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El juego geopolítico del perro y el gato: cómo Rusia y Occidente se debilitan el uno al otro
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El juego geopolítico del perro y el gato: cómo Rusia y Occidente se debilitan el uno al otro

Durante estos años Rusia y Occidente han intentado aplicar la política de “debilitamiento mutuo”. La paradoja es que ha acabado perjudicando a ambos

Foto: Emmanuel Macron conversando con Vladimir Putin en junio de 2020. (Reuters)
Emmanuel Macron conversando con Vladimir Putin en junio de 2020. (Reuters)

Joe Biden ya está en la Casa Blanca y, uno de los problemas con los que tendrá que lidiar será con Rusia, uno de los aspectos decisivos de su política exterior. Gran parte del debate sobre Rusia en Europa y Estados Unidos siempre ha estado centrado en si era conveniente “reiniciar” las relaciones con Moscú. En 2009 con el inicial reinicio de Obama y Clinton; la “asociación para la modernización” de la UE y Rusia; la iniciativa alemana de Meseberg al principio de la década; la oferta europea para un “compromiso selectivo” con Rusia en 2016; y esfuerzo francés por colaborar con Rusia en un diálogo constante después de la cumbre de Bregançon.

Este empeño genera la ilusión de una especie de péndulo que oscila entre diversas fases de compromiso y hostilidad diplomática. Sin embargo, durante estos años ha tenido lugar una relación más profunda: Rusia y Occidente han intentado aplicar la política de “debilitamiento mutuo”. Y esto es probable que domine la presidencia de Biden y la próxima década.

Cómo debilita Rusia a Occidente

A lo largo de la primera década de este siglo, Rusia vio su auge a través del crecimiento de los precios de energía, el ‘boom’ económico y la modernización, así como la creación de poderosas compañías estatales que pudieran competir globalmente y vendieran recursos estratégicos para tener influencia política. Pero la llegada de la segunda década condujo a un cambio completo de estrategia. Las esperanzas de modernización económica se desvanecieron. Y, mientras su economía se anquilosaba, la ruta hacia el poder a través del crecimiento desapareció.

Foto: El líder opositor Alekséi Navalni es escoltado por la policía tras pasar por el juzgado. (Reuters)

Como resultado, Moscú ha puesto más interés en un camino más corto para el ‘revival’ del poder, basado mucho menos en mejorarse así mismo y mucho más debilitar a sus oponentes geopolíticos. Este intento ha tomado diversas formas: cortejando a políticos ‘mainstream’, apoyando y financiando todo tipo de partidos políticos de extrema izquierda o derecha; propaganda y desinformación en Internet que, a veces, apoya fuerzas políticas en específica y, otras, simplemente trata de sembrar el caos.

Todas estas acciones han sido coronadas por una política en la que se ha intentado alejar a los aliados y amigos de Occidente, incluyendo dentro de la propia OTAN y de la UE. Rusia ha tratado por todos los medios -diplomática y económicamente- de adular a Turquía y a Hungría, ambos miembros de la OTAN. También ha buscado debilitar a Occidente allá donde fuera posible: en Serbia, país candidato a entrar a la UE, que recientemente anunció la apertura una oficina militar rusa en su Ministerio de Defensa; En República Centroafricana, donde Rusia provee de mercenarios y de asesores de seguridad al presidente; y en Libia, Siria, los países del Golfo, Egipto, Israel y otros muchos otros países. Esta política ha sido razonablemente exitosa desde un punto de vista ruso. Pero ha fracasado a la hora de prevenir que Occidente respondiera de la misma forma.

Cómo debilita Occidente a Rusia

A lo largo de gran parte de los noventa y los 2000, la UE y EEUU no quería debilitar a Rusia en ningún sentido. Sus intereses, por supuesto, no estaban detrás de un país tan fuerte como la URSS, pero aún querían que fuera más articulado que en los noventa. No querían un gran estado fallido con armas nucleares que amenazara el equilibrio geopolítico. En 2010, después de la guerra de 2008 en Georgia pero con la idea del nuevo “reinicio” de Obama, la UE y Rusia lanzaron “la asociación para la modernización”, que pretendía fortalecer económica y políticamente a Rusia, pero en ningún momento debilitarla. Por supuesto, la invasión militar de Ucrania y la anexión de Crimea en 2014 puso fin a esa estrategia.

