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Cuando todo el oro (olímpico) del mundo no puede tapar las vergüenzas de un dictador
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Hoy son Bielorrusia o Cuba, ayer la URSS

Cuando todo el oro (olímpico) del mundo no puede tapar las vergüenzas de un dictador

Tsimanouskaya evitó que la llevaran a Bielorrusia contra su voluntad gracias a la ayuda de Anatoly Kotov y la Belarusian Sport Solidarity Foundation. Su caso es solo el último en la historia de los JJOO

Foto: La atleta bielorrusa Krystsina Tsimanouskaya, en el aeropuerto de Haneda, junto a la policía japonesa. (Reuters)
La atleta bielorrusa Krystsina Tsimanouskaya, en el aeropuerto de Haneda, junto a la policía japonesa. (Reuters)

El activista bielorruso Anatoly Kotov fue una de las primeras personas que lograron hablar con la velocista Krystsina Tsimanouskaya en el aeropuerto japonés de Haneda, a donde el equipo olímpico bielorruso la había llevado por la fuerza. Habían decidido que Tsimanouskaya volviera antes de tiempo a Minsk. "Fue amenazada y podría haber estado en peligro si hubiera vuelto a casa. Teníamos que intervenir para protegerla", cuenta por teléfono desde el exilio en Polonia Kotov, de la organización Belarusian Sport Solidarity Foundation (BSSF), creada para proteger a deportistas perseguidos o represaliados por el régimen de Aleksandr Lukashenko.

Tsimanouskaya estaba en el radar de la BSSF desde el fin de semana, cuando la atleta criticó a sus entrenadores en redes sociales por haberla incluido en una prueba (el relevo 4x400) para la que no había entrenado nunca. La atleta había sido eliminada en los 100 metros lisos el viernes y tenía pendientes las primeras series de los 200 metros. Pero en lugar de llevarla a la pista a entrenar, los miembros de su equipo olímpico la 'acompañaron' al aeropuerto. Tsimanouskaya se lanzó a los primeros agentes japoneses que encontró; logró no subir al avión y este lunes recibió asilo en la embajada de Polonia en Tokio.

Foto: Belarus opposition leader svetlana tichanovskaja visits sweden

Según detalla Kotov, Tsimanouskaya viajará el miércoles a Polonia con visado humanitario y con un billete de avión pagado por BSSF. Allí espera reunirse con su marido, Arseni Zdanevich, quien ha logrado escapar de Bielorrusia a Ucrania. Para Kotov, este caso muestra que “no es necesario protestar en Bielorrusia ahora mismo para estar en peligro y ser amenazado”.

BSSF es una organización muy joven, creada en agosto de 2020 tras las protestas que inundaron las calles de Bielorrusia en contra de unas elecciones 'amañadas' y contra Lukashenko, con casi tres décadas en el poder. La presidenta, Alexandra Hersasimenya, es triple medallista olímpica: dos platas en Londres 2012 y un bronce en Río 2016. “En total, hemos ayudado a más de 300 atletas y entrenadores en el año en que llevamos trabajando”, cuenta Kotov. “Algunos han sido despedidos, otros han sufrido consecuencias físicas y algunos siguen en la cárcel”.

La huida de Tsimanouskaya nos devuelve a los tiempos del telón de acero, cuando atletas y científicos soviéticos, además de ciudadanos anónimos, intentaban escapar en eventos internacionales. Pero la de Tsimanouskaya será quizá la última del equipo bielorruso durante estos Juegos. "Estarán pensando [otros atletas] en la posibilidad de escapar, pero los oficiales del equipo bielorruso harán todo lo que puedan para evitar este tipo de ‘accidentes’. Es un gran escándalo político que va directo al corazón de Lukashenko".

"Los JJOO y el deporte son su juguete favorito [de Lukashenko], los utiliza como propaganda"

El Comité Olímpico Internacional ya sancionó en diciembre del año pasado al dictador bielorruso por una denuncia de BSSF sobre las amenazas y represión que han sufrido numerosos atletas del país durante la preparación de los Juegos Olímpicos. El COI prohibió a Lukashenko asistir a los Juegos y congeló las ayudas económicas al Comité Olímpico nacional, redirigiendo los pagos directamente a sus atletas. Lukashenko ha presidido el Comité Olímpico bielorruso durante 23 años, hasta la elección en febrero de este año de su hijo Viktor Lukashenko, quien no ha sido reconocido por el COI.

"Los Juegos Olímpicos y el deporte en general son su juguete favorito, los utiliza como propaganda. Pero este escándalo está atrayendo más la atención que cualquier oro olímpico que pueda ganar el equipo bielorruso" explica Kotov.

