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Boris ignora el caos y defiende su 'nuevo modelo económico': "Soy el único con agallas"
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En la convención 'tory'

Boris ignora el caos y defiende su 'nuevo modelo económico': "Soy el único con agallas"

El 'premier' asegura que no va a volver a un “modelo roto” de bajos salarios e inmigración descontrolada. Dice que “no será fácil”, pero es el cambio por el que se votó con el Brexit

Foto: Boris Johnson, durante la Convención del Partido Conservador en Mánchester. (EFE)
Boris Johnson, durante la Convención del Partido Conservador en Mánchester. (EFE)

El Gobierno ha tenido que desplegar al Ejército para paliar el déficit de combustible en gasolineras ante la falta de transportistas. Los granjeros se manifiestan ante el centro de convenciones de Mánchester, donde el Partido Conservador celebra su congreso anual, porque se ven obligados a sacrificar a sus animales ante la falta de personal en los mataderos. Comienzan a escasear alimentos en supermercados y medicamentos en las farmacias. Pero, cuando preguntan a Boris Johnson sobre la situación en la que se encuentra el Reino Unido, su respuesta es la siguiente: ¿crisis? ¿Qué crisis?

Lejos de mostrar preocupación ante la escasez de mano de obra, problemas de suministro o inflación, el líder 'tory' se ha vuelto a presentar este miércoles ante los suyos cual mesías salvador, el único político, dice, “con agallas suficientes para embarcar al país en un nuevo modelo económico”. Era la primera vez que Johnson se veía con las bases tras el triunfo arrollador de las generales de diciembre de 2019. El coronavirus obligó el año pasado a celebrar el congreso de manera 'online'. Y los afiliados tenían ansias de ver a su 'rockstar' euroescéptico.

“Nos estamos embarcando en un cambio de dirección que se debió realizar hace mucho tiempo. No vamos a volver al viejo y roto modelo de bajos salarios y baja productividad. La respuesta no es volver a la inmigración descontrolada para mantener bajos los sueldos, sino controlarla y no usarla como una excusa para no invertir en los trabajadores, maquinaria o instalaciones”, recalcó.

No será fácil, pero Boris puede con todo

Como ejemplo, “completamente al azar”, habló de las estaciones de descanso de camioneros y criticó que no pueden ser sitios sin servicios “que obliguen a los conductores a orinar entre los arbustos”. “Lo que la gente de este país necesita y se merece es que todos puedan enorgullecerse de su trabajo”, destacó. El 'premier' recalcó que “tomará tiempo y a veces será difícil”, pero defiende que, al fin y al cabo, “ese es el cambio por el que la gente votó en 2016 [con el triunfo del Brexit] y por el que volvieron a votar con fuerza en 2019 [cuando los 'tories' lograron una mayoría absoluta de 80 escaños]”.

Lo de que no será fácil está garantizado. El Gobierno ofreció la semana pasada 5.000 visados temporales hasta Navidades a los camioneros a fin de paliar el caos. Sin embargo, hasta ahora solo ha recibido 127 solicitudes: 27 para conducir camiones cisterna —necesarios para la distribución de combustible— y el resto para camiones de productos alimenticios. Una cifras insuficientes para afrontar el déficit de hasta 100.000 transportistas que necesita el país. Sería incorrecto responsabilizar al Brexit de toda la situación. La pandemia ha creado un problema por falta de mano de obra en toda Europa y los Estados Unidos. Pero desde luego que la nueva ley de inmigración impuesta el pasado enero tras abandonar la UE no está facilitando ahora las cosas.

Foto: Protestas en Belfast, Irlanda del Norte. (Reuters) Opinión

Durante la intervención de 45 minutos —donde no faltaron bromas habituales pese al escenario político—, Johnson apenas anunció alguna medida más allá de un suplemento de 3.000 libras (3.500 euros) para que profesores de matemáticas y ciencias “vayan a enseñar a los lugares donde más se necesitan”. El llamado 'levelling up' —equilibro entre norte y sur de Inglaterra— se ha convertido en el nuevo mantra a fin de retener los escaños del Muro Rojo del norte, donde los votantes abandonaron a los laboristas por los 'tories', por primera vez desde la II Guerra Mundial, a fin de ejecutar el Brexit.

