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El G7 lo intenta, pero la clave es la ONU: nada se puede hacer en Kabul sin China y Rusia
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PIDE UNA SALIDA SEGURA DEL PAÍS

El G7 lo intenta, pero la clave es la ONU: nada se puede hacer en Kabul sin China y Rusia

La cumbre del G7 no logra convencer a Biden para que retrase la salida definitiva de tropas el 31 de agosto. La comunidad internacional depende ahora de Moscú y Pekín para afrontar la crisis

Foto: Una instantánea de la cumbre virtual del G7. (EFE)
Una instantánea de la cumbre virtual del G7. (EFE)

Cuando el pasado mes de mayo el G7 celebró su primera reunión en persona tras más de dos años a causa de la pandemia, llegó a salir incluso el sol en Cornualles (Inglaterra). Era el inicio de una nueva era. El presidente Joe Biden fue recibido cual héroe tras los turbulentos años de Donald Trump. “Estados Unidos ha vuelto”, proclamaba el demócrata. Los mandatarios se hacían fotografías con él y sus gafas de aviador se pusieron de moda.

El escenario ahora es muy distinto. Biden ha hecho caso omiso de las advertencias realizadas por la comunidad internacional y los mandatarios lo ven ahora como el responsable de un error de cálculo catastrófico que no solo ha llevado a Afganistán a la deriva, sino que ha puesto en peligro la seguridad de Occidente.

Los talibanes se han hecho con Afganistán. Los civiles buscan a la desesperada la manera de abandonar el país, ya sea a través del aeropuerto de Kabul o llegando a pie a las fronteras hacia Pakistán e Irán. La economía está al borde del colapso. Después de que los logros conseguidos por las fuerzas aliadas en los últimos 20 años se hayan evaporado en cuestión de días, la gran preocupación es que el país asiático se convierta nuevamente en un lugar de refugio y conspiración para los grupos terroristas. De hecho, la toma de posesión de los talibanes ya está inspirando a otros grupos yihadistas en África Occidental. Apenas se habla de ello, pero, en los últimos días, más de 200 personas han muerto en cuatro ataques en Níger, Malí y Burkina Faso.

Foto: Un avión militar despega del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai de Kabul. (EFE)

En cualquier caso, más allá de su visión apocalíptica, la comunidad internacional debe ahora consensuar la manera en la que se relaciona con el futuro Gobierno de Kabul. Y este era uno de los objetivos de la cumbre telemática celebrada este martes por las siete democracias más ricas del mundo (EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Japón, Canadá, junto con la UE).

¿Demandas imposibles?

En calidad de presidente de turno del G7, el 'premier' Boris Johnson ha recalcado que para cualquier avance “la condición número uno” es que los talibanes tienen que asegurar un “paso seguro” para que todos aquellos que quieran salir del país “tanto para el 31 de agosto como más adelante” puedan hacerlo.

Muchos consideran que esto es meramente imposible. El principal portavoz insurgente, Zabihullah Mujahid, ha anunciado en rueda de prensa que los ciudadanos afganos ya no podrán ir al aeropuerto de Kabul, “porque la multitud cada vez es mayor y existe el peligro de que la gente pierda la vida, puede haber una estampida”. “No perseguimos a nadie. Nos hemos olvidado de todo. Estamos tratando de traer la paz. Nuestro único objetivo es construir nuestro país”, ha sentenciado. En las últimas horas, los talibanes han colgado en redes sociales imágenes de niñas acudiendo a las escuelas aparentando normalidad. Pero diferentes ONG aseguran que ya han empezado las torturas y asesinatos, sobre todo de aquellos que colaboraron con las fuerzas aliadas.

Foto: El presidente estadounidense, Joe Biden. (Reuters)

Johnson insiste en que el G7 tiene capacidad de influencia para respaldar sus exigencias. “Cuenta con considerables mecanismos económicos, diplomáticos y políticos”, recalca. En definitiva, para los que quieran leer entre líneas, están preparados para imponer sanciones. Estados Unidos ya ha congelado casi 9,5 billones de dólares (unos 8.100 millones de euros) en activos pertenecientes al Banco Central de Afganistán. Alemania ya ha anunciado una suspensión de 300 millones de dólares en ayuda, mientras que el Fondo Monetario Internacional ha suspendido su asignación de 440 millones de dólares.

Por su parte, la UE ha anunciado que incrementará la ayuda humanitaria en 2021 al país asiático hasta los 200 millones de euros, lo que supone cuatro veces más que lo previsto hasta ahora, aunque mantiene suspendido el presupuesto de ayuda al desarrollo, sujeto al respeto de los derechos humanos por parte de los radicales. En definitiva, hay margen para una acción común productiva. Aunque el G7 no ha conseguido su principal misión: convencer al presidente Biden para que retrase la retirada de tropas más allá del 31 de agosto a fin de poder evacuar al mayor número de gente posible.

