Solo queda una pregunta tras el atropellado final de Barkhane en el Sahel. ¿Y ahora qué?
Emmanuel Macron sorprendió a sus aliados al anunciar el fin de la Operación Barkhane. Pero sus nuevos planes no parecen ofrecer el cambio de rumbo que necesita el Sahel.
Al final de una larga rueda de prensa el mes pasado, Emmanuel Macron anunció un cambio significativo en la política francesa en el Sahel. Dijo que Francia pondría fin a la Operación Barkhane en su forma actual. El número de tropas francesas en la región se reduciría a lo largo de varios años. En su lugar, una nueva coalición internacional, con importantes contribuciones y liderazgo franceses, asumiría la responsabilidad de las operaciones antiterroristas y la formación y asistencia de las fuerzas de seguridad en el Sahel.
Macron hizo el anuncio sin consultar a sus socios europeos e internacionales, incluidos los líderes del G7 y de la OTAN a los que iba a ver en Cornualles y Bruselas. Dejó algunos detalles clave por definir "en las próximas semanas".
Han sido unos meses difíciles para Francia en el Sahel. Como consecuencia del "golpe dentro del golpe" de finales de mayo en Mali y de la ausencia de avances políticos y de seguridad en la región, Francia ya había suspendido la cooperación militar con las fuerzas armadas malienses, incluidas las operaciones conjuntas y el entrenamiento. Es cierto que se esperaba una eventual reducción de las tropas francesas en la región, y un cambio en el enfoque y el despliegue de la Operación Barkhane, desde al menos la Cumbre de Pau de 2020. Pero la palpable frustración de Macron por la falta de progreso en Mali ha sin duda un factor. Justo después del golpe de mayo, Macron declaró al Journal du Dimanche su mensaje a los líderes sahelianos: Francia no seguiría trabajando con "un país en el que no había legitimidad democrática ni transición".
La transformación de Barkhane refleja el incumplimiento de las demandas francesas de que los Estados de la región asuman por sí mismos mayores responsabilidades en materia de seguridad y gobernanza, sobre todo tras el golpe de Estado de agosto de 2020 en Mali y el posterior golpe de mayo de 2021. Sin embargo, estas demandas desvían la culpa del fracaso global de la comunidad internacional a la hora de ayudar a detener la propagación de la inestabilidad en el Sahel. Las prácticas de seguridad y desarrollo que los actores externos —incluidos los Estados franceses y europeos y las organizaciones internacionales en general— han seguido a lo largo de los años han sido a menudo cortoplacistas. En ocasiones, también han socavado los esfuerzos para repartir responsabilidades, estabilizar la región, y cualquier esperanza de que se produzcan las reformas políticas profundas necesarias para ayudar a los Estados regionales a superar los retos a los que se enfrentan sus propias poblaciones e instituciones.
Barkhane como eje
Las tropas francesas constituyen un pilar central de los compromisos militares actualmente activos en el Sahel, con Barkhane actuando como un nodo para las operaciones de una serie de socios en Mali y en toda la región. Aunque el papel principal de Barkhane es el de fuerza expedicionaria francesa de lucha contra el terrorismo, proporciona importantes capacidades logísticas y de inteligencia que son fundamentales para todas las demás operaciones militares en el Sahel: la misión de paz de la ONU en Mali (MINUSMA) y los Estados del G5 del Sahel. El fin de Barkhane como "operación externa" —combinado con una reorganización de los medios de planificación, mando y seguridad cuyos detalles aún no se han especificado— tendrá, por tanto, un importante impacto en cualquier otra operación, especialmente para las fuerzas malienses y de la MINUSMA. Y un impulso hacia el reparto de responsabilidades sin una cuidadosa planificación y coordinación también pone en riesgo la continuación de cualquier operación, como lo ejemplifica la fuerza especial Takuba.
Takuba se estableció formalmente en 2020 en parte para continuar el trabajo que la Misión de Formación de la UE (EUTM) no puede realizar. La EUTM proporciona en gran medida formación básica al ejército maliense, pero las restricciones que impiden el despliegue de personal europeo en operaciones sobre el terreno para acompañar a las tropas que entrenan han limitado su impacto y durabilidad. Takuba pretende llenar este vacío llevando a cabo operaciones a la vez que entrena y acompaña a las fuerzas malienses y potencialmente a otras fuerzas regionales sobre el terreno tras la formación inicial de la EUTM.
