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Todo listo para el 15-N: el futuro de la Cuba comunista se decide este mes
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¿Vuelven las protestas?

Todo listo para el 15-N: el futuro de la Cuba comunista se decide este mes

El impulso a favor del cambio puede chocar con la represión violenta que ya se vivió en julio por una marcha cívica de protesta pacífica

Foto: Un vehículo en La Habana. (EFE/Ernesto Mastrascusa)
Un vehículo en La Habana. (EFE/Ernesto Mastrascusa)

Suceda lo que suceda, las próximas dos semanas pueden decidir el futuro inmediato de Cuba. A pesar de que no ha recibido apenas cobertura en los grandes medios internacionales, en la isla se están acumulando fuerzas en dos sentidos: las de aquellos que quieren un país diferente y las de quienes trabajan para que nada cambie. Y este lunes 15 de noviembre ambas están destinadas a chocar.

A los lectores que no hayan seguido al detalle la actualidad cubana de los últimos meses, el nombre de Yunior García Aguilera probablemente no les diga nada. Pero este joven dramaturgo cubano de 39 años se ha convertido, sin pretenderlo, en la cabeza visible del nuevo movimiento de oposición al Gobierno, al que ha puesto contra las cuerdas utilizando las herramientas del propio sistema. El mes pasado, García Aguilera y otras personas de su entorno, basándose en el derecho a la manifestación recogido en el artículo 59 de la nueva Constitución cubana proclamada en abril de 2019, solicitaron autorización para una marcha cívica de protesta pacífica contra el Gobierno en La Habana y otras seis provincias.

García Aguilera es uno de los promotores del llamado proyecto Archipiélago, una página de Facebook creada tres semanas después de las protestas del pasado 11 de julio con el propósito manifiesto de fomentar el diálogo entre voces cubanas de todo signo político “para encontrar una salida cívica a la crisis” del país, y que es el principal motor detrás de esta movilización. Pero las autoridades cubanas no solo se negaron a garantizar el permiso necesario: lanzaron un clarísimo mensaje al programar el Día de las Fuerzas Armadas Revolucionarias para esa misma fecha. Los convocantes reaccionaron cambiando la convocatoria para cinco días antes, sin éxito: el 21 de octubre, la Fiscalía General de la República de Cuba advirtió de que quienes optasen por participar en la marcha “incurrirían en los delitos de desobediencia, manifestaciones ilícitas, instigación a delinquir u otros previstos y sancionados en la legislación penal vigente”.

“La prohibición por parte del Gobierno de la marcha es un ejemplo más de la falta de respeto por los derechos humanos en la isla, como lo fue la represión de las protestas del pasado 11 de julio, y antes contra el movimiento San Isidro, que protestaba contra una ley que les impedía expresarse artísticamente”, afirma Olatz Cacho, portavoz de Amnistía Internacional España. “En el fondo es parte de la misma política de no respetar ninguna diferencia de opinión. Y lo que creemos que debería hacer el Gobierno es lo contrario, proteger el derecho a una manifestación pacífica”, dice a El Confidencial.

Foto: La bandera cubana ondea en la Puerta del Sol. (EFE)

Las autoridades cubanas han tratado de ir un paso por delante, sacando a sus partidarios a las calles este domingo vestidos de rojo —en oposición al blanco adoptado por los opositores, como símbolo del carácter pacífico de su reivindicación— y organizando actos de repudio y acoso contra las figuras más destacadas detrás de la protesta. Personajes de un perfil relativamente alto, como Abraham Jiménez Enoa, fundador del medio independiente El Estornudo y colaborador del diario estadounidense Washington Post, fueron puestos en arresto domiciliario desde las primeras horas del domingo.

