¿Cuánto cuesta una vacuna? Una pregunta simple con una respuesta prohibida
Las cláusulas de confidencialidad de los contratos entre fabricantes de vacunas y sus clientes impiden saber cuanto paga cada uno, lo que propicia una desigualdad de precios
Es una pregunta rápida y, a priori, sencilla de responder: ¿cuánto cuesta una vacuna contra el covid-19? En un contexto global en el que millones de dosis procedentes de un número relativamente pequeño de farmacéuticas son inyectadas cada día a lo largo y ancho del planeta, la respuesta resulta sorprendente: no lo sabemos.
El secretismo de las farmacéuticas respecto al precio estipulado en los contratos que firman con diferentes gobiernos y organismos supranacionales es absoluto, y supone el principal obstáculo a la hora de averiguar el precio real de las vacunas. Solo contamos con algunos indicios, un reguero de números desperdigados en los escasos documentos filtrados accidentalmente por funcionarios de diferentes países o revelados tras el velo del anonimato a periodistas. ¿La única certeza? No todos los países pagan lo mismo.
La ley del silencio
Las escasas filtraciones sobre los precios que los gobiernos y organizaciones han acordado para la compra de vacunas han sido recopiladas por UNICEF en un escueto tablero que es actualizado regularmente. El caso más sonado y el primero en iniciar a gran escala el debate sobre el coste de las dosis fue el de la ministra belga Eva De Bleeker, quien el diciembre pasado publicó en Twitter una imagen en el que se detallaba el precio por unidad de cada vacuna acordado por la Unión Europea.
El enfado de las compañías manufactureras, con Pfizer a la cabeza, fue mayúsculo. “Estos precios están cubiertos por una cláusula de confidencialidad en el contrato con la Comisión Europea”, denunció entonces Elisabeth Schraepen, portavoz de la empresa estadounidense para la región del Benelux. Estas cláusulas, lejos de ser utilizadas para casos específicos, son la norma, y la agresividad con la que las farmacéuticas exigen su cumplimiento es feroz: algunos contratos de suministro estipulan que las entregas de dosis pueden ser suspendidas si su precio es revelado.
La opacidad de estos contratos no es unidireccional, y a menudo los países y organizaciones supranacionales que los firman la agradecen. Incluso antes del estallido de la pandemia, la Organización Mundial de la Salud (OMS), que publica una base de datos de los precios de las vacunas compradas por gobiernos de todo el mundo, escondía los nombres de los países a petición de estos mismos. Nadie quiere ser señalado si obtiene mejores o peores precios que su vecino.
“Las farmacéuticas han conseguido convencer a sus clientes de que mantener en secreto el precio llevará a un acuerdo más beneficioso para ellos. Llevan años jugando a este juego y lo están volviendo a hacer ahora”, explicó Els Torreele, del Instituto para Innovación y Propósito Público de la University College London, al medio sudafricano News24. “Lo que el público y los políticos están comprendiendo ahora es que, a pesar de las masivas inversiones públicas recibidas por estas compañías, todo el poder a la hora de asignar los precios está en sus manos”.
"A pesar de las masivas inversiones públicas recibidas por las farmacéuticas, todo el poder a la hora de asignar los precios está en sus manos"
El problema, pese a haber cobrado ahora una relevancia sin precedentes, lleva tiempo siendo cuestionado. En mayo de 2019, la Asamblea Mundial de la Salud de la OMS aprobó una resolución titulada “Mejorar la transparencia de los mercados para medicamentos, vacunas y otros productos sanitarios”. En ella, se urgía a los gobiernos de los países firmantes a compartir públicamente información sobre los precios netos de los productos sanitarios, destacando entre ellos las vacunas. Una sugerencia que, como demuestra la inexistencia de contratos puestos a disposición pública por gobiernos nacionales, cayó en oídos sordos.
Ni siquiera Covax, un programa codirigido por la propia OMS cuya misión es la de garantizar el acceso equitativo a las vacunas en el mundo, ha divulgado exactamente cuánto paga por cada vacuna, alegando que no puede revelar información de sus acuerdos individuales con compañías manufactureras. No obstante, sí ha indicado que planea poner un límite aproximado de 3 dólares por dosis (2,5 euros) a la hora de distribuirlas a los países de ingresos medios o bajos. La mayoría de estas vacunas son de AstraZeneca y se producen en el Serum Institute de India.
Al exigir que sus precios se mantengan bajo cláusulas de confidencialidad, los fabricantes de medicamentos cuentan con una ventaja frente a negociadores gubernamentales que no cuentan con las cifras que están pagando otros países. Sin estas referencias, los contratos acaban reflejando simples dinámicas de poder que permiten a los países con mayor poder negociador obtener precios menores. Un estudio publicado dos meses antes del estallido global de la pandemia revelaba que el secretismo de estos acuerdos perjudicaba a los países con menor poder adquisitivo. “Mantener los precios en secreto evita que los países puedan exigir el precio más bajo disponible”, expone la investigación, publicada en la revista médica británica 'The BMJ'.