Pero, en general, fue un discurso marcado por florituras retóricas, humor y entusiasmo. Hacer reír a la gente, conseguir que se sientan bien, es parte de lo que hacen los políticos exitosos. En este sentido, el inagotable optimismo que muestra Johnson define su personalidad pública. Pero también es lo que alimenta las acusaciones de que no se toma en serio los grandes problemas.

Foto: El primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson (Reuters)

En los pasillos del congreso, muchos —incluidos algunos ministros del Gabinete— temen ahora que el Número 10 esté eliminando las preocupaciones sobre la economía con demasiada facilidad. Durante las distintas entrevistas que el 'premier' ha realizado en los últimos días, ha venido a decir que la solución depende del mercado, no de un Gobierno poniendo parches.

A medida que aumentan las advertencias de problemas de suministro de cara a Navidad, no solo Johnson, sino todo el Gabinete, ha decidido lanzarse al ataque, culpando a las empresas por no prepararse para el Brexit. Los ministros creen que las empresas se han “emborrachado con mano de obra barata” y deben asumir ahora la responsabilidad de la escasez de combustible y alimentos.

Miedo a las Navidades

Se respira preocupación ante lo que pueda pasar en los próximos meses. Y sobre todo temen que, con este tipo de declaraciones, asegurando que todo va bien, Johnson proyecte ahora la imagen de un primer ministro que ha perdido el contacto con el pueblo. Esta es la mayor caída para los populistas. Cuando el primer ministro muestra un desprecio por las convenciones de Westminster, es una cosa. Pero correr el riesgo de parecer que no comprende las preocupaciones cotidianas es otra.

De momento, las encuestas les siguen respaldando. Pese al caos, los laboristas no acaban de remontar. Sin oposición amenazante y con una mayoría absoluta en la Cámara de los Comunes de 80 escaños, Johnson se puede seguir permitiendo el lujo de mantener su humor. Pero, si los precios continúan subiendo, las gasolineras continúan vacías, no hay pavo para Nochebuena ni suficientes suministros de muñecos para Navidad, igual a los británicos ya no les hacen tanta gracia sus bromas.

Foto: El primer ministro británico, Boris Johnson. (EFE) Opinión
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Celia Maza. Londres

No se puede decir a la gente que se anime si la factura del gas aumenta, si el paquete de ayudas de la pandemia y los ERTE llegan a su fin y si tienen que pagar más impuestos. Porque esto último, sin duda, llegará. Con una deuda acumulada equivalente al 98,8% del producto interior bruto, la mayor tasa desde marzo de 1962, el ministro del Tesoro, Rishi Sunak, ya ha advertido que seguir por ese camino no solo sería “irresponsable”, sino también “inmoral”. “Sí, quiero recortes de impuestos. Pero, para hacer eso, nuestras finanzas públicas deben volver a colocarse sobre una base sostenible”, sentenció el pasado lunes.

La confianza de la que goza ahora el primer ministro al ver que, pese a todo, su liderazgo permanece intacto, puede convertirse en complacencia. Y ese es un sentimiento que pocos votantes están dispuestos a recompensar. En Mánchester hay temores ante lo que llaman el invierno del descontento. Los próximos meses pueden ser muy fríos en Downing Street, en todos los sentidos.

El Gobierno ha tenido que desplegar al Ejército para paliar el déficit de combustible en gasolineras ante la falta de transportistas. Los granjeros se manifiestan ante el centro de convenciones de Mánchester, donde el Partido Conservador celebra su congreso anual, porque se ven obligados a sacrificar a sus animales ante la falta de personal en los mataderos. Comienzan a escasear alimentos en supermercados y medicamentos en las farmacias. Pero, cuando preguntan a Boris Johnson sobre la situación en la que se encuentra el Reino Unido, su respuesta es la siguiente: ¿crisis? ¿Qué crisis?

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