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Turquía pide cartas para sentarse a la mesa geopolítica del avispero afgano
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Con un pie en Kabul y un muro en casa

Turquía pide cartas para sentarse a la mesa geopolítica del avispero afgano

El presidente Recep Tayyip Erdogan se ha asegurado una buena posición a la hora de lidiar con el nuevo Gobierno talibán; a su vez, se ha protegido ante la posible llegada de refugiados

Foto: El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. (Reuters)
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. (Reuters)

Turquía observa atentamente los acontecimientos que siguen desangrando a la malograda población afgana. El avance talibán por todo el país y la arremetida final dentro de la capital, Kabul, no cogieron de imprevisto a un Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, que ya tenía a los talibanes al otro lado del teléfono. Desde que Kabul cayó en manos del grupo ahora comandado por Hibatullah Akhundzada, los despachos de Ankara han sido un hervidero. Y, mientras Turquía busca poner un pie en el país asiático, Occidente se pregunta qué será de los miles de refugiados afganos que la guerra ha escupido de sus hogares. Pero Erdogan ha sido claro respecto a esa preocupación: “Turquía no tiene ninguna obligación de ser un paraíso seguro para los refugiados afganos”. De hecho, esas declaraciones concuerdan perfectamente con lo que ocurre en la frontera turca.

Foto: Mujeres turcas, contra la salida del país de la Convención de Estambul. (EFE)

Tres millones y medio. Es la cifra que la ONU estima al hablar de los desplazados internos que los talibanes han generado con su avance. Pero la que verdaderamente asusta a Occidente es la del medio millón de personas, según el mismo organismo, que intentarían salir del país para finales de año. Pero no lo tendrán fácil, dado que Turquía ya se empieza a blindar. “A lo largo de toda la frontera de 295 kilómetros de largo, levantaremos un muro. Prevemos que un tramo de 64 kilómetros estará listo a finales de año. Las secciones restantes estarán terminadas en los próximos años”. Las palabras venían del gobernador de Van, Emin Bilmez, cargo asignado por el mismo Gobierno en esta provincia limítrofe con Irán.

“Además de la construcción del muro, habrá 58 torres de vigilancia y 45 torres de comunicación. Las torres estarán equipadas con cámaras térmicas, radares, sensores y sistemas de control de incendios”, apuntaba. Este será el fortín que les esperará a los afganos cuando se vean entrando en el último país que deberán cruzar para llegar, los que lo deseen, a Europa. La Unión Europea, por su parte, mira de reojo a Turquía para establecer otro trato que mantenga a los afganos alejados de sus fronteras con un acuerdo similar al de 2016. Pero el ministro de Exteriores, Mevlut Çavusoglu, fue claro al indicar que “está fuera de discusión que asumamos una carga adicional de refugiados” y añadió que "no habrá cooperación si hay un entendimiento como 'les pagamos para que se queden con los refugiados''.

Turquía no es la única que construye muros. Grecia ha completado una valla de 40 km y un sistema de vigilancia

Para el director del programa turco de la Fundación para la Defensa de las Democracias, Aykan Erdemir, se trata de un pulso. “Erdogan sabe que la creciente amenaza de las oleadas de refugiados afganos continuará fortaleciendo su mano en las relaciones con la Unión Europea. Al igual que el acuerdo de refugiados entre Turquía y la UE en lo que respecta a los refugiados sirios, Ankara podría obtener un segundo acuerdo de refugiados que ofrezca concesiones diplomáticas y financieras”, afirma en entrevista con El Confidencial. Pero también avisa que, “si las negociaciones no salen según lo planeado, Erdogan puede repetir una estrategia de chantaje”. Una estrategia similar a la apertura de la frontera con Grecia a principios de 2020. Es por ello que Turquía no es la única que construye muros. Grecia ha completado una valla de 40 km y un sistema de vigilancia para mantener alejados a los migrantes que aún logran ingresar a Turquía.

Foto: Ursula Von der Leyen. (Reiuters)

El debate migratorio dentro de Turquía hace años que cansa a la población civil, sin importar el color político. Los enfrentamientos entre turcos y refugiados son cada vez más constantes. En agosto, una pelea en Ankara se llevó la vida de un turco y horas más tarde decenas de establecimientos de refugiados fueron quemados. Según una encuesta de Metropol de 2018, un 81% de la población turca ya veía entonces a los refugiados de forma negativa, siendo los votantes del AKP de Erdogan los que los veían de forma más positiva. Pero la misma empresa realizó una consulta este año preguntando si la apertura de la frontera a los afganos tendría un efecto positivo en el AKP. El 54% contestó que no.