Foto: El primer avión para evacuar españoles y afganos despega de Kabul. (Ministerio de Defensa)

En las últimas semanas se han evacuado cerca de 50.000 personas. Aunque ahora existen sospechas de que varios talibanes podrían haberse infiltrado entre los civiles que han llegado a Europa. Francia investiga posibles vínculos de cinco personas con el grupo insurgente y el Reino Unido estudia a seis recién llegados que podrían plantear ahora amenaza directa para la seguridad nacional.

Según se ha podido saber ahora, el director de la CIA, William J. Burns, mantuvo una reunión secreta en Kabul el lunes con el líder 'de facto' de los talibanes, Abdul Ghani Baradar, para discutir la delicada situación. Y tras el encuentro, según la prensa, parece que Biden tiene más que decidido que los soldados americanos no alargarán su misión de evacuación más allá de finales de este mes. El martes por la noche no había confirmación oficial. Aunque es más que probable que Washington no lo comunique hasta finales de esta semana, cuando está prevista la reunión de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, Rusia, Reino Unido, China y Francia).

El papel (y el silencio) de la ONU

La ONU ha estado en gran parte callada durante esta crisis, trabajando diligentemente en la ayuda humanitaria, reacia a presionar por una resolución que podría ser vetada por Pekín o Moscú. Es tal la consternación generalizada por la brusquedad de la retirada de tropas americanas que hay temores de que el régimen de Xi Jinping y el de Vladímir Putin puedan quedarse ahora de brazos cruzados y explotar el evidente desconcierto de Biden. El jefe del Kremlin ha adelantado este marres que Rusia no tiene intención de repetir errores del pasado e intervenir militarmente en Afganistán. La invasión de la URSS en 1979 no salió bien. El repliegue luego en 1989 fue considerado uno de los factores desencadenantes de la desintegración soviética. "Hemos extraído las lecciones necesarias", recalcó Putin.

En cualquier caso, tanto China como Rusia temen que un islam radicalizado establezca campamentos terroristas cerca de sus fronteras, por lo que parecen estar dispuestos a aportar su granito de arena para apoyar a los aliados regionales, incluidos Pakistán y los países de Asia central, que corren el riesgo de verse abrumados por la afluencia de refugiados.

Foto: Un soldado afgano en Herat, frente de batalla con los talibanes (EFE)
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En este sentido, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, afirma que Moscú está dispuesta a que el Consejo de Seguridad de la ONU aborde la situación en Afganistán si no dominan las “fobias ideológicas” en las discusiones. “Por ejemplo, Josep Borrell [alto representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea], ha dicho que no se debería dejar que Afganistán quede ahora bajo control de Rusia o China. Esta es la política de 'o con Rusia o con Occidente' y esto es triste. Es triste que estas personas elaboren la política exterior de la UE”, ha añadido.

El objetivo compartido, por tanto, es claro. No se puede permitir que Afganistán, que ya es un estado fallido, se convierta en un disruptor global. Pero, según los expertos, la comunidad internacional debe reconocer que la única salida a la crisis es un acuerdo entre los afganos. La alternativa, una sangrienta guerra civil, es demasiado lúgubre para ser contemplada.

Para que exista una vía de comunicación, los líderes talibanes deberían permitir que las organizaciones humanitarias continúen con su trabajo (entre otros ayuda a enfermos de covid-19 y afectados por la sequía). La ayuda estaría condicionada a un Gobierno provisional que incluyera representantes de mujeres y miembros de todos los grupos étnicos, no solo a los pastunes, sino también a los tajiks, hazaras, uzbekos y balochis. Los talibanes deben cumplir su promesa de una amnistía general y poner fin a los asesinatos selectivos. No se debe demoler ningún museo. Más controvertido aún, deberían garantizar el corredor de evacuación que pide el G7 y todos los países vecinos deberían abrir sus fronteras. Pero, al menos a corto plazo, este escenario se ve poco realista.

Cuando el pasado mes de mayo el G7 celebró su primera reunión en persona tras más de dos años a causa de la pandemia, llegó a salir incluso el sol en Cornualles (Inglaterra). Era el inicio de una nueva era. El presidente Joe Biden fue recibido cual héroe tras los turbulentos años de Donald Trump. “Estados Unidos ha vuelto”, proclamaba el demócrata. Los mandatarios se hacían fotografías con él y sus gafas de aviador se pusieron de moda.

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