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"Vamos con todo": la frase con la que Ortega pasó del amor al odio en Nicaragua
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Un reguero de disidentes

"Vamos con todo": la frase con la que Ortega pasó del amor al odio en Nicaragua

El presidente volvió a Nicaragua tras el triunfo revolucionario y fue nombrado como uno de los nueve comandantes de la revolución, aunque era uno de los que tenía menos relevancia y fama

Foto: Carteles electorales en Managua. (Reuters)
Carteles electorales en Managua. (Reuters)

Daniel Ortega cumplirá 29 años en el poder si consigue mantenerse en la presidencia de Nicaragua hasta el final de su nuevo mandato. Ya ha dirigido al país más tiempo que cualquiera de los líderes de la dinastía Somoza, que controló el país por cuatro décadas, hasta 1979, cuando la dictadura fue derrotada por la Revolución Sandinista, en la que participó el actual mandatario.

“Creímos entonces que íbamos a poder romper el ciclo histórico de Nicaragua, en el que se suceden dictaduras y revoluciones, y que ha mantenido a mi patria en un estado de permanente inestabilidad”, rememora Luis Carrión, uno de los nueve históricos comandantes de la revolución, como Ortega, ahora exiliado en Costa Rica después de la detención de varios miembros de su partido político, el progresista Unamos, formado en los 90 por sandinistas contrarios al actual presidente. “Sin embargo, el triunfo de Ortega en las elecciones de 2006 abrió un nuevo ciclo de dictadura. Desde que volvió al poder, comenzó a tomar el control de prácticamente todas las instituciones del Estado, especialmente de la policía, que pasó a convertirse en un instrumento completamente plegado a sus decisiones”.

Foto: Una mujer observa en el televisor al presidente de Nicaragua Daniel Ortega durante el acto en homenaje. (EFE/Jorge Torres)

La primera vez que se escuchó el nombre de Ortega en Nicaragua fue en 1967, cuando fue capturado por robar un banco, con el objetivo de conseguir fondos para financiar el entonces subversivo Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Pasó siete años entre rejas. Consiguió la libertad en un canje de prisioneros, después de que un comando guerrillero tomase la casa de un alto funcionario somocista.

En la acción participó Hugo Torres, que después de la Revolución se convertiría en líder del Ejército, y ahora ha sido encarcelado por Ortega, acusado de traición a la patria, como miembro del partido progresista Unamos. El líder nicaragüense ha puesto entre rejas a su liberador.

Ortega se exilió entonces en Costa Rica, desde donde coordinó acciones contra la dictadura somocista. Paradójicamente, quienes están hoy exiliados en el país vecino son buena parte de los líderes de la oposición contra su Gobierno.

placeholder Daniel Ortega. (EFE/Jorge Torres)
Daniel Ortega. (EFE/Jorge Torres)

Allí conoció el presidente a Rosario Murillo, una poetisa que también organizaba actos subversivos e intentaba recabar apoyos para la causa. Ambos se enamoraron y comenzaron una relación que ha terminado marcando a Nicaragua y el rumbo que tomará en los próximos años.

De las sombras al poder

El presidente volvió a Nicaragua tras el triunfo revolucionario y fue nombrado como uno de los nueve comandantes de la revolución, aunque era, posiblemente, uno de los que tenía menos relevancia y fama. Ese hecho, aseguran ex altos miembros de la guerrilla, fue el que permitió, precisamente, su ascenso al poder.

Las tres principales caras de la revolución eran Tomás Borge, Henry Ruiz y Humberto Ortega. Los tres querían liderar el proceso y se vetaban mutuamente, así que la dirección del Frente decidió nombrar al hermano de Humberto como coordinador de la Junta de Gobierno, por su bajo perfil, al ser un candidato de consenso.

La popularidad de Ortega se disparó gracias al puesto, y en 1984 fue elegido como candidato a la presidencia por el FSLN, ganando los comicios. Su vicepresidente fue el escritor y premio Cervantes de Literatura, Sergio Ramírez, hoy disidente y exiliado en Madrid.

