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El último 'twist' de la pandemia: Occidente se abre, Oriente se cierra
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Asia aumenta medidas contra el covid

El último 'twist' de la pandemia: Occidente se abre, Oriente se cierra

Nuevos brotes, debidos en parte a la aparición de variantes, como la procedente de India, y una vacunación lenta estancan a países asiáticos que hasta el momento habían capeado con cierto éxito la pandemia

Foto: Un viajero en la terminal 3 del aeropuerto de Singapur. (Reuters)
Un viajero en la terminal 3 del aeropuerto de Singapur. (Reuters)

Mientras las calles de ciudades como Londres, París o Nueva York recuperan su habitual frenesí, las de Taipéi, Tokio o Singapur se vacían. Un año y medio después de que la pandemia irrumpiera en el mundo, cuando países europeos y Estados Unidos, entre otras naciones, empiezan a ver la luz al acercarse a la inmunidad de rebaño mediante agresivas campañas de vacunación, en Asia –punto de partida del virus– la situación es muy diferente. Una suma de factores, entre ellos la crisis en India, el surgimiento de variantes más contagiosas y un ritmo de inoculaciones lento (en algunos casos por déficit de suministro de vacunas, pero también por las reticencias de parte de la población a inyectarse debido a la sensación de falsa seguridad tras meses sin apenas casos), mantiene cerradas las fronteras y sume al continente en un inquietante 'déjà vu'.

Taiwán, donde hasta hace poco se vivía como si el covid no existiera, aumentó esta semana la alerta por los crecientes contagios. La isla ha ido registrando más de 100 infecciones diarias en los últimos siete días, lo que ha llevado a que se impongan nuevas restricciones en su capital, Taipéi, poco acostumbrada a medidas de las que parecía que estaban a salvo. En India, el gran polvorín actual, el miércoles se registró el mayor número de muertes por coronavirus en un solo día en un único país desde que empezó la pesadilla: 4.529, un fúnebre récord que hasta ahora correspondía a Estados Unidos (4.468 en el pasado enero).

Los datos son igualmente descorazonadores en otras partes del continente. Malasia ha batido esta semana su máximo de casos diarios (más de 6.000), mientras la vecina Tailandia reportó la cifra diaria más alta de muertos (35 fallecidos, y casi 2.500 nuevos contagios el martes) desde el inicio de la pandemia, siendo el primer país, tras China, en registrar un caso de coronavirus a comienzos del año pasado. Singapur, durante un tiempo uno de los 'paraísos' casi libres de coronavirus, ha vuelto a imponer un semicierre nacional tras el surgimiento de varios brotes inconexos, cancelándose la celebración del Foro Económico Mundial (Davos) que la ciudad-Estado asiática iba a acoger en agosto, cuando ansiaba presentarse ante el mundo como uno de los pocos territorios sin casos.

Foto: Análisis de coronavirus en un laboratorio. (EFE)

A diez semanas de los Juegos Olímpicos de Tokio, las principales metrópolis de Japón todavía redoblan sus esfuerzos y medidas para contener la propagación del patógeno, con más del 80% en contra de la celebración de las Olimpiadas, según un sondeo del lunes. Colegios, restaurantes y fronteras permanecen sellados, desde el año pasado las últimas nunca han llegado a abrirse del todo en buena parte del bloque asiático, en contraste con la expectativa de 'pasaportes' para vacunados en la UE y en EEUU que faciliten los viajes y un pronto retorno a la 'normalidad', según como esta se defina.

Los motivos que han hecho a parte de Asia retroceder –con excepciones como China, que sigue sin apenas contagios, tras brotes esporádicos– son varios, pero se observan algunos denominadores comunes, sobre todo un ritmo lento de vacunación. Sin perder de vista que son países donde un enfoque más conservador hacia el virus –cerrándose al exterior e imponiendo confinamientos con una menor tasa de contagios que en países occidentales– ha derivado en un índice de muertes en general más bajo que el padecido en Europa o Estados Unidos, la sensación es que el 'fin' de la pandemia está ahora más lejos en esta parte del mundo, en contraste con lo que podía parecer el pasado año. Y esto es, precisamente, porque el pretendido objetivo de algunas naciones de Asia y Oceanía de buscar un final, es decir, reducir a cero los casos en vez de gestionar la enfermedad para que suponga una amenaza cada vez menor para la salud pública y el sistema sanitario, se antoja cada vez más como una entelequia que no conduce sino al aislamiento.

Los desencadenantes que están poniendo contra las cuerdas a estos países son diferentes; en Singapur se culpa a la entrada de la variante india –B.1.617– y han surgido críticas por lo que parte de la población considera una tardía prohibición de la llegada de vuelos del sur de Asia tras el repunte en el subcontinente, con un brote en una zona del aeropuerto de Changi, destinada a desembarques de pasajeros de estos países, como el mayor del año. En Tailandia la tercera ola de infecciones está asociada a la mutación detectada en el condado de Kent (Inglaterra), la B.1.1.7, y las prisiones de Bangkok y otras partes del país concentran gran parte de las nuevas infecciones. En Taiwán, la relajación en abril de las medidas de cuarentena para pilotos no vacunados –que pasó del periodo inicial de 14 días a 5 y luego a 3– se vincula a la aparición de brotes con predominio de dicha variante británica. En India, el país más vapuleado recientemente por el patógeno (con más de 280.000 muertes) se acumulan las críticas contra su primer ministro, Narendra Modi, acusado de negligencia por celebrar mítines multitudinarios de cara a las elecciones locales de abril.