A pesar de ello, los organizadores han seguido adelante. Ahora mismo, las redes sociales de miles de jóvenes cubanos están llenas de mensajes como “Este 15N, todos a la calle”, y junto a estos se comparten consejos para evitar ser identificados por la policía o tener unas mínimas garantías legales en caso de arresto. Se trata de evitar una oleada de represión como la que siguió a las protestas del pasado 11 de julio, en la que, durante meses, las autoridades fueron buscando casa por casa a cientos de participantes en las manifestaciones, muchos de los cuales han sido condenados a varios años de prisión. Mientras tanto, la popularidad de Archipiélago no deja de aumentar: en el momento de escribir estas líneas cuenta con 65.000 seguidores —dos millares de ellos logrados apenas en los últimos días—, y creciendo.

Palos y espías infiltrados

En estas circunstancias, la inquietud del Gobierno cubano es manifiesta. En estas semanas, varias personas han sido despedidas de sus puestos de trabajo por apoyar la marcha cívica, como es el caso del profesor universitario David Alejandro Martínez Espinosa en Cienfuegos o el doctor Manuel Guerra en Holguín. En muchos casos, los organizadores de las marchas están sometidos a arrestos domiciliarios y a cortes de internet para impedirles comunicarse con el exterior. “El Gobierno cubano siempre ha usado estas tácticas para ir contra las opiniones disidentes, como los despidos, no solo de los opositores sino también de sus familiares, como los actos de repudio en sus casas, o ahora el tema de la difamación en redes sociales”, señala Cacho.

Algunos casos son aún más preocupantes: el 5 de noviembre, el periodista del medio disidente 'Cubanet' Vladimir Turró denunció haber sido agredido por tres individuos “como adelanto por lo que le podría pasar” si cubría la manifestación del próximo lunes.

Además, la oposición asegura que se han distribuido palos y garrotes en numerosos centros de trabajo para hacer frente a los “contrarrevolucionarios”, y decenas de imágenes han circulado en las redes sociales, que parecen confirmarlo.

La reacción de las autoridades cubanas, en cualquier caso, ha sido feroz: García Aguilera ha sido acusado de querer fomentar un “golpe de estado blando” en Cuba, y de ser un mero peón del Gobierno de Estados Unidos, así como de los grupos opositores del exilio cubano en Miami. Algunas de las alegaciones son muy serias, como las que le relacionan con Ramón Saúl Sánchez, un antiguo miembro de organizaciones extremistas con numerosos atentados a sus espaldas.

Para tratar de demostrarlo, el Gobierno cubano ha llegado al extremo de revelar la identidad del llamado 'agente Fernando', un miembro de los servicios de Inteligencia del país que llevaba nada menos que 25 años infiltrado en el movimiento opositor en la isla, y que asegura que García Aguilera tiene relaciones con miembros de la Embajada de EEUU en La Habana y ha participado en 'talleres paramilitares' en España y Argentina, y que lo que busca es “la confrontación con las Fuerzas Armadas”. En una entrevista con la cadena rusa RT en Español, este espía, identificado como Carlos Leonardo Vázquez González, afirma que el objetivo es “dar una imagen distorsionada de la realidad de lo que está ocurriendo a través de las redes, que constituyen hoy una forma de movilización muy rápida del pueblo, pero sobre todo de un sector del pueblo muy específico que son los jóvenes”.

¿Paso atrás o “gesto responsable”?

Las supuestas revelaciones de Fernando han sido recibidas con escepticismo entre los partidarios de la marcha. “Si queman a uno así, imaginen qué tan desesperados están. Un agente de 25 años de servicio es un agente confiable que no se revela si no sientes que el juego se cierra. No le crean a este tipo, su especialidad es engañar”, escribía la periodista cubana residente en España Mónica Baró en su cuenta de Twitter.

Esta focalización en García Aguilera ha tenido consecuencias: el pasado jueves, el joven dramaturgo anunció que marcharía en solitario un día antes, este domingo 14, “en nombre de todos los ciudadanos a los que el régimen ha privado de su derecho a manifestarse el 15N”, y como “acto de responsabilidad” ante la posibilidad de que la protesta del lunes acabe en un gran ejercicio de violencia y represión.