Donald Trump y Vladimir Putin. (Reuters)

EEUU y la UE introdujeron sanciones a Rusia y trataron de aislarla diplomáticamente. Para la UE al menos, el primer objetivo de las sanciones no era debilitar a Rusia, sino incentivar que dejara de desestabilizar Ucrania. Y, como Rusia continuó con sus tácticas de desestabilización, las sanciones no se tocaron y han evolucionado, de forma casi no intencionada, en una herramienta para debilitar a Rusia. Por culpa de las sanciones, Rusia no solo tiene menos opciones aún de modernizar su economía, sino también menos dinero para invertir en su ejército o en sus aliados. Rusia no tiene escasez de efectivo, pero el entorno hostil que ha creado a su alrededor le obliga a acumular una cantidad significativa para los días más oscuros que se vienen. La situación limita sus opciones geopolíticas y Rusia se ha mostrado cada vez más tacaña a la hora de apoyar económicamente a sus aliados.

La política de debilitamiento mutuo

Pero mientras tanto Rusia como Occidente se involucran en estrategias de debilitamiento mutuo, ambos se han debilitado a sí mismos. El auge de los populistas en EEUU, Reino Unido y a lo largo y ancho de la UE, ha hecho un daño masivo a su credibilidad, cohesión y la capacidad de la política exterior de Occidente.

Esta sucesión autodestructiva en Occidente sólo ha sido igualada por la racha autodestructiva en Rusia, donde sus recursos y el futuro económico del país se han apostado a la política exterior y los objetivos militares en gran parte del mundo. Por ahora, Rusia ha sido capaz de resistir mejor la tentación que la URSS a la hora de sobrepasarse en política exterior, pero aun así se ha sobreexpuesto demasiado.

Foto: Un vendedor de camisetas con la cara de Putin en San Petersburgo el 31 de agosto de 2014, después de que estallara la guerra en el este de Ucrania. (Reuters)

El Kremlin ha estado obsesionado con la política exterior, en detrimento de asuntos nacionales más urgentes, vaciando de recursos tanto el sistema económico como el político. Rusia aún tiene suficientes recursos para aguantar así varias décadas, pero cuanto más lo prolongue mayor será la resaca de esta aventura en política exterior.

El próximo compromiso con Rusia

Este debilitamiento mutuo probablemente continúe, ahora que la administración Biden empieza a discutir su estrategia sobre Rusia con sus aliados europeos. Ni unos ni otros parecen estar cambiando de opinión. Las oportunidades de llegar a un compromiso llegarán, pero solo si un bando siente que está perdiendo la carrera. Del mismo modo, ambos necesitan darse cuenta de que su política está fracasando y que necesitan un cambio de rumbo. Por ahora, eso es poco probable.

Rusia piensa que ha hecho un buen trabajo en política exterior. Y, desde un punto de vista occidental, los acercamientos a Rusia en la última década no han valido la pena. Bien sea a través de ofertas de “reinicio” de la relación, la congelación de la ampliación de la OTAN a Ucrania o Georgia, el repudio de las “intervenciones humanitarias” como guía y el ablandamiento de la promoción de políticas en defensa de los derechos humanos en las presidencias tanto de Obama como de Donald Trump no han mejorado las relaciones con Rusia.

Por lo tanto, es probable que la política de debilitamiento mutuo domine ambos bandos durante la presidencia de Biden. El Departamento de Estado dijo a mediados de 2020 que, “cuando nos relacionamos con Rusia (y China), deberíamos trabajar para ayudar a EEUU y sus aliados a “correr más rápido” en esa competición y, del mismo modo, también debemos asegurarnos que los que compiten contra nosotros “corran más despacio”. Hay muchas opciones para conseguir que la alianza transatlántica “vaya más rápido”. Las soluciones se pueden lograr a través de transformaciones políticas y económicas, que van más allá de la idea de este artículo. Pero cuando se trata de política exterior, una forma de vencer a tus adversarios no es simplemente reavivando tu propia alianza. También deberá involucrar la inversión de muchos más recursos en nuevas asociaciones de seguridad con estados del espacio posoviético o del Medio Oriente, al mismo tiempo que se tomarán medidas para limitar la capacidad de Rusia para eliminar a los aliados y socios de Occidente.

*Análisis publicado en el European Council on Foreign Relations por Nicu Popescu y titulado 'How Russia and the West try to weaken each other'

Joe Biden ya está en la Casa Blanca y, uno de los problemas con los que tendrá que lidiar será con Rusia, uno de los aspectos decisivos de su política exterior. Gran parte del debate sobre Rusia en Europa y Estados Unidos siempre ha estado centrado en si era conveniente “reiniciar” las relaciones con Moscú. En 2009 con el inicial reinicio de Obama y Clinton; la “asociación para la modernización” de la UE y Rusia; la iniciativa alemana de Meseberg al principio de la década; la oferta europea para un “compromiso selectivo” con Rusia en 2016; y esfuerzo francés por colaborar con Rusia en un diálogo constante después de la cumbre de Bregançon.

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