La paradoja es que, pese a los esfuerzos de muchos de estos países por impedir la entrada del virus, este ha acabado encontrando los resquicios del sistema. La situación en Singapur, por ejemplo, “podría ser más peligrosa que la que precedió al cierre nacional del pasado año”, advierte David Lye, profesor del Centro Nacional para Enfermedades Infecciosas de la isla, en un artículo publicado por el diario 'The Straits Times': “La proliferación de casos sin vinculación mutua sugiere que la propagación del brote de Changi ha sido amplia”, añade. La isla, que hasta hace poco imponía una cuarentena en un hotel que pasó de catorce a veintiún días a los recién llegados, ha prohibido directamente la entrada a su territorio hasta nuevo aviso.

Foto: El primer ministro indio, Narendra Modi, recibe su segunda dosis de la vacuna contra el covid. (Reuters)

Uno de los principales problemas de Asia para hacer frente a los nuevos envites del virus es el bajo porcentaje de población protegida. Con 24 millones de habitantes, Taiwán solo contaba con 300.000 dosis hasta ahora y únicamente un 0,9% de su población ha recibido primera inyección. Si bien Singapur se sitúa a la delantera en Asia, con alrededor de un 30% de sus ciudadanos habiendo recibido al menos un pinchazo, el porcentaje (muy similar al de España, según cifras de Our World in Data), resulta llamativamente bajo si se atiende a su pequeña población (5,7 millones de habitantes) y a la alta capacidad adquisitiva de la isla. Los superpoblados China e India han administrado vacunas a, respectivamente, un 14,5% y un 10,45% de su población, mientras países en desarrollo del sureste asiático como Tailandia y Malasia rondan el 2,3% y el 4% en cada caso. Unos porcentajes muy por debajo de los alcanzados en Reino Unido (54%) y Estados Unidos (47%), naciones a la cabeza en vacunaciones.

Aunque el déficit de suministro, en parte debido a las restricciones a las exportaciones por parte de la Unión Europea o EEUU, es responsable de la lenta vacunación, sobre todo en los países menos pudientes, también lo es “la baja demanda por parte de la población”, apunta la consultora Natixis en un comunicado. “El escepticismo hacia las nuevas vacunas parece ser global, pero lo es aún más en Asia, donde una contención más eficaz del virus ha derivado en una baja sensación de urgencia”, añade esta firma.

La cuestión actual es si esa complacencia por parte de instituciones y ciudadanos al creerse falsamente a salvo se puede revertir en el corto plazo, a la vez que se aumenta el suministro. Taiwán se ha asegurado 400.000 dosis más de AstraZeneca esta semana, mientras en Singapur ya surgen mensajes contrarios a la mentalidad de “tolerancia cero” hacia la enfermedad que urgen a aprender a convivir con ella a largo plazo y se ha adelantado la vacunación de la población por encima de los 40 años, retrasando la segunda dosis de los que ya han recibido una. “La estrategia de tolerancia cero significa mantener un estricto control fronterizo que crea una sensación de falsa estabilidad y seguridad, y no es apta para muchos países”, subrayó esta semana Teo Yik Ying, decano de la Escuela de Salud Pública de la Universidad Nacional de Singapur, en un seminario digital.

Foto: (Reuters)

En India, mientras los contagios parecen remitir en los núcleos urbanos, la mirada está puesta en las zonas rurales. El Instituto Serum del país, el mayor productor de vacunas mundial, planea extender la prohibición a la exportación de dosis hasta finales de año para asegurarse el abastecimiento doméstico. Las autoridades tailandesas preparan por su parte un programa de vacunación centrado en el prototipo de Oxford/Astrazeneca, que se produce en el país.

De momento, se espera que solo Singapur y China continental logren alcanzar la inmunidad de rebaño a finales de 2021 en Asia-Pacífico, según predicciones de Natixis, que prevé que Hong Kong, Australia y Corea del Sur la obtengan en el primer trimestre de 2022. La firma advierte sobre las disparidades en el ritmo de inoculaciones en esta región, así como acerca de los riesgos que una lenta vacunación puede acarrear para algunos países, destacando a Filipinas, Tailandia y Malasia como los peor parados por su pobre estrategia de contención de infecciones y dependencia económica del exterior.

“En suma, la recuperación de Asia será desigual y más incierta, con medidas de distanciamiento social y restricciones de viajes más a largo plazo de lo esperado, y durante más tiempo que en Occidente”, añade Natixis.

Mientras las calles de ciudades como Londres, París o Nueva York recuperan su habitual frenesí, las de Taipéi, Tokio o Singapur se vacían. Un año y medio después de que la pandemia irrumpiera en el mundo, cuando países europeos y Estados Unidos, entre otras naciones, empiezan a ver la luz al acercarse a la inmunidad de rebaño mediante agresivas campañas de vacunación, en Asia –punto de partida del virus– la situación es muy diferente. Una suma de factores, entre ellos la crisis en India, el surgimiento de variantes más contagiosas y un ritmo de inoculaciones lento (en algunos casos por déficit de suministro de vacunas, pero también por las reticencias de parte de la población a inyectarse debido a la sensación de falsa seguridad tras meses sin apenas casos), mantiene cerradas las fronteras y sume al continente en un inquietante 'déjà vu'.

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