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Una apuesta para dominarlos a todos: cómo 1,2 billones de dólares pueden cambiar la historia
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¿TRANSICIÓN ENERGÉTICA? ¡ECOMUNISMO!

Una apuesta para dominarlos a todos: cómo 1,2 billones de dólares pueden cambiar la historia

China tiene que invertir cuatro billones de yuanes cada año para alcanzar la neutralidad de carbono, la mitad del PIB español. La magnitud del problema se mide en cifras de 12 ceros

Foto: Xi Jinping preside el Sexto Pleno del XIX Comité Central del Partido Comunista de China. (EFE)
Xi Jinping preside el Sexto Pleno del XIX Comité Central del Partido Comunista de China. (EFE)

¿Puede el principal emisor de gases contaminantes del mundo convertirse en el líder de la transición energética? Aunque suene paradójico, no es imposible. Nadie esperaba que Xi Jinping rompiera los 666 días que lleva sin salir de China para acompañar a los principales líderes mundiales en la operación 'Salvar el planeta' en Glasgow. Y no lo hizo. Mientras los asistentes de la COP26 prometían, de nuevo, mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5 grados para finales de siglo, Xi afianzaba en casa las bases de un legado que pretende transformar por completo el modelo de desarrollo económico del país para atajar la desigualdad social y convertirse en la superpotencia que cimentaron Mao Zedong y Deng Xiaoping.

La magnitud del problema se mide en cifras de 12 ceros. Se necesitan 1,2 billones de dólares para cambiar el mercado energético global, y como alertaba The Economist en las semanas previas a la COP26, las inversiones actuales en renovables apenas cubrirían la mitad del desembolso necesario para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050. Reequilibrar la oferta energética pasará por desplazar a los combustibles fósiles que alimentan el 83% de la demanda energética y reemplazarlos por las energías limpias. Según estima la Agencia Internacional de la Energía (IEA), combustibles como el petróleo deberán reducir su volumen desde los 1,25 billones de dólares hasta los 182 mil millones en los próximos 30 años.

Sin China será imposible despejar la ecuación de la emergencia climática. Su estrategia prioriza las acciones concretas sobre la palabrería —aunque “una promesa china valga mil onzas de oro”, como reza la propaganda del PCCh— y se apoya en la actualización de las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) que China envió a la ONU en la semana previa al inicio de la cumbre climática. Según sus actuales objetivos, pretenden alcanzar su pico de emisiones de dióxido de carbono antes de 2030, tiempo prudencial para seguir siendo la fábrica del mundo y lograr la neutralidad de carbono en 2060.

La pregunta, por tanto, es si China puede conjugar sus objetivos verdes con un desaceleramiento económico y la nueva política de ‘prosperidad común’ impulsada por Xi. Para ello, necesitará invertir alrededor de 4 billones de yuanes por año para financiar inversiones verdes y bajas en carbono, según fuentes oficiales recogidas por la Oficina Económica y de Comercio de España en Pekín. O lo que es lo mismo, 625.000 millones de dólares anuales, que equivalen aproximadamente a la mitad del PIB de España.

Yo no he sido

Nadie quiere ser el malo de la película que termina con la destrucción del planeta tal y como lo conocemos. Cuando languidecían las negociaciones en Glasgow, China y EEUU emitieron un comunicado conjunto para anunciar su colaboración en materia climática durante la próxima década. En un momento de alta tensión entre las dos potencias, el acuerdo puede ser leído desde múltiples prismas: como un signo de que China va en serio en la lucha contra el cambio climático; como una victoria estadounidense, que buscaba mantener la cooperación independientemente de las batallas económicas y diplomáticas; o como un salvavidas al que se agarran los dos principales emisores de dióxido de carbono.

En este tercer trimestre del año, el gigante asiático ya ha reducido sus emisiones de CO₂ de acuerdo con la información de Bloomberg. Detrás de ese dato, se esconden los parones energéticos de fábricas y hasta semáforos en las calles, aunque también problemas estructurales como el frenazo en el sector de la construcción derivado de la ‘crisis de Evergrande’.

Foto: Una tormeta de arena, empeorada por la contaminación del aire, en Pekín. (EFE)
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Con estos intentos de cumplir sus promesas ‘verdes’, China deja ver que el mantra del crecimiento económico por encima de todo es cosa del pasado. “La voluntad del gobierno chino para buscar un crecimiento más sostenible y menos agresivo parece firme”, explica Mario Esteban, investigador principal de Asia-Pacífico del Real Instituto Elcano en conversación con El Confidencial. “Incluso si se consigue a costa de desacelerar el ritmo de crecimiento del país y causar un posible descontento social”, observa el analista.

La desaceleración de la segunda economía mundial ya se refleja en su último dato de crecimiento intertrimestral: el PIB únicamente creció dos décimas entre julio y septiembre de 2021. Sin embargo, la transformación de China es un objetivo hasta a 40 años vista durante los que “será normal que el país experimente oscilaciones en su tasa de crecimiento”, exponen desde la Oficina Económica y de Comercio de España en Pekín. “Estas oscilaciones no deberían afectar el cumplimiento de sus objetivos a largo plazo”, aclara la oficina a este periódico.

"Ellos mismos saben que el carbón no tiene futuro", comenta el responsable de Emergencia Climática de Greenpeace

Las metas climáticas son ambiciosas y tendrán un coste, pero quien dude de la voluntad de Xi Jinping de cumplirlas puede echar un ojo a la potencia que acumula el país en el sector de las renovables. China es el primer productor de energía limpia del mundo según los datos de la Agencia Internacional de la Energía Renovable (Irena). Su capacidad en 2020 era de casi 895 gigavatios (GW), o lo que es lo mismo, en torno a un tercio de la capacidad de las renovables a nivel mundial.

