De héroes a villanos por el covid: así caen las estrellas políticas en Estados Unidos
Andrew Cuomo y Gavin Newsom son dos antiguos héroes demócratas de la pandemia que en las últimas semanas se están pareciendo cada vez más a dos villanos por su gestión
El coronavirus no se cansa de reafirmar su autoridad: no contento con trastocar las rutinas personales y económicas del género humano, y de acabar con medio millón de vidas solo en Estados Unidos, también está torciendo carreras políticas con la fuerza de un huracán. O al menos creando las condiciones para que los políticos caigan en sus propias trampas, como es el caso de los gobernadores demócratas Andrew Cuomo y Gavin Newsom: dos antiguos héroes de la pandemia que en las últimas semanas se están pareciendo cada vez más a dos villanos.
Como en una tragedia griega, los rasgos de carácter que dieron a Cuomo la gloria han sido los mismos rasgos que pueden traerle la perdición. El gobernador de Nueva York se pasó el 2020 empleando sus clásicas herramientas: retorcer brazos, persuadir, intimidar y en ocasiones pasarse de la raya en su pasión por hacer que se hagan las cosas de manera eficaz, caiga quien caiga. El italoamericano se convirtió en una especie de Padre de Nueva York. Sus políticas eran las de un cirujano de hierro y sus ruedas de prensa diarias las de un pastor que tranquiliza a su rebaño. La fórmula funcionó y Cuomo llegó a disfrutar de una popularidad del 87%, más propia de un régimen autoritario que de la colorida y turbulenta democracia americana.
El gobernador llegó a la cima; las agencias de comunicación estudiaban sus métodos, la prensa lo halagaba y Cuomo reforzó sus credenciales presidenciales. Quizás animado por la dulzura del momento, el político públicó en octubre, en medio de una pandemia que estaba a punto de empeorar con la llegada del frío, unas memorias en la que naturalmente defendía su desempeño durante la crisis, cementando su punto de vista y, de paso, atizando a sus adversarios.
En febrero, sin embargo, una alta consejera de Cuomo, Melissa DeRosa, reconoció en una reunión que creía privada que el gabinete había ocultado las cifras reales de muertes en las residencias de ancianos por miedo a una investigación del Departamento de Justicia. De los 47.000 fallecimientos de covid en el estado de Nueva York, resulta que 13.000 se dieron en las residencias. Un tercio del total.
El comentario de DeRosa vino junto a nuevas investigaciones y acusaciones sobre lo sucedido. Una situación peliaguda a la que el gobernador Cuomo ha respondido, según miembros del propio Partido Demócrata, con insultos y amenazas personales en llamadas telefónicas que pueden suponer 45 minutos de improperios. Una de sus víctimas, el congresista demócrata estatal Andy Kim, decidió compartir públicamente la manera en que había sido tratado por Cuomo, y esto ha generado una serie de reacciones similares de republicanos y demócratas hartos de ser vapuleados.
Sospechas de acoso sexual
A la polémica de las residencias y del estilo aparentemente matonil del gobernador, se han unido las sospechas de acoso sexual. Una antigua asesora suya, Lindsey Boylan, ha dicho que Andrew Cuomo la besó sin permiso en los labios, durante una reunión a solas en 2018. En otra ocasión, durante un vuelo, Cuomo le habría sugerido que jugasen al 'strip poker'. El gobernador ha negado ambas acusaciones, realizadas por primera vez el pasado diciembre. Paralelamente, el pasado sábado otra ex colaboradora denunció que Cuomo le hizo preguntas incómodas sobre su vida sexual, lo que el demócrata también ha rechazado, según un reporte del New York Times. La segunda mujer fue identificada como Charlotte Bennett, quien fue asistente ejecutiva y asesora de políticas de salud hasta el pasado noviembre, quien aseguró al periódico neoyorquino que el político le preguntó si era monógama y si alguna vez había tenido relaciones con hombres mayores.
Como consecuencia, la prensa que tanto parecía querer al gobernador hace apenas un par de meses no deja de exprimir estos casos, y una coalición de republicanos y demócratas estatales se ha unido para exigir que se le quiten a Cuomo sus poderes de emergencia. Los republicanos de la Asamblea neoyorquina quieren un 'impeachment' por el caso de las residencias de ancianos, y, en la Alcaldía de Nueva York, el archienemigo de Cuomo, el también demócrata Bill DeBlasio, se cobra su poco disimulada venganza azuzando las llamas en contra del gobernador.