En vista de unos comicios generales que se celebrarán —'a priori'— en 2023, Erdogan deberá mirar con lupa su postura ante una posible oleada de refugiados. Así lo apunta Erdemir, quien admite que, “en medio del creciente sentimiento antirrefugiados entre el electorado turco, el Gobierno no puede darse el lujo de dar la bienvenida a los afganos desplazados como lo hizo con casi cuatro millones de sirios durante la última década”. A día de hoy, Turquía afirma que tiene a 3,7 millones de refugiados sirios, mientras que los afganos conforman 300.000.

placeholder Bomberos apagan los incendios provocados por los ataques contra establecimientos de refugiados. (Reuters)
Bomberos apagan los incendios provocados por los ataques contra establecimientos de refugiados. (Reuters)

Un pie en Afganistán

A nivel diplomático, la retirada estadounidense de Afganistán ha dejado un hueco que países como Irán, Turquía, Rusia o China han aprovechado y que se suman a los otros socios de los talibanes, Pakistán y Qatar. Todos ellos han recibido la carta de invitación para la ceremonia del nuevo Gobierno talibán, un movimiento que denota qué países tendrán relaciones diplomáticas con la nueva Administración. En cuanto a Turquía, el país eurasiático ha ejercido desde un principio de puente entre la insurgencia talibana y el Gobierno afgano. Prueba de ello era la alternativa que Erdogan propuso a las conversaciones de paz de Doha, un proceso que debía realizarse en Estambul, pero que nunca llegó a tener lugar por las discrepancias talibanas. En esa ocasión, el presidente turco no pudo apuntarse el tanto de haber propiciado un acuerdo de paz en su territorio, pero se ganó a un interlocutor talibán que a día de hoy está al frente de Afganistán.

Foto: Cumbre UE-EEUU en Bruselas el pasado 15 de junio. (EFE)

La buena predisposición entre Ankara y los talibanes se pudo observar en la versión en árabe de la televisión pública turca TRT, donde el portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, aseguró querer tener buenas relaciones con el país eurasiático. “Turquía es nuestro hermano, tenemos muchos puntos en común basados en la fe. Queremos que Turquía deje el pasado y regrese al presente y al futuro”, aseveró. Y el pasado no es otro que una Turquía alineada con los Estados Unidos y teniendo un papel destacado dentro de las fuerzas de seguridad internacional (ISAF) contra la insurgencia talibana.

Pero todo ha cambiado ahora. Y la consecución de esa interlocución contra el que fue enemigo es la que ahora será clave, según el analista Erdemir, para la OTAN. “La huella política y militar de Ankara en Afganistán podría ayudar a reforzar la imagen del Gobierno turco y su posición ante los ojos de sus aliados de la OTAN”, apunta. Sin olvidar que los talibanes parecen tener una relación más estrecha con Qatar y Pakistán que con Turquía, el analista afirma que “Ankara podría resultar, en última instancia, tan útil como los otros dos para influir en Occidente”.

Turquía, que se ha ganado de forma oficial tener un papel activo en Afganistán y ya coopera con Qatar para gestionar el aeropuerto de Kabul, se apunta otro país donde mover los hilos. Un punto positivo para su estrategia exterior, que pasa por tener influencia a nivel regional y mundial. Por lo tanto, su presencia en el país asiático, apunta Erdemir, “es una oportunidad para ganar influencia tanto sobre los Estados Unidos como sobre Europa”.

Turquía observa atentamente los acontecimientos que siguen desangrando a la malograda población afgana. El avance talibán por todo el país y la arremetida final dentro de la capital, Kabul, no cogieron de imprevisto a un Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, que ya tenía a los talibanes al otro lado del teléfono. Desde que Kabul cayó en manos del grupo ahora comandado por Hibatullah Akhundzada, los despachos de Ankara han sido un hervidero. Y, mientras Turquía busca poner un pie en el país asiático, Occidente se pregunta qué será de los miles de refugiados afganos que la guerra ha escupido de sus hogares. Pero Erdogan ha sido claro respecto a esa preocupación: “Turquía no tiene ninguna obligación de ser un paraíso seguro para los refugiados afganos”. De hecho, esas declaraciones concuerdan perfectamente con lo que ocurre en la frontera turca.

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