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González Laya, la pieza sacrificada para intentar apaciguar a Marruecos
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González Laya, la pieza sacrificada para intentar apaciguar a Marruecos

La ministra de Exteriores era, para Rabat, la cabeza más codiciada del Ejecutivo español desde que apostó por hospitalizar en Logroño a Brahim Ghali, líder del Polisario

Foto: Arancha González Laya. (EFE)
Arancha González Laya. (EFE)

Arancha González Laya, de 52 años, la ministra de Asuntos Exteriores, se había convertido en la bestia negra de las autoridades de Marruecos. Fue ella quien apostó, en contra de su colega del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por acoger en España, el 18 de abril, a Brahim Ghali, el líder del Frente Polisario gravemente enfermo de covid.

El presidente Pedro Sánchez inclinó entonces la balanza del lado de la ministra, que alegaba "motivos humanitarios", pero ahora la saca del Gobierno para sustituirla por Manuel Albares, de 49 años, un diplomático de carrera vinculado al PSOE que fue su jefe de Gabinete internacional en la Moncloa antes de ser nombrado, hace tan solo 18 meses, embajador en Francia.

Al relevar a González Laya, Sánchez hace un gesto hacia Marruecos, un país con el que España está en crisis desde que en diciembre pasado el presidente Donald Trump reconoció la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental y la diplomacia marroquí empezó a presionar para que la española siguiera ese ejemplo. La hospitalización de Ghali en Logroño deterioró aún más la relación bilateral.

Foto: Ignacio García-Valdecasas Fernández. (MAEC)

Aunque el lenguaje de González Laya fue más moderado que el de la ministra de Defensa, Margarita Robles, que llegó a denunciar el 'chantaje' de Marruecos en Ceuta, pero también menos conciliador con el país vecino que el de Grande-Marlaska, la ministra de Exteriores era para Rabat la pieza a abatir en el Gobierno español. No solo abrió la puerta a Ghali, sino que trató de esconder esa decisión a Marruecos.

Prueba de esa animosidad fue, por ejemplo, el entusiasmo con el que la agencia de prensa oficial marroquí (MAP) reprodujo, el 2 de junio, una declaración de Teodoro García Egea, secretario general del Partido Popular, exigiendo la dimisión de González Laya por su gestión 'calamitosa' de la relación con Marruecos. Esas embestidas contra González Laya de la prensa marroquí fueron reveladoras de la aversión que suscitaba en Rabat. Más ilustrativa aún de esa animadversión fue la declaración que hizo, el 27 de mayo en Rabat, la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, que acababa de ser llamada a consultas por su Gobierno.

La embajadora acusó a González Laya de hacer "declaraciones a la prensa y en el Parlamento en las que sigue tergiversando los hechos y haciendo comentarios inapropiados". Después de escucharla, más de un diplomático español vaticinó que Benyaich no regresaría a Madrid mientras González Laya fuese ministra. Benyaich, de padre marroquí y madre granadina, ostentaba la nacionalidad española hasta que en 2018 el rey Mohamed VI la nombró embajadora en España y tuvo que renunciar a ella provisionalmente.

Foto: Abu Azaitar, en una imagen de sus redes sociales.

La prensa marroquí, con el diario 'Le 360' a la cabeza, el más afín al palacio real, reconocía el sábado por la tarde que la salida de González Laya era un gesto de 'apaciguamiento' por parte de Sánchez. "¿Bastará la salida de González Laya para pasar página de la crisis entre Rabat y Madrid?", se preguntaba a continuación. “(…) Las razones profundas de esta crisis seguirán existiendo, mientras Madrid continúe ignorando la cuestión”, se contestaba a sí mismo. Es decir, Rabat sigue insistiendo en que el Gobierno español modifique su postura sobre el Sáhara Occidental acercándola a la de Donald Trump.

Manuel Albares como sustituto de González Laya no es una mala opción, pero las autoridades marroquíes hubieran, probablemente, preferido al ministro de Agricultura, Luis Planas, que fue durante seis años (2004-2010) embajador de España en Rabat. En los cables desvelados por Wikileaks a finales de 2010, Planas aparece deseoso de ayudar a Marruecos a mejorar su oferta de autonomía para el Sáhara Occidental formulada en 2007. Con esa propuesta la diplomacia marroquí trata de sortear el referéndum de autodeterminación acordado con el Polisario en 1991.

González Laya pasará a la historia como la ministra de la crisis con Marruecos, pero tiene en su activo otros asuntos como el acuerdo sobre Gibraltar alcanzado en Nochevieja con el Reino Unido justo antes de que se consumase el Brexit. Estipula que la colonia británica se incorpora al espacio de libre circular europeo, pero sin ingresar formalmente en el tratado de Schengen. Convierte así al Peñón en más dependiente de España.

De puertas para dentro, en su ministerio, González Laya no dejará un muy buen recuerdo. Lo desatendió dejando vacante durante meses embajadas como Atenas, Nueva Delhi y, sobre todo, Londres. Aprovechó además muchos fines de semana para hacer viajes relámpago, algunos de los cuales carecían aparentemente de interés para la política exterior española.

Arancha González Laya, de 52 años, la ministra de Asuntos Exteriores, se había convertido en la bestia negra de las autoridades de Marruecos. Fue ella quien apostó, en contra de su colega del Interior, Fernando Grande-Marlaska, por acoger en España, el 18 de abril, a Brahim Ghali, el líder del Frente Polisario gravemente enfermo de covid.

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