Doble desigualdad
Las cláusulas de confidencialidad ponen a los países con menos recursos en una situación de doble vulnerabilidad. No solo afrontan serias dificultades para conseguir vacunas en un contexto global en el que la producción está siendo acaparada por los países más ricos, sino que también pueden acabar pagando considerablemente más que ellos por las dosis.
El caso de África es emblemático de este problema. A finales de enero, un miembro del Departamento de Salud sudafricano reveló que el país austral pagaría 5,5 dólares (4,6 euros) por cada vacuna de AstraZeneca, más del doble que los países de la Unión europea (1,78 euros, de acuerdo con los datos filtrados por la ministra belga). Funcionarios sanitarios de Kenia y Uganda también reportaron un coste de 7 dólares (5.8 euros) para estas dosis, aunque las cifras han sido cuestionadas posteriormente. Un acuerdo firmado por la Unión Africana, sin embargo, establece, según un borrador citado por Reuters, un precio de 3 dólares (2.5 euros) por vacuna, similar al anunciado por Covax. Cuatro precios considerablemente diferentes reportados para un mismo producto necesario para salvar vidas.
“No existe ninguna norma global que dictamine el precio de las vacunas, por lo que no hay ninguna garantía de que su precio sea accesible para todos”, indicó recientemente Suerie Moon, codirector del Global Health Centre del Graduate Insistute de Ginebra, a 'Politico'. “Que países de ingresos medios paguen más por ellas que países de ingresos altos no es nada inusual”, agregó.
AstraZeneca, previsiblemente, no ha dado muchas explicaciones al respecto, limitándose a comunicar que el precio de las vacunas puede diferir de un país a otro debido a factores como el costo de manufacturas en cada región geográfica y el volumen de dosis solicitado. En este sentido, el tamaño de la población también importa. Manuel Martín, asesor de la Campaña de Acceso a Medicamentos Esenciales de Médicos sin Fronteras, explicó recientemente en NPR que las naciones más pequeñas cuentan con una fuerte desventaja estructural en las negociaciones con las compañías farmacéuticas para las vacunas. Además de contar, en la mayoría de los casos, con un menor poder adquisitivo menor, su demanda de lotes más pequeños no conviene a las manufactureras. "Los fabricantes están menos interesados en entregar cantidades relativamente pequeñas a países más pequeños que en entregar cantidades mayores a países con poblaciones más grandes, que también suelen poseer con mayor poder adquisitivo", argumentó Martín.
La considerable desigualdad de precios, no obstante, continúa siendo eclipsada por la masiva inequidad de distribución: un reporte del secretario general de la ONU, António Guterres, emitido hace dos semanas criticó la distribución “salvajemente desigual e injusta” de las dosis, señalando que, hasta la fecha, 10 países habían administrado el 75% del total de vacunas inyectadas en el mundo. Paralelamente, 130 países no han recibido ni una sola dosis, un fenómeno calificado por Martín como el "'apartheid' de las vacunas".
¿Precios pospandémicos más altos?
Al secretismo que rodea a los precios de las vacunas hay que sumar la posibilidad de que las compañías farmacéuticas decidan aumentarlos conforme la demanda vaya reduciéndose. En cuanto la pandemia se vea relativamente controlada y los principales países compradores consideren que cuentan con una reserva suficiente de dosis, su coste podría subir considerablemente.
Un alto ejecutivo de Pfizer anunció recientemente que la compañía planea cobrar más por su producto estrella una vez el actual “contexto de precios pandémicos” sea superado. “Los actuales no son los precios normales, como los que normalmente cobraríamos por una vacuna —entre 150 y 175 dólares por dosis—”, indicó el director financiero de la farmacéutica estadounidense, Frank D’Amelio, en una llamada con analistas de Wall Street, de acuerdo con un reporte citado por Forbes. “Obviamente, vamos a tener precios mayores”. Un analista indicó que el precio de las vacunas podría verse multiplicado por cuatro una vez que la crisis del covid-19 remita. Los últimos países en vacunarse, por lo tanto, podrían acabar afrontando precios mucho más elevados que aquellos que ya estén avanzando ahora hacia la inmunización de sus ciudadanos.
Muchos factores, como la posibilidad de que el covid-19 se convierta en un virus estacional que requiera de vacunaciones periódicas, provocan que estas predicciones sobre futuros precios sean, en gran medida, conjeturas. Sin embargo, sí muestran el enorme poder con el que cuentan las farmacéuticas para influir, actualmente y en un futuro, en el precio de sus productos sin que sus clientes gubernamentales o supranacionales puedan hacer mucho al respecto. Al fin y al cabo, las cláusulas de confidencialidad garantizan que no haya una manera para el público mayoritario de saber a ciencia cierta los precios actuales de las vacunas, mucho menos los de mañana.
Es una pregunta rápida y, a priori, sencilla de responder: ¿cuánto cuesta una vacuna contra el covid-19? En un contexto global en el que millones de dosis procedentes de un número relativamente pequeño de farmacéuticas son inyectadas cada día a lo largo y ancho del planeta, la respuesta resulta sorprendente: no lo sabemos.