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Por qué la UE ya no puede seguir esperando al Godot del declive ruso
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Por qué la UE ya no puede seguir esperando al Godot del declive ruso

Mientras los líderes de la UE se preparan para una cumbre del 25 al 26 de marzo en la que planean discutir sobre Rusia, muchos de

Foto: Un reloj con la cara del presidente ruso, Vladimir Putin. (Foto: Reuters)
Un reloj con la cara del presidente ruso, Vladimir Putin. (Foto: Reuters)

Mientras los líderes de la Unión Europea se preparan para una cumbre del 25 al 26 de marzo en la que planean discutir sobre Rusia, muchos de ellos están convencidos de que el país euroasiático es una potencia en declive. Desde el colapso de la Unión Soviética, gran parte de la política estadounidense y europea sobre Rusia se ha basado en la idea de que está en declive y es solo es necesario sobrellevar, o incluso ignorar, la asertiva fase actual de la política exterior rusa, independientemente de lo perjudicial que es para los intereses de la UE y Estados Unidos. Este enfoque a veces se denomina "paciencia estratégica", pero no hay nada de estratégico en basar la política en el determinismo. Dado que todavía es una incógnita si Rusia realmente está en declive, tales expectativas son miopes. Es hora de que la UE se ocupe de la Rusia de hoy, no de la de 2050 o 2070.

Al predecir el declive de Rusia, a muchos pensadores y legisladores estadounidenses y europeos, desde Joseph Nye hasta Barack Obama, les gusta señalar la participación cada vez menor de Rusia en la economía mundial, el tamaño de su PIB (que es comparable a los de España y Portugal combinados), y las tendencias demográficas. También citan la dependencia rusa de las materias primas y su incapacidad para luchar contra la corrupción, así como muchos otros males crónicos de su Gobierno y su economía. Ese tipo de pensamiento lleva a una política en la que solo se espera a que Moscú acepte la inevitabilidad del declive ruso, momento en el cual Occidente podrá tener una conversación razonable con él sobre sus interacciones futuras.

Foto: El alto representante junto al ministro ruso de Asuntos Exteriores, Sergei Lavrov. (EFE)

Hay varias razones por las que basar los enfoques en Rusia sobre esta idea de un declive inevitable es un callejón sin salida. Para empezar, el PIB y otros indicadores socioeconómicos son solo una medida del poder. El vínculo entre el PIB y la influencia geopolítica nunca es lineal. Por supuesto, ayuda tener una gran economía. Pero la historia está llena de casos en los que estados -o incluso proto-estados - con economías poco impresionantes han dominado o destruido vecinos más ricos y tecnológicamente avanzados. La caída del Imperio Romano es un ejemplo. Los mongoles invadieron China varias veces. Irán no es el país más rico de Oriente Medio, pero, durante décadas, ha aumentado su influencia geopolítica regional frente a países con PIB mucho más altos. Y la propia Rusia era más pobre que gran parte de Europa cuando sus tropas cruzaron los Alpes en 1799 y cuando los cosacos enseñaron a los camareros parisinos la palabra "bistró" después de derrotar a Napoleón en 1815.

La historia de Rusia es la de revertir sus declives. Esta da forma a su política exterior actual y podría continuar haciéndolo durante al menos un par de décadas. Hoy, Turquía y Suiza tienen PIB similares, mientras que Irlanda tiene un PIB más alto que Egipto. Pero Irlanda y Suiza no están en la misma liga que Turquía y Egipto en lo que respecta a su influencia en los asuntos globales y regionales. Por lo tanto, no se debe invocar el PIB de Rusia como un predictor de su eventual caída geopolítica.

El otro problema de basar la política en la idea de que el poder geopolítico ruso disminuirá es que, incluso si lo hace, podrían pasar varias décadas antes de que esto comience a afectar a su política exterior. En la última década, Rusia se ha involucrado en un número creciente de acciones hostiles contra la UE y los países vecinos del bloque, Oriente Medio y África, como Serbia, Bosnia, Montenegro, Libia, Siria e incluso la República Centroafricana. Rusia ha seguido una estrategia diseñada para maximizar su poder geopolítico, a menudo desafiando directamente la posición, los intereses y la influencia de la UE. Sería muy irresponsable que cualquier potencia se limitara a observar cómo se desarrolla el proceso durante otros, digamos, 20 o 30 años, con la esperanza de que el declive obligue a Rusia a cambiar de rumbo.

Foto: Emmanuel Macron conversando con Vladimir Putin en junio de 2020. (Reuters)

El declive ruso también es una falacia porque proyecta la historia de la mayoría de los imperios europeos hacia Rusia. Estos imperios tuvieron una historia relativamente lineal de ascenso, declive y caída, seguida de la aceptación de una existencia cómoda como un estado pequeño o mediano. Austria, Gran Bretaña, Bélgica, Hungría, Lituania, Polonia, Portugal, España y Suecia han pasado por esta misma historia imperial lineal de auge y caída. Pero tal desarrollo no es necesariamente la norma. Muchos estados han pasado por múltiples fases de ascenso y caída. El poder chino, iraní y ruso se ha expandido, contraído y reexpandido durante siglos, incluso milenios. En el último milenio, el poder imperial ruso se ha disparado y colapsado varias veces.

Esta memoria histórica tiene implicaciones concretas en política exterior para las actuales relaciones entra la UE y Rusia. Donde Bruselas ve un declive ruso irreversible, Moscú ve una de las varias caídas temporales que ha experimentado a lo largo de los siglos. Los líderes rusos creen que pueden revertir tal declive tal como lo hicieron sus predecesores tras la contracción del estado a raíz de la revolución de 1917. En 1918, Rusia perdió el control de grandes extensiones de territorio (incluyendo Finlandia, Polonia, los estados bálticos y la actual Moldavia). Pero, en menos de tres décadas, recuperó gran parte de esos territorios perdidos y expandió su control hasta Berlín, Varsovia, Praga y Tirana.

La verdad es que nadie sabe si Rusia decaerá o se recuperará. El país puede seguir su rumbo durante décadas, dañando severamente los intereses de la UE en el proceso. Muchos de los desafíos que Rusia plantea a la UE, especialmente los relacionados con la influencia del bloque en los Balcanes, Oriente Medio y Europa del Este, no desaparecerán por sí solos. La UE deberá abordar estos desafíos a través de acciones que aumenten su fuerza en relación con Rusia y los otros vecinos del bloque, no a través de la paciencia estratégica, que es solo un término cortés para la inacción estratégica.

* Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Nicu Popescu y titulado 'Why the EU should stop waiting for the Godot of Russian decline'

Mientras los líderes de la Unión Europea se preparan para una cumbre del 25 al 26 de marzo en la que planean discutir sobre Rusia, muchos de ellos están convencidos de que el país euroasiático es una potencia en declive. Desde el colapso de la Unión Soviética, gran parte de la política estadounidense y europea sobre Rusia se ha basado en la idea de que está en declive y es solo es necesario sobrellevar, o incluso ignorar, la asertiva fase actual de la política exterior rusa, independientemente de lo perjudicial que es para los intereses de la UE y Estados Unidos. Este enfoque a veces se denomina "paciencia estratégica", pero no hay nada de estratégico en basar la política en el determinismo. Dado que todavía es una incógnita si Rusia realmente está en declive, tales expectativas son miopes. Es hora de que la UE se ocupe de la Rusia de hoy, no de la de 2050 o 2070.

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