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El miedo a nuevos rebrotes empaña un Año Nuevo triunfal para la China pospandemia
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Año del buey

El miedo a nuevos rebrotes empaña un Año Nuevo triunfal para la China pospandemia

El sector del turismo, que en 2019 registró más de 400 millones de desplazamientos, se desploma de nuevo ante las advertencias de las autoridades chinas a sus ciudadanos para que no viajen durante estas fechas

Foto: Celebraciones del Año Nuevo en Pekín. (EFE)
Celebraciones del Año Nuevo en Pekín. (EFE)
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Las 8.000 figuras de los famosos guerreros hechas con terracota hace más de dos mil años para proteger al emperador Qin Shi en el otro mundo no tienen quien las visite. Las largas colas que cada año se formaban durante el Festival de Primavera para ver la famosa excavación de Xian han dejado en su lugar este año una hilera de vallas solitarias. Los pocos viajeros que se atreven a visitar estos días alguna atracción turística, como la de la capital de las trece dinastías, se encuentran con lugares desérticos donde apenas un par de funcionarios escanean los códigos de salud para comprobar que los visitantes no vienen de una zona de riesgo.

El turismo ha vuelto a desplomarse desde principios de año con los más de 2.000 nuevos casos del coronavirus registrados en Jilin y Heilongjiang, la cifra más alta desde marzo del año pasado. Aunque la epidemia está bajo control, desde enero el Gobierno chino ha estado pidiendo a sus ciudadanos que no se desplazasen durante el Nuevo Año Lunar, unas fechas señaladas que en años anteriores han llegado a registrar cerca de 1,5 billones de desplazamientos, la mayor migración del planeta que se produce anualmente. "A este mercado llegaban miles de extranjeros y chinos durante todo el año. Mi puesto estaba lleno en estas fechas pero ahora hay muy poca gente. Los extranjeros los percibimos con algo de miedo, sobre todo al no saber si han vuelto a China después de pasar por sus países donde la situación está muy mal", dice esta comerciante que tiene su puesto en el barrio musulmán Hui, una minoría étnica que vive en Xian desde hace siglos.

Foto: Trabajadores en una fábrica de Shanghái. (Reuters)

Las advertencias de las autoridades han hecho mella en la mente de muchos ciudadanos chinos, a las que se han unido los incentivos que el Gobierno ha estado promoviendo en las últimas semanas para evitar que, sobre todo, los trabajadores migrantes regresasen a sus lugares de origen. Las autoridades en varias provincias han pedido a las empresas que no escatimasen en jugosos 'hongbaos', los sobres rojos donde se da dinero en efectivo, bonos de compra, entradas de cine o incluso comida.

placeholder Un monje budista en Shangái (EFE)
Un monje budista en Shangái (EFE)

Aun así, quedarse sin ver a la familia durante el Festival de Primavera, comparable a las Navidades en Occidente, es impensable para muchos."Mi jefe nos pagaba hasta tres veces nuestro sueldo y nos ofrecía 'hongbaos' extras para que nos quedásemos, pero para mí no es ni siquiera una posibilidad, yo me marcho esta tarde a mi casa en Yunnan. Sé que tengo que estar pendiente de las aplicaciones móviles por si surge algún contagio del coronavirus, pero aun así estoy tranquilo. En mi provincia no se han producido muchos casos", explica Seven, un joven peluquero de menos de 30 años que trabaja en la última parada de la ruta de la seda.