De acuerdo a varios estudios sobre la descarbonización de la economía china, la energía solar y eólica desempeñarán el papel más importante en la transformación del sector energético en China. “Su contribución conjunta será de hasta el 73% de la generación total de electricidad en 2050”, apuntan desde la Oficina Económica y de Comercio en Pekín.

“Ellos mismos saben que el carbón no tiene futuro”, comenta el responsable de Emergencia Climática de Greenpeace, José Luis García, a El Confidencial. El país no ha firmado el acuerdo para reducir el uso del carbón, como tampoco lo ha hecho Estados Unidos. “Pero lo que sí ha firmado es el compromiso de no financiar más centrales de carbón en el extranjero. Un avance fundamental tratándose de su principal financiador hasta la fecha”, añade.

Foto: El gigante asiático sigue instalado en su doble moral climática. Foto: Reuters

China y su carbón: ni contigo ni sin ti

Sin embargo, el cambio de ‘chip’ no es completo. China aún no ha decidido abandonar su dependencia del carbón a nivel doméstico, y ahí es donde empiezan las dudas entre la comunidad internacional (y arquean las cejas los inversores en ESG). Por ejemplo, en el mes de octubre, la Comisión Nacional de Desarrollo y Reforma de China (NDRC, por sus siglas en inglés) ordenó a decenas de minas que produjeran “todo el carbón posible” de cara al último trimestre del año. Y así lo reflejan las cifras de producción diaria de mediados de mes, que aumentaron hasta un promedio de 11,5 millones de toneladas, 1,1 más que a finales de septiembre. ¿Los motivos? La llegada del invierno y una producción industrial que se ha visto afectada por la crisis de las materias primas y la estricta política china de 'Covid 0'.

¿Otro ejemplo? En la montaña rusa verde que atravesará China para lograr los objetivos fijados, y a raíz de los cortes eléctricos por la escasez de carbón, algunas regiones han llegado a pedir a los fabricantes chinos que detuvieran su producción para cumplir con la reducción de emisiones. Y en ese callejón sin salida para los productores, las ventas de generadores diésel se incrementaron. ¿Reducen la escasez energética de sus fábricas? Sí. ¿La medida es contraproducente para cumplir con la reducción de gases contaminantes? También.

Durante la COP26, Xi tenía trabajo en casa: los preparativos del Sexto Pleno del XIX Comité Central del Partido Comunista de China, que terminó con una “resolución histórica” que afianza el ya de por sí férreo control del mandatario sobre el gigante asiático y allana el camino para su reelección en el XX Congreso Nacional del PCCh del próximo año. En lo que le quede de mandato —que bien podría convertirse en lo que le quede de vida— Xi quiere combatir la desigualdad que ha acompañado el espectacular crecimiento del país desde que Deng Xiaoping abrió la ventana al resto del mundo hace cuatro décadas. Una vez convertida en la potencia que a sus ojos merecía ser, China quiere recuperar la vertiente más socialista de Mao Zedong, transformar su modelo de desarrollo para atajar la desigualdad social y aumentar las oportunidades para el grueso de la población. Xi se ha fijado el 2035 como la fecha tope para cumplir su objetivo. Tendría entonces 82 años, habría gobernado durante 20 y dejaría todo listo para cerrar el círculo en el centenario de la República Popular de China.

Foto: Protestas de jóvenes contra la inacción por el cambio climático en Valencia. (EFE)

El camino está trazado, pero como recuerda Esteban, el modelo en las últimas décadas ha sido muy intensivo en emisiones. Cerca del 60% de la electricidad generada en China procede del carbón y, además, su producción está muy concentrada en actividades altamente contaminantes y con un gran consumo de energía. “Esto no es un todo o nada. Esta transición hay que hacerla de tal manera que no sea un lastre político, social y económico”, subraya el investigador de Elcano. De fondo, subyace la visión estratégica de Xi Jinping, que busca reducir las emisiones contaminantes y dejar atrás una economía basada en exportaciones “baratas” y “energías sucias”.

A través del liderazgo energético y el avance tecnológico, China completaría una transición ecológica sin precedentes que podría ser el elemento de ‘soft power’ que falta en el puzzle de Xi para convertirse en la potencia global de referencia. La de los coches eléctricos, las ciudades ecológicas en altura y los bosques alrededor de los grandes núcleos urbanos hasta ahora ahogados por la contaminación atmosférica es la China que Xi busca proyectar al mundo. La prometida en el 5º aniversario del Acuerdo de París. La que quiere triplicar su capacidad de energía eólica y solar en diez años (hasta los 1200 GW). La que se compromete a que los combustibles no fósiles representen un 25% de la cesta energética. La que vende el ‘Global Times’ chino: “No hay ningún otro país en el mundo que pueda hacerlo tan bien como China en sus actuales circunstancias”.

¿Puede el principal emisor de gases contaminantes del mundo convertirse en el líder de la transición energética? Aunque suene paradójico, no es imposible. Nadie esperaba que Xi Jinping rompiera los 666 días que lleva sin salir de China para acompañar a los principales líderes mundiales en la operación 'Salvar el planeta' en Glasgow. Y no lo hizo. Mientras los asistentes de la COP26 prometían, de nuevo, mantener el calentamiento global por debajo de los 1,5 grados para finales de siglo, Xi afianzaba en casa las bases de un legado que pretende transformar por completo el modelo de desarrollo económico del país para atajar la desigualdad social y convertirse en la superpotencia que cimentaron Mao Zedong y Deng Xiaoping.

Xi Jinping Combustibles fósiles
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