Por aquel entonces Murillo se desempeñaba en el sector cultural del Gobierno, coordinando el Consejo de Comunicación y Ciudadanía, que en no pocas ocasiones chocó con el Ministerio de Cultura del sacerdote revolucionario Ernesto Cardenal, granjeando a la ahora primera dama y “copresidenta” enemigos dentro de la organización, como expuso en un texto el mismo religioso, que también pasó a la disidencia en los 90.

placeholder Protestas de exiliados en Costa Rica contra las elecciones. (Reuters/Mayela Lopez)
Protestas de exiliados en Costa Rica contra las elecciones. (Reuters/Mayela Lopez)

El primer hito en la evolución posterior de Ortega y Murillo se dio en 1990, cuando el FSLN perdió las elecciones ante la unión opositora de Violeta Barrios de Chamorro. El exguerrillero dejó democráticamente la presidencia, pero pronto comenzó a ejecutar su doctrina de “gobernar desde abajo”, espoleando continuas manifestaciones contra los gobiernos liberales de la época.

En los 90 Ortega afianzó su poder dentro del FSLN, aseguran sus detractores, situándose como líder único de la formación y acallando la disidencia. Fue en esa época cuando buena parte de los excomandantes revolucionarios y guerrilleros abandonaron el Frente y formaron diversas formaciones políticas disidentes, denunciando el autoritarismo de Ortega dentro de la organización.

Foto: El presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, junto a su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo. (Reuters)

El segundo hito tuvo lugar en 1998, cuando Zoilamérica Narvaez, hija de Murillo con una relación anterior, denunció a su padrastro, Ortega, por violarla en múltiples ocasiones cuando era menor.

La ahora vicepresidenta defendió al exguerrillero, asegurando que su hija se estaba inventando los abusos por ansias de poder, y selló así una alianza con Ortega que perdura todavía. Su poder en los asuntos políticos no dejaría ya de aumentar.

El exguerrillero perdió las elecciones de 1996 frente al liberal Arnoldo Alemán, un liberal reconocido por ser uno de los gobernantes más nefastos del país, cuyo patrimonio habría aumentado un 900% durante su época como líder del país, señalado por EEUU de haber robado al erario unos 100 millones de dólares y finalmente encarcelado por corrupción en Nicaragua.

Alemán forma parte del tercer hito de la transformación de Ortega. El líder liberal pactó con el exguerrillero una reforma electoral mediante la cual podía ganar en primera vuelta cualquier partido que obtuviese, al menos, el 35% de los votos, y superase en un 5% a su rival, poniendo en bandeja las victorias al FSLN. Ese acuerdo es conocido como el pacto Ortega-Alemán. Los detractores del presidente denuncian que el liberal firmó para conseguir beneficios procesales. El caso de Alemán fue sobreseído en 2009, y actualmente está en libertad.

El cuarto hito fue la adopción del cristianismo por parte de la pareja Ortega-Murillo, que se casó por la Iglesia en 2005.

Nicaragua es un país sumamente creyente y el paso del exguerrillero ayudó a que ganase las elecciones en 2006, después de la muerte del disidente sandinista Herthy Lewites, que lideraba las encuestas a pocos meses de la elección.

Tres lustros después, Ortega volvió al poder, que mantiene hasta ahora. La Constitución nicaragüense prohibía la reelección, pero un tribunal, que la oposición considera plegado al presidente, declaró ese artículo, el 147, como inaplicable, y Ortega ganó la reelección en 2011, con el 62% de los votos, consiguiendo, además, una mayoría en el Legislativo que le permitiría, dos años después, cambiar la Constitución para eliminar el límite de mandatos.

placeholder Foto: Reuters.
Foto: Reuters.

El papel de Murillo en la nueva etapa ya no era secundario, como antaño. La primera dama se implicó de lleno en el liderazgo del aparato de comunicación del Gobierno y comenzó sus ya tradicionales alocuciones diarias en radio, desde donde difunde los hitos del Gobierno o señala a ministros o altos funcionarios díscolos.

Su importancia fue plasmada en su ascenso a la vicepresidencia, tras las elecciones de 2016, en las que Ortega se impuso con un 72% de los sufragios, ya entre serias acusaciones de fraude electoral.

Los 'años dorados'

El periodo 2009-2018 fue el más favorable de la segunda etapa de Ortega en el poder. Su alianza con la empresa privada espoleó un fuerte crecimiento económico, que llegó a superar el 5% anual, solo superado en la región por el de Panamá. Los proyectos sociales y de vivienda del Gobierno consiguieron, además, una fuerte disminución de la pobreza.

La imagen favorable para buena parte de la población se truncó en 2018, cuando estallaron unas fuertes protestas antigubernamentales por un incremento de las cotizaciones del seguro social, que dejaron, al menos, 328 muertos según la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), y decenas de presos opositores en prisión.

