Coordenadas | ¿Por qué debería preocuparte esta crisis en el país de las mil crisis?
Haití vive la que muchos consideran como su mayor crisis política de los últimos años, un galardón muy competido en un país lleno de complicaciones
En el mes en el que se cumple el 35 aniversario del fin de la violenta dinastía de los Duvalier, Haití vive la que muchos expertos consideran como la mayor crisis políticas de los últimos años —lo que ya es decir—. El enfrentamiento entre los detractores del presidente Jovenel Moïse, quienes consideran que su mandato acabó el pasado 7 de febrero, y el mandatario, quien denuncia un intento de golpe de Estado en su contra y ha ordenado arrestos masivos, ha desembocado en una peligrosa situación institucional en la que ninguna de las partes reconoce la legitimidad de la otra.
Desde epidemias hasta ciclos constantes de disfunción política y económica, Haití, la nación más pobre del hemisferio occidental, ha encadenado una crisis tras otra desde el terremoto de 2010 en el que murieron entre 100.000 y 300.000 personas y a raíz del cual más de un millón resultaron desplazadas. Sin embargo, el enfrentamiento entre Moïse y la oposición, que ha estallado ahora por completo, pero que lleva meses fraguándose, ha llevado la de por sí delicada situación del país al límite con un Gobierno incapaz de proporcionar incluso los servicios más básicos. La Conferencia Episcopal haitiana ha alertado de la gravedad del conflicto: "(Haití) está al borde de la explosión".
En breve
El pasado 7 de febrero, día en que la oposición haitiana —compuesta por partidos políticos, grupos religiosos, organizaciones de sociedad civil y activistas por los derechos humanos, entre otros— afirma que el mandato de Moïse debía terminar, el presidente hizo un comunicado a la nación en el que afirmaba que se había frustrado un "golpe de estado" para derrocar a su Gobierno y asesinarlo. Asimismo, anunció la detención de 23 presuntos golpistas, entre los que se incluía un juez de la Corte Suprema, Ivickel Dabresil, que los detractores del mandatario habían supuestamente elegido para sustituirlo. En respuesta al anuncio, los opositores nombraron rápidamente a Joseph Mécène Jean Louis, otro integrante de la Corte Suprema, como presidente interino.
Desde entonces, en un contexto de 'doble presidencia' similar al venezolano, se han producido protestas masivas en las calles, arrestos y amenazas de desobediencia civil, todo ello en medio de un creciente colapso económico y asistencial y un repunte elevado de la criminalidad. La crisis, además, corre el riesgo de intensificarse porque tiene una cuenta atrás: Moïse está tratando de ampliar sus poderes presidenciales cambiando la Constitución del país mediante un referéndum programado para abril, una consulta que la oposición rechaza.
Contexto
La clave de la crisis reside en dos interpretaciones diferentes de la Constitución haitiana y la posterior violación de ésta por ambos bandos. La ley establece que la duración de un gobierno es de cinco años y que el cambio de poder debe efectuarse el 7 de febrero, el día del aniversario del fin de la dictadura de los Duvalier. La oposición afirma que el presidente debería haber abandonado su cargo ese día de este mes, dado que las elecciones tuvieron lugar en 2016. Moïse, por el contrario, argumenta que su mandato finaliza en 2022 porque su inauguración no se produjo hasta 2017. Esta discrepancia podría haberse visto resuelta mediante un Tribunal Constitucional, pero Haití carece de tal institución.
Además, el presidente utilizó la misma lógica que esgrime ahora la oposición para disolver el Parlamento el año pasado. Desde entonces, no ha organizado ninguna elección, ya sea legislativa o local, garantizando así que la presidencia sea el único poder en el país. Esa ha sido, en esencia, la principal raíz del descontento contra Moïse a lo largo de su mandato, el cual ha llegado ahora a su punto de ebullición: la percepción de que está desmantelando la democracia de Haití. La deposición y posterior reemplazo de tres jueces de la Corte Suprema acusados de conspirar en su contra, una maniobra sin aparente base legal, parece confirmar las acusaciones de sus detractores.
Sin embargo la alternativa de la oposición de crear una comisión de transición y nombrar a un juez de la Corte Suprema como presidente tampoco está contemplada en la Constitución haitiana, por lo que ambos bandos se están moviendo en un peligroso terreno en el que no importan las leyes, sino la capacidad de movilizar protestas o las fuerzas de seguridad que las contengan.
