros países. Desde allí enviaban los productos a Dubái, donde se cargaban nuevamente en camiones, barcos o aviones para ser transportados a los países que los habían adquirido.

Foto: Una señora porta una grulla en la ceremonia de la paz de Hiroshima en agosto de 2019 (Toñi Guerrero)

Además de Irán, Irak y Corea del Norte, el único otro país con el que Khan reconoció haber hecho negocios es Libia. Allí, en los años noventa, Muamar el Gadafi también ansiaba hacerse con el arma definitiva para erigirse como el líder indisputable del Norte de África. Precisamente fue la cooperación con Libia lo que termino exponiendo la red que Khan había mantenido operativa tantos años.

En 2003, la inteligencia estadounidense dio la orden de intervenir el carguero alemán BBC China en su ruta desde Dubái hacia Libia, sospechando que trasladaba materiales para el programa nuclear del país. En efecto, las autoridades incautaron unos mil componentes para fabricar centrifugadoras que la red de Khan había ensamblado en Malasia. Ante la exposición internacional a la que fue sometido, y deseoso de normalizar sus relaciones con EEUU para que Washington levantara las sanciones que pesaban sobre el país y evitar una posible intervención militar (como había ocurrido ese mismo año en Irak), Gadafi puso fin al programa en 2003.

La intercepción del cargamento supuso también el fin de las actividades de Khan. Las autoridades pakistaníes lo arrestaron y, aunque el entonces primer ministro Pervez Musharraf lo perdonó, se le retuvo bajo arresto domiciliario. De todos modos, Khan fue puesto en libertad apenas cinco años después, y poco se sabe de su actividad desde entonces hasta su muerte.

Caída en desgracia

Tras su caída en desgracia (excepto en Pakistán, donde se le siguió considerando un héroe), se supo que buena parte de la actividad de Khan había ocurrido bajo la mirada de las agencias de inteligencia de varios países, y en especial de la CIA, que llegó a penetrar su círculo más cercano. EEUU había estado al tanto de sus quehaceres ya en los 70 cuando aún trabajaba para URENCO, y su comunidad de inteligencia había seguido de cerca sus viajes a países como Corea del Norte cuando comenzó a exportar tecnología.

Que EEUU no interviniera durante casi 20 años se explica mayormente por los cambiantes intereses estratégicos de Washington a finales del siglo XX. Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en 1979, Estados Unidos prefirió acercarse a Pakistán para dar apoyo secreto a los afganos que trataban de expulsar a los comunistas del país, y eso implicó hacer la vista gorda a las evidencias que advertían de que el país estaba trabajando en un programa nuclear. Para cuando la URSS se retiró de Afganistán, Pakistán ya tenía la bomba. Y, menos de una década después, Al Qaeda, desde su base en Afganistán, orquestó el ataque contra las Torres Gemelas y el Pentágono. De nuevo, EEUU priorizó la cooperación con Pakistán en su Guerra contra el Terror y volvió a poner sus propios intereses por delante, posponiendo la desarticulación de la red de Khan, a pesar de la evidencia de que seguía transportando materiales estratégicos alrededor del mundo.

Foto: Kurchátov (primer plano) en 1959, un año antes de su muerte. (Cordon Press)

La historia de la red de proliferación de Khan ha tenido un gran impacto desde que se destapó a principios de siglo. Hasta 2003, nadie parecía haber tomado en consideración la posibilidad de que actores no estatales, como las empresas de su entramado, pudieran acceder por sí mismos a suficiente tecnología como para producir un arma nuclear. En el convulso contexto internacional de la época, con el extremismo islamista en pleno auge, se expandió el miedo a que grupos terroristas pudieran obtener armas de destrucción masiva y utilizarlas contra poblaciones civiles.

Surgieron entonces varias iniciativas internacionales como contrapeso. En 2003, por ejemplo, Estados Unidos presentó la Iniciativa de Seguridad contra la Proliferación (PSI), a la que ya se han unido 107 países con el fin de coordinar esfuerzos para evitar la proliferación de este tipo de armas entre países y actores no estatales. Y en 2004, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó una resolución que obliga a todos los estados miembros a endurecer las leyes que regulan la exportación de materiales estratégicos, como las centrifugadoras que Khan había transportado por medio mundo, para que caigan en manos de estas redes.

Aun así, estados como Corea del Norte se las siguen ingeniando para eludir la ley y los controles internacionales y obtener la tecnología necesaria para desarrollar sus armas. La idea, por lo general, es la misma: valerse de redes de intermediarios que consigan que las empresas productoras les vendan los materiales, intencionadamente o desde la ingenuidad de no conocer el destinatario real que se esconde tras ellos.

El desconocimiento generalizado sobre las tácticas de las redes de proliferación, sumado a la resistencia de varios estados a mejorar sus controles sobre la exportación de productos estratégicos y a la permisividad de ciertos países para con estas prácticas por motivaciones políticas, siguen suponiendo trabas al régimen de no proliferación y hacen posible que se sigan desarrollando programas de armamento nuclear al margen de la ley internacional.

El pasado 10 de octubre murió con 85 años el pakistaní Abdul Qadeer Khan en Islamabad. Tuvo un funeral de estado al que acudieron miles de personas a pesar de la lluvia, y el primer ministro del país lo describió como un "icono amado por la nación". No es para menos: Khan es considerado el padre de la bomba atómica pakistaní. Fue él quien lidero su desarrollo y, en buena parte, gracias a quién Pakistán consiguió auparse como potencia nuclear y situarse a la misma altura que India, su adversario más directo.

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