El medallero de desertores olímpicos

Con su dramática huida, Tsimanouskaya se ha unido a una tradición documentada por primera vez durante el verano de 1948 en los Juegos Olímpicos de Londres, cuando una de las mujeres más famosas de Checoslovaquia decidió no volver a su país, donde el Partido Comunista gobernaba desde el 'golpe de Praga' del mes de febrero anterior. Marie Provazníková, presidenta de la Federación Internacional de Gimnasia y entrenadora del equipo checoslovaco femenino, solicitó asilo en Estados Unidos. La crónica del 'New York Times' recoge sus palabras el día después: “Soy una refugiada política y estoy orgullosa de ello. Es un sentimiento extraño dejar mi país, en el que he trabajado toda mi vida, pero es la única manera de ser libre”.

Ocho años más tarde, los Juegos de Melbourne de 1956 vivieron el mayor caso de defección de la historia moderna del olimpismo. La competición comenzó en noviembre, coincidiendo con el verano del hemisferio sur y con la revolución de Hungría de 1956. La posterior invasión de los tanques soviéticos dejó miles de muertos, heridos y exiliados.

Los Juegos de Melbourne vivieron el mayor caso de defección de la historia del olimpismo

La tensión que vivía el equipo olímpico húngaro salió a flote en las semifinales del torneo de waterpolo frente a los soviéticos. El partido pasó a la historia como el ‘baño sangriento de Melbourne’: un corte en el ojo de la estrella húngara Ervin Zádor provocó una melé en la piscina cuando el marcador señalaba un 4-0 a favor de Hungría. Los soviéticos se retiraron y los jueces confirmaron la victoria húngara. Hungría se llevó el oro, en la final contra Yugoslavia. Pero la medalla no fue suficiente para evitar la deserción de 46 deportistas húngaros, incluido Zádor, que habían acudido a Melbourne.

Foto: Imagen: El Confidencial Diseño.

En el podio de las medallas en deserciones, además de la URSS también destaca Cuba. Hace tan solo dos meses, el bateador cubano César Prieto se fugó al llegar a Florida para el comienzo del torneo preolímpico de béisbol de las Américas en el que se repartía el billete a Tokio. Este es solo el último caso.

En los Juegos de Atlanta 1996, cuatro años después de haber ganado el oro en los juegos de Barcelona, otra estrella cubana del equipo de béisbol olímpico, el lanzador Rolando Arrojo, cambió la isla por los Estados Unidos. El año pasado, en una entrevista en el programa ‘La estrella invitada’, Arrojo declaró: “Cambié mi medalla olímpica por el futuro de mis hijos. No me arrepiento y lo volvería a hacer”.

"Cambié mi medalla olímpica por el futuro de mis hijos. No me arrepiento y lo volvería a hacer"

Quienes se van son solo unos pocos. La mayoría de atletas y deportistas, sin embargo, salen de su país, compiten con sus colores y vuelven por donde han venido. Durante los Juegos Olímpicos de Invierno en 2018 en Corea del Sur, muchos se preguntaban si algún norcoreano trataría de huir de la dictadura de Kim Jong-un. La delegación de Corea del Norte llegó y salió del país con 22 atletas, ni uno más, ni uno menos.

El escritor francés Jean Echenoz narra en su libro ‘Correr’ la historia del atleta checo Emil Zátopek, una de las leyendas del olimpismo. En Londres en 1948, durante los Juegos que su compatriota Provazníková utilizó para escapar, la ‘locomotora humana’ se llevó el oro en los 10.000 metros y la plata en 5.000 pese a su estilo tosco y deslabazado. Cuatro años más tarde, en los Juegos Olímpicos de Helsinki, se convirtió en el primer y único corredor en ganar (en un plazo de siete días) las tres pruebas grandes del atletismo: el 5.000, el 10.000 y el maratón.

Pudo salir corriendo, huir, en numerosas ocasiones a lo largo de su carrera y los altos mandos del Ejército decidieron limitar las oportunidades de que la estrella del 'socialismo real' se pasara a las ‘fuerzas imperialistas’. Zátopek corrió en silencio hasta la Primavera de Praga, en 1968, cuando ya retirado apoyó a Alexander Dubček en su intento de liberalizar y humanizar su país. La figura de Emil cayó en desgracia para el régimen al tiempo que los tanques soviéticos entraban en Checoslovaquia. Desterrado a la mina de Jáchymov primero, ascendido a barrendero después, no fue rehabilitado hasta que pidió perdón por sus “errores del pasado”. Zátopek murió en Praga en el año 2000, con 78 años y siendo un héroe para el pueblo checo. Durante toda su vida, como muchos otros, solo quiso correr lo más rápido posible hasta alcanzar el Olimpo.

El activista bielorruso Anatoly Kotov fue una de las primeras personas que lograron hablar con la velocista Krystsina Tsimanouskaya en el aeropuerto japonés de Haneda, a donde el equipo olímpico bielorruso la había llevado por la fuerza. Habían decidido que Tsimanouskaya volviera antes de tiempo a Minsk. "Fue amenazada y podría haber estado en peligro si hubiera vuelto a casa. Teníamos que intervenir para protegerla", cuenta por teléfono desde el exilio en Polonia Kotov, de la organización Belarusian Sport Solidarity Foundation (BSSF), creada para proteger a deportistas perseguidos o represaliados por el régimen de Aleksandr Lukashenko.

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