Foto: Foto: Reuters. Opinión
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“Sabemos todo lo que están preparando contra nosotros ese día. Sabemos del miedo de tantas madres, las que tienen hijos que han decidido manifestarse y las que tienen hijos en la policía o en el Servicio Militar. Sabemos que podrían infiltrar a personas violentas dentro de la Marcha para luego culparnos de sus acciones. Sabemos que serían capaces, incluso, de fabricar cualquier acción aberrante contra lugares sensibles para provocar ira e indignación en los segmentos del pueblo que todavía controlan”, indicó García Aguilera en un emotivo mensaje, en el que asumía que él y sus compañeros serán usados como chivos expiatorios. “Ya está listo el cerco contra las figuras más visibles de nuestra plataforma y ya están firmadas nuestras sentencias”, añadía.

Ayer, poco antes de que García Aguilera iniciase su protesta en solitario, un grupo de partidarios del régimen rodeó su viviendo y se dedicó a hostigar a los periodistas, tanto cubanos como internacionales, que se habían reunido allí para cubrirla, mientras varios hombres penetraban en el edificio y colgaban una enorme bandera cubana de la fachada.

Horas después, en una entrevista en CNN en Español, García Aguilera afirmaba que la Seguridad del Estado le había llamado para decirle que no le permitiría manifestarse el domingo, e incluso el centro penitenciario que le transportarían, el llamado Combinado del Este. “Estaban intentando que yo dijera algo o tomara alguna decisión que significara una marcha atrás. Yo les expliqué que ya no tengo otra decisión que tomar”, declaró el opositor.

Foto: Un grupo de policías vestidos de civil bloquea una calle de La Habana durante las protestas del 11 de julio. (Reuters)

Ante la inflexibilidad de las autoridades, la probabilidad de que una marcha concebida como un ejercicio democrático acabe derivando en algo mucho más oscuro es muy real, pese a los constantes llamamientos al carácter pacífico de la movilización. “Dados los antecedentes, tememos que lo que suceda sea una represión violenta por parte del Gobierno, que sería el peor escenario”, explica Cacho.

La decisión de retirar las credenciales de prensa a los periodistas de la agencia EFE en la isla —revertida parcialmente tras la intervención del Ministerio de Exteriores español— apunta al deseo de controlar la narrativa a toda costa, lo que podría llevar a un apagón informativo. En algunas partes del país ya se reportaron problemas de conexión durante la jornada de ayer.

A juzgar por los comentarios en la página de Archipiélago y las redes sociales de muchos jóvenes profesionales cubanos, el impulso a favor del cambio y la determinación de salir a las calles parecen imparables, pero puede tratarse de una impresión distorsionada. La explosión del 11 de julio demostró que el mero descontento no es suficiente para forzar un nuevo paisaje político, y que el movimiento carece de una verdadera estructura organizativa. Eso, en la medida de sus posibilidades, es lo que los activistas de todo el país han tratado de paliar en estos meses. De su éxito o fracaso dependerá el qué le aguarda a Cuba: si las calles se llenan de manifestantes, podría suponer la cristalización del incipiente pluralismo político que muchos cubanos demandan, y en ese caso una exhibición represiva sería totalmente contraproducente para el régimen. Pero lo que este aspira es a ahogar completamente la protesta; y entonces el país se limitará, por el momento, a mantener el mismo rumbo que hasta la fecha, en un colapso amargo, extremo, inexorable, eterno.

Suceda lo que suceda, las próximas dos semanas pueden decidir el futuro inmediato de Cuba. A pesar de que no ha recibido apenas cobertura en los grandes medios internacionales, en la isla se están acumulando fuerzas en dos sentidos: las de aquellos que quieren un país diferente y las de quienes trabajan para que nada cambie. Y este lunes 15 de noviembre ambas están destinadas a chocar.

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