Otro líder cuyas fortunas han cambiado es Gavin Newsom, el gobernador demócrata de California. El exalcalde de San Francisco ganó la gobernaduría en 2018 con una ventaja récord de 24 puntos sobre su rival. Hace casi un año, en abril, su gestión de la pandemia le granjeó una vigorosa popularidad del 70%. Durante varias semanas, Newsom y los gobernadores de los estados vecinos, Oregon y Washington, también demócratas, parecieron haber doblegado al virus y se permitieron el detalle de mandar de vuelta los respiradores que habían recibido del Gobierno federal.
El verano sonreía en la Costa Oeste, pero luego el virus cogió carrerilla e hizo del condado de Los Ángeles un avispero de covid que acaba de superar las 20.000 muertes. Un número relativamente alto para sus 10 millones de habitantes. Al mismo tiempo, el Gobierno californiano ha reconocido que, el año pasado, hasta 30.000 millones de dólares pagados en subsidios por desempleo han podido acabar en los bolsillos de redes criminales. Según la comisión investigadora, se trataría del “más importante fraude de fondos de los contribuyentes en la historia de California”.
El propio Newsom, más allá de la dificultad intrínseca de manejar el virus, capaz de echar por tierra a los gobiernos que se supone que lo hacían fantásticamente, puso de su parte. A principios de noviembre, el gobernador fue sorprendido cenando, en una mesa redonda de gente sin mascarilla, en el lujoso restaurante French Laundry. Nada que objetar, de no ser porque Newsom, poco antes, había ordenado a la población que se quedase en casa y usase la mascarilla al salir en todo momento.
Ahora, un rival republicano, Orrin Heatlie, ha aprovechado la coyuntura para reunir más de 1,5 millones de firmas que le permitirán convocar unas elecciones fuera de calendario contra Newsom, lo que posiblemente suceda este año. “Es algo fácil de vender”, dijo Heatlie a 'The New York Times'. “Me gusta decir que solo podemos darle las gracias a él, y que él no tiene a nadie a quien culpar salvo a sí mismo”.
Más allá de estos dos casos, la pandemia ha ido horadando la imagen de otros gobernadores estadounidenses, por los motivos más variados: unos por haber sido demasiado severos en sus medidas de confinamiento, castigando a sectores como el turismo o la hostelería, y otros por lo contrario: por dejar que el virus se cebase en la población al haberse preocupado demasiado de la economía.
Un factor que juega en contra de Newsom o Cuomo es Donald Trump. Antes, el expresidente republicano solía imantar el debate público, especialmente en los grandes medios progresistas. La CNN o 'The Washington Post' tenían en Trump a un malvado de película; una máquina de generar escándalos con frecuencia semanal o incluso diaria. Puro material de portada y espacio de máxima audiencia.
Ahora que Trump está titilando en los bordes del paisaje político, más activo en la sombra que sobre el escenario, los medios deben de haberse encontrado con un agobiante vacío informativo: al menos comparado con los últimos cuatro años de adrenalina constante. Así que historias como las de Cuomo y Newsom han servido de hueso para los reporteros y de excusa para seguir empapelando las portadas de escándalos, como también sabe el senador Ted Cruz y su idea de marcharse de vacaciones a Cancún mientras el estado que representa volvía a la Edad de Hielo.
El propio Trump pareció haber sucumbido también a los caprichos del virus. Una serie de encuestas publicadas en diciembre apuntan a que su atropellada gestión de la pandemia le habría costado caro entre distintos grupos de votantes, como la gente blanca más mayor y más sensible a cuestiones sanitarias. Demostrándonos, y va un año, quién controla realmente los acontecimientos.
El coronavirus no se cansa de reafirmar su autoridad: no contento con trastocar las rutinas personales y económicas del género humano, y de acabar con medio millón de vidas solo en Estados Unidos, también está torciendo carreras políticas con la fuerza de un huracán. O al menos creando las condiciones para que los políticos caigan en sus propias trampas, como es el caso de los gobernadores demócratas Andrew Cuomo y Gavin Newsom: dos antiguos héroes de la pandemia que en las últimas semanas se están pareciendo cada vez más a dos villanos.
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