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Yo fui un conejillo de Indias: tras la oscura mezcla de Sinovac y AstraZeneca en Tailandia
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Adiós al oasis siamés

Yo fui un conejillo de Indias: tras la oscura mezcla de Sinovac y AstraZeneca en Tailandia

En una medida inédita en el mundo, Tailandia ha decidido no prescindir de la vacuna china —que pocos quieren— y la mezclará con las dosis de AstraZeneca producidas localmente

Foto: Momento en que recibo la vacunación en Tailandia. (L. G-J.)
Momento en que recibo la vacunación en Tailandia. (L. G-J.)

Inmunizarse contra el covid en Tailandia no es asunto fácil. Más que nada, porque el Gobierno de corte militar que rige el país puso el bolsillo por delante de la salud cuando el año pasado negoció qué vacunas comprar. Mediante opacos contratos, solo aportó dos opciones: AstraZeneca y Sinovac. La primera favorece a la monarquía tailandesa, y la fabricada en China a una megacorporación con demasiados lazos con el poder.

Las negociaciones se gestionaron el año pasado, en un dulce momento en el que Tailandia afirmaba haberle ganado la partida al covid y se enorgullecía de la mágica cifra de cero contagios diarios. Una estrategia de vacunación conservadora era entonces, según afirmó el Ejecutivo, “suficiente” para un país que mantenía la pandemia a raya. El panorama hoy es totalmente distinto. Acorralada por la variante delta, Tailandia acumula más de 11.000 contagios diarios y las muertes sobrepasan el centenar de personas muchos días.

Foto: La isla tailandesa de Phuket. (L. G. J.)

Los sanitarios tratan de hacer frente a la pandemia inmunizados con Sinovac porque el Gobierno rechazó de pleno las vacunas de ARN mensajero, como las de Pfizer y Moderna. “Los tailandeses no serán conejillos de Indias”, exclamó por aquel entonces el líder del país, el golpista Prayuth Chan-ocha. Los doctores y el personal de enfermería se las tuvieron que apañar con las vacunas de virus inactivados chinas.

El problema es que Sinovac, tal y como reconocen ahora las autoridades médicas del país, no da buenos resultados frente a la variante delta. Más de 600 médicos se contagiaron y propagaron la enfermedad a través de los hospitales tailandeses. El público exige la llegada de Pfizer o Moderna, pero la segunda lo hará a partir de octubre y será de pago. ¿Por qué no hoy? El Gobierno pone barreras burocráticas. Y además tiene 10 millones de dosis de Sinovac a las que quiere dar uso.

Así que, en una medida inédita en el mundo, el Ministerio de Sanidad ha decidido no prescindir de la vacuna china y la mezclará con las dosis de AstraZeneca producidas localmente en una empresa que es propiedad de la monarquía. La medida es incluso retroactiva: a quienes ya han recibido una dosis de Sinovac y esperan la segunda, se les forzará a mezclar.

Ese es precisamente mi caso. Hace casi un mes me inyectaron la primera de Sinovac y esta semana he de recibir mi segunda inmunización, y todo apunta a que será AstraZeneca.

"Tailandeses primero"

Hay dos fuerzas que rigen mayoritariamente el reparto de dosis en Tailandia. La primera son los amiguismos, con demasiada gente saltándose la cola para ser inmunizada antes de tiempo, algo que es posible para quienes tienen contactos en algún departamento. La segunda es el caos, con demasiadas dotaciones de vacunas mal calculadas que permiten que un día escaseen donde se necesitan y sobren donde no son requeridas.

Los extranjeros residentes lo tuvimos difícil desde el primer momento. El ministro de Sanidad, Anutin Chanvirakul —un exmagnate del ladrillo reconvertido a político—, se marcó un Donald Trump y declaró que “los tailandeses primero”.

Sin embargo, nada más arrancar la vacunación, era fácil escuchar cómo algún conocido no nacional había logrado ser vacunado con AstraZeneca mediante 'contactos'. Aquellos extranjeros con amigos en algún organismo privilegiado eran vacunados en centros de la Seguridad Social u otras demarcaciones. A los demá,s se nos ofreció un canal oficial con más fallos que virtudes y que estuvo abierto solo unos pocos días a principios de junio. Era posible entrar, seleccionar una fecha y un hospital para la siguiente semana, con cientos de dosis de AstraZeneca disponibles, pero al final siempre daba error.

Foto: Una estatua de Buda con mascarilla en Tailandia. (Reuters)

Yo lo intenté todos los días, hasta que en el último momento vi que había cuatro dosis disponibles de Sinovac en el hospital Vimut. Allí se estaba inmunizando a los chinos residentes en Bangkok. Pulsé en 'confirmar fecha' y la suerte obró el milagro: aprobaron mi solicitud. Cinco minutos después, la web cerró y ya nunca más volvió a ofrecer citas.

La vacuna china nunca gustó mucho entre los tailandeses, pero David, un gran amigo de la adolescencia que es médico en Barcelona, me dijo por teléfono que para mí era más que suficiente: al fin y al cabo, el pasado año me vi atado a una cama de hospital debido al primer brote de covid y cuando pude salir lo hice con daño pulmonar y algunos problemas cardíacos temporales.

Con mi registro para la vacuna y mi pasaporte, me presenté a la semana siguiente en el hospital Vimut. “Estas vacunas son provisión de la embajada de China para sus residentes, pero sobran algunas que fueron rechazadas”, me dijo el enfermero que me registró.

Me pidió que buscara mi nombre entre los tres centenares que había en una lista en papel. Pasé todas las páginas viendo que en la casilla de nacionalidad solo ponía 'China'. Hasta que en la última página figuraban mi apellido y el de tres holandeses.

Una hora después, estaba saliendo del hospital con una tirita en el brazo.

Dar salida a la vacuna china que pocos quieren

La vacunación es crucial en Tailandia para afrontar un brote de covid inusitado, tras un 2020 bajo control. Pero, por el momento, siguen sin llegar las vacunas de ARN mensajero y la producción de AstraZeneca no llega ni al tercio de lo anunciado. La alternativa, según el ministro de Sanidad, es Sinovac.

Pero en Sinovac no confían ya ni siquiera en el Gobierno. En un documento oficial filtrado a la prensa, el equipo médico que asesora al ministerio decía que era mejor no inyectar Pfizer a los sanitarios porque demostraría la escasa efectividad de la vacuna china y “sería muy difícil encontrar más excusas para convencer a la población”. El propio Anutin reconoció la veracidad del documento.

Foto: Tailandia sufre una nueva ola de coronavirus. (EFE)

Así que, a principios de julio, Tailandia se sacó de la chistera un estudio realizado a toda prisa en el que se demostraba que mezclar Sinovac con AstraZeneca daba resultados satisfactorios y era seguro. De esta forma, pueden compensar la escasez de la vacuna de origen europeo y dan salida a las dosis chinas.

Occidente ineficiente: Tailandia saca pecho​

La OMS ha advertido de que no hay suficiente evidencia para dicha mezcla y que podría conllevar riesgos. El virólogo que asiste al Gobierno, Yong Poovorawan, contraatacó y dijo que en Tailandia estaban más avanzados porque “los occidentales no tienen experiencia con las vacunas inactivadas” y en China no se usan las de vectores.

La medida afecta a todos aquellos que esperaban su primera dosis de AstraZeneca —se les inyectará Sinovac y reservarán la vacuna europea para la segunda—, pero también es retroactiva para quienes esperan la segunda dosis del fármaco chino.

Llamé al hospital Vimut a finales de la pasada semana y les pregunté si ya estaban siguiendo las recomendaciones del Gobierno.

—En nuestro hospital tenemos una política de no mezclar dosis de diferentes fabricantes, seguimos a rajatabla lo que recomienda la OMS.

—Entonces, ¿me inyectarán Sinovac la próxima semana?

—Ese es el plan. Pero es posible que para entonces el ministerio nos fuerce a algo distinto.

Ese mismo día, un amigo fue a otro hospital de Bangkok a que le inyectaran la segunda dosis de Sinovac. Le confirmaron en todo momento que recibiría la inmunización china, pero cuando se vio frente a la enfermera le dijeron que recibiría AstraZeneca.

Desde Galicia, mi colega y médico Ezequiel, a quien consulto por mensaje hasta dudas dermatológicas, me recomendó que no mezclara. “Estas vacunas son diferentes a todo”, me comentó antes de preguntarme por estudios previos.

Hoy volví a llamar al hospital Vimut y fueron mucho más escuetos en su comunicación: “Venga en la cita que tiene concertada”.

El oasis era un espejismo

El brote de covid actual tiene Tailandia sumida en un mar de restricciones y toques de queda. Bangkok pide a sus ciudadanos que no salgan a la calle y quienes quieren hacerse un test PCR, muy escasos, hacen cola frente a centros médicos desde las cuatro de la madrugada. Lejos queda el recuerdo del oasis que fue esta ciudad el año pasado.

Las camas hospitalarias escasean en la capital y algunos templos budistas, sin recursos médicos, acogen a quienes no pueden costearse atención sanitaria. Ciertos centros privados de lujo como Medpark, propiedad de la cervecera Chang, aún tienen alguna plaza libre. Pero piden hasta 10.000 euros semanales por adelantado a los contagiados que no logran encontrar hospital.

La vacunación es crucial para poder frenar la pandemia, pero el Gobierno ha incumplido todos los plazos. El ministro de Sanidad, Anutin Chanvirakul, dijo que en el tercer trimestre de este año “los brazos de los tailandeses y las tailandesas rebosarán vacunas de AstraZeneca fabricadas localmente”. Pero, ahora mismo, solo un 5% de la población está totalmente inmunizado.

Los tailandeses afines al Gobierno piden a la población que rece a diario y se escudan en el karma budista. Afirman que tras un año a salvo del covid, ahora llega la contrapartida y hay que pagar la factura. Quienes critican la gestión de Prayuth y Anutin, en cambio, piden más vacunas. De ARN mensajero, a poder ser.

Inmunizarse contra el covid en Tailandia no es asunto fácil. Más que nada, porque el Gobierno de corte militar que rige el país puso el bolsillo por delante de la salud cuando el año pasado negoció qué vacunas comprar. Mediante opacos contratos, solo aportó dos opciones: AstraZeneca y Sinovac. La primera favorece a la monarquía tailandesa, y la fabricada en China a una megacorporación con demasiados lazos con el poder.

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