La experiencia de este peluquero resulta familiar para muchos de los 250 millones de migrantes que viven y trabajan en las urbes chinas. La falta de oportunidades en las zonas rurales o los bajos salarios empujan a cientos de miles de personas a abandonar cada año sus pueblos y buscarse la vida en las ciudades. No poder volver durante el Festival de Primavera implica, en muchas ocasiones, no reencontrarse con los hijos que han dejado al cuidado de los abuelos y que solo pueden ver durante estas fechas. Para muchos otros trabajadores migrantes como Seven merece la pena correr el riesgo de marcharse, aunque sin olvidar antes pasar por un hospital para hacerse una PCR, con una validez de 72 horas, que tendrán que enseñar al llegar a sus lugares de origen.

placeholder Una familia celebra telemáticamente la víspera del Año nuevo. (Reuters)
Una familia celebra telemáticamente la víspera del Año nuevo. (Reuters)

Aun así el mensaje como el del 'People's Daily', el diario estatal chino, donde se publicaba hace unos días "cada persona crea memorias muy queridas durante el Festival de Primavera. Pero este año tendrá que ser diferente", ha logrado calar en muchos otros ciudadanos chinos. Una es Ling, una empresaria de cincuenta años con negocios en Zhuhai, al sur del país, y que cada año viaja a Guilin para reencontrarse con su familia en estas fechas. "Mi madre tiene 93 años. Aunque para mí es importante reunirme con ella durante el Nuevo Año Chino, no puedo arriesgarme a marcharme. Si surge algún caso puedo terminar en un hotel haciendo una cuarentena pagada de mi bolsillo", explica esta empresaria.

Cuarentenas obligatorias en hoteles

Varias provincias como la de Guangdong, donde vive Ling, han impuesto cuarentenas obligatorias en hoteles especializados para aquellos viajeros que lleguen de zonas de riesgo medio alto como Jilin o Heilongjiang, donde se concentra ahora la mayoría de los enfermos contagiados del coronavirus. "Aunque hay muy pocos casos y la situación está muy controlada coger un tren o un avión es una lotería. Si en el lugar de destino de repente hay un contagio la zona la pueden declarar de alto riesgo en cuestión de horas y ya no podría volver", explica Ling.

La entrada del año del buey se está viviendo con optimismo y con un cierto sentimiento de patriotismo. "China lo ha hecho muy bien desde el principio. El Gobierno pidió a la gente que se pusiese las mascarillas y todo el mundo siguió las instrucciones. No entendemos cómo en el extranjero se llegó a decir que las mascarillas no eran necesarias y nadie se las ponía. Parece que todo lo que se hace en China no es correcto y ahora mira cómo están las cosas allí", dice un taxista que se abre paso por las calles desérticas de la ciudad milenaria.

Foto: Cola para acceder al avión Madrid-Xian. (Susana Arroyo) Opinión

"Una de las razones del éxito en China y en otros países asiáticos es la mentalidad de colectivo y comunidad", explica Yang, una joven estudiante. "Crecemos con la mentalidad de que el colectivo es más importante que los deseos personales, a veces hay que sacrificarse por el bien común", remata Yang mientras le da un sorbo a su café en una de las cafeterías hípster de la antigua capital china.

La epidemia del coronavirus ha dejado tocados sectores como la hostelería y la restauración, y aun así el balance del año de la rata, al que China acaba de decirle adiós para dar la bienvenida al del buey, ha salido positivo. Si durante el primer trimestre del 2020 la economía de China llegó a sufrir una contracción del 6.8%, en los meses siguientes ha logrado recuperarse con creces –e incluso crecer– gracias a las exportaciones e inversiones estatales. Aun así, esta tasa de crecimiento es la más baja de los últimos 40 años. La amenaza de una recesión y el resurgimiento del coronavirus es algo que continúa preocupando a las autoridades chinas en el recién estrenado año del buey.

Las 8.000 figuras de los famosos guerreros hechas con terracota hace más de dos mil años para proteger al emperador Qin Shi en el otro mundo no tienen quien las visite. Las largas colas que cada año se formaban durante el Festival de Primavera para ver la famosa excavación de Xian han dejado en su lugar este año una hilera de vallas solitarias. Los pocos viajeros que se atreven a visitar estos días alguna atracción turística, como la de la capital de las trece dinastías, se encuentran con lugares desérticos donde apenas un par de funcionarios escanean los códigos de salud para comprobar que los visitantes no vienen de una zona de riesgo.