Foto: Paramilitares que apoyan a Daniel Ortega se sientan en una barricada de Monimbo, en Masaya. (Reuters)
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Varias fuentes señalan a Murillo como autora de la frase “vamos con todo”, preludio de la represión de las fuerzas de choque del Gobierno, en colaboración con la policía, para levantar los bloqueos que la oposición mantenía en el país, una operación que dejó decenas de fallecidos.

Más de 100.000 nicaragüenses en el exilio

Desde entonces, las manifestaciones no son autorizadas y más de 100.000 nicaragüenses se han exiliado en Costa Rica, huyendo del clima de violencia política, y miles en otros países, incluyendo EEUU, España y otros países de la Unión Europea.

Los arrestos aumentaron en junio, cuando fueron puestos entre rejas siete precandidatos presidenciales opositores con opciones de victoria, espoleando una nueva ola migratoria. Fueron acusados de traición a la patria y de recibir fondos de organizaciones estadounidenses y de otros países para propiciar un presunto golpe de Estado.

Unos días antes de los comicios, considerados como una “pantomima” por Joe Biden, como “ilegítimos” por la Unión Europea y como una “burla” por Madrid, Ortega nombró a Murillo como “copresidenta” igualando en rango a la primera dama, a pesar de que esa figura no es contemplada por las leyes del país.

Foto: Manifestantes durante una protesta contra los planes de reforma de la Seguridad Social, en Managua. (Reuters)
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Este domingo ganó los comicios con el 75% de los votos y un dato de participación disputado. Oficialmente, acudieron a las urnas el 65% de los nicaragüenses, pero la organización Urnas Abiertas, que el oficialismo considera plegada a intereses extranjeros, señaló que hubo una abstención del 80%, después de que la oposición llamase a no votar.

La pregunta que se hacen ahora la mayoría de los nicaragüenses es cuál va a ser el futuro del país. Ortega llamó este lunes fascista al Parlamento Europeo, y “descendientes de Franco” al Gobierno español, dejando claro que su retórica no va a cambiar. Pero, eso sí, dijo que los opositores presos deberían ser llevados a EEUU, algo que parte de la oposición ha interpretado como una apertura de Ortega a negociar un canje de prisioneros, quizá por una relajación de las sanciones.

La palabra “diálogo”, de hecho, ha sido pronunciada por un legislador cercano al Gobierno en los últimos días.

Nuevas sanciones

De momento, tanto Washington como Bruselas preparan nuevas sanciones contra el Gobierno nicaragüense. EEUU ya aprobó, después de 2018, sanciones individuales a miembros del Gobierno y la familia Ortega, así como la Nica Act, que buscaba impedir la financiación del Ejecutivo por medio de los organismos multilaterales, un objetivo solo conseguido en parte, porque, aunque los pagos han disminuido, continúan dándose. Nicaragua es, además, muy buen pagador.

Biden, eso sí, está entre la espada y la pared. Aunque el Gobierno estadounidense está abierto a aprobar nuevas sanciones, es consciente de que cualquier medida que se salga de las individuales afectará duramente a la economía nicaragüense, algo que, por un lado, podría legitimar la postura antiimperialista de Ortega y, por otro, empujar a centenares de miles de nicaragüenses a migrar a EEUU, agravando la ya dura crisis migratoria que vive el país norteamericano.

Foto: Hondureños en caravana hacia EEUU, cruzando Guatemala. (Reuters)
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Está por ver, en cualquier caso, que cualquier medida logre hacer tambalearse a un Gobierno que cuenta con el apoyo decidido de Rusia y podría también buscar la china, a pesar de que es de los pocos Estados que mantiene relaciones diplomáticas con Taiwán.

Por otro lado, el país ha atravesado una crisis económica en los últimos tres años, con un descenso del PIB cifrado en el 3% anual, debido a las protestas, la pandemia, las sanciones y también a la ruptura del pacto con la empresa privada. Cuatro dirigentes de la patronal permanecen ahora arrestados en las cárceles del país.

Mientras tanto, la oposición reclama la ayuda de la comunidad internacional y sigue decidida a dar la batalla por medios cívicos, aunque una pequeña porción, muy minoritaria, apuesta por la lucha armada para buscar un cambio en el poder.

Daniel Ortega cumplirá 29 años en el poder si consigue mantenerse en la presidencia de Nicaragua hasta el final de su nuevo mandato. Ya ha dirigido al país más tiempo que cualquiera de los líderes de la dinastía Somoza, que controló el país por cuatro décadas, hasta 1979, cuando la dictadura fue derrotada por la Revolución Sandinista, en la que participó el actual mandatario.

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