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¿Falló la apuesta de Merkel? Esto es lo que pasa cuando acoges a un millón de refugiados
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Del "podemos hacerlo" al "no puede repetirse"

¿Falló la apuesta de Merkel? Esto es lo que pasa cuando acoges a un millón de refugiados

Seis años después de que Angela Merkel decidiera abrir las puertas de Alemania a más de un millón de refugiados, su partido prefiere no hablar sobre solicitantes de asilo de Afganistán

Foto: Protesta contra el partido ultraderechista AfD en Riesa, Alemania. (EFE)
Protesta contra el partido ultraderechista AfD en Riesa, Alemania. (EFE)

“Wir schaffen das!”. Pocas veces tres palabras han bastado para resumir el punto de vista de un jefe de Estado cuando toma una decisión clave. Pero cuando la canciller Angela Merkel las pronunció el 31 de agosto de 2015, en medio de la mayor crisis de gestión de refugiados a la que Europa se enfrentaba desde la Segunda Guerra Mundial, pocos dudaron de su significado: “¡Nosotros podemos hacerlo!”. Con este eslogan en mente, a lo largo de los siguientes meses Alemania acabaría acogiendo a más de un millón de solicitantes de asilo, la mayoría de los cuales huían de la guerra civil en Siria.

La apuesta de Merkel, alabada en su momento como un triunfo moral, contaba con el respaldo de la mayoría de la población alemana. Una encuesta realizada en septiembre de 2015 por Politbarometer revela que el 66% de la población consideraba que permitir la entrada a un gran número de refugiados era lo correcto. Sin embargo, esta muestra de la ‘willkommenskultur’ (cultura acogedora) alemana estaba destinada a desvanecerse rápidamente. Una serie de ataques sexuales perpetrados en la siguiente Nochevieja, especialmente en la ciudad de Colonia, a manos de inmigrantes —y en algunos casos, solicitantes de asilo— fue el principal catalizador del cambio en la percepción pública.

Foto: Evacuación desde el aeropuerto Hamid Karzai de Kabul. (Reuters)
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El sentimiento de rechazo contra la inmigración y las políticas de asilo que despertó entonces ayudó a convertir al partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) en una fuerza política a nivel nacional —desde 2017, son la mayor formación opositora del Bundestag—. El partido de Merkel, la centroderechista CDU, tomó nota, con la propia canciller desempeñando un papel destacado en los esfuerzos de la Unión Europea por reducir el número de refugiados que ingresaban a la UE a través de las costas griegas. Estos incluyeron un acuerdo alcanzado en 2016 con el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, que permite que todas las personas que lleguen irregularmente a las islas del Egeo sean devueltas a territorio turco, cerrando así uno de los principales grifos migratorios.

Seis años después, el legado de la decisión merkeliana continúa siendo un asunto respecto al que no existe un consenso en Alemania. Lo que sí resulta evidente a escasas semanas de unas elecciones federales que decidirán quién será el próximo canciller del país —y en medio de una nueva crisis internacional que puede desatar una nueva oleada de solicitudes de asilo en el país— es que los tiempos han cambiado. Dentro de la CDU, quizá nada ejemplifica mejor este cambio que un tuit de Armin Laschet, el sucesor de Merkel al frente del partido, en el que se pronuncia así sobre la posible llegada de refugiados procedentes de Afganistán: “2015 no puede repetirse”.

“¿Quién dijo ‘podemos hacerlo’? Merkel. Y Merkel ya no va a estar. Fue una apuesta personal que no representa la voluntariedad política del partido”, explica a El Confidencial Ruth Ferrero, profesora de Ciencia Política en la Universidad Complutense de Madrid e investigadora para el Instituto Complutense de Estudios Internacionales. Está claro que un abismo separa a las voluntades políticas de la CDU actual a las de 2015. Pero, más allá de esta transformación en el discurso, ¿qué fue de los refugiados de la discordia que llegaron entonces?

Integración a través del trabajo

Incorporar a los refugiados al mercado laboral ha sido desde 2015 la piedra angular de la política de integración alemana. El doble objetivo de esta estrategia es que los solicitantes de asilo sean autosuficientes económicamente y, a la vez, participen en un entorno que les favorezca su asimilación social. Por otra parte, Alemania ha buscado así paliar la escasez de mano de obra que sufre el país.