Actores
Jovenel Moïse llegó al poder a raíz de unas elecciones marcadas por los retrasos continuos, las acusaciones de fraude y, sobre todo, la paupérrima participación: en un país de cerca de 12 millones de habitantes, solo 600.000 votaron por el actual presidente. La polémica ha perseguido al mandatario desde su primer día en el cargo, pero especialmente desde 2018, cuando, a raíz de un escándalo de corrupción en torno a los fondos del programa Petrocaribe, por el cual Venezuela suministra petróleo a varios países, comenzaron las protestas populares en su contra que se extienden hasta la actualidad. "No soy un dictador", ha afirmado Moïse a raíz de las recientes acusaciones, "mi mandato acaba el 7 de febrero de 2022". Sin embargo, el bloqueo de la práctica totalidad de los procesos electorales durante su mandato ha provocado una situación dantesca: Haití cuenta en la actualidad con tan solo 11 funcionarios electos.
Joseph Mécène Jean Louis es el 'presidente interino' en la sombra, literalmente. Desde el día en el que el magistrado de la Corte Suprema fue nombrado como tal por los detractores de Moïse ha desaparecido por completo, un indicio claro de que la fuente de las movilizaciones es el rechazo frontal al presidente, y no una figura opositora en concreto.
Y ahora, ¿qué?
La crisis corre el riesgo de enquistarse. Tanto el gobierno de Estados Unidos como la Organización de Estados Americanos (OEA) han indicado cierto grado de apoyo a Moïse, aparentemente ante la convicción de que la mejor estrategia para evitar una situación de caos absoluto es apostar a que el presidente cumplirá con su palabra y abandonará el poder el próximo año. Sin embargo, la fuerza en las calles demostrada en las manifestaciones del pasado fin de semana han envalentonado a la oposición, que no parece dispuesta a dar su brazo a torcer. Esta delicada balanza entre los apoyos internos y externos será la principal encargada de dictaminar el destino del país.
Si algo ha demostrado Haití, la primera nación del mundo en la que la esclavitud fue abolida, es una masiva capacidad de resiliencia. Por grave que sea, es más que probable que las desgastadas instituciones del país resistan su enésima crisis. Lo que está en el aire es el precio a pagar por ella. Hasta la fecha, la violencia, aunque presente en las manifestaciones, ha sido relativamente baja, pero corre el riesgo de escalar considerablemente si las partes no logran llegar a un acuerdo.
Para saber más…
Pese a la gravedad de la crisis política, los trabajadores sanitarios de Haití continúan haciendo todo lo posible para impedir la propagación el covid-19. Los 247 muertos reportados (dudosamente) hasta ahora, no obstante, palidecen en comparación con las cerca de 10.000 víctimas mortales del brote de cólera que comenzó a asolar en el país hace una década. En esa ocasión, la ONU fue la responsable directa de introducir la enfermedad infecciosa, algo que el organismo intentó negar y ocultar durante años. Aquí puedes leer más respecto a este vergonzoso episodio que todavía no ha sido compensado.
Otro ángulo
La actual crisis de Haití no puede ser descontextualizada de su situación de profunda pobreza y desigualdad, la cual ha impulsado a muchos de sus ciudadanos a abandonar el país. Después de Estados Unidos, el principal destino de la migración haitiana es su país vecino, República Dominicana, con la que comparte la isla de La Española. Allí, pese a las durísimas condiciones laborales y los problemas de racismo y discriminación, miles de inmigrantes en situación irregular intentan ganarse la vida trabajando en el producto estrella de la isla: el azúcar. Puedes leer sobre sus historias en este reportaje de Alberto G. Palomo.
Para seguir el hilo…
El periodista estadounidense Michael Deibert, quien lleva años cubriendo la situación en Haití, recopila en este hilo de Twitter (en inglés) la cacofonía de voces desde las calles de Puerto Príncipe respecto al conflicto político. Incluye también su análisis sobre una crisis multifacética que, afirma, se resiste a cualquier intento de empaquetarla en narrativas simplistas de ‘pueblo’ contra ‘dictadura’.
Thread: Over the weekend, amid the large anti-govt demo in Port-au-Prince & the beginning of Carnival in Port-de-Paix, I made a point of talking to some of my friends in #Haiti about the current crisis, and I wanted to share some of what they told me... pic.twitter.com/7sCHONk843
— Michael Deibert (@michaelcdeibert) February 15, 2021
En el mes en el que se cumple el 35 aniversario del fin de la violenta dinastía de los Duvalier, Haití vive la que muchos expertos consideran como la mayor crisis políticas de los últimos años —lo que ya es decir—. El enfrentamiento entre los detractores del presidente Jovenel Moïse, quienes consideran que su mandato acabó el pasado 7 de febrero, y el mandatario, quien denuncia un intento de golpe de Estado en su contra y ha ordenado arrestos masivos, ha desembocado en una peligrosa situación institucional en la que ninguna de las partes reconoce la legitimidad de la otra.