Para muchos gobiernos europeos que participan en la MINUSMA, en las misiones de la Política Común de Seguridad y Defensa de la UE, o en la fuerza especial Takuba, el alcance actual de su participación militar ya choca con límites políticos en casa y ahora se plantearán su propia presencia en la región, sobre todo si estos efectivos se ven sometidos a una presión cada vez mayor por parte de las fuerzas yihadistas. El anuncio de Macron de que la fuerza especial Takuba asumirá una misión antiterrorista más directa no será necesariamente aceptado por los gobiernos que apoyan la misión. Este cambio podría repercutir negativamente en el entrenamiento y apoyo de fuerzas regionales que la misión pretendía llevar a cabo.
El fracaso del desarrollo
La futura reducción, reorganización y reajuste de las fuerzas internacionales también afectará directamente a los diversos proyectos de desarrollo y estabilización puestos en marcha por la comunidad internacional en la zona, muchos de los cuales están bajo los auspicios de la Alianza del Sahel. Para ser eficaces, los proyectos de desarrollo necesitan seguridad, además de una mejora de la gobernanza y la presencia del gobierno. Una retirada que se produzca sin ninguna claridad sobre cómo combinar la seguridad con la gobernanza y la estabilización solo dificultará estos programas, así como mantener una presión efectiva allí donde sea necesario, especialmente en Mali.
Francia y la comunidad internacional no pueden simplemente sustituir a los Estados y suplir los fallos de sus gobiernos a la hora de gobernar de forma efectiva y justa, como ha subrayado el propio Macron. Sin embargo, Francia y sus socios a menudo no han ejercido una verdadera presión para que se rindan cuentas en la región ante abusos y políticas nocivas que socavan la gobernanza en primer lugar. Las estrategias internacionales para mejorar la administración en la región suelen ser de boquilla, y en la práctica no abordan muchos de los límites políticos, de seguridad y económicos de la capacidad y la gobernanza de los estados del Sahel. La "oleada civil" prometida en febrero tras la Cumbre de Yamena para complementar los esfuerzos militares en la región tampoco se ha materializado hasta ahora.
En su rueda de prensa, Macron dejó claro que, a pesar de la reducción prevista de las tropas francesas y la internacionalización de las nuevas iniciativas, las fuerzas francesas seguirían siendo la "columna vertebral" de los esfuerzos militares en el Sahel, aunque sin explicar lo que esto significaría en la práctica. La nueva formación, aún por determinar, mantendrá un fuerte enfoque antiterrorista (que ya es una parte central de la misión Barkhane) estructurado en torno a la fuerza especial Takuba, dirigida por Francia, así como una EUTM ampliada que cubrirá cada vez más Burkina Faso y Níger.
Cualquier cambio en la estructura y el tamaño de las fuerzas francesas se producirá probablemente de forma lenta. Los informes indican que las reducciones de tropas podrían comenzar en septiembre y continuarían en los próximos años, con el cierre de algunas bases y la concentración de otras fuerzas en bases más grandes, como la de Gao. La reducción de las tropas convencionales francesas y la europeización (o incluso una internacionalización más amplia) de las operaciones militares y de entrenamiento en el Sahel fue una de las razones para la creación de la fuerza especial Takuba
Una mayor seguridad será más difícil de conseguir a medida que un menor número de fuerzas de la región se centra en la lucha antiterrorista, teniendo en cuenta que el plan de formación y apoyo no ha conseguido mejorar la situación y la estabilidad en la región hasta ahora. Esto es así incluso cuando las fuerzas francesas continúan llevando a cabo con éxito operaciones antiterroristas contra líderes yihadistas. Ahora se necesitan políticas coordinadas y claras mientras Francia reordena su presencia militar en la región. Más aún cuando se intenta un cambio de enfoque hacia la gobernanza, algo que requerirá más que el simple "retorno del Estado" que muchos líderes regionales e internacionales describen. En su lugar, para que se produzca esta mejora de la gobernanza son necesarios cambios profundos en los Estados sahelianos, unos cambios que también exigen los propios ciudadanos. Una retirada mal coordinada y la creación de una coalición ad hoc corren el riesgo de aunar lo peor de ambos mundos: crear costes políticos y de seguridad para Europa al mismo tiempo que se entorpecen las posibilidades de mejorar la coordinación internacional y regional, y se eliminan las vías de colaboración (o presión) con los Estados sahelianos para que lleven a cabo los cambios que tanto necesitan.
*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Andrew Lebovich y titulado 'After Barkhane: What France’s military drawdown means for the Sahel'
Al final de una larga rueda de prensa el mes pasado, Emmanuel Macron anunció un cambio significativo en la política francesa en el Sahel. Dijo que Francia pondría fin a la Operación Barkhane en su forma actual. El número de tropas francesas en la región se reduciría a lo largo de varios años. En su lugar, una nueva coalición internacional, con importantes contribuciones y liderazgo franceses, asumiría la responsabilidad de las operaciones antiterroristas y la formación y asistencia de las fuerzas de seguridad en el Sahel.