Para ello, Alemania aprobó en 2016 la Ley de Integración, que garantiza a los solicitantes de asilo el acceso a formación, lecciones de adaptación a la sociedad alemana y oportunidades laborales —que, de ser rechazadas, abrían la puerta al recorte de otros mecanismos de ayuda—. La normativa también permitía a los solicitantes de asilo que residían en viviendas colectivas aceptar trabajos de asistencia social, 100.000 de los cuales fueron creados para la ocasión. Todo un despliegue con el que el país demostraba estar a años luz de otros en materia de acogida. “En comparación con España u otros países, el caso alemán es muy diferente. Los procedimientos de asilo son mucho más ágiles, la gestión de los expedientes es mucho más rápida y hay una mejor incorporación de estas personas a la sociedad alemana”, afirma Ferrero.

Foto: Traslado de un paciente en Dresde (EFE)

Sin embargo, llevar este plan a cabo ha resultado una tarea titánica. Los datos muestran que la amplísima mayoría de las personas que llegaron a Alemania como solicitantes de asilo requirieron de un proceso formativo previo para encontrar trabajo en el país. La carencia de formación profesional y la falta de conocimientos del idioma fueron los obstáculos principales para su entrada en el mercado laboral. Además, el nivel de educación entre los asilados difería mucho según el país de origen. “En el pasado, los solicitantes de asilo de Afganistán traían consigo un nivel de calificaciones significativamente más bajo en promedio que los solicitantes de asilo de Siria, lo que dificultaba su integración en el mercado laboral alemán”, apunta Wido Geis-Thöne, investigador del Instituto Económico Alemán especializado en inmigración.

En entrevista con este periódico, el experto alemán considera que resulta difícil juzgar el éxito o el fracaso de la integración de los refugiados en Alemania. De hecho, se trata de una labor en gran medida subjetiva, dado que las cifras permiten proyectar realidades prácticamente opuestas dependiendo de aquello que se busque resaltar. Los defensores de la decisión de Merkel señalan estudios como el realizado el año pasado por el Instituto de Investigación del Mercado de Trabajo y el Empleo (IAB), el cual revelaba que casi la mitad de los refugiados que llegaron a Alemania entre 2013 y 2016 tenían un empleo. O el del Instituto Alemán de Investigación Económica que indicaba que el 90% de los niños de familias de refugiados hablan alemán con sus amigos y que un 80% se siente bien en la escuela.

"Los refugiados no han podido contribuir a conseguir mano de obra cualificada en la medida en que muchos esperaban en 2015"

Sin embargo, Geis-Thöne considera que, pese a los progresos en la integración en el mercado laboral, la situación de los refugiados sigue siendo pobre. "La tasa de empleo de las personas procedentes de los ocho principales países de origen de los solicitantes de asilo era solo del 31,8% en marzo de 2021, en comparación con el 46,6% de todos los extranjeros y el 63,1% de los nacionales. En otras palabras: los refugiados no han podido contribuir significativamente a conseguir mano de obra cualificada en la medida en que muchos esperaban en 2015", resume el experto.

Las cifras generales, a su vez, ocultan detalles importantes, como el hecho de que menos de la mitad de los trabajadores refugiados en Alemania poseen un empleo cualificado, pese a que más del 80% lo ejercían en sus países de origen, según 'The Economist'. Esto ha hecho que su participación en el mercado laboral se haya agravado severamente por la crisis del coronavirus, dado que los solicitantes de asilo suelen trabajar en puestos más precarios que se han visto más afectados por la pandemia. Por otra parte, las mujeres refugiadas poseen una tasa de participación en el marcado laboral, las clases de integración o los cursos de idiomas mucho menor que sus contrapartes masculinas, un fenómeno que responde a las diferencias culturales y religiosas, pero también a problemas relacionados con el cuidado de los niños.

En general, la población alemana se ha mantenido escéptica respecto a la capacidad de integración de los solicitantes de asilo. En 2019, un estudio de Ipsos MORI encontró que solo el 31% de los encuestados creía que la mayoría de los refugiados podrían integrarse con éxito en la sociedad.

Foto: Angela Merkel se hace 'selfies' con refugiados de Siria e Irak en Berlín, en septiembre de 2015. (Reuters)

La utilidad de esta batalla por las cifras es dudosa. Para Ferrero, ligar factores como la integración en el mercado laboral, el aporte de mano de obra cualificada o la compensación demográfica de países envejecidos son tácticas que distraen del hecho de que el derecho de asilo, regulado por el Derecho Internacional, es una obligación de los Estados y no una decisión que responde a un balance económico. "Establecer una correlación entre los beneficios económicos y demográficos y la llegada de refugiados implica darle un sentido utilitario a los procesos de protección internacional que los perjudica más de lo que los ayuda", considera la investigadora.

Lejos del apocalipsis

Pero, si bien los datos de integración laboral no permiten confirmar o desmentir con seguridad la tesis merkeliana de la integración, otras cifras sí sirven para rechazar por completo las tesis que plagaron el discurso político a raíz de los ataques en Colonia y que describían a los refugiados como una fuente de crimen y posibles ataques terroristas.

Una investigación realizada por el Brookings Institute, con sede en Washington, concluyó que no había una conexión real entre los flujos de refugiados a Alemania y el supuesto aumento del crimen y los ataques terroristas. De hecho, reveló que los refugiados tienen más probabilidades de ser víctimas de violencia que de perpetrarla. Estadísticas oficiales muestran un descenso constante en la tasa de número de crímenes por 100.000 habitantes a partir de 2015. “Las profecías apocalípticas que se plantearon después de la Nochevieja de 2016 tampoco se han cumplido. De hecho, si bien el debate sobre cómo lidiar con los refugiados fracturó a la sociedad alemana en los años posteriores a la crisis de 2015, el tema no ha estado tan presente en el discurso público durante los últimos años”, señala Geis-Thöne.

La razón por la que el debate sobre los refugiados no ha resurgido tanto en el discurso público —como muchos predecían— a pesar de las circunstancias actuales es que la situación en Afganistán en 2021 está lejos de la de Siria en 2015, tanto en lo que respecta al nivel de violencia como a la realidad geográfica. Aunque el futuro es ahora mismo especialmente preocupante para las mujeres afganas y para las minorías étnicas y religiosas del país, la toma del poder por parte de los talibanes se ha saldado sin apenas derramamiento de sangre, un fuerte contraste con las masacres diarias que tenían lugar en territorio sirio cuando empezó el desplazamiento masivo de refugiados. Por otra parte, más allá de los evacuados que colaboraron con países occidentales, no es probable que muchos afganos elijan la lejana Europa como su lugar de destino si deciden huir del país. Nueve de cada 10 personas que han abandonado Afganistán en las últimas décadas se encuentran en Irán o Pakistán, según el Consejo Noruego para Refugiados.

Todavía es pronto para comprender el legado real del “Wir schaffen das!” de Merkel, pero a estas alturas parece claro que su enorme impacto en el discurso político alemán —y europeo— ha sido desproporcionado en relación con su impacto en el día a día de la sociedad germana. Que cada uno haga las cuentas que quiera con las cifras disponibles, pero una de ellas es indiscutible: la canciller abandona el cargo siendo la líder mejor valorada del mundo y con un 64% de aprobación en su país. “La experiencia de Alemania en los últimos años ha demostrado que es perfectamente posible que un país económicamente estable acoja e integre a un gran número de refugiados y que estos puedan ser un enriquecimiento para la sociedad”, indica Wido Geis-Thöne. Eso sí, nadie debería esperar milagros de un acto que es, en esencia, el cumplimiento de una responsabilidad internacional. “Sin embargo, también ha quedado claro que los efectos económicos de aceptar refugiados no son positivos a corto y medio plazo”, concluye el experto.

“Wir schaffen das!”. Pocas veces tres palabras han bastado para resumir el punto de vista de un jefe de Estado cuando toma una decisión clave. Pero cuando la canciller Angela Merkel las pronunció el 31 de agosto de 2015, en medio de la mayor crisis de gestión de refugiados a la que Europa se enfrentaba desde la Segunda Guerra Mundial, pocos dudaron de su significado: “¡Nosotros podemos hacerlo!”. Con este eslogan en mente, a lo largo de los siguientes meses Alemania acabaría acogiendo a más de un millón de solicitantes de asilo, la mayoría de los cuales huían de la guerra civil en Siria.

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