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¿Por qué mataron al presidente? "Crimen, política y economía se han fusionado en Haití"
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Entrevista con Louis Herns Marcelin

¿Por qué mataron al presidente? "Crimen, política y economía se han fusionado en Haití"

El académico, uno de los mayores expertos en Haití, describe cómo la fragilidad de las instituciones y las promesas fallidas tras el terremoto de 2010 han llevado a una crisis

Foto: Louis Herns Marcelin. (Fotogradía cedida)
Louis Herns Marcelin. (Fotogradía cedida)

Conforme los detalles del magnicidio que acabó con la vida del presidente de Haití continúan revelándose, las incógnitas, lejos de disminuir, aumentan. ¿Qué llevó a un comando de 28 mercenarios, la mayoría de ellos colombianos, a asesinar a Jovenel Moïse? ¿Quién dio la orden? ¿Cómo lograron entrar en la residencia privada de un jefe de Estado sin apenas resistencia? ¿Quién va a gobernar el país de ahora en adelante? ¿Cómo se llegó a este punto?

Son preguntas, todavía, sin respuesta. Pero aunque las tuviéramos, nos sería imposible comprenderlas sin entender el contexto amplio en el que se encuentra Haití a 11 años del terremoto que devastó la nación y forzó a su reconstrucción casi completa. Una tarea que nunca se llevó a cabo y cuyas consecuencias estamos viviendo ahora, de acuerdo con Louis Herns Marcelin, fundador del Instituto Interuniversitario de Investigación y Desarrollo (INURED) en Puerto Príncipe, la capital haitiana. "Esa reconstrucción nunca se produjo. La ayuda que ha llegado al país ha ayudado al enriquecimiento de unos pocos y al empobrecimiento de la gran mayoría de la población", afirma en entrevista con El Confidencial el académico, uno de los principales expertos a nivel mundial sobre la política y la sociedad de Haití.

La situación que atraviesa el país es una de violencia extrema, especialmente en Puerto Príncipe. Miles de familias huyen cada semana de la capital, obligadas a desplazarse ante los constantes secuestros, robos, asesinatos y violaciones que plagan la ciudad. Civiles atrapados en una guerra de guerrillas entre bandas criminales, muchas de ellas a sueldo de los fragmentados -y opacos- poderes fácticos de la nación. En este contexto, el asesinato del presidente Moïse no es un hecho aislado, sino una consecuencia más de un patrón que lleva años fraguándose. "El crimen, la política y la economía se han fusionado en Haití, y no existen poderes neutrales o instituciones en el país que las puedan separar", asegura Marcelin.

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PREGUNTA: La primera pregunta es directa: ¿Por qué fue asesinado Jovenel Moïse?

RESPUESTA: Creo que es importante establecer unas bases para que la gente entienda la situación. El asesinato no ocurrió súbitamente y en un vacío, sino que vino precedido de una serie de eventos en el país. En primer lugar, el propio presidente Moïse era muy impopular y tenía muchos enemigos, actores que han estado utilizando bandas armadas para ajustar cuentas. Es la acumulación de un largo proceso de fragilidad de las instituciones, particularmente del sistema judicial, del mandato de la ley y de las fuerzas de seguridad. Cuando el comando atacó la residencia del presidente, apenas halló resistencia. El largo tiempo que tardó la policía en reaccionar también nos dice mucho al respecto de su capacidad.

P: ¿Por qué ahora? ¿Por qué asesinar a un presidente a escasos dos meses de unas elecciones a las que no podía volver a presentarse?

R: La oposición llevaba tiempo defendiendo que no existían las condiciones necesarias para celebrar elecciones debido a la violencia de bandas. Cuando las calles amanecen todos los días con cadáveres, es necesario atender la situación de seguridad antes de organizar una votación a gran escala. El asesinato de Moïse es la culminación de un largo proceso, del fracaso de un diálogo entre personas que no se escuchan entre sí y de la inacción del Gobierno y de la oposición. Pero también de una comunidad internacional, que apostó todo a unas elecciones sin que hubiera la posibilidad de celebrarlas.

"Las instituciones se han vuelto tan frágiles que los haitianos no tienen seguridad"

P: ¿Por qué las instituciones de Haití son tan frágiles?

R: Tenemos que echar una mirada al pasado. No hace mucho, las Naciones Unidas desplegaron la MINUSTAH (Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití) en el país. Su objetivo durante los casi 15 años que pasaron en Haití era el de ayudar a reforzar las instituciones del Estado y crear las condiciones para que el sistema judicial, penitenciario y de seguridad pudiera funcionar. Pero cuando MINUSTAH abandonó el país, lo hizo sin haber cumplido su misión, dejando como reemplazo a otra entidad (Misión de las Naciones Unidas de Apoyo a la Justicia en Haití, MINUJUSTH), que contaba con un contingente de personal mucho menor para terminar lo que ellos empezaron. Una enorme cantidad de esfuerzo que no ha dado ningún resultado.

Durante este tiempo, las instituciones, más que reforzadas, se vieron erosionadas todavía más por las luchas políticas, la enorme desigualdad y las frecuentes injusticias cometidas en el país. Las instituciones se han vuelto tan frágiles que los haitianos no tienen seguridad alguna. Todo esto ocurrió bajo la mirada supuestamente atenta de la comunidad internacional. Incluyendo los propios intentos del presidente Moïse de erosionar otras instituciones, como el Parlamento o la Corte Suprema. Lo único que países como Estados Unidos o Canadá han repetido una y otra vez ha sido “son necesarias nuevas elecciones”, cuando saben perfectamente que las condiciones materiales para ello no estaban ahí.

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La MINUSTAH fue desplegada en junio de 2004 en Haití, después de que, por primera vez en la historia, la ONU invocara el Capítulo VII de la Carta de las Naciones Unidas —que autoriza el uso de la fuerza— sin que existiera un conflicto activo o un acuerdo de paz que mantener. La crisis política y humanitaria que atravesaba entonces el país tras un golpe de Estado que expulsó al expresidente Jean-Bertrand Aristide fue considerada una amenaza para la paz y la seguridad internacionales lo suficientemente grande como para ameritar la intervención. A día de hoy, es una de las misiones más polémicas de la historia de las Naciones Unidas. El personal del mantenimiento de paz del organismo, desplegado para reforzar la seguridad, construir el Estado de derecho y proteger a la ciudadanía, dejó un legado empañado por las violaciones de derechos humanos y por haber originado una de las epidemias de cólera más mortíferas del último siglo.

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P: ¿Cuáles son los principales riesgos para Haití tras el asesinato de Moïse?

R: Lo más importante ahora mismo, lo más urgente, es estabilizar la situación. Eso requerirá una aproximación muy compleja, porque si se siguen poniendo tiritas para arreglar la situación en el país va a volver a pasar lo mismo, ya sea en dos, cinco o diez años. El espacio político en Haití se encuentra extremadamente fragmentado y una de las razones principales es que nadie ha conseguido crear partidos políticos bien organizados. Cuentan solo con pequeños grupos de apoyo y, a menudo, con sus propias bandas criminales. No son los únicos. La mayoría de los líderes del sector privado, las grandes familias, también controlan sus propias bandas armadas.

Haití sigue necesitando el apoyo de las Naciones Unidas para que sea un conductor del diálogo entre diferentes sectores políticos. Esos diálogos también deben incluir organizaciones comunitarias, de derechos humanos y de la sociedad civil para que puedan decidir en conjunto una hoja de ruta que sea implementada por el Gobierno interino. Pero nada de esto puede llevarse a cabo si las grandes potencias —en especial Estados Unidos, que cuenta con una enorme influencia en Haití— no se involucran para apaciguar la inseguridad y crear el espacio político necesario para el diálogo.

P: ¿Cómo valora la presidencia de Moïse? ¿Cómo afectó al país?

R: Su presidencia supuso una continuidad con la de (el expresidente) Michel Martelly. Tenía una enorme carga de corrupción, como puede verse en el caso PetroCaribe, y arrastró problemas desde el principio. Las elecciones que ganó en 2015 y 2016 tuvieron una participación muy baja y fueron muy polémicas, tanto así que fueron necesarios 14 meses para que fuera considerado presidente electo. Prometió una mayor inversión en agricultura, sanidad e infraestructura, entre otros, pero apenas contaba con fuentes de financiación. Lo que hizo fue dedicar la mayor parte de su mandato a intentar debilitar el Parlamento, la Suprema Corte y cualquier contrapeso de la presidencia. La historia de su gobierno es una de falsa esperanza, porque Moïse tenía algunas ideas acertadas, pero no tenía los medios, la metodología, la organización, la estructura ni las políticas necesarias para llevarlas a cabo.

"Cuando te enfrentas a los que controlan la economía, son necesarios medios y planes"

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El escándalo de PetroCaribe desató en 2019 una intensa oleada de protestas contra Moïse que continuó hasta su muerte. El 31 de mayo de ese año, la Corte Superior de Auditores publicó un largo informe sobre los malos manejos de los fondos del programa, organizado por Venezuela y que debía suministrar productos petrolíferos a Haití con trato preferencial. El dinero obtenido de estos bienes debía ser invertido en obras de infraestructura, así como en proyectos económicos y sociales. En su lugar, la aplastante mayoría se malversó. Agritrans, la empresa del presidente, aparece mencionada 69 veces en las 612 páginas del documento, que también involucra a personalidades de todos los gobiernos haitianos desde la creación del "faro energético" de Hugo Chávez en 2005.

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P: Echando un vistazo a la opinión pública, muchos lo veían como un autócrata, pero también era considerado por otros como un reformista que realmente quería transformar Haití. ¿Cuál es el balance final?

R: No existe ninguna duda de que su mandato fue autocrático y de que buscaba la acumulación de poder. Ahora bien, es cierto que trató de enfrentarse a parte de la oligarquía del país, como a las familias que controlan el sector energético y el comercial. Intentó oponerse a estos grandes intereses, pero sin una estrategia adecuada. Cuando te enfrentas a aquellos que controlan la economía del país, son necesarios medios y planes concretos. Moïse no los tenía y todo quedó en un discurso político. No había visión, no había un proyecto, no había políticas específicas dedicadas a ello.

P: ¿Qué tan poderosas son esas familias de las que habla?

R: ¿Puedes imaginarte lo que significa que una sola familia controle toda la industria energética del país? Otra familia controla al completo toda la industria agraria, otra la petrolífera… Así es como funcionan las cosas en Haití. No hay espacio para la competencia. Y si se corre la voz de que tú quieres invertir en sus sectores sin consultarles, mandan a alguien a matarte.

"¿Puedes imaginar lo que significa que una familia controle la industria energética?"

P: La situación en Haití es de violencia extrema, a un nivel que expertos consideran como el más peligroso de la historia reciente del país. ¿Cómo se ha llegado hasta este punto?

R: Tras el terremoto de 2010, se produjo un gran llamado internacional a ayudar a la reconstrucción de Haití. Pero esa reconstrucción nunca se produjo. La ayuda que ha llegado al país ha ayudado al enriquecimiento de unos pocos y al empobrecimiento de la gran mayoría de la población, especialmente de los jóvenes y de los habitantes de zonas rurales. En estas condiciones, se ha producido un éxodo masivo hacia Sudamérica, especialmente hacia Brasil y Chile. Imagina el impacto: cerca del 20% de los jóvenes en edad educativa han abandonado el país. La mayoría de los que se han quedado no pueden pagar sus estudios, dado que la mayoría de las escuelas son privadas, y no pueden conseguir un trabajo.

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No hay planeación urbanística. No hay un esfuerzo por contener la favelización de las ciudades desde el terremoto. No se ha hecho nada por reforzar el sistema judicial para responder a las injusticias que los haitianos enfrentan día a día. Todas estas carencias han creado una crisis social total. ¿Por qué estamos viviendo estos niveles de violencia? Por el efecto compuesto de todas las oportunidades perdidas y promesas fallidas desde 2010. Si los jóvenes no tienen ninguna oportunidad en esta vida, ¿qué les queda? Unirse a una banda criminal. ¿Y quién les proporciona las armas? Aquellos que tienen poder y enemigos a los que quieren eliminar. El crimen, la política y la economía se han fusionado en Haití, y no existen poderes neutral o instituciones en el país que puedan separarlas.

P: Esta definición siempre es polémica, pero dada la gravedad del panorama que describe, ¿considera que Haití ahora mismo es un estado fallido?

R: Las etiquetas son sólo eso, etiquetas. Ese no es el punto, porque no se trata solo del Estado, sino de la sociedad civil. No es un problema exclusivo de gobernanza, sino de la forma en la que la sociedad ha sido organizada, que solo deja espacio para unas pocas familias que acaparan los recursos del país. Esto va más allá de la idea de Estado fallido. Esa es una etiqueta que permite al resto de gobiernos desestimar discusiones importantes que deben tenerse sobre la sociedad haitiana y hablar en términos simplistas y generales que les convienen más.

Conforme los detalles del magnicidio que acabó con la vida del presidente de Haití continúan revelándose, las incógnitas, lejos de disminuir, aumentan. ¿Qué llevó a un comando de 28 mercenarios, la mayoría de ellos colombianos, a asesinar a Jovenel Moïse? ¿Quién dio la orden? ¿Cómo lograron entrar en la residencia privada de un jefe de Estado sin apenas resistencia? ¿Quién va a gobernar el país de ahora en adelante? ¿Cómo se